Los diarios de Jehane de Caba...

נכתב על ידי katiealone

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«Había una vez una orden de caballeros que protegían a una dama. Había una vez una dama que se convirtió en i... עוד

Dedicatoria
Epígrafe
Los diarios
Sinopsis y personajes
1.- Secretos
2.- El día en que todo empezó
3.- Antoine, el que todo lo sabe
4.- Una visita interesante
5.- Los chicos de la orden
6.- Rumbo oriente
7.- Problemas en la escuela
9.- Una buena pista
10.- El palacio de los espectros
11.- Novedades de terror
12.- Provenza
13.- La gente del futuro
14.- Primera profecía
15.- Más secretos
16.- Los herederos de Trencavel
17.- Visitantes inesperados
18.- Los años infelices
19.- Desesperación
20.- Falsa felicidad
21.- El niño de las profecías
22.- Años de olvido
23.- Todo tiene su tiempo
24.- El día de la verdad
25.- Ahora o nunca
26.- Tiempo de cambio
27.- La controladora
28.- La verdad inventada
29.- Promesa
30.- La ira de los dioses [Parte 1]
30.- La ira de los dioses [Parte 2]
31.- Memorias [Final]
📜 Notas finales 📜
Epílogo
📚 Otras historias de la autora 📚

8.- Actea

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נכתב על ידי katiealone

6 de mayo de 1231

El día de hoy conocí a la cuarta inmortal. Nos encontramos en el mercado con ella, y Bruna quiso evitarla intentando pactar un encuentro luego en algún lugar de Antioquia, pero la rubia inmortal no aceptó. Sin entender, yo caminaba al lado de Bruna de regreso a la casa de los Bordeau, mientras Actea nos seguía.

—No puedes esquivarme por siempre —decía en un tono cantado—. Ya te dije que esto no es un juego, Bruna. Tenemos que hablar.

—Lo haremos —contestó, por alguna razón yo sentía su voz temblorosa, como si sintiera algo de miedo—. Pero no ahora, déjame a solas. En serio, Actea, te lo pido como hermana. Hablaremos más tarde.

—No —contestó tranquila la inmortal mientras aún nos seguía. Empecé a asustarme, ¿qué tenía de malo que Bruna estuviera con nosotros? 

Bruna no pudo hacer nada por detener el pase de Actea a la casa de los Bordeau. Nosotras apenas habíamos entrado al patio y cerrado la puerta, pero poco después los sirvientes dejaron pasar a Actea como si nada, hasta la seguían con una sonrisa boba, como si estuvieran encantados. Para ese momento ya nos habíamos encontrado con la señora Kaysa, la prima Alix, y hasta Caleb. 

Al ver pasar a la inmortal me puse algo nerviosa, no importaba que Bruna le hubiera dado la espalda y que incluso le haya cerrado la puerta en la cara. Ahí estaba, lista para conversar sea como sea.

—Ay, pero qué horrible contigo, en serio. ¿Se te quedaron los modales en Provenza? Creí que éramos hermanas —bromeó la inmortal. 

Yo no entendía si estaba molesta o si ese era su carácter, porque según ella el tema era importante, pero ahí iba, sonriente. Retrocedí hasta llegar al lado de Caleb, y del susto que me había llevado de ver ahí a la inmortal lo tomé de la mano. Aún pienso que es encantadora y me fascina, pero a diferencia de lo que me pasa con Bruna, sí puedo razonar y temer a Actea.

—¿Pasa algo? —preguntó extrañada Alix—. ¿Has invitado a esta mujer a mi casa? —Mi prima también se veía contrariada. Pero, aunque una persona normal hubiera reaccionado mal al ver una desconocida en su casa, Alix parecía tranquila.

—Ah, ya veo, disculpa tú... No sé como te llamas, pero disculpa. No quise meterme a la fuerza a tu casa, solo venía a llevarme a esta inmortal que tienes por aquí. Bruna, querida, deja de esconderte de mí.

—Actea, te dije que hablaríamos luego. Retírate, ¿si? No me hagas usarlo.

—Ohhh... Lo había olvidado, puedes obligarme a irme con tu encantamiento. Terrible esta niña, ¿no? —dijo mirando a la señora Kaysa, y hasta le sonrió. Ella correspondió la sonrisa mientras Actea avanzaba hacia Bruna.

—Pero ¿qué rayos está pasando aquí? —La voz era del señor Amaury. Nos giramos a verlo, él tenía el ceño fruncido y miró con desconfianza a la recién llegada.

—¡Yo a ti te conozco! —dijo Actea señalando a Amaury—. Bueno, a ti no exactamente. Como a una versión más joven de ti, pero no tú en verdad. Algo raro esto, es que a Nikkos le gusta hacer caras.

—¿Ah? —dijo él sin entender—. Bruna, ¿tú has traído a esa loca aquí?

—Me ha seguido, pero descuiden. Ya me la llevo.

—"Me la llevo", no soy un bulto Relájate, hombre, cambia esa cara. Sonríe que la vida es bella y para ustedes efímera, aprovecha ahora que puedes —le dijo Actea a Amaury. Su voz sonó suave, casi como un encantamiento. De pronto el caballero lucía más relajado, hasta me pareció ver que esbozaba una sonrisa—. ¡Así me gusta! Por cierto, Bruna, no me voy hasta hablar contigo.

—Entonces ven por aquí —dijo la dama, retrocediendo unos pasos.

—¡Al fin! Ya me estaba cansando, voy para... 

En ese momento pasó al lado de Caleb, quien hasta el momento no había dicho ni una palabra. Lo miró de pies a cabeza y después acarició despacio su mejilla.

—Pero qué niño tan lindo, ¿de dónde lo sacaste? Y no prestas, egoísta. ¿Cómo te llamas, cariño?

—Ca... Caleb —dijo con la voz temblorosa. Sus mejillas habían enrojecido, parecía algo avergonzado. Me puse celosa, no pude evitarlo. Apreté más su mano, él reaccionó y me llevó a su lado.

—¿Y esta niña está contigo? —me miró fijo. 

Desde que la encontramos en el mercado apenas me prestó atención, pero ya la había captado por completo. Se me acercó un poco más, y despacio acomodó mis cabellos detrás de la oreja-

—Están divinos los dos, qué bellos se ven. Tengan hijos más tarde, el mundo lo agradecerá.

—Actea, por favor —le reprochó Bruna. Yo la miré, se notaba disgustada—. Sígueme —ordenó.

 Por alguna razón tomé esa orden como si fuera para mí. Solté a Caleb y empecé a caminar detrás de Actea. Cuando me di cuenta llegamos a una estancia con mesas y sillas. Me quedé en la puerta, estaba quieta. Y no debía estar ahí.

—Al fin, a ti hay que pedirte audiencia como si fuera de la realeza. No te engrías, Bruna —bromeó Actea.

—No entiendo cuál es la prisa, ¿acaso no podíamos hablar luego?

—Verás, eres la inmortal que viene después de mí, algo así como mi sucesora. Así que se supone que yo tengo que velar de que no hagas nada estúpido, y Esmael me reprochará las estupideces que hagas. ¿Cómo quieres que no me lo tome en serio?

—Pues no tenías que venir a incomodar a esta gente.

—Si, ya sé, pero... —Entonces Actea se detuvo. Yo seguía inmóvil en la puerta, y con la mirada de la cuarta inmortal me sentí más avergonzada—. Para empezar, ¿qué hace esta muchacha aquí? ¿Por qué te sigue como perro faldero? ¿Estás bien? —me preguntó, mirándome a los ojos.

—Yo... eh... si estoy bien, creo... —dije con voz temblorosa.

—¿La has encantado? —le preguntó a Bruna. El silencio fue suficiente respuesta para Actea—. A ver, a ver. ¿Esto es una broma? ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Te gusta tener esclavas corriendo detrás de tu trasero? ¡Qué esperas que no le quitas el encantamiento! ¿Cuánto tiempo lleva así?

—Eso fue hace años... —respondió Bruna, avergonzada.

—¡Años! ¿Cómo has podido? Pobre criatura, tan linda que está. Sácale esa cosa de la cabeza de una vez.

—Actea, si supiera, ¿no crees que ya estaría hecho? No funciona, he practicado, pero aún es difícil para mí. No puedo quitarle el encantamiento, no aún.

—¿Y por qué no me avisaste? Ya sabes que ninguno de nosotros tiene tu poder, pero usamos el encantamiento a otro nivel, podemos controlarlo.

—¡Lo intenté una vez con Amaury y no funcionó bien! —exclamó. Lo que me llevó a pensar, ¿de verdad quería sacarme el encantamiento? ¿Se sentía avergonzada por ser incapaz de hacerlo? ¿O estaba avergonzada porque Actea le encaró por tenerme en este estado?

—Ya aprenderás —dijo tranquila—. Tú, ven aquí —me pidió. A paso lento caminé hacia ella. Actea se puso de pie y me miró a los ojos—. ¿Cómo te llamas?

—Jehane —respondí en voz baja.

—Muy bien, Jehane. No puedo quitarte del todo esa cosa de la cabeza, pero puedo aliviarte. Voy a hacerlo ahora, ¿estás lista? —No supe qué decir. Miré de reojo a Bruna y ella asintió, así que yo imité su gesto—. No estás atada a Bruna, eres una mujer libre. Jehane, no eres esclava de su voluntad, eres dueña de tu vida. Haz lo que decidas hacer, sé feliz, sé libre. Vive tu propia vida, no eres de nadie.

Su voz fue como un bálsamo para mí. No era como la voz de Bruna que todo lo podía, pero el efecto que logró Actea en mí fue alivio. Nunca me había sentido así. Fue como si algo se iluminara en mi interior, como si de pronto fuera consciente que era una mujer libre, que ni siquiera tenía que estar ahí siguiendo a Bruna. 

—Gracias... —murmuré intentando contener las lágrimas. Me sentí llena de dicha, quería saltar de felicidad. Actea me sonrió, y solo entonces me di cuenta que ella seguía acariciando mis cabellos.

—Bueno, Jehane, puedes agradecerme de otras maneras. Te puedo cuidar mucho, ¿sabes? —me quedé helada, Actea me estaba pretendiendo. Y aunque a mí no me gustaran las mujeres, igual empecé a enrojecer.

—Actea, en serio tienes que dejar de querer seducir a toda la gente menor de veinte años que encuentras en tu camino —le pidió Bruna, y su voz aún sonaba disgustada.

—¿Qué puedo hacer? Los menores son mi debilidad.

—Todos son menores que tú.

—Por eso. No me juzgues. Hablando de gente menor, ¿cómo está ese muchacho? Arnald... Ah si, ya recuerdo. Arnald de Maureilham. Precioso, ya debe estar hecho un caballero maduro. ¿Tiene hijos? Deben ser muy lindos. Divina descendencia que tendrán los Maureilham, los iré a buscar a todos.

—Basta —repitió Bruna—. Jehane, ¿puedes dejarnos a solas?

—Claro —me aparté un poco, todo fue muy confuso.

Pero solo entonces, después de la voz de alivio de Actea, me sentí libre. Sentía que había otra forma de vivir incluso. Salí corriendo, afuera esperaban los demás preocupados por una posible discusión de las inmortales.

Sin detenerme a pensarlo, me acerqué a Caleb y le di un beso que lo tomó por sorpresa. Me sentía feliz, no solo quiero besarlo, quiero mucho más. Soy libre.


****************


9 de mayo de 1231

No tuve muchos detalles de la conversación entre Actea y Bruna, pero Caleb estuvo preocupado. Pensó que con la llegada de otra inmortal que le llamaba la atención a Bruna, entonces ya no podríamos viajar más lejos a buscar la cura para su padrastro. Pero después Bruna nos dijo que podíamos ir con ella, la cuestión es que tenemos que partir lo más pronto posible y regresar con Actea a encontrarnos con los demás inmortales. 

Al parecer la cuarta inmortal pidió permiso a Esmael para viajar, y él se lo concedió. De la misma forma, Bruna tenía permiso de ir a ver a su familia cada cierto tiempo. Pero Actea había descubierto que no solo hacía eso, sino que tomaba ciertos desvíos. Estaba segura de que el líder de los inmortales no iba a tomar nada bien ese engaño.

Caleb iba de todas maneras, necesitaba curar al señor Encarni. Y yo... Bueno, estuve un poco confundida. Antes quería ir para seguir a Bruna, pero ahora la necesidad no es tan fuerte. ¿Quiero ir? Si, me da curiosidad, aunque también quiero estar con Caleb. No sé cuánto tiempo nos vamos a quedar en oriente, pero es mejor ir a quedarme esperando sin hacer nada en Antioquia. 

Partimos mañana, yo ya tengo todo listo, también he escondido entre mis cosas la carta que me dio el señor Amaury para Guillaume. Solo espero que Bruna no la descubra. Qué raro es pensar cuando estás "casi desencantada", ya no me preocupo tanto por ella.

Después de cenar con la familia Bordeau, Caleb y yo fuimos a pasear un poco. Desde ese día no nos hemos cruzado de nuevo con Actea, pero yo bromeaba seguido con él diciéndole que estaba celosa de ella. Bueno, sí lo estoy un poco. La inmortal es una mujer fascinante que atrae a las personas sin desearlo, y si le gustas no duda en acercarse de más. No quería que vea en Caleb un entretenimiento cuando los dos estábamos juntos.

—Te juro que ella no me gusta —me repitió Caleb—. Es solo que es inmortal, ya sabes, tiene esa cosa. Te simpatiza así no quieras.

—Está bien, olvídalo —dije para intentar calmarlo. Me tomó de las mejillas y me besó, yo correspondí, y de paso me pegué un poco más a él. 

Sé que quizá no debo hacer esto, puede que él piense que no son cosas de una dama decente. Aún así dejé que nuestros cuerpos estuvieran más cerca, que él sintiera mis pechos.

—Tú eres la única mujer que quiero, Jehane —me dijo despacio, lo susurró sobre mis labios. Yo suspiré. Besó mi mejilla y subió lento hasta morder el lóbulo de mi oreja. Sentí su aliento ardiente hablándome, y todo mi cuerpo empezó a temblar de ansias—. La única mujer que quiero tener eres tú, no habrá inmortal que me distraiga.

—¿Qué quieres tener? —pregunté con voz juguetona—. ¿Cómo me quieres tener, Caleb?

—No puedo responderte eso, Jehane —buscó mi mirada, noté que tenía una sonrisa pilla y me encantó—. No es algo que una dama deba escuchar.

—¿Y cómo esperas que lo sepa? —dije imitando su voz.

—¿Para qué decirse si puede hacerse?

—Entonces hazlo.

Una parte de mí es consciente de lo que le estaba pidiendo, y también siento algo de miedo de dar ese paso, sé lo que implica. Pero quiero seguir adelante, porque soy libre. Creo que Actea tuvo las mejores intenciones cuando me convenció que era libre, pero eso tuvo un extraño efecto en mí que no sé cómo irá a acabar.

La casa estaba a oscuras, no había nadie alrededor. Entre risas ahogadas por besos, Caleb puso mi espalda contra la pared. Y me besaba con una intensidad que no había conocido, nunca lo había hecho así. Sentí su mano bajando despacio por mi muslo, acariciándolo sobre la ropa, pero de pronto hizo mi pierna elevarse para poder pasar su mano debajo del vestido y acariciar mi piel desnuda. Estaba perdiendo el control de mí misma, solo quería dejarme llevar. Él apretó uno de mis pechos con una mano, sus labios bajaron por mi cuello y ahí se quedaron.

Qué vergüenza escribirlo ahora, pero en ese momento lo que quería era quitarle la ropa, y que él me arrancara el vestido. Quería sentir toda su piel sobre la mía y sus labios por todos lados. Caleb me vuelve loca. Y creo que a los dos nos hubiera encantado llegar hasta ese punto, si no fuera porque escuchamos pasos acercándose. Antes de ver quién era, nos acomodamos la ropa y huimos.

—Espero no haya sido el señor Amaury, se hubiera molestado —dijo Caleb.

—No lo creo, a él no le molestan muchas cosas.

—Pero a la señora Alix sí. Ella nos hubiera cogido de las orejas a los dos, pero más a mí —solté una risita, luego nos acercamos para besarnos otra vez.

—¿Acaso es algo malo?

—Jehane, yo te adoro —me dijo despacio mientras acariciaba mi mentón y yo sentía mi corazón acelerarse—. Pero no quiero hacerte daño.

—¿Cómo podrías? 

—El daño llega cuando otras personas creen que para una mujer lo más importante es la honra. Y no quiero que hablen mal de ti.

—¿Qué dirías si te digo que eso no me importa? —él sonrió. Volvió a darme otro beso. Bueno, de momento eso no me interesa mucho. Pero si a él le importa prefiero no insistir ni forzarlo a nada.

—Vamos, te acompaño. Tenemos que descansar.

—Cierto —asentí. Mañana empezará nuestro viaje para internarnos en el oriente.


***************


14 de mayo de 1231

Apenas hoy he podido encontrar un lugar decente para sentarme y escribir. El viaje ha sido cansado hasta el momento, y cada vez me siento más extrañada con tantas cosas. Hemos pasado Tierra Santa, y sé que más allá ya no podré entender ningún idioma, aunque Bruna y Actea parecen manejarse bien cuando hablan. ¿Será la habilidad de hablar cualquier lenguaje cosa de inmortales? Voy a preguntarles.

Hace más calor que en Antioquia. El día que nos despedimos de la familia Bordeau me sentí muy triste. Voy a extrañar a la prima Alix, también a mis sobrinos Darnie y Alodia, les he prometido que regresaré a verlos y los invité a mi casa. Ojalá ellos puedan visitarme, estoy segura que a mamá le va a encantar. 

Joan de Entenza se quedó en Antioquia junto a su madre, la pobre señora Kaysa se ha sentido mal, no es grave, pero necesita reposo. Antes de irnos, abrazó con fuerza a Caleb y le hizo jurar muchas veces que volvería sano y salvo. Yo entiendo que tenga miedo, su hijo se va a tierras desconocidas con dos inmortales, y conmigo.

Sobre eso, la prima Alix le pidió a Caleb que cuidara de mí. El señor Amaury me dijo que tenga mucho cuidado con "su encargo", yo solo asentí y no dije más, se supone que eso es un secreto entre los dos. Quiero creer que Bruna no dejará que nada malo nos pase, que de alguna forma ella considera que somos sus protegidos y estamos a su cargo. Bueno, no sé si ella lo ve así, pero Actea anda de lo más feliz con nosotros. Si no nos cuida Bruna, tenemos a Actea.

Al principio estaba celosa, no quería que mire tanto a Caleb, ya le había dicho que era muy lindo. Solo que después me di cuenta que en realidad su interés en nosotros es algo así como... ¿Cómo puedo explicarlo? ¿Estético? Si, creo que es algo como eso. Le gusta vernos juntos. Cada mañana nos pregunta si ya hemos "hecho hijos". Caleb y yo enrojecemos, en la presencia de Actea nos cohibimos un poco, pero aún así me agrada la inmortal.

Acabo de pensarlo, hace mucho que no veo lluvia. ¿Es que no llueve en oriente? Con razón hace tanto calor, el sol me está sofocando. Hemos tenido que cambiar la vestimenta, ya es imposible usar mis vestidos. Ahora Bruna me ha entregado ropa oriental, o así le llamo yo. Es más ligera, delgada, y creo que se me ve todo el cuerpo. Estaba avergonzada, pero a Caleb le encanta y como él me hace sentir más segura, pues todo bien.

Tenemos que seguir con nuestro camino, aún hay mucho por recorrer.


*****************


24 de mayo de 1231

Ya han pasado varios días desde que dejé de entender el idioma que habla la gente. No reconozco las palabras, y las pocas veces que intento comunicarme con ellos es con gestos. En cambio, Actea domina bien el idioma que habla la gente de la ruta. Supongo que para ella es más fácil, lo ha ido aprendiendo con el tiempo y en medio de tantos viajes.

Es fácil notar la diferencia entre Bruna y Actea. Bruna prefiere la comodidad, contrató varios hombres para que lleven nuestro equipaje, además de cómodos medios de transporte, cosa que en verdad agradezco. Actea se acomoda a lo que suceda a la marcha. Bruna tiene un trato más distante pero cordial con la gente. Actea va y habla con ellos como si nada, se acopla a las personas. Bruna prefiere los alimentos hechos a su manera. Actea come lo que le den, incluso si a todos les parece extraño.

La diferencia es una sola. Bruna nació en la nobleza, Actea fue esclava. Después de tantos días de viajar juntos, Caleb y yo acabamos por aceptar las bromas de la inmortal y ya ni nos importa. Sentimos también curiosidad por ella, la inmortal raras veces hablaba sobre su vida, prefería contar otras anécdotas de lugares que había visitado. ¿Era vergüenza? ¿Dolor? ¿O eso es algo tan lejano que ya no quería evocarlo?

Hoy nos habló de eso después de tanta insistencia.

—No, Jehane, no he olvidado de donde vengo ni quiero hacerlo. Lo recuerdo cada día de mi vida, aunque ha pasado mucho desde aquello. Para una inmortal recordar su vida humana es como ver los recuerdos de una persona que ya no existe. Pero esa persona eres tú, de alguna forma. Si, fui esclava. Me vendieron de niña en un mercado de Alejandría, tuve algo de suerte, sobreviví hasta edad adulta, aprendí mucho de una mujer excepcional. La Actea de ese tiempo fue una mujer distinta a la de ahora, pero no la odio. La quiero y la recuerdo mucho, sé que era una buena mujer a pesar de todo. Quiero ser como ella, o al menos eso trato de hacer siempre.

Es un poco extraño lo que dijo, pero la entendí.


***************


8 de junio de 1231

Hemos llegado a una ciudad llamada Lahore. Según me han contado, acá al gobernador no se le dice rey, sino Sultán. Y que los inmortales gozan del favor de esa persona, aunque es obvio que todo tiene que ver con el encantamiento, que ellos lo controlan para tener las riquezas que quieran y la posición de poder que tienen.

Durante el camino hemos averiguado más sobre la enfermedad del señor Encarni, y lo bueno es que Actea sirvió de mucha ayuda. La mala noticia es que es una enfermedad que no tiene cura, según lo que Actea sabe. Y la buena es que puede tratarse. Dijo que para eso servían baños de vapor, que eso podía aliviar el dolor. Y también yerbas que servían para desinflamar, pero que no conseguía recordar los nombres.

—Nikkos sabe —le dijo a Caleb—. Él escribió un tratado medicinal de yerbas orientales hace unos años, le encanta hacer esas cosas. Así que por ahí debe tener la respuesta.

—¿Y querrá ayudarnos? —preguntó Caleb con temor.

—Va a tener que hacerlo —dijo Bruna—. Se lo pediremos de la forma amable, ya verán que funciona. —Nosotros asentimos, pero no tenía idea si eso sería posible.

—Hay que planteárselo bien —agregó Actea—. Él solo se pone en acción cuando se trata de cosas para salir de la rutina y quitarse el aburrimiento aunque sea un rato.

Caleb tiene miedo que ese inmortal no quiera ayudarlo, pero Bruna está muy segura que conseguirá su apoyo. Lo que también esperamos es que esas plantas puedan sembrarse en Provenza, así Caleb no tendrá que regresar a cada momento a oriente para conseguirlas.

Ayer por la noche llegamos a Lahore después de tantos días de viaje. Ni siquiera estoy segura que hoy sea 8 de junio, lo he puesto así según mis cálculos, aquí hasta el tiempo se maneja diferente. 

Es increíble este mundo, como de un lado a otro las cosas cambian tanto, como parece que estuvieras en un lugar ajeno a todo lo que conoces. A veces asusta, a veces fascina. Seguro que ellos también piensan eso de nosotros, que somos muy raros con nuestros reyes, nuestra ropa, nuestras iglesias y demás relaciones de nobleza.

La casa a donde llegamos es muy grande, aunque yo preferiría llamarla "villa". Tiene muchas habitaciones y estancias, estoy segura que ningún castillo cristiano es así de grande. Si así es la "villa" de los inmortales que solo gozan del favor del sultán, no quiero imaginar como será el palacio de ese soberano. 

Bruna nos dijo que las estancias están divididas, a cada inmortal se le ha asignado un sector, así pueden tener privacidad para sus propios asuntos. Aunque claro, hay muchas áreas comunes. Nosotros nos quedaremos en la parte de Bruna. Y no sé si ella también se está prestando al juego de Actea de querer que Caleb y yo hagamos hijos, pero solo nos ha dado una habitación. Que si, es amplia. Pero la idea es que tenemos que dormir juntos.

Anoche estábamos tan cansados que nos recostamos uno al lado del otro y dormimos. Aún es un poco temprano, así que no sé lo que pueda pasar más tarde, los inmortales van a hacer una fiesta. Mañana escribiré sobre eso.

Lo que sí ha pasado es algo que me tiene un poco alterada, o no sé si esa es la palabra. Estábamos Caleb y yo caminando por un jardín, mientras hablábamos de este lugar, sobre lo diferente que era y todas las maravillas que escondía. Nos besamos, y ya que nos sentíamos a salvo después de tanto viaje, fue la primera vez que lo hicimos con la misma intensidad que aquella noche en la casa de los Bordeau. Todo estaba bien, pero entonces empecé a sentirme observada. Nos separamos un poco, y lo noté.

Había un hombre ahí que nos miraba. Aunque estaba vestido con ropa de la zona, no se parece mucho a la gente de por acá. Al principio creí que nos estaba mirando a los dos, pero en realidad solo me miraba a mí. Cuando nuestras miradas se cruzaron sentí una especie de terror y fascinación que me dejó paralizada. Hubo algo en él que me encantó, y la sola mención de esa palabra significa que el hombre es un inmortal. Él sonrió, yo seguía quieta. Dijo algo en el idioma local, y como no entendí nada, hablé en oc para que sepa de dónde soy.

—Disculpadme, señor. Yo no entiendo vuestro idioma —él asintió. Sentí que Caleb me tomó fuerte de la mano, que incluso me acercó más a sí, como si me estuviera protegiendo. 

—Hazte a un lado —habló oc. Y eso se lo dijo a Caleb. Su acento era muy extraño, aunque lo entendí. Caleb obedeció y me soltó, yo no quise eso, no quería apartarme de él—. ¿Quién te trajo? —me preguntó.

—Bruna —respondí, temerosa. 

—¿Cómo te llamas, criatura? —preguntó, tomando mis mejillas. 

Estaba nerviosa. Quería correr, pero a la vez quedarme a su lado. Me aterraba y me atraía. Una parte de mi corazón deseó que Caleb me apartara de él y todo acabara pronto.

—Jehane —contesté.

—Soy Esmael —me dijo. Yo temblé. Hoy he conocido al ángel oscuro.



****************

Y llegaron a la humilde morada de los inmortales #kemocion 

Básicamente, Actea llegó pa joder xddd

Jehane is on fire!! #PrayForLaCastidadDeCaleb #OkNo

Y bueno, así fue como en el año 1231, Actea inventó el shippeo




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