XV

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Capítulo 15:
Hora del entrenamiento

Me encontraba en una habitación espaciosa, con paredes y piso hechos de una linda madera trabajada. Por una ventana entraba un árbol aromático que invadía un rincón. La pared a mi izquierda estaba tallada en su totalidad con dibujos que representaban la selva. Un enorme árbol frondoso crecía en el centro de la pared, como si fuera el rey, y en lo alto de la pared había un enorme sol tallado, igual al que había visto en lo alto del cielo ese día. El resto del tallado representaba abundante vegetación, algunos monos, aves y una sola pantera.

Me quedé observando a la pantera tallada; la expresión amenazadora de su rostro estaba tan bien lograda que su mirada penetrante te atrapaba. En esos ojos tan bien hechos, un sentimiento de culpa y remordimiento me atrapó, porque esa intimidante pantera tallada en la pared me recordó a Texa.

No había escuchado a nadie murmurar nada sobre ella, ni siquiera preguntar por ella, lo cual me parecía una falta de respeto... Una falta de todo.

Texa había muerto por mi causa, por protegerme. No podía borrar de mi mente la mirada valiente en su rostro justo antes de que la bomