Díselo a la Luna ✔️

Od vhaldai

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🏆 GANADORA DE THE WATTYS 2020 - MISTERIO Y SUSPENSO Si estás leyendo significa que todavía existo. No te asu... Viac

Aclaraciones antes de leer
Díselo a la Luna
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D i e z
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El rincón de los Muffins viajeros #1
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V e i n t e
V e i n t i u n o
V e i n t i u n o ( P a r t e 2 )
V e i n t i d ó s
V e i n t i t r é s
El rincón de los Muffins viajeros #2
V e i n t i c u a t r o
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El rincón de los Muffins viajeros #3
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C i n c u e n t a y t r e s (Parte 2)
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D i e c i o c h o

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Od vhaldai

#MiércolesDeDALL

¿Sabes? Creí que el momento en que subí al auto de Claus, mi celular sonaría anunciando un nuevo mensaje tuyo, por supuesto, diciendo que haberme subido al auto de quien profeso como la peor de las personas resultaba ser tan estúpido como haber ido a la reunión. Pero no, de ti no recibí ningún mensaje inquietante que me alarmara más de lo que ya estaba. Esto por un lado calmó mis nervios, pues supuse que los hechos del 14 de noviembre no ocurrirían.

Me mantuve callada en todo el camino, mientras que las chicas y Claus hablaban del triunfo de Sindy. Aldana era la única consciente del peso que sucumbía sobre mis hombros, su perspicacia demostraba en conjunto a su expresión lo preocupada que estaba por mí.

Creo que fue el susurrante e intimidante «no me dejes sola» que le murmuré antes de subir al auto. Iba a pisar terreno peligroso, y teniendo en cuenta lo fastidiada que me mostré por la foto que publicó Claus, Aldana lo entendía.

Si algo malo pasaba, no culparía a nadie más que mi don para meterme en problemas. Podría culpar a los demás por su insistencia, pero la decisión recaía netamente en mí. Así que, en resumidas cuentas, íbamos apretujadas en el auto de Claus de camino a Polarize, la discoteca a su cargo. Claro, bajo kilos y kilos de papeles para cubrir este hecho.

Polarize es una discoteca muy visitada y exclusiva en la ciudad que se encuentra en los dos primeros pisos de un enorme edificio. El ambiente era como el de toda discoteca, luces de neón vibrando en el techo, la predominancia de los colores azul y rosa, la música abrazadora, una pista de baile amplia que se despliega teniendo como fin un pequeño escenario donde se encontraba la mesa del DJ. Si mirabas con amplitud, se lograba ver un medio muro que separaba la barra y algunas mesas a su alrededor. Desde el otro lado estaban los sofás circulares con una mesita de café en el centro. Esa parte lucía como el sector VIP de la discoteca, pero no, la parte exclusiva de Polarize se encontraba en el segundo piso, donde los más acaudalados arrendaban cuartos llenos de ventanales que cubrían el interior con cortinas oscuras. Lo sabía porque ya había estado en una de ellas.

Entrar a Polarize otra vez resultó como entrar en un laberinto rojo y asfixiante. No había muchas personas, el lugar se iba llenando poco a poco de estudiantes y chicos de Sandberg que Claus invitó, también iba llenándose de mayores de edad. Cada uno de ellos resultaba ser un dedo más apretándome el cuello.

No recibí nada de nadie, ni siquiera de las chicas. Ellas disfrutaban el momento, eran niños pequeños por primera vez en un parque de diversiones. Gozaban el privilegio de ser invitabas de Claus, y aunque en muchas ocasiones iban a mi lugar para que me uniera al excéntrico baile que hacían, me negué.

Aldana estaba a mi lado.

—Aldi —la llamé. Ella viajó del planeta Mis amigas se están divirtiendo y aterrizó en Yionne está aburrida—. Cuando te pedí que me no me dejaras sola no lo decía taaaan literal.

Jugué con mis dedos bajo la mesa al sentirme más allá de los nervios cuando creí que me estudiaba.

—Pudiste decirlo antes, me estoy muriendo de aburrimiento.

Pretendió levantarse de mi lado, pero no lo hizo. Yo deshice la tensión que surgió en mis hombros el momento en que se volvió a acomodar.

—Podría dejarte sola, pero eso no es lo que quieres —dijo.

—Oye, no quiero que te aburras por mi culpa.

—No me aburro, Yionne. Me gusta ver mi entorno, además soy muy mala bailando. Estar en un sitio así no es mi estilo. —Sin decir más, esperó a que rebatiera sus palabras para seguir convenciéndola, entonces agregó—: Y no me vas a convencer, déjame en mi rincón con este rico jugo y seré feliz.

Algo se infló en mi pecho mucho más que mis pulmones y del puro impulso abracé a Aldana justo cuando agarraba su vaso. El líquido se derramó parte de su falta y en mi manga. Seguíamos con el uniforme y temimos que las manchas quedaran, así que partimos al baño para limpiarnos.

Aldana secaba su falta y yo me miraba al espejo cuando escuché los gritos de Rowin llamándome desde afuera. El corazón me batió con fuerza pensando en lo peor. Me imaginé a mis amigas en manos de los gorilas del Claus siendo llevadas al piso de arriba. Salí corriendo del baño y llegué a la pista buscando a las chicas. Las Morris estaban en el centro impresionando y haciendo reír a los demás con sus pasos. Pasé mis manos por la cara queriendo morir allí mismo de la indignación. Lo peor es que me estaban llamando para que me uniera a su actuación, ¿puedes creerlo?

No lo pensé dos veces antes de huir de la escena hacia el baño. Mala idea, en el camino cierta persona aprovechó mi solitario paso para interceptarme.

Claus formó una sonrisa torcida en lo que tomaba mis hombros y se inclinaba para examinarme.

—¿Ocurre algo? Pareces asustada —retrocedí— ¡No me digas! Jamás has venido a un sitio como este.

Volví a mí.

—He estado muchas veces en sitios como este.

Aparté sus manos y traté de no mostrarme tan conmocionada. Esquivarlo no funcionó, Claus dio un paso al lado para retenerme. Rogué en mis pensamientos que Aldana apareciera.

—No luces como alguien así, más bien el tipo de chica que prefiere pasar la noche leyendo o viendo alguna serie.

—Entonces tendrás que aprender a no usar tus prejuicios otra vez, estás equivocado.

Otra vez intenté avanzar en vano.

—¿Prejuicios, eh? —se mostró pensativo—. Yo creo que es intuición. De hecho, intuyo que eres alguien muy interesante Yionne O'Haggan.

Sudé frío. Mis piernas estaban temblando bajo mi falta y me quedé estática. Me quedé sin poder mover un dedo y con la respiración muerta.

—¿Tanto como para querer traerme aquí junto con mis amigas? —pregunté bajo, aunque lo suficiente para que Claus me escuchara.

—Precisamente. Escucha, creo que tú y yo no empezamos bien. Me disculpo ante cualquier malentendido o cosa que te haya molestado.

Extendió su mano. Quería que la estrecháramos como signo de paz.

Sorpresivamente no esperaba esas palabras. Todo temor que se alzó en los segundos anteriores acabó derrumbándose. Mierda, por unos segundos creí que su expresión franca era cierta y no era un mitómano experto.

—Bien, Gilbertson.

Flaqueé. Y no solo eso, cedí a él estrechando nuestras manos. No quería mostrarme débil frente a él, quería fingir que no sabía nada. Lo intenté con tanto esmero que de pronto me sentí siendo mojada con agua fría. La confianza repentina se esfumó.

