***Lyra***
Despierto en la mañana. Estoy alistándome para ir a la universidad. La situación económica de mis padres ha empeorado, por lo que estoy buscando trabajo. Bajo las escaleras. Mi madre se encuentra despierta todavía... la noche anterior no había dormido por ordenar las deudas de mi padre.
Mi padre no se encuentra en casa. Se ha quedado en el trabajo toda la noche, y estará ahí durante todo el día, haciendo horas extras.
—Buenos días... —saludo, caminando junto a ella. Está sentada en la mesa de la cocina, frente a la computadora. Tiene unas enormes ojeras y una gran expresión de desilusión.
Está despeinada y desganada... pero, ¿quién no lo estaría en esa situación.
—Hola, hija. —Ella saluda. Le doy un beso en la frente.
—Hoy seguiré buscando trabajo —anuncio—. En alguna de las tiendas de ropa del centro comercial deben de estar necesitando ayuda.
—Gracias, Lyra. Muchas gracias, pero no descuides los estudios, por favor —pide.
—No señora, pero tampoco descuidaré de mi familia —comento. Abro la alacena y saco unas galletas.
Saco la mantequilla de la refrigeradora y se las pongo. Me sirvo un vaso con agua... no tengo hambre, ni ánimos.
Me siento y enciendo la televisión, pero está cortado el servicio. Observo la blanca interferencia, y escucho su sonido... me quedo unos segundos reflexionando, algunas veces me quiero rendir, pero no puedo ahora... Empiezo a comer.
Las mordidas de las galletas, el tecleo de la computadora de mi madre, y el tic tac del reloj son los únicos sonidos que me acompañan, junto a la repetitiva interferencia, recordando constantemente la situación en la que me encuentro.
Es una mañana terriblemente callada... sin embargo, no hay más por hacer para cambiar ese hecho. No hay nada qué decir. Tomo un sorbo de la insípida agua y camino a lavar los platos. Veo hacia las casas de enfrente.
Mi vecino está metiendo una especie de horno en su casa. Se ve terriblemente pesado. Quinn está saliendo de la suya, y me saluda. Le devuelvo el gesto, agitando la mano. Ella va camino a la secundaria.
Me llega un mensaje de Serina. Ella quiere que nos veamos hoy. Le contesto que no tengo muchas ganas, porque esta vez, en serio... no las tengo. Ella sabe toda mi situación, y en los últimos días ha hecho lo mejor de su parte para distraerme, pero cada vez que salgo con ella, o quien sea en general, siento que pierdo el tiempo... en lugar de hacer algo productivo para ayudar a mis padres.
Salgo de casa, hacia el centro comercial. Una vez ahí, camino hacia una de mis tiendas preferidas. Está abierta. Entro, y veo a una chica de cabello largo. Tiene las pestañas pintadas de color celeste... algo inusual. Se ve llena de energía, es amable.
—¡Bienvenida! ¿Te puedo ayudar en algo? —pregunta atenta.
—Hola. Vengo a buscar trabajo... —comento.
—¡Oh! Muy bien. Llamaré a mi jefe, ven conmigo. —Camina junto a mí. La tienda es de color rosa pastel.
—¿Espero aquí? —consulto, al ver que ella está por entrar a una habitación.
—Está bien. —Ella empieza a caminar—. O si quieres, puedes venir conmigo.
—Esperaré aquí, gracias. —Siento algo raro respecto a la chica...
Espero algunos minutos mientras regresa. El centro comercial es especial, es abierto, no tiene techo y las calles son públicas; están llenas de tiendas de varios pisos. Camino por la tienda, la cual da vista a la calle, y en frente hay otra parecida. En esta, hay una maniquí preciosa. Está perfectamente maquillada y tiene una mirada lindísima, llena de brillo. Además, huele muy bien.
—Ya vine —dice la muchacha de regreso—. Qué linda maniquí, ¿cierto? La primera vez que la vi también me llamó la atención... es mi preferida.
—Sí, es hermosa —concluyo.
—Ven, por acá. Necesitamos a alguien que nos ayude en ventas. Es un trabajo fácil si sabes ser amigable —sonríe—. Puedes firmar el contrato mañana, si te parece.
