Díselo a la Luna ✔️

By vhaldai

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🏆 GANADORA DE THE WATTYS 2020 - MISTERIO Y SUSPENSO Si estás leyendo significa que todavía existo. No te asu... More

Aclaraciones antes de leer
Díselo a la Luna
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El rincón de los Muffins viajeros #1
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El rincón de los Muffins viajeros #2
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El rincón de los Muffins viajeros #3
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«Voy a matar a Claus», me repetí con pasmo.

Es cierto que llevo encima muchas muertes. Ya lo dije antes, muertes indirectas que llevo encima a causa de salvar a mis seres queridos, puesto que mi maldición necesita un equilibrio. Si quito necesito dar. Si salvo, otro debe morir. Un asesino no es solo el que jala el gatillo, un asesino es que quien ordena a hacerlo. No estoy libre de culpa, muy diferente a Claus no soy, lo sé, pero aun así me sorprendió.

¿Cómo lo haría?

¿En qué situación tomaría una decisión así? 

¿Lo haría yo, con mis propias manos, o lo mataría en base a una decisión?

¿Cuándo sería el fin de Claus?

Tu mensaje no dijo más, tampoco pude preguntarte ya que Claus comenzó a impacientarse. Él no podía ver el mensaje, así que lo borré tan rápido como vi que se acercaba a chismear.

—Listo —pronuncié con la voz quebrándose al salir de mi seca garganta. Actuaba con nerviosismo, lo que ante la mirada perspicaz de Claus significó problemas.

—Estás pálida —me dijo.

—Ah... —volví a actuar como lo hacía cada vez que buscaba crear una mentira—. Estoy nerviosa, jamás hice esto frente a alguien.

Bloqueé la pantalla de mi celular y lo guardé en el bolsillo interno de mi chaqueta para que no pudiese meter sus horribles manos y quitármelo. Claus también se acomodó a la expectativa de verme viajar a un futuro que no conocía con seguridad, pero confié en tus palabras.

Cerré con los en cuanto apoyé mi cabeza en el respaldo del sofá y estuve así, pretendiendo estar viajando cuando en realidad seguía estando en ese lunes sombrío. Pudo ser así de simple, mantenerme quieta fingiendo inconsciencia, pero todo llevó a sobreactuar una vez que sentí los intrépidos dedos de Claus sobre mi cara apartando los molestos mechones ondulados que siempre he odiado. Me estaba tocando a sabiendas de que estaba perdida en el "futuro" y no podría pararlo.

No debía sorprenderme a esas alturas viniendo de él, mas lo hice, porque seguía perturbándome su manera desalmada de actuar. Me encontré en un dilema: seguía pretendiendo estar viajando al futuro hasta esperar que mi alarma sonara o abría mis ojos para renegar de sus abusos mientras me tenía voluble. Cuando sentí que su calor corporal se acoplaba lentamente con el mío y su respiración queda se entrelazaba a la mía, supe que no soportaría más. Abrí mis ojos de golpe encontrándolo a escasos centímetros de besarme.

Cubrí mis labios, luego me levanté del sofá tan rápido como pude.

—Dijiste que no me harías nada —confronté entre dientes—. Eres un maldito mentiroso.

—Solo iba a besarte —se excusó con una sonrisa algo burlesca, de esas que te dan ganas de arrancarte el cabello y usar la violencia física contra la persona para borrarle tan fastidiosa mueca.

Apreté con fuerza mis dientes hasta tal punto que dolió, todo para contener los fervientes deseos de repelerlo con insultos. Pero no iba a dejarme ir con tanta facilidad.

—El sábado tendrás problemas con tu padre, se encontrarán, aunque no me dijiste a qué hora. Esto te traerá problemas con tu discoteca y Monarquía.

No pronuncié otra palabra, un malgasto de saliva hubiese sido, tampoco me quedé esperando a que respondiera. Me marché furiosa, asqueada, repeliendo las zonas de mi cara que todavía sentían sus dedos, y limpiándome los labios.

Fui al baño para refugiarme en el último cubículo, mi favorito, allí tomé la oportunidad de escribirte con el fin de resolver mis dudas.

¿Cómo que mataré a Claus?

No respondiste, solo viste el mensaje.

Insistí con otro mensaje.

¿Cuándo? ¿Será gracias a una decisión, será para salvarme? Por favor, respóndeme.

Nada. Me dejaste con la intriga, llena de dudas y sin respuestas. Tal vez debería hacer lo mismo contigo, dejarte indicios de esta maldición, mas no lo haré: estoy escribiendo esto para que me ayudes, para que puedes encontrarme donde sea que esté. Este diario en lo único que confirma mi existencia, aunque sea muy ínfima o insignificante.

Volví a clases tras ir al baño, suerte que me tocaba Arte y el profesor no armó mucho drama para dejarme entrar, me vio tan descompuesta que la mentira de que estaba vomitando en el baño coló perfectamente.

Me encontré con las chicas en el recreo de camino al casino para comprar.

—¿Qué te pasó? —me preguntó Aldana— Desapareciste.

—Ah, nada... —La esquivé.

—Tu rostro no dice nada, dice mucho. —Guardé silencio, contradecirle sería en vano, Aldana es demasiado observadora—. Si me dices te daré un rico muffin.

La miré por primera vez desde que salimos al receso, directamente a su rostro que portaba una sonrisa maligna. Abrí mi boca, ofendida.

—¿Por qué me chantajeas con comida? Eso no es sensato, menos si es un muffin.

Sonrió por un momento y amancilló su mirada, pero luego tuve que tener sus ojos analizándome.

—¿Es por lo Shanelle o te molestaste por algo más?

Su pregunta me supo mal.

—Para nada, me alegra que Shanelle esté de nuestro lado y no esté sola como suele estarlo la mayor parte del tiempo. Tenernos le será el mejor apoyo.

—¿Entonces qué te tiene con el ceño tan fruncido?

Ni siquiera noté que mi frente estaba arrugada y tensa. Con pausa volvía a tranquilizar mi rostro. Antes de responderle, empecé a caminar lento para que las primas Rowin y María no escucharan.

—Me quedé hablando con Rust.

—Lo supuse. —Asintió con orgullo—. ¿Sabes?, no quiero entrometerme en tu vida con él, no sé qué hizo o te hizo, pero creo que es chico va enserio.

Mis inquietas manos buscaron los tirantes de mi mochila para recorrerlos y degastar el nerviosismo que me acongojaba. Aldana me ponía difíciles las cosas también, justo cuando no quería doblegarme, y por supuesto que lo notó, sus ojos se desviaron rápidamente hacia mis manos y volvía a mis ojos. Supe que mentirle sería en vano.

—Tú... estás enterada lo que pasa entre ellos, ¿verdad? —hablé apegándome a ella—. Entre Brendon, Claus...

—Sí, Brendon me lo dijo.

—¿Cuándo?

—Cuando lo noté inquieto, como tú, y le pregunté qué pasaba. Me mintió con pésimas excusas, además fue fácil descubrir que mentía —respondió con su perfil clavado al frente, como si viviese la escena. Me tomó del gancho luego y continuó—: Lo sospechaba, es decir, ellos de verdad lucen como pandilleros con sus apodos, furgonetas... Se nota que algo malo pasa ahí.

Pues sí, hay que tener dos dedos de frente para creer que estos chicos están limpios cuando, con la amenaza de la moto y los apodos dicen bastante. No obstante, así es el mundo, las personas siempre quieres hacerse los ciegos y pretender que nada mala sucede.

Vivir en una buena mentira siempre es mejor, por eso el ignorante es feliz.

Regresando al lunes con Aldana, me sentí más aliviada de no ser la única que conocía sobre las bandas, pero también temerosa de lo que podía involucrarse. El 14 de noviembre no iba a afectarme solo a mí, por eso quise saber cuánto más conocía.

—¿Cuál es el apodo de Brendon?

Forjó una sonrisa algo tímida y respondió:

—Parfait.

—¿Como el postre?

—Por el postre —corrigió en lo que estábamos al casino.

—Los dos son tal para cual.

—Estás desviando el tema, sigue así y no tendrás muffin.

Un bufido emanó desde mis entrañas y raspó con fuerza mi garganta al salir disparado sin que lo pensara. Aldana alzó unas cejas en plan «¿Tan mal te ha ido?». Recompuse mi postura para ver que no anduviese cerca, tampoco sus amigos.

—Rust me pidió una oportunidad, dijo que está sintiendo cosas por mí pero que no son correctas porque tiene una responsabilidad con Shanelle.

—El deber de protegerla, querrás decir, como Brendon y todos los demás. Es la sucesora de Legión.

—Rust también lo es, no puede deshacerse de su mundo turbio. —Pensarlo me molestaba, pero al decirlo me sentí desanimada—. Me dijo: «deja que Shanelle y los demás se queden con Siniester», pero Siniester y Rust son la misma persona, una con diferentes actuaciones, pero el mismo cuerpo.

Aldana llevó su mano a la barbilla, estaba meditándolo.

—Lo que yo entiendo por sus palabras es que quiere que te quedes con la persona real, no el chico que anda armado y es atormentado por otras bandas. Tal vez, es su manera de protegerte.

—No puede protegerme, él mismo me llevó a la boca del lobo. Si pudiese retroceder el tiempo...

«¿Y por qué no lo haces? —preguntó mi consciencia— Todo sería simple si vuelves al viernes.»

Sí, todo sería más simple si regresaba al viernes, entonces no tendría que ir con Claus, no me vería obligada a entrar en su auto, no le mentiría sobre mi maldición, no me lo encontraría en el pasillo ni me pediría mostrarle algo sobre su futuro. Pero lo más importante, no me hubiera desahogado con Rust y él no sabría que estoy molesta.

Las palabras valen mucho, lo comprendo después de haber recibido mi maldición gracias a mis malas palabras. Por palabras que no tenían significado empezó toda mi travesía. Es maravilloso, si lo piensas, porque tienen el poder de herir y curar, de definir, de manipular, de expresar, de... no sé, tantas cosas. Y conociendo tal importancia, si llegaba a retroceder al viernes, todo lo que le dije a Rust, sobre su forma de actuar y mis sentimientos, quedaría en la nada.

No quería que ese mal encuentro quedase en mi cabeza, porque si las volvía a pronunciar su significado no sería el mismo. Y Rust nunca se mostraría arrepentido, sino que actuaría sin entender.

Iba a atenerme a las consecuencias de mis propias decisiones, porque mis palabras lo valían incluso si tuviese que lidiar con Claus.

—Yo no le estoy pidiendo a Rust que deje de lado los bandos, entiendo que ya está involucrado y no puede irse fácilmente; solo quiero que me vea como una persona. —Me detengo y vuelvo a mi faceta confidente—: Confesó que me veía como alguien para tener sexo, y yo creyendo que le gustaba... Nunca debí acostarme con él.

—No te culpes por eso, él también aceptó.

—Me culpo por ser tan ingenua. Está la diferencia: yo lo besé por amor, él solo vio la oportunidad. No, me vio como una oportunidad. Una enorme diferencia, ¿ves? Amor y deseo... Bah.

—Él pudo negarse, rechazarte, pero se devolvió para corresponderlo. —Compró un paquete de galletas y las guardó en su mochila, luego aprovechó de sacar el muffin prometido—. Hay algo que no entiendo.

—¿Qué es?

Antes de permitir que tomara el muffin, esquivó mis manos y lo apartó. Fue entonces que vi una nueva faceta de Aldana; la expresión de una madre que sospecha de su hija, la cual anda en pasos extraños. Me confrontó, haciendo que me volviese diminuta frente a su presencia.

—¿Cómo te enamoraste de él tan pronto? ¿Pasó cuando entró por tu ventana o hay algo más antes?

Tragué saliva, me percaté de esto tras hacerlo. Ya delaté mi nervioso sistema con un pequeño gesto, el cual Aldana notó al instante.

—Nos conocimos antes, en una academia de beisbol, pero él no lo recuerda.

Guardó silencio a fin de estudiarme. Pronto habló con su precisión característica:

—Mentira. —Y me entregó el muffin—. Cuando mientes miras hacia los lados, Onne, nunca de frente. No te obligaré a que me cuentes, pero ten presente mentir mejor, te servirá para más adelante.

