VII

6.7K 642 191
                                    

Capítulo 7:
Primera parada

Llegamos a las calles de Monterrey. Durante lo poco que quedaba de camino, le pregunté sobre la educación en Atanea. Por lo que me contó, los colegios hummons eran parecidos a colegios humanos, solo que tenían electivos para desarrollar sus habilidades sobrehumanas. Con las Universidades pasaba lo mismo, sin embargo, todas eran gratuitas. Los que querían servir a su reino debían entrar a algo llamado Escuela de Élite, era mucho más exigente que la academia de guerreros común y, por supuesto, con capacidades que ni siquiera podía imaginar.

Theo me preguntó sobre cuál deporte practicaba, y se burló después de que confesara que no practicaba ninguno. Lo encontró absurdo debido a que era una hummon, lo cual todavía no me hacía ningún sentido. Me defendí cuando le dije que en vez de practicar algún deporte o de estar por ahí desarrollando el lado atlético, tenía buenas calificaciones. "Entonces no solo eres una cara bonita", había dicho.

Estacionamos en un hotel que se veía impresionante. "GRAN LUXURY MONTERREY" brillaba en lo alto de la entrada sobre columnas de concreto, debía tener más de treinta pisos. Tenía pinta de un palacio griego.

Se me apretó la garganta al pensar en los viajes familiares.

—¿Qué ocurre? —indagó Theo, escrutándome—. ¿No te gusta el hotel, majestad?

—No... No es eso. Está supergenial. —Al no recibir una mejor explicación, alzó las cejas—. Es solo que... —empecé a decir—. No pienses que soy una maldita llorona ni nada... —Me tomé un segundo para continuar—. Solo me gustaría que mi familia estuviera acá también, no entiendo por qué solo yo tuve que escapar...

—Escúchame bien, tu familia está a salvo —aclaró enfático—. Hay veinte guardias de Atanea con ellos, pero no son ellos a los que buscan, es a ti, por lo tanto... —Exhaló áspero—, mientras más nos alejemos, más seguros estarán. No podían venir con nosotros. —Movió la cabeza—. Si esconder a una persona es difícil, imagínate a cinco.

Tragué saliva. Imaginé a mi familia sufriendo por mi culpa.

Theo me observó con esa expresión tan superior suya.

—Claire, y mira, sé que sería mejor que te cuidaran tus padres, ser niñera no es mi sueño tampoco, pero...

—No —lo interrumpí—, sí quiero que me cuides tú, bajo toda esa ironía se nota que estás preparado para esto —enfaticé—, sólo quisiera que ellos estuvieran aquí también.

Eso de "estás preparado" había hecho que me sonrojara. Qué sosa.

Theo elevó la comisura derecha, haciendo aparecer una encantadora arruga en su mejilla. Abrió la boca para decir algo, pero fue interrumpido por uno de los botones del hotel que tocó el vidrio del piloto.

—Señor, bienvenidos a Gran Luxury Monterrey, ¿le descargo su equipaje? —ofreció con un tono amable y enérgico.

—No, yo lo hago —le respondió con obviedad. Me dio una última sonrisa fugaz y se bajó del Volvo.

En ese momento me dio curiosidad saber qué había empacado mamá. Rogué en silencio por que hubiese empacado la ropa que siempre uso, mis pantalones de algodón cómodos, un desodorante y, por favor, no ropa antigua que se me incrustara entre las piernas.

No las bragas de Hello Kitty, te lo pido, universo.

En recepción, Theo entregó dos documentos, en uno de ellos salía mi foto y en el otro una suya, pero con otros nombres; "Charlotte Ferrer y Kyle Thomson". Me puse nerviosa y corrí la vista.

Atanea I: Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora