Pick Me (Justin Bieber y Tú)

By jbinmybackpack

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Tres hermanos. Misma cara. Aspecto totalmente diferente. Un nerd, un deportista y un problemático. Cada uno a... More

Pick Me (Justin Bieber y Tú)
Capítulo 1: ¿Quieres apostar?
Capítulo 2: Me caes bien aunque seas idiota
Capítulo 3: Déjame un buen recuerdo
Capítulo 4: Estoy harto de contenerme contigo
Capítulo 5: El pequeño incordio te encanta
Capítulo 7: Necesito respuestas
Capítulo 8: Estoy tratando de arreglar las cosas
Capítulo 9: No juegues con fuego
Capítulo 10: Ya me estoy quemando y no me importa
Capítulo 11: No te metas en lo que es mío
Capítulo 12: Seré mejor que él
Aviso de Maratón
Capítulo 13: Jamás Debí Elegirte
Capítulo 14: No tener miedo a morir es peligroso
Capítulo 15: No quiero que duela
Capítulo 16: De entre todas las opciones que tenías, me elegiste a mí
Capítulo 17: Seré tu más fiel aliado
Capítulo 18: Tenemos que acabar con esto
Capítulo 19: Es y siempre ha sido él
Capítulo 20: Tiene sus días contados
Capítulo 21: Eres mi estrella
ALERTA FANTASMAS!
Capítulo 22: ¡Una relación es de dos!
Capítulo 23: Esto no va a acabar aquí
Capítulo 24: Adónde vayas tú, voy yo contigo
Capítulo 25: No te voy a soltar
Capítulo 26: Viviendo un sueño
Capítulo 27: Son muy sospechosos
Capítulo 28: Ponme el anillo
Capítulo 29: Todos bajo mi mano
Capítulo 30: Pelearemos juntos hasta el final

Capítulo 6: Te dije que habría consecuencias

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By jbinmybackpack

Los días pasaron. Cumplí dieciocho años y lo celebré tal y como supuse que sucedería. Por la mañana estuve con mi madre, Pattie y los trillizos, los que venían a ser ya como mi familia por haber estado junto a mí toda la vida.

Mi madre junto con Pattie, me regalaron mi primer coche, el de mis sueños, un Bugatti Veyron de color blanco. Casi me desmayé al verlo pero principalmente grité de emoción haciendo que los chicos rieran por mi reacción.

Derek me regaló un collar de Chanel y Jesse un reloj de Cartier. Regalos de alto nivel gracias al montón de dinero que su padre les mandaba. Comí con ellos y luego pasé la tarde y la noche con las chicas. Lesley me regaló unos zapatos de escándalo y las chicas del equipo de animadoras se juntaron para hacerme una caja sorpresa. Pude encontrar de todo en ella: maquillaje, lencería, pequeños peluches, condones, lubricante e incluso unas esposas. Nos partimos de risa encontrando cada cosa. Todas bromeaban sobre que tenía que usar todo en cuanto tuviera novio.

Nadie sabía que Justin y yo cada vez estábamos más juntos. Lesley fue la única que me miró con perspicacia sabiendo en quien estaba pensando pero era demasiado tímida como para imaginarme utilizando todo aquello junto.

Cuando volví de la fiesta, dejé todos los regalos en el coche diciéndome a mí misma que los recogería a la mañana siguiente. Entré a la casa muerta de cansancio y me quité los zapatos antes de subir las escaleras. Una vez arriba, me asomé al cuarto de mi madre para avisarle de que ya estaba en casa – como de costumbre, esperó despierta hasta que volví de una fiesta.

Fui a mi cuarto y tiré los zapatos al suelo. Me deshice del vestido que llevaba e iba a coger el pijama de verano cuando vi un bulto sobre mi cama. Un regalo envuelto en papel de color negro y rojo, mi combinación preferida. Rompí el papel y sostuve un gran skate nuevo. Al darle la vuelta vi lo que había grabado en la zona de las ruedas. Mi apellido escrito en grandes y gruesas mayúsculas en el centro, una corona en un extremo haciendo referencia a “Queen” y la firma de Justin en el otro extremo.

No era lo más fino, ni lo que cualquiera le regalaría a una chica. Aquel era un regalo especial para mí, seguramente el mejor. No dudaba que le hubiera costado caro un monopatín como aquel. Justin nunca me había hecho un regalo. Aquel skate me hizo soltar un suspiro mientras sentía mi pecho hincharse sin poder contenerse. Las mariposas revoloteaban en mi estómago salvajemente.

Apenas lo había visto en todo el día y no habíamos tenido oportunidad de estar solos. Me daba igual arriesgarme, quería agradecerle el regalo en ese mismo momento.

Tras enfundarme un camisón me deslicé por el pasillo. Fui descalza y de puntillas hasta la habitación de Justin. Dudé a la hora de tocar pero recordé su libertad para entrar en mi habitación sin avisar así que hice lo propio para ver como le sentaba.

Abrí un poco la puerta y entre por el pequeño espacio para cerrar rápidamente. Me presioné contra la puerta mirando a mi alrededor. Enseguida vi a Justin en la penumbra tumbado en la cama en una posición algo divertida. Sus piernas estaban levantadas y apoyadas contra la pared mientras su tronco descansaba sobre el colchón. Afortunadamente no dormía. Me miró enseguida con los ojos muy abiertos. El único motivo por el que podía verle era el alumbrado de la calle.

-¿Qué haces tú aquí? – bajó las piernas y enseguida se sentó en el borde de la cama. – ¿Ya acabaste tu fiesta?

Lo mandé a callar llevando un dedo a mis labios. Fui acercándome a él dándome cuenta de que iba sólo con unos boxers. Justin contempló mis largas piernas descubiertas hasta que me senté en su regazo. Enseguida me sujetó por la cintura mientras yo rodeaba su cuello.

-Vine a decirte que me encanta tu regalo – con cuidado, acaricié el filo de su mandíbula. – En serio, es el mejor.

-Hmmm … – entrecerró los ojos. – ¿Mejor que el Bugatti? – arqueó una ceja con incredulidad.

-Mucho mejor – sonreí.

-Mentirosa – se burló.

Me reí por lo bajo mientras negaba y acabé besándolo. Mientras uno de sus brazos seguía sosteniéndome por la cintura, la otra mano se colocó en mi pierna acariciándome con suavidad. Una de mis manos se aferraba a su cuello mientras con la otra tanteaba su musculoso cuerpo. Sus labios se enredaron con los míos mientras me tumbaba en su cama quedando él encima de mí. Mis alarmas se dispararon enseguida gritando alerta y haciéndome despertar como si luces intermitentes de color rojo se emitieran en mi cabeza. Aparté a Justin empujando su pecho y él se detuvo buscando mis ojos.

-¿Qué ocurre? – se preocupó.

-Nada – negué incorporándome. – Sólo que estamos los dos en ropa interior en tu cuarto, nuestras madres están en casa, tus hermanos en las habitaciones contiguas y me pones nerviosa – sacudí la cabeza.

-Casi nada – se burló.

Me incorporé y me levanté de la cama casi de un salto. Justin se quedó sentado en el borde mirándome desde abajo con sus ojos brillantes y una sonrisa pícara. Acaricié su mejilla y me incliné hacia él para darle un último beso corto. Su mano sostuvo mi melena detrás de mi oreja acariciándome con delicadeza pero me di cuenta de que hizo un pequeño gesto de dolor al distanciarme unos centímetros de su rostro.

-¿Qué te pasa? – me preocupé.

-No es nada – respondió rápidamente.

-Justin – reproché.

-Vete a tu cuarto, ____. No sé como le explicarías a cualquiera que nos pillase que haces aquí – espetó cambiando totalmente a su comportamiento frío habitual.

-Tampoco es como si le gustases tanto a la gente que vive en esta casa como para que vengan a tu habitación a estas horas – contesté enfadada mientras me iba a la puerta.

-Tú estás aquí – me recordó.

-Cierto. Y ya te has encargado de echarme – sonreí con sarcasmo. – Gracias por tu regalo, Drew. Buenas noches.

No le di oportunidad a responder porque abrí la puerta y me fui dejándola abierta para que se incordiara en levantarse y cerrarla. De paso, no alzaría la voz. Ninguno quería que el resto de la casa se enterase de nuestro encuentro.

Aún tengo demasiadas cosas que averiguar de ti, Justin Estúpido Bieber.

* * *

A la mañana siguiente de mi cumpleaños decidí evitar ver a Justin. No tenía clase de gimnasia rítmica ni de baile así que opté por irme a correr por la mañana temprano. Aún así, lo vi por el camino mientras corría con mis auriculares puestos dirigirse al gimnasio en su moto. Él no falta ni un día de la semana a sus entrenamientos desde que empezó.

Por supuesto, no se paró. Estaba segura de que él estaban tan molesto conmigo como yo con él. Estúpido. Sin sentido. Pero claro, al señorito no le gustaba que se metieran en sus cosas. Por suerte para él soy una tozuda de campeonato. Mi interior se burlaba constantemente de él. Mis desafíos en cuanto a conocerlo se habían desbocada y lo me empezaba a pasar superaba la obsesión.

Desde luego, no iba a haber siempre días en los que estuviéramos contentos. De hecho, ya me estaba extrañando. Justin no era ningún blando, ni romántico, ni mucho menos. No esperaba que lo fuera a ser … No encuadraba con su carácter. Tampoco es que fuera lo que quería de él. De hecho, no tenía idea de que buscaba en él. El simple misterio se extendía en mi cabeza con un montón de preguntas en cuanto su imagen pasaba por mi cabeza. Lo poco que me había dejado conocer de él eran pequeñas cosas singulares, pero básicamente en lo que se habían centrado nuestras “citas” – por llamarlo de alguna manera. Justin nunca me confirmó que lo fueran de verdad – había sido en hablar de cosas triviales y en disfrutar de nosotros cuando nos besábamos.

Me había estado conquistando demostrándome como era. Para que negarlo, solté más de un suspiro por su causa sin que él se diera cuenta. Si su objetivo era que no volviera a alejarme tras dejarme ver lo bueno que había en él, lo estaba consiguiendo. Pero a pesar de la atracción que pudiera sentir por él, siempre estaba ese lado que advertía peligro que me frenaba para que fuera más despacio de lo que me gustaría. Cautelosa. Preventiva. Estratega. Eran adjetivos que me definían pero que a la hora de enfrentarme a ese chico parecía que dichos términos no se podían aplicar a mí.

Justin era la persona que más impotente me había hecho sentir en la vida y estaba segura de que la cosa no iba a parar ahí. Algo estaba cambiando. En él, en mí e irremediablemente, presentí que también a nuestro alrededor. Era extraño. Y no me daba buena espina, pero … Creo que nunca le presté mucha atención a aquel dicho que decía: “La curiosidad mató al gato”.

Al final del día vi a Justin comer algo rápido en casa, antes de que nuestras madres sirvieran la cena, y se marchó tan solo despidiéndose de su madre.

No habíamos hablado nada. Gélido. Sus ojos se habían vueltos duros contra mí y no lo vi relajar su mandíbula ni por un instante cuando estuvimos cerca. Tan solo habíamos cruzado miradas que no delataban otra cosa más que ninguno se iba rendir ni aflojar su postura.

Todas las preguntas importantes que le había hecho las había respondido con evasivas o cambiando de tema. Aquel chico era inflexible hasta la médula. No paraba de decir que ya me enteraría … Que aquello no lo podía detener. Empecé a pensar que me tomaba el pelo y por lo tanto a hartarme. Si había algo de lo que pecaba, era impaciencia. He ahí el motivo del que estuviera enfadada además de que me echara. Los suyos me importaban un comino aunque me hacía una idea.

Esa noche me había quedado con Jesse jugando al ajedrez mientras Derek volvía a salir con Lesley. Queriendo despejar mi mente, pasé el rato pensando en como ganar aquel juego a mi mejor amigo – cosa casi imposible desde hacía años. Casi – y además, hablando con él sobre sus inseguridades con Amy. Empecé a pensar que quizá ella no era tan buena candidata como creía al principio pero decidí dejarlo por el momento por si arreglaban las diferencias entre ellos. No es como si fueran novios … Jesse me había asegurado eso. Se estaban conociendo pero había besos. Me hizo gracia al pensar que era mi misma relación con Justin.

-Jaque mate – anunció Jesse.

-No es justo. Me has distraído durante toda la partida – hice un puchero infantil cruzándome de brazos.

-Venga, niña pequeña. Vete a descansar a la cama tras la paliza que te he dado – se burló.

-Uh, una paliza. A la cama. Uh – alcé las cejas en un gesto divertido. Jesse se sonrojó notablemente provocando mi risa. – ¡Dale con el látigo, hey! – canturreé y salté haciendo gestos para avergonzarlo.

-Estás loca – negó con la cabeza rojo como un tomate.

-Así me adoras – le saqué la lengua. Me dirigí a la salida de la biblioteca, donde habíamos estado jugando, y me giré antes de cruzar la puerta mordiéndome el labio para contenerme. – Oye, Jesse. Si Amy se pasa contigo …

-¿Sí? – me incitó a seguir cuando me detuve.

-¡Dale con el látigo, hey!

-¡_____!

Salí de allí corriendo mientras me reía. Lo bueno de estar con Jesse era lo inocente que podía llegar a ser, con cualquier comentario algo salido se ponía tímido y yo jugaba con él sobre eso. Tampoco era que me pasara, pero cuando él me ganaba en algo siempre le bajaba los humos cambiando el tema por algo gracioso. Ya era norma de los dos interrumpir nuestros momentos de gloria burlándonos el uno del otro con un tema totalmente distinto.

A pesar de haber estado horas sin apenas preocuparme por Justin, no pude evitar que al meterme en la cama empezara a pensar en él. ¿En que lío estará ahora?

* * *

-____ – la voz sonaba lejana y baja por algún lado.

Tenía la sensación de que acababa de apagar el sonido del despertador del móvil. Parecía que la noche se había hecho increíblemente corta y me sentía muy cansada, pero al escuchar alguien llamarme varias veces entreabrí los ojos en la oscuridad de mi cuarto. Pronto miré el móvil para comprobar la hora cuando me di cuenta de que una llamada de Justin llevaba iniciada poco más dos minutos.

-____, por favor – rogó impacientemente.

-¿Justin?

Mi voz sonó ronca tras el sueño. Carraspeé mientras parpadeaba mirando la pantalla luminosa. Eran casi las cuatro de la mañana. ¿Aún no había vuelto a casa?

-Necesito que vengas a ayudarme – lo escuché quejarse con un gemido de dolor.

-¡¿Qué pasa?!

De pronto todo rastro de pereza se esfumó. Me incorporé en la cama con toda la adrenalina discurriendo por mis venas. Una frase en la que Justin pronunciase las palabras “necesito” y “ayuda” debía ser algo de real emergencia. ¿Desde cuándo ese chico pedía ayuda? Tenía que ser urgente.

-Estoy tirado en la calle y no puedo conducir la moto – explicó.

-No estas borracho – afirmé pensando en voz alta.

-Más bien tengo un hombro dislocado – sonó irritado.

-Oh, Dios – exclamé levantándome de la cama. – ¿Dónde estás?

-Te mando la dirección a tu smartphone. Ven rápido.

Colgó en mitad de lo que soltaba otro gemido lastimero. Me dejé puesta la ropa de dormir – el pantalón de chándal y una camisa de tirantes – y rápidamente agregué unas zapatillas de deporte que encontré por el suelo junto con una chaqueta.

Tomé el móvil y comprobé que Justin ya me había mandado la dirección y el GPS ya me había programado el camino a seguir. Por suerte, había dejado mi nuevo Bugatti en la acera en lugar del garaje, por lo que apenas hice ruido cuando abandoné la casa.

¿En qué c*ño se había metido ese chico para andar a esas horas por la calle, solo y herido?

Las calles por las que fui adentrándome a medida que seguía el GPS me empezaron a dar escalofríos. Llamé a Justin para comprobar que él siguiera bien. Contestó enseguida.

-¿Te has perdido?

-No, estoy en camino – traté de mantener la calma. Fue en vano. – Llego en nada. Sólo quería ver si estabas consciente.

-Tranquila – me apaciguó.

-No cuelgues hasta que llegue.

-Está bien – suspiró. – No mires a nadie a quien veas por la calle, ¿vale? Y ni se te ocurra detenerte. Si se te echan encima los atropellas – dijo de repente.

-Estás loco – gemí en disgusto.

-Eh ahí el motivo por el que estoy aquí.

No respondí. En un minuto lo encontré sentado en el borde la acera de la calle y colgué el móvil. Estaba alejado del mundo. Su hombro derecho caía de forma antinatural a la del cuerpo humano. Fue fácil reconocerlo por su ropa oscura, su suéter negro con la capucha y sus características deportivas.

Salí disparada del coche y me agaché con él. Sus encontraron los míos y comprobé horrorizada varios golpes en su cara. De su ceja brotaba sangre al igual que de su labio inferior y su nariz.

-Santa mierda, Justin, ¿qué has hecho? – un sollozo escapó por mi garganta.

-Estoy bien, tranquila. Ayúdame a levantarme. Hay que salir de aquí – dijo con urgencia.

Asentí y fui a abrir la puerta del copiloto rápidamente. Regresé a su lado y pasé su brazo bueno por mis hombros para que se apoyara. Pesaba horriblemente demasiado y se tambaleó al quedar de pie. Hacía lo que podía por sostener su peso sobre las piernas pero aún así no aguantaba. Estaba segura de que también le habían pegado en la cabeza y en el estómago, lo que no sabía era como seguía sin desmayarse. Lo ayudé a entrar al coche y cerré la puerta para enseguida meterme yo en mi lado y arrancar el coche. Lo único que se me ocurría era llevar a Justin a un hospital para que lo ayudasen.

-¿No vas a hacer preguntas? – lo vi hacer un gesto de dolor sujetándose el estómago.

-Cállate – urgí mordiendo mi labio con ansiedad. – Tan sólo déjame pensar ahora hasta que te lleve a urgencias.

-No, ____ …

-Me has pedido ayuda, ¿no? Entonces déjame hacerlo correctamente y no pongas pegas, ¡joder! – solté mi frustración. – Sólo cállate – rogué.

-Lo siento.

Apreté los dientes mientras seguía conduciendo en dirección al hospital. Siguiendo las normas de tráfico nos distanciaba media hora del lugar … ¡A la mi*erda! Apreté el acelerador. No había apenas conductores a esas horas y fui por calles en las que no había radares ni cámaras así que fui muy encima de la velocidad máxima y conduciendo temerariamente como si de una película de acción se tratara. Reduje el trayecto a diez minutos para cuando llegué a urgencias. Justin no dijo nada hasta que volví a su lado para ayudarlo a salir. Parecía que se mantenía algo mejor pero no me fiaba por si le daba algún mareo.

-Por favor, no te caigas – rogué, más al cielo que a él mismo.

No dijo nada mientras seguíamos andando hasta que casualmente un hombre nos vio en la puerta. Parecía un médico de guardia que había salido a fumar. Nos ayudó y se hizo cargo de Justin al momento. Me quedé fuera de la consulta en la que lo habían metido y me encogí al escuchar sus gritos cuando supuse que le habían colocado bien el brazo. Lágrimas escaparon por mis ojos al sentir su dolor. ¿Qué había pasado?

Media hora después salió con el brazo vendado y con varias tiritas en la cara aparte de contusiones coloreadas en colores feos sobre su mandíbula.

Me levanté de un salto al verlo y me acerqué a él poco a poco. Con temor. En sus ojos pude ver algo de vergüenza antes de que apartara la mirada y frunciera el ceño mirando la pared. Sintiéndome agotada ignoré su petulancia. Apoyé la frente en su pecho y lo abracé con cuidado por la cintura. Como pude predecir, le habían pegado allí también.

-Estás con el pijama – susurró pasando su brazo sano bajo mi espalda.

-¿Qué importa mi estúpido pijama? – sollocé enfadada. No había empezado a llorar pero me estaba costando evitarlo. – Me importas tú, pedazo de idiota. Me has asustado.

-Lo siento – me apretó contra él como pudo y ahí dejé rodar lágrimas silenciosas.

Me di cuenta de que era la segunda vez en la noche que Justin se disculpaba cuando jamás en la vida lo había escuchado pedir perdón a nadie. Lo que hacía, lo hacía porque quería y jamás se arrepentía. ¿Se arrepentía de haberme llamado?

-No llores, Queen. Hey – me alzó el mentón cuando mis hombros dieron indicios de sacudirse. – No llores – repitió quitando la humedad de mi mejilla con un pulgar.

-Estoy soltando la tensión acumulada. No creo que prefieras que me ponga a gritar.

-Grítame. Será mejor – torció sus labios con burla.

Sacudí la cabeza apartándome de él. No iba a ponerme a gritar en pleno hospital aunque ganas no me faltasen. Tenía miles de dudas rondando en mi cabeza pero en ese momento solo podía centrarme en lo que estaba haciendo. Pasaban las cinco de la madrugada y si madre se daba cuenta de que me había escapado a las tantas de la noche lo pagaría caro. Aún así, lo más importante seguía siendo él.

-¿Qué te ha dicho el médico? – pregunté.

-No me he roto nada. Sólo tengo que descansar y tomar esto – alzó un paquete de pastillas.

-Está bien – acepté cansada. – Vamos a casa.

-No voy a dejar que nadie me vea así, ____. Mucho menos mi madre – frunció el ceño. – Además, tengo que recuperar mi moto.