Quedé muda. No pude responder en medio de una sonrisa que me dejó en la intriga misma.

Aldana era muy observadora, sabía mucho y todo gracias al comportamiento de las personas. ¿Acaso conocía sobre mi secreto? ¿O tal vez sobre Claus?

Ansié preguntarle de forma indirecta, con palabras que no me delatasen, pero Sindy se dirigió a nosotras para preguntarnos si era buena idea sentarnos junto a Shanelle.

El martes por la mañana los murales de Sandberg estaban llenos de afiches contra el bullying, la maravillosa y muy bien pensada estrategia del director para acabar con los horribles abusos que le estaban llegando a Shanelle y, quizá, más estudiantes. Sindy ardió en furia, arrancó un afiche y se marchó a la oficina del director.

—Pobre del que se interponga en su camino —comentó Rowin—, yo no lo haré, ¿y usted, señor Choco?

—¿Sabes que le estás hablando a una barra de chocolate? —increpó María con una seria expresión, de esas preocupadas que no dejan indiferentes a nadie.

—Tú escribes poemas dirigidos a un chico imaginario y nadie te reclama —se defendió la chica Morris.

María se sonrojó hasta las orejas, nadie además de Rowin —y yo, gracias a viajes pasados— sabía de los poemas que a la becada tanto le gustaba escribir en su cuaderno. Un tímido «eso era secreto» salió de sus labios y terminó disipando la vergüenza ocultando su cuello dentro de su chaqueta.

Rowin le sacó la lengua.

—Estamos a mano.

—Oh, ahí está Shanelle. —María señaló hacia las escaleras.

Shanelle estaba sentada en un escalón, leyendo uno de sus tantos libros. Sola, por supuesto, con su semblante tranquilo, invisible para los demás. Su cabello rubio y largo caía por encima de su uniforme. Nos acercamos a ella para saludarla, obteniendo como respuesta una cordial sonrisa.

Ya era parte del grupo, supuse, las chicas no la dejarían sola después de lo ocurrido en el baño.

Íbamos de camino a los casilleros el momento en que me acerqué para ponerle un punto final al problema del aniversario.

—Shanelle, ¿quién es tu compañero en la actividad del aniversario?

Al comienzo se sorprendió de que le hablara con total normalidad, después fue calmándose hasta conseguir su expresión apacible. La detuve y llevé a un lado del pasillo, así nadie nos podría oír.

—Ah, creo que se llama Leon.

—Cambiemos —animé—. Sé con Rust, estarás protegida con él.

—Pero él te escogió a ti.

—Yo nunca quise ser con él. Piénsalo: en el aniversario habrá muchas personas, y no solo serán estudiantes, sino personas de la calle. Puede ser peligroso, con Rust a tu lado... Supongo que te sentirás más protegida.

Su cabeza se ladeó, tal gesto lo hacía para enfrentar o encarar a alguien. No lo sabía para ese entonces.

—¿No quieres ser con él porque estás molesta? Si él te escogió a ti fue por algo, no quiero interferir en lo que haya entre ustedes.

—Entre nosotros no hay nada. Yo no quiero nada.

—¿Segura? —Asentí con amargura—. Bien, cambiemos.

—Genial, ¿cuál es su país?

—México. Leon tiene familiares mexicanos —informó caminando hacia los casilleros—, les prestarán los trajes.

—Mamá se consiguió los trajes coreanos, por su los necesitan.

—Eso sería bueno —dijo esbozando una sonrisa, luego se detuvo—. Sacaré mis cuadernos.

No le dije nada, simplemente respondí con una seña algo tímida.

Seguí caminando hasta dar con mi casillero en medio del pasillo bullicioso de Sandberg, las chicas también sacaban sus cuadernos. Abrí el casillero para sacar el cuaderno de Biología con la misma indiferencia de siempre, entonces encontré la mejor maravilla para mi paladar: un muffin.

Un muffin y una nota.

«No está envenenado.»

Conocí perfectamente aquella caligrafía, era única que competía en fealdad con la mía.

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