***Sonnet***
Logramos salir de la zona de peligro. Jerry se sacudía con todo lo que tenía, pero Bucker y yo lo teníamos atrapado, sujetándolo con mucha fuerza. Tenía la misma bolsa de tela negra que me habían puesto la primera vez.
Tricia iba manejando por las calles conforme se hacía de noche. Llegamos a la mansión, al parecer dejó de importarles que supiera en dónde quedaba. Sacamos a Jerry del auto y lo arrastramos hacia la mansión. Lo llevamos a la habitación blanca y lo sentamos en la silla, donde lo atrapamos para que no se pudiera escapar.
Bucker se quedó con él. Tricia me pidió que la siguiera hacia la habitación negra. Llegamos al lugar. Jael estaba tendido en el sillón, con la herida mejor que antes, y con el mismo muchacho cuidando de él. Al menos ahora tendríamos la certeza de que iría a sobrevivir.
—Es una herida profunda, tomará algún tiempo en sanar —explicó el muchacho.
—Gracias. —Tricia se sentó junto a Jael.
—¿Qué... sucedió? —consultó él confundido.
—No pudimos tocar a Duke, pero secuestramos a uno de los más importantes... —anunció Tricia—. Sé quién es, hemos tenido nuestros roces antes.
—¿En serio? —cuestioné.
—Es un hacker de alto nivel, especializado en celulares —explicó—. Hubo un tiempo en el que él quiso ser parte de algún segmento especial de la policía, no logré indagar más sobre su persona... pero eso de indagar información es a lo que se dedica, a parte de vender cocaína.
—Entiendo... —concluí.
—Vamos ahora; hay que sacarle toda la información, por las buenas o por las malas. —Tricia caminó hacia la habitación blanca. Me dio nuevos vendajes negros para cubrir las heridas. Se aplicó otros en las suyas.
—Por favor, ¡déjenme ir! —exclamaba Jerry con la voz opacada por la tela negra.
—Lo bueno ni siquiera ha empezado. —Bucker rio—. Nada más prepárate para lo que viene.
—No he hecho nada. ¡No he matado a ningún Desvarío! —replicó con nervios.
Tricia le quitó la bolsa de la cabeza.
—Tricia... —habló Jerry impactado.
—Un gusto volverte a ver, Jerry. —Ella se terminó de ajustar las vendas negras.
—¿Qué quieren de mí? —preguntó Jerry aún en lamento.
—Creo que eres suficientemente inteligente para responder esa pregunta, Jerry. —Tricia sonrió—. Es claro que queremos información... y tú eres experto en todo eso.
—No tengo información de nada. No sé qué quieren lograr con tenerme aquí —dijo él molesto.
—Primero que todo, dame las ubicaciones de ventas de los Oníricos —pidió Tricia—. Esa es la primera petición.
—No puedo dar esa información... —balbuceó él—. No puedo...
—Es una lástima que tengas que ver mi lado... no tan amable, Jerry. —Tricia caminaba alrededor de la silla.
Él me observaba, pidiendo piedad con la mirada. Veía a Bucker también, y aunque me daba algo de lástima, no podía evitar sentir las llamas de odio hacia Duke, quemándose todavía muy dentro de mí.
Tricia tomó un instrumento de la mesa metálica. Caminó hasta estar frente a Jerry.
—Vamos a ver cuántos dedos tuyos tengo que quebrar a cambio de una respuesta... ¿cuántos crees que sean suficientes? —consultó, jugando con el instrumento.
Me quedé frío al escuchar estas palabras. Bucker se quedaba en silencio, sin gesto alguno.
—No puedo dar esas respuestas, Tricia... así como los Desvaríos, los Oníricos tenemos un código, somos fieles también. —Él estaba desesperado.
—¿Escuchaste eso, Bucker? —preguntó Tricia, soltando una risilla—. ¿Tienes algo que decir al respecto?
—Sí, tengo algo que decir al respecto. Yo digo que empecemos con los dedos de los pies —contestó Bucker, quitándole los zapatos a Jerry.
—¡No! —clamó desesperado—. Jamás quise que algo como esta guerra sucediera... ¡Jamás quise que ninguna persona de ningún bando muriera!
—Esas palabras me dan asco. Me das pena ajena. —Tricia se acercó—. Buena idea eso de empezar con los del pie, puede que necesite sus manos después.
Tricia tomó el instrumento y se agachó. Tomó un pie de Jerry y puso el pulgar en el aparato, que tenía varios puntos de equilibrio alrededor del dedo y se ajustaba al mismo. Había una perilla pequeña, que al hacer presión ejecutaría la tortura.
Jerry se agitaba muchísimo mientras Tricia ponía todo en su lugar.
—Espero que hable —concluyó Bucker—. Esto dolerá mucho.
—Última oportunidad para la primera pregunta —anunció Tricia—. ¿En dónde venden los Oníricos? Dime tres lugares, con eso será suficiente.
Jerry hizo silencio. Tricia hizo presión. Sonó una pequeña quebradura. Él gritó como loco y su cara se puso roja.
—¡Por favor! ¡Ah! —exclamó lleno de furia.
—Vamos con el segundo entonces —rio Tricia. Su tétrica sonrisa no se limpiaría.
Sonó el segundo. Arrugué la cara al escuchar el sonido y ver el pulgar de Jerry tornarse morado lentamente. Él gritaba lleno de dolor, y cada hueso quebrado sonaba terrible.
—Vamos con el quinto. ¿Un pie entero? ¿En serio? —preguntó ella—. No lo sé, dicen que el más pequeño es el que más duele, sabes... puede que te agriete el hueso del pie.
—¡Basta! —tembló Jerry—. ¡Te diré, te diré!
—Dime. —Tricia se puso la mano en el oído—. Quiero escucharlo todo.
—Norte, noreste y sureste —confesó él lamentándose.
—No esperaba que fueras tan fácil. Los Oníricos apestan a traición a kilómetros de distancia, y tú, mi amigo, no eres la excepción —concluyó Tricia en tono triunfante.
—Ya te dije lo que quieres saber... déjame, por favor... —suplicó la víctima entre lágrimas.
—Esa es apenas la primera pregunta, amigo. —Ella enumeró con sus dedos—. Aquí va la segunda. ¿En dónde está Duke?
—No tengo idea de dónde está Duke... —lloró—. Lo juro.
—Vamos a ver si quebrar un par de dedos más te hace recordar un poco. —Ella se agachó de nuevo. Empezó a colocar el instrumento en el dedo pequeño.
—¡No lo sé! ¡Lo juro! ¡Lo prometo por todo lo que pueda prometerlo! —gritaba llorando. Podía sentir el dolor punzante en su voz. Tuve que voltear la mirada.
—Tricia... —Bucker se acercó a ella.
—Sé lo que estoy haciendo. —Ella lo alejó con su palma.
—No lo sé... lo juro... —decía Jerry. El sudor bajaba por su frente y las manchas en su camisa se hacían más y más grandes con el pasar del tiempo.
—Bien. Sonnet... ¿algo que quieras preguntar? —Tricia se levantó.
—No sabes en dónde está Duke, pero dime en dónde está Lyra. Él te tuvo que haber mencionado algo sobre ella. —Caminé hasta estar frente a él—. Habla, ahora.
—No sé en dónde está la muchacha... —Jerry soltó unas lágrimas por el dolor—. Duke no me ha mencionado en dónde la tiene, pero sé que sigue viva, que él la tiene todavía... Él y yo estamos peleados, no me gusta su accionar tan impulsivo. Tricia, tú sabes que yo más que nadie ha intentado llevar esto en paz, entre los Oníricos y Desvaríos.
—¿Peleado con Duke? —Tricia tomó la atención—. ¿Y por qué te sacrificaste por él, tomando su lugar? Él es quien debía estar aquí ahora.
—Porque tengo una pequeña esperanza de que algún día se de cuenta de que lo que hace está mal, Tricia. —Jerry estaba realmente cansado—. Les digo la verdad...