-¡Qué le den a tu moto! – exploté. – Lo mínimo que puedes hacer ahora es preocuparte un poco de ti mismo y de que yo no tenga problemas por salvarte el culo, joder.

Empecé a caminar hacia la salida. Una vez fuera me aseguré de que Justin me seguía hasta el coche mirando de reojo detrás de mí. Entré en el Bugatti y lo esperé un minuto hasta que se sentó a mi lado mientras calentaba el motor. Vi en los pies de Justin la caja sorpresa que me habían regalado el equipo de animadoras y me sonrojé. Me agaché a recogerla para que no le molestara, sin darme cuenta de que mi cara quedó muy pegada a sus piernas.

-Nena, ten cuidado con lo que haces. Desde fuera puede parecer otra cosa – comentó Justin.

-Que te jodan – murmuré cogiendo la caja y pasándola a los asientos de atrás.

-He visto las fotos de tu cumpleaños en Facebook. Lo que hay en esa caja es precisamente para eso, ¿verdad? – su mofa hizo que me pusiera de color carmesí.

-¿Sabes quién va a venir a buscarte de madrugada la próxima vez? – salí del parking incorporándome a la carretera. – Tu puñetera madre, sin ofender a Pattie, claro.

-Te dije que no era fácil estar conmigo. Traté de alejarte. Te dije que habría consecuencias. “No creo que me asuste por ver un poco más allá” – me citó en nuestra primera conversación seria. – Te dije que te recordaría esas palabras. Aquí tienes lo que hay.

La dureza de sus palabras hizo que me tensara completamente. Quería golpearle a algo, posiblemente a su cara o a la mía por ser tan tonta. Seguí conduciendo en silencio sin responder a su último comentario y dándole más vueltas a la cabeza.

No me di cuenta de hacia donde estaba llevando el coche hasta que aparqué en un sitio que solía ser habitual para mí. El antiguo piso donde vivía con mi madre y mi padre antes de que lo dejáramos para ir con los Bieber. Finalmente había cumplido sus deseos. No lo llevé a casa.

Salí del coche y lo vi partir detrás de mí con algo de dificultad. Abrí la puerta de la finca para después dirigirme al ascensor con rapidez. Tenía prisa. Yo si tenía que estar en casa antes de que mi madre despertara. Di golpecitos con el pie mientras esperaba a que al ascensor subiera. Justin estaba apoyado contra la pared mirando hacia el techo sin expresiones en su cara. Al llegar al tercer piso las puertas del ascensor se abrieron y salí disparada hacia la puerta de mi antiguo hogar.

Recorrí el piso fijándome en que todo estaba tal cual lo habíamos dejado. Olía a cerrado. Abrí la puerta del balcón del salón y alcé las persianas. El sol empezaba a salir. Maldije en un murmullo y me giré encontrándome con Justin parado en medio del comedor sin saber que hacer.

-Si no quieres ir a casa quédate aquí. Siéntete cómodo. Yo tengo que irme – dije poniéndome a su lado. Lo tomé del brazo bueno y lo ayudé a sentarse despacio en el sofá. – Volveré más tarde – avisé poniéndome seria.

-Gracias – hizo una mueca.

-No me las des. Luego tenemos que hablar.

Asintió tumbándose de lado en el sillón. Verlo débil hizo que se me encogiera el pecho a pesar de que trataba de ser fuerte y dura con él. Tomé una manta de uno de los cajones que había y se le extendí por si le daba frío en el alba. Por un instinto le di un beso en su mejilla magullada para luego girarme y marcharme sin mirar atrás. Tenía prisa por volver a la cama de la que me había escapado.

* * *

Mi madre tenía la costumbre de levantarse sobre las seis así que para cuando llegué a la casa sobre las seis menos veinte, suspiré tranquila. Me metí en la cama y estuve varios minutos acostada mirando el techo esperando a escuchar ruidos en la casa.

Tan solo había dormido cuatro horas pero seguía teniendo la mente llena de pensamientos por lo que no podría volver a dormir. Decidí darme una ducha para espabilarme cuando creí que mi madre ya se había levantado. Después de lavarme me peiné y sequé el pelo pensando en que no quería dejar solo a Justin en mi antigua casa. Además, no tenía comida.

Tras vestirme, bajé abajo y desayuné con mi madre para su sorpresa. Ella decidió celebrar que me había levando a su vez preparando tortitas antes de irse al trabajo.

-Mamá – llamé con voz cansada preparando el café. Ella me miró mientras vertía masa en la sartén. – Voy a pasar el día con una amiga, ¿vale?

