Atanea I: Heredera dorada

By PrincessGhia

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[Libro I Saga Atanea]. Mi vida habría sido como cualquier otra. Terminaría el colegio e iría a la universida... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII FINAL
Agradecimientos
Segundo Libro

XI

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By PrincessGhia

Capítulo 11:
La Amazonia pura

Finn se estacionó suavemente en un espacio tapado por hojas pegado a la torre oculta.

Salí disparada hacia afuera apenas las ruedas se detuvieron, para sentir el paisaje. Me quedé boquiabierta mirando hacia la copa de los árboles que se cerraban en el cielo casi impidiendo el paso de los rayos de sol. Los pájaros volaban de aquí para allá. Alcancé a ver a un roedor escondiéndose entre la hierba y adentrándose en la selva, y en ese instante un enorme bicho volador se posó en mi brazo.

En mi brazo.

Estallé en gritos agudos, agitando las extremidades. Me detuve una milésima de segundo y reparé en que el insecto había salido volando. Acto seguido, todo mi cuerpo empezó a picar.

Theo se cruzó de brazos apoyando el trasero en el capó del Wrangler, con una enorme sonrisa en el rostro, riéndose.

Mike lo imitó un poco más allá. Finn seguía con un semblante serio bajando las maletas del vehículo.

Al cabo de un momento, una alta mujer mulata apareció a través de una camuflada puerta de la torre; debía medir al menos un metro ochenta, tenía el pelo negro anudado en una larga trenza que le llegaba a las caderas y unos grandes ojos color miel.

Se acercó hacia nosotros con movimientos felinos, parecía una auténtica pantera moviéndose en la selva. Estaba tan atónita debido a su intrigante apariencia, que no me di cuenta cuando se arrodilló.

—Princesa Claire, sea bienvenida a la torre hummon de la Amazonia —anunció mirando el suelo, luego alzó sus grandes ojos casi amarillos—. Soy Texa, guerrera del reino Séltora. Estoy aquí para el apoyo de su cuidado esta noche en la torre, antes de emprender rumbo a mi reino mañana.

Era una mujer imponente de semblante duro, ningún hombre común se atrevería a desafiarla. Incluso, hasta me daba un poco de miedo.

—Gracias, Texa —me limité a decir, asombrada.

Eché una rápida mirada a Theo y a los demás y la risa había desaparecido de sus caras.

Un extraño felino salió por la misma puerta. Era un leopardo, pero en tonos dorados más fuertes de lo que jamás había visto, de tamaño tan grande que su lomo me llegaba a la cintura y con dos colmillos que se asomaban desde el labio superior de su hocico. Un felino extraordinario y majestuoso que podría comernos a todos.

—Él es Inago, una especie perteneciente a la fauna de mi reino —explicó Texa calmada, con sus brazos rectos a cada costado de su cuerpo—. No tiene por qué preocuparse o tener miedo, es una especie muy inteligente y leal, sabe exactamente qué hacer en caso de peligro, lo cual en este caso en particular, sería protegerla —expuso firmemente, tal como un soldado lo haría frente a su jefe.

Casi no presté atención a lo que Texa parloteaba. No pude resistir la tentación de acercarme a la hermosa criatura. El felino me recibió con una postura amable, acaricié su dorso con la yema de mis dedos, a lo que respondió placenteramente.

Un animal hummon, lo más fantástico que había visto desde que esta locura comenzó. Mi corazón se derretía por los felinos, no podía explicar lo maravillado de mi corazón ante la presencia de esa majestuosidad.

Los demás caminaron hacia la puerta oculta de la torre. Tenía la ropa pegada al cuerpo y la frente sudorosa. Prácticamente podía inhalar el cien por ciento de humedad que existía en aquel aire.

—¿Puedo dar una vuelta? Solo alrededor de la torre..., por favor. —Miré a Theo con ojos de súplica. Necesitaba inhalar más de ese paisaje, comérmelo con los ojos.

—¿Para que nos entregues otro bailecito poco sensual por un bicharraco inofensivo? —bromeó Theo.

—Solo quiero dar una vuelta. —Paseé la mirada entre los cuatro pares de ojos—. Una vuelta pequeñita. —Pedí haciendo un gesto con mis dedos. Sus miradas recelosas me obligaron a esforzarme más—. Un rato corto para ver este paisaje y no saldré más de esa torre, lo juro.

—Está bien, yo iré contigo —respondió Theo, entornando unos ojos rendidos.

—No. Tómate un descanso —interrumpió Finn—. La has acompañado desde que salió de su casa, yo la acompañaré. Tú, por favor, envía un mensaje para avisar que nuestro arribo a la torre ha sido exitoso, eres el único que puede hacerlo. —Alzó sus cejas rubias en dirección a Theo—. Seguro nos darán una lista de órdenes a seguir para mañana.