—¿Es cierto que eres hacker de celulares? —interrumpí la conversación.
—Sí —respondió rápidamente.
—¿Qué tanto puedes hacer? Si te doy mi número, ¿qué puedes hacer? —consulté.
—Puedo ver tus mensajes, las llamadas... todo. —Él estaba atento y nervioso.
—¿Puedes ver mis mensajes? ¿Podrías hacerlo en este momento? —cuestioné.
—Sí. Tengo mi celular aquí, puedo hacerlo de inmediato. —Él estaba cediendo muy rápido, al parecer no quería seguir sufriendo.
—Hazlo, entonces. —Tricia le desató una mano—. Pero ten cuidado, Jerry. Un movimiento en falso... y estarás muerto. Estás avisado, no juegues con nosotros.
—De acuerdo. —Jerry acató sin duda. Sacó su celular y me empezó a pedir información.
No podría escapar con su pie tan herido y tampoco podría pelear contra nosotros tres. Tricia se quedó detrás de él, observando cada delicado movimiento, en caso de que fuera a pedir ayuda o algo por el estilo.
Impresionantemente su celular hackeó al mío sin siquiera tenerlo físicamente. Era como si en sus manos estuviera mi celular intacto, con todos los mensajes nuevos y viejos. Había mensajes de Serina y de Steiner... y había ciento de llamadas sin atender de Serina. Jerry me dio el celular.
Presioné el primer mensaje del buzón de voz.
—Hola, Sonnet. ¿Puedes venir? Sé que te acabas de ir... pero no me siento muy bien. Mi padre está un poco molesto. —Se escuchaban los gritos del hombre desde debajo de las escaleras—. Espero que vengas... adiós.
Escuché el segundo mensaje.
—¡Sonnet! —exclamaba. Se escuchaban golpes horrendos en la puerta de su habitación—. ¡Ayuda! Llamé a la policía, pero nadie me contesta. ¡Ayuda, por favor! —gritaba. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi alma de impotencia.
Escuché le cuarto.
—Sonnet... —Lloraba suavemente. Su voz estaba ida—. ¿Por qué...? ¿Por qué no contestaste nunca? Hay... sangre por doquier. Él... él ha venido... —Terminó el mensaje.
Escuché el quinto.
—Me tengo que ir ahora... la policía al fin ha llegado, pero él se ha ido. Me siento tan sola, Sonnet... Trixie y Gaven se han ido también, no pudieron soportar lo que ha sucedido, me han dejado completamente sola... —Se acabó.
Escuché el sexto. Ya era muy tarde, eran aproximadamente las dos de la mañana cuando estaba escuchando los mensajes.
—Hola, Sonnet... Ha pasado mucho desde que te fuiste. La policía llegó y me mandó a la comisaría. Luego ha sido el funeral de mi padre, y luego me han llevado al juicio, el cual se ha adelantado para esta noche. Me han dado la oportunidad de hacer una última llamada antes de que me lleven al lugar predestinado.
» Yo te he elegido a ti para usar mi última llamada. No sé en dónde estarás, pero creo que te ha sucedido algo. Yo... nada más quería recordarte, que donde sea que estés, cuando sea que escuches esto, te amo con todo mi ser, y soy inocente.
» No sé qué me sucederá, o si la última vez que nos vimos fue la última... aquella vez, cuando estuviste en mi casa. Sin embargo, puedo confirmarte que estoy en paz conmigo misma; en caso de que aquella vez fuese la última en la que nuestras almas se rozaron, puedo aceptarlo...
» Tuve la oportunidad, entre todo este desorden, de pasar algunos minutos con una persona especial. Yo espero que te encuentres bien, y sé que estás vivo todavía... lo puedo sentir en mi corazón. Si escuchas esto algún día, y decides regresar a mi vida, tienes que saber mi ubicación.
» Me llevarán al Hospital Psiquiátrico Lunezca —dijo, y el mensaje terminó.
¿Hospital... Psiquiátrico... Lunezca...?