-¿Qué amiga? – preguntó enarcando una ceja.

-Britany, del equipo de animadoras – mentí. – En mi cumpleaños me dijo de … dar una vuelta por ahí porque hace tiempo que no quedamos – traté de ser convincente.

-Oh, ¿va Lesley?

-No, ya sabes. Ella no es animadora y no le caen bien. Además, está muy ocupada con Derek – bufé rodando los ojos.

-Cariño, ojalá tardes en tener novio pero cuando lo tengas entenderás cuanto te absorbe tener pareja – me sonrió con comprensión.

-Ya, bueno – dije untando crema de cacao en una tortita. – ¿Por qué no quieres que tenga novio? He cumplido dieciocho años – me reí cambiando de tema.

-Las parejas traen complicaciones por muy bonito que sea el amor – suspiró. – Aunque si él merece la pena no importa que tan difícil sea lo que venga.

La vi sumirse en sus pensamientos mientras yo seguía desayunando. Sabía que mi madre lo había pasado mal con la enfermedad de papá pero ya lo había superado. Despacio. Pero Rose Queen – había mantenido el apellido de mi padre – era una mujer fuerte e inteligente. Mi padre, Thomas Queen, no habría querido que ella sufriera tanto como lo hizo. Y yo no es que quisiera que mi madre retomara su vida con un hombre, pero esperaba que llevara su vida hasta el punto de retomar esa seguridad que tenía. Mamá solía ser coqueta. Eso cambió en cuanto le diagnosticaron cáncer de pulmón a su marido.

Se marchó a su trabajo tras darme un beso y llevándose una tortita por el camino a su coche. Aproveché entonces que aún era temprano para correr a la habitación de Justin.

A la luz del día pude ver que se trataba de una habitación con muy poca personalidad. Muebles de madera oscura resaltando en paredes blancas, sin ningún cuadro o póster. La única decoración que tenía era una foto de los cuatro cuando éramos pequeños que nos hizo Pattie. No tenía idea de que tuviera algo así en su escritorio.

Debíamos tener unos seis años aquel verano. Yo estaba a los pies de los tres cruzada de piernas con una sonrisa llena de dientes, con las manos en la cara y dos coletas bajas a cada lado de mis hombros, ajena a lo que los trillizos hacían. Los chicos estaban en cuclillas detrás de mí porque era más bajita. Derek salía riendo fastidiando a Jesse revolviéndole el pelo, éste tenía cara de fastidio. Justin por su parte me miraba a mí. Una mirada intensa para un niño de seis años. Por aquella época ya había empezado a ser pesada con él y me ignoraba. Nunca había visto esa foto.

Recordaba que Pattie nos había colocado de cierta manera y nos pidió que sonriéramos. No fue hasta que le dio al flash que todos cambiamos de postura. Resultaba una imagen muy hermosa, graciosa y familiar. “Siempre sentí curiosidad por ti pero tú siempre estabas con ellos.”

Las palabras de Justin resonaron en mi cabeza.

-¿Qué haces aquí?

Una voz me sacó de mis pensamientos y me giré hacia la puerta. Pattie tenía una expresión serena aunque su voz sonó extrañada. Llevaba ya su típica ropa de diario – vaqueros y camiseta.

Te han pillado in fraganti, chica. Se burló una voz interior. Mordí mi labio inferior viendo que tenía que enfrentar aquella situación. Sus ojos azules parecían océanos y me intimidaban.

-Yo …

-Fuiste con Justin, ¿verdad? – sus palabras me pillaron por sorpresa y me quedé callada preguntándome como lo sabía. – Me cuesta dormir cuando no sé donde está. Te vi salir con el coche desde la ventana – explicó tranquilamente.

-Él está bien – no me esforcé en negar la verdad. Además, me hubiera sentido mal sin tranquilizarla sobre su hijo. – Por favor, no le digas a mi madre que me escapé. Me llamó para que fuera a buscarlo.

-Sé que siempre has intentado ayudarlo. Todos lo sabemos – sonrió melancólica. – No creí que te acabara dejando. – No supe que responder así que me quedé callada. – No va a volver, ¿verdad?

-Yo espero que sí – contesté con dudas. – Entré a cogerle ropa. Él no quiere venir para no asustaros.

-¿Qué le ha ocurrido?

-Le pegaron. Realmente no sé muy bien que pasó. No me quiere contar nada – suspiré. – ¡Y se niega a recibir ayuda de los demás!