En Polarize Claus no estaba solo, tras un rato llegó su séquito de amigos y luego llegaron sus cómplices de Monarquía. Pude reconocer a uno de mis viajes anteriores. Su distintivo tatuaje sobresalía del cuello de su camisa y terminaba detrás de su oreja; eso lo hacía diferente, pero su basta presencia competía con cada rasgo físico. Él y yo nos habíamos relacionado antes más de lo que hubiese deseado. El miedo me invadió cuando mi cabeza le dejó que vívidos recuerdos del 14 de noviembre se cruzara, se estrellaran, explotaran. La habitación, el vaso con whisky, la sonrisa, su anillo de oro, la música, las fotos... Me horroricé. Creí que caería al suelo porque no sentía mis piernas, no podía hacer nada más que morder mi labio para que mi barbilla no temblara.

Pensé que, así como pasó con la reunión, el 14 de noviembre se adelantó.

Me corrompí por el miedo y escapé.

Llamé a Aldana en el metro para disculparme y explicarme por mi repentina desaparición. Ella preguntó si estaba bien y me interrogó. Le dije que mamá me llamó y se molestó porque no le hablé de la fiesta. El tema quedó ahí.

Apenas corté solté el llanto.

Llegué a casa con deseos de ducharme y ocultarme bajo las tapas, desahogarme en llantos y gritos, sintiéndome tan sucia... Dime, ¿alguna vez te ha pasado que haces algo y te sientes tan idiota y patética? Es absurdo.

La victima creyendo tener la culpa.

Olvídalo.

Subí a mi cuarto abrazando mi cuerpo, con mis ojos ardiendo. No obstante, ninguno de mis planes parecía salir bien porque Rust se encontraba allí, jugando con los gatos.

—Petiza —dijo al verme. Su semblante duro decayó cuando me vio tan voluble. Enderezó su espalda y creí que se levantaría para verme.

—Déjame, Rust —lo detuve y me lancé a la cama.

—¿Quieres que repita lo que me dijiste?

—No molestes.

—¿Ocurrió algo?

—Nada pasó.

Silencio. Oculté mi cara entre los almohadones en cuanto lo escuché quejarse y caminar junto a mi cama.

—El otro día estabas hablándome de tu padre y la Luna y ahora pretendes ser reservada.

Inspiré tan hondo queriendo que el oxigeno me brindara un poco más de paciencia. Y lo hizo, porque mi trato hacia su persona fue calmado.

—Déjame en paz, no estoy de humor.

Sus hombros cayeron, y juraría que él estaba pensando que su orgullo también.

—Bien —soltó y su quijada se marcó volviendo a su antiguo puesto—. Pero si quieres hablar... digamos que puedo ser tu Luna por hoy.

Me quedé mirándolo. Todo el miedo se transformó en impotencia. ¿Por qué siempre las cosas tenían que ser cómo y cuando él quería? Quedé de rodillas sobre la cama blandiendo una mirada despreciativa.

—Eres terrible. Lo sabes, ¿verdad? Un descarado.

—¿Qué?

—Me estás diciendo eso cuando tú ni siquiera me dices nada, siempre respondes con un «qué te importa» o prefieres ignorarme. Siempre tu tiempo y espacio. No, Rust. ¿Y por qué tú puedes saber de mí pero yo no de ti?

Su boca se llenó de una carcajada corta y seca.

—Es muy estúpido que lo preguntes.

Yo me molesté mucho más.

—Lo es, ¿y sabes por qué? Porqué sé todo de ti.

Dejó de jugar con los gatos y se giró para quedar de frente a mí, apoyó sus brazos en la cama.

—¿Cómo?

—Eso. Sé todo de ti, te conozco más de lo que me conozco a mí. Sé que te encanta la comida china, las películas asiáticas y beber cerveza de noche. Eres un terrible imitador de Elvis Presley, pero crees que no hay quién que lo haga como tú. Tu color favorito es el azul y detestas el amarillo. Naciste el 23 de julio en el pasillo del hospital. Tienes un lunar en la planta del pie derecho. Tu chaqueta de cuero pertenecía a tu padre, y aunque dices que lo odias y vives quejándote, sientes admiración él, tanto que de vez en cuando ves sus películas. No quieres admitirlo, pero sientes rencor hacia tu media hermana porque siempre le prestaron más atención y tu mal comportamiento es un intento por acaparar la atención que de niño nunca tuviste... Y hay un montón de cosas más, tantas que podría seguir toda la noche.