Theo posó su vista en Finn unos segundos y asintió corto una vez. Me echó una rápida mirada con los labios apretados y se adentró en la torre.

Un pequeño sentimiento de decepción apareció porque Theo no fuera el que me acompañara, pero decidí no pensar en ello.

Necesitaba cambiarme de ropa primero..., urgente.

Entrando a la torre, tuve que pasar cinco puertas de cemento que se veían casi imposibles de mover, sin embargo, Texa las empujó sin problemas, como si estuvieran hechas de cartón.

El primer piso era una estancia de tamaño pequeño, con un par de sillones, una mesita y un marco que conectaba a una cocina. Al fondo había una rudimentaria mesa con cuatro sillas. Todo estaba lleno de pieles y casi todo estaba hecho de madera, incluso una lámpara de palitos colgaba del techo.

A mi derecha visualicé un baño. Abrí una de mis maletas, tomé un short, una camiseta de color rosa sin mangas y unas deportivas. Corrí hacia el baño y me cambié de ropa en un santiamén para poder salir lo más pronto posible hacia la selva otra vez.

Al salir, caminé rodeando la torre. Inago se mantuvo a mi lado con la elegancia propia de un felino y acaricié su gran cabeza.

Finn nos seguía unos pasos más atrás, en silencio. Al avanzar un poco más, vi un pequeño río que pasaba por detrás de la torre y algunas cuerdas de la naturaleza cruzaban de un lado del río al otro. Escuchaba ruidos de monos cerca y el canto de los pájaros selváticos. Era como estar dentro de la película Tarzán.

Me senté en una gran roca elevada e Inago se recostó sobre mis pies. Inspiré profundamente, desconectándome un momento.

Unos segundos después, Finn se sentó a mi lado.

—¿Qué tal ha sido el viaje, princesa? —me preguntó con un tono profesional.

—Agotador, increíble, horrible, sorprendente, maravilloso, épico. Todo eso en menos de tres días —contesté mientras acariciaba la cabeza de Inago.

—¿Qué tal tu guardián? —indagó.

Este chico no se iba con rodeos.

—¿Esto es una encuesta para calificar el servicio? —inquirí, y por primera vez, Finn mostró una pequeña sonrisa, encantadora bajo toda esa capa de hombre serio y poco cálido que demostraba ser.

—Sabes que puedes solicitar un cambio si no te sientes cómoda o encuentras que no realiza bien su trabajo, ¿verdad?

—¿Qué? —agudicé y mi frente se arrugó—. El guardián... Theo, no tiene nada malo... y ha puesto todo el corazón en cumplir su misión. —Su "misión" llamada Claire.

—Eso pude notarlo —soltó formando una sonrisa tensa en el rostro, con sus ojos azules puestos en el río.

Lo miré incrédula, no queriendo entender su respuesta.

—¿Estás dicien...?

—No te lo tomes a mal, Claire —interrumpió, girándose—. Simplemente estoy acá para ser de apoyo... Para apoyo. —Estiró el mentón—. También es mi deber preocuparme de que el guardián que protege a la princesa tenga la mente clara en su misión y no se empañe por impulsos no adecuados... —titubeó, debatiéndose si debía continuar la frase—. Como, por ejemplo, perderte de vista después de tener un pequeño baile cercano.

Amplié mis ojos de par en par y sentí que mi mandíbula caía.

—Pero, ¿cómo es que sabes eso?

—¿Que el guardián te perdió de vista por abochornarse después de bailar contigo? —Otra vez esa mirada tensa—. Cada miembro del Consejo de Atanea o de sus reinos aliados se enteró. Un guardián casi arruinó por completo la guerra por ponerse a babear. Ya sabes lo que dicen de los rumores, que corren más rápido que el...

—No, no sigas. —Lo atajé de forma mal educada alzando una de mis manos.

Inago subió la mirada hacia nosotros.

—Tranquila, Claire. No te molestes. Para eso estamos acá. Por eso han enviado al príncipe de Séltora a cuidar de ti, para que actúe con la mente y no se deje engañar por el corazón.

Me dedicó un gesto lleno de orgullo, y yo solté un quejido atónito.

—¡¿Eres un príncipe?! —jadeé con la poca voz que salió de mi garganta.

—No uno tan especial como tú, Claire. —Me dio un suave empujón con su brazo—. Pero ya verás por qué me tomo este trabajo incluso más seriamente que el resto. Tengo que ser extraordinario para Séltora.

Miró hacia el cielo un momento y luego suspiró.

Yo seguía atónita. Otra vez me costaba creer tanta increíble y fantasiosa información.

Observé la jungla una vez más. Todo estaba en calma y a la vez con mucho movimiento, con vida, pero en paz.

—Es hora de volver a la torre, no es bueno que estés expuesta tanto tiempo —ordenó posando su mano en mi brazo y echando una mirada alrededor.