-Está bien, ve a verlo. Cuídalo si eres la única a la que se lo está permitiendo – me pidió. – Justin está perdido, ____. Ten cuidado con lo que sea en qué esté metido. No le diré nada a Rose sobre esto, pero procura ser discreta.

Se marchó sin decir nada más y con los hombros algo caídos. No llegué a entender del todo bien la actitud de Pattie pero tampoco me quise calentar mucho la cabeza. Para preocuparse de sus problemas ya tenía como psicóloga a mi madre y me dio la sensación de que aunque me lo propusiera, no la entendería porque no sabía lo que era tener un hijo ni pasar por lo que ella pasaba.

Sin distraerme más me dirigí a buscar en los cajones de Justin por un par de camisas y un pantalón limpio. ¿Debía llevarle también boxers? Esa pregunta pasó por mi cabeza y me sentí realmente incómoda. Pero podría necesitarlos … Decidiendo apartar la timidez eché unos boxers a la bolsa que estaba llenando.

Salí escopeteada de allí, no queriendo que ninguno de los dos hermanos me pillaran – aunque seguro ambos se quedarían durmiendo hasta mucho más tarde, pero más valía procurar.

Cogí mi coche y antes de volver al piso fui a comprar algo de comida a una tienda de veinticuatro horas. Miré al cielo y vi que estaba nublado. El tiempo acompañaba mi estado de ánimo …

A medida que iba echando cosas a una cesta, llamé a Lesley.

-Hey, Queen. ¡Qué pronto llamas!

-Lo sé, lo siento – me mordí el labio con nerviosismo. – Oye … Ha pasado algo con Justin. No te puedo contar mucho porque realmente no sé nada. Sólo que le dieron una paliza anoche. Quizá suceda algo y necesite que me cubras con mi madre. ¿Puedo contar contigo?

-Oh, Dios … Claro – titubeó. – ¿Él está bien?

-Más o menos. No le digas nada a Derek, ¿de acuerdo?

-Pero …

-Lesley – advertí.

-Está bien. Eres mi amiga. Mis labios están sellados – la visualicé cerrando la boca con los dedos y tirando una llave imaginaria al suelo. Solía hacerlo – pero me debes una grande.

-Lo sé, lo sé – suspiré. – Gracias. Ya te llamaré más tarde si eso.

-Vale. Ten cuidado, Princess.

-No me rebajes de reina a princesa – rodé los ojos. – Estoy harta de que os burléis de mi apellido – la escuché reír. – Te dejo. Tengo muchas cosas que hacer hoy. Hasta luego.

-Adiooós.

Su voz aguda y cantarina se cortó en cuanto le di a colgar. En cuanto terminé la compra con los pocos comestibles que podía comprar con mi dinero ahorrado – no podía usar la tarjeta de crédito porque mi madre me preguntaría el motivo del gasto – me dirigí al coche con dos bolsas llenas de comida precocinada, enlatada, bebidas y chucherías, básicamente.

Cuando llegué al piso, cargué las bolsas de comida hasta la cocina. Conecté la luz en la casa y comprobé que pasara agua por las tuberías. Me asomé al salón y vi a Justin durmiendo plácidamente en el sofá tal y como lo había dejado al irme. Me quedé mirándolo anonadada por unos instantes. Se veía muy tranquilo pero sobretodo, la diferencia era lo jovial y tierno que resultaba. Despierto era sexy por su comportamiento, dormido podías comprobar lo guapo que era por sus rasgos incluso a pesar de los moratones. Mandíbula cuadrada, labios carnosos en forma de corazón, largas pestañas, cejas anchas pero no exageradas y su pelo rubio, más alborotado que nunca.

Suspiré viendo como su pecho subía y bajaba. Debía estar muy cansado, al igual que yo. Me senté en el sofá de al lado y me tumbé mirándolo. Me daba paz ver que estaba bien después de todo lo que había pasado. Dejé el móvil en silencio y como Justin, me dormí, no sin recordarme que en cuanto los dos despertásemos tendríamos la conversación, o quizá discusión, del siglo.
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¿Qué os parece?¿En qué lio se habrá metido Justin?
Lo descubriréis más adelante, por ahora Justin va a mantener el misterio y le va a costar reconocer a Queen lo que sucede ;)
El próximo capítulo lo pondré el lunes.
Y como siempre, mil gracias por los votos y los comentarios. Me hacéis feliz :D
LOVE YOU ALL BABIES :)

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