—¡Muchas gracias! —exclamo llena de emoción—. ¿En serio, tan fácil?
—Bueno, llegas justo en el momento indicado, estábamos buscando a alguien. —Ella levanta la mano—. ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Daisy.
—Lyra —respondo—. Mucho gusto.
—Muy bien. ¡Espero que firmes el contrato y trabajes con nosotros! Una nueva compañera me vendría bien —dice alegre.
—Sí... lo que sucede es que no podré venir a trabajar todos los días —explico—. Tengo que ir a la universidad también.
—No hay problema, mi jefa es muy flexible. Ya podrás hablarle y llegar a un acuerdo —elabora—. No te preocupes.
—Gracias, Daisy —digo con alegría—. Me retiro ahora.
—¡Muy bien! —Termina de decir. Camino hacia afuera de la tienda—. Lyra.
—¿Sí? —cuestiono.
—Oh... nada, nada. —Se arrepiente—. Está bien, nos vemos mañana y podrás hablar con mi jefa del tema.
Sonnet me llama al salir de la tienda.
—¿Hola? —respondo.
—¿Nos vemos hoy? —pregunta él—. ¿Cómo has estado con lo de tu familia?
—La verdad, no muy bien, Sonnet... —Soy honesta—. Acabo de salir de una tienda, creo que ya tengo trabajo, al menos.
—¿Ah? ¿Y la universidad? —interroga.
—También seguiré con la universidad —aclaro, caminando por las calles.
—Está bien —concluye—. Mira, estoy cerca del centro comercia. ¿Tienes algo qué hacer en estos momentos?
—No, pero no tengo dinero. Tengo que volver a casa a comer —explico—. Estás invitado, como siempre.
—No, tranquila. Esta vez invitaré —insiste—. Ya casi llego, espérame en el puesto de helados.
—Gracias... —Camino hacia el lugar indicado.
Serina me llama también al celular.
—¡Amiga! Estoy en el centro comercial. Sonnet ya viene para acá, estoy en la plaza —explica.
—Estoy detrás de ti —rio—. ¡Hola!
Ella voltea. Tiene puesto un vestido verde. Se ve muy linda, como siempre. Corre hacia mí y nos damos un gran abrazo.
—¡Ah! Qué felicidad verte... —comento. La energía de mis amigos me llena mucho, en serio la necesitaba.
—No te preocupes de nada ahorita. —Ella toma el contrato—. ¿Y estos papeles?
—Trabajaré en aquella tienda, en donde hemos comprado ropa. ¿Recuerdas? —señalo.
—¿Aquella? —Serina señala también. Daisy nos está observando sin hacer expresión alguna. Serina la saluda y ella hace lo mismo, cambiando su expresión a una de alegría.
—Sí, esa... —comento extrañada—. Pero mi compañera de trabajo parece algo rara.
—Lyra... ¿qué te dije de juzgar a la gente? No le digas a nadie rara o raro, por favor —habla Serina, seria—. No es justo.
De inmediato me retracto. Sé por todo lo que Serina ha pasado y los comentarios que ha tenido que aguantar durante toda su vida.
—Lo siento. No volveré a decir algo así... —digo—. No la conozco, puede ser incluso divertida.
—Exacto —concluye—. No hay que comentar de nadie, y menos si no los conocemos. Espero que sean buenas amigas.
—Yo también... —Me pongo a pensar por un momento en lo pura que es Serina. Sin celos de Sonnet, sin celos de que aquella muchacha se volviera mi nueva mejor amiga...
Eso era lo que la hacía tan especial. En su corazón jamás cabría una mancha de oscuridad. Por eso muchas personas de su pasado se aprovecharon de ello... y aunque le causaran cicatrices, ella jamás dejó que eso penetrara en su alma.
Sonnet llega al rato y le da un beso a Serina, saludándola. Los tres caminamos y vamos a comer y disfrutar la tarde en las calles del centro comercial. Me siento acompañada por ellos dos y sus vibras positivas, es algo que me hace estar en paz y reduce mi ansiedad.
Durante todo el tiempo, me sentía observada... ¿por qué?