Es estúpido. Yo pensé que eso lo molestaría, que saldría corriendo llamándome bruja o, no sé, algo. En lugar de cumplir con mis terribles expectativas, se mostró tan admirado y devocional que el brillo de sus ojos azules lo hizo ver encantador.

—¿Cómo lo sabes? ¿Por qué sabes todo eso?

Me desinflé.

—Porque soy psíquica.

Ni siquiera lo creyó.

—Debería salir corriendo.

—Creo que me faltó mencionar que nunca huyes, a menos que sea un caso extremo como en el estacionamiento subterráneo.

—¿Eres un «caso extremo»?

Lo odié. ¿Es qué no podía ser el Rust pesado de siempre?

—Déjame en paz.

Volví a acurrucarme en la cama.

—Te equivocaste en algo. Soy un magnífico imitador del Rey del Rock.

—Lo que digas, Presley.

En realidad, Rust se tenía muchísima confianza, por eso omitió mi comentario y mala actitud para empezar a cantar Heartbreak Hotel con la voz ronca y mal entonada. Una imitación terrible, aunque llena de gracia. No se detuvo hasta que me sacó una sonrisa.

—¿Ves?

Arrogante.

Volviendo al silencio, y aprovechando el momento, le pregunté:

—¿Vas a decirme por qué estás aquí?

La chispa que mantuvo en su imitación se transformó en una inocencia que me causó ternura. Luego comprendí que era parte de su actuación y entendía a qué me refería. De todas formas, continué:

—Vamos Rust, eres una persona testadura e impulsiva, pero sé que siempre tienes algo en mente. No me dejaste a cargo de Berty y Crush sin razón alguna. ¿Es una clase de prueba? ¿Estás estudiándome?

—Si me conoces ya sabes la respuesta.

En efecto, la sabía. Rust estaba estudiándome. Quería saber si era de confianza. Si supiera que moría y vivía para él...

—¿Y qué has concluido? —quise saber.

—¿Quieres la verdad, Petiza? Nada. Eres una fastidiosa pelusa roja que me intriga cada día más.

Eché mi cabeza hacia atrás y gruñí.

—Qué amable y tierno —farfullé—. Supongo que tu periodo de prueba ya caducó. Si quisiera hacerte daño ya lo habría hecho. Estás vivo.

—Sí, ya caducó. Pero ahora estoy aquí por mis bestias.

Ahora yo deseaba probarlo.

—Sabes que puedes llevártelas en cualquier momento, ¿verdad? Les he cuidado por ti pero son tuyas.

—Perfecto, me las llevaré.

Estuve quieta viéndolo agarrar como podía a los dos felinos, impasible a la espera de que me recriminara por correrlo. Cuando abrió la puerta y pretendió subir una pierna teniendo a Crush en brazos, me bajé de la cama y corrí para quitarle al felino.

—¡Solo bromeo! —chillé, con el gato en mis brazos—. No te los lleves, me hacen sentir menos sola.

—Eso es tan depresivo.

Carraspeé mostrándome más altiva de lo que mi estatura me permitía.

—Me corregiré entonces: me hacen compañía cuando estoy sola.

—Sigues diciendo lo mismo.

Antes de defenderme, pasó lo que temía que pasara: volví a viajar. Esta vez a una de mis vacaciones de niña.

De regreso, desperté sobre mi cama con los ojos de Rust sobre mi rostro. El acercamiento me permitió ver con detalle su cara y noté que bajo su ojo derecho quedaba rastro de un moretón, seguro por sus clandestinos trabajos.

—¿Estás bien? —preguntó al ver que despertaba.

No pude responder. Cuando menos lo esperé la conmoción llegó a mi cuarto. Mamá estaba en la entrada.


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