Me limité a asentir, impactada.

Cuando entré a la torre por segunda vez, Theo reía con Mike y tiraban combos en modo de juego. Theo se burlaba de él por algo que no alcancé a escuchar. Texa estaba sentada muy seria en la mesa rudimentaria, sin ninguna expresión en el rostro.

Era obvio que Theo y Mike se conocían desde mucho antes, la amistad era evidente. Mientras que con Texa, al parecer, ninguno tenía relación. Salvo Finn, después de todo, era su príncipe. Ahora lo sabía.

Theo se acercó rápidamente a mí. Más cerca... y más cerca. Sus brazos rozaron con los míos cuando se detuvo. No miró ni por un segundo a Finn.

—¿Has absorbido suficiente selva en tus pulmones?

—No lo suficiente para estar encerrada aquí hasta mañana.

Percibí que Finn nos analizó y me sentí incómoda. Esquivé a Theo y me encaminé hacia uno de los sillones. Se levantó un ambiente raro.

Comimos casi en silencio, exceptuando las bromas entre Mike y Theo, bromas que ni siquiera entendí. Finn soltaba una pequeña risita cada cierto rato y Texa no cambiaba su semblante inescrutable.

Después de comer, Mike me contó cómo se habían conocido Theo y él. Resultó ser que se conocían desde el primer año de primaria, incluso habían entrenado juntos para ser parte de los agentes de élite, lo que los convertía en mejores amigos. Me pareció curioso que el mejor amigo de Theo fuera tan distinto a él.

Luego de una larga charla, me recosté en uno de los cómodos sillones de cuero, mientras que los cuatro "guardianes" susurraban algo así como estrategias para el día siguiente.

Decidí tomar una siesta, después de todo, había dormido una miseria. Inago me imitó recostándose abajo del sofá. Adoraba a ese felino hermoso. Estiré mi mano para acariciarle las orejas.

—Quién fuera felino... ¿no, Theo? —escuché a Mike, riéndose.

Qué atrevido.

Theo no dudó en atestarle un manotazo en la cara y gruñirle algo por lo bajo. Sin embargo, ni siquiera me miró, y menos mal, porque me había puesto roja como un tomate.

Me acomodé, pero antes de hacerlo, mi mirada se cruzó con la de Finn, y esos ojos azules eran juzgadores.

Cuando desperté, aún con mucho sueño, la única pequeña ventana me indicó que afuera ya era de noche. No sabía cuánto había dormido, pero no había sido suficiente.

Theo, Finn y Mike seguían hablando de forma seria en la mesa, con un gran mapa o algo parecido que no alcazaba a ver, con comida y vasos repartidos alrededor.

Texa se acercó a mí y señaló que subiéramos a mi habitación. Obedecí en silencio sin ánimos de oponerme.

Antes de subir por la escalera que estaba entre dos paredes curvas de cemento, miré una vez más a la mesa y encontré a Theo observándome antes de que lo perdiera de vista.

Subí tres pisos con Inago siguiéndome los talones antes de llegar a una habitación de tamaño medio, con el techo en diagonal. Era de madera y cemento al igual que toda la torre. Había una enorme cama tallada a mano con sábanas blancas y al costado una cama similar pero de una plaza. Una enorme alfombra verde decoraba la habitación. No había televisión, ni radio, solo un sillón con una estantería llena de libros y varias pinturas de la selva repartidas por las paredes. Justo al frente de la cama había un enorme ventanal que se extendía hasta el techo, dejando entrever el paisaje. Los árboles se asomaban y exponían un pedacito de cielo lleno de estrellas y la gran luna.

Era un lugar mágico, pero aunque deseara con todo mi corazón salir una vez más para sentirme en la película de Tarzán, sabía que no podía y que ninguno de mis guardianes me apoyaría, quizás solo Inago.

Texa dijo que ella dormiría conmigo esa noche. No era privacidad, pero al menos no tendría los ojos de un hombre encima por un momento. Abrí una de mis maletas para tomar mi pijama.

—Le traeré comida, princesa Claire, y debe seguir descansando. Mañana será un día muy estresante y peligroso, debe estar con sus energías al máximo —dijo con su habitual tono profesional y su mirada felina.

Le respondí con un asentimiento.

Estaba desdoblando mi pijama para ponérmelo cuando una nota verde cayó al suelo. Mi corazón dio un brinco al pensar que era una nota de mi mamá que no había visto antes.

La recogí esperanzada, pero al instante noté que la letra no era de mi madre, ni de mi padre, ni de nadie que conociera. Era una letra grande, un poco descuidada, pero era incluso arrogante. Era una pequeña nota sin firma.

Te ves hermosa con la camiseta rosa.

Ah... ¡¿Qué?!

Nota: Gracias a todos los que han llegado hasta aquí. Por favor dejen sus opiniones. Los amo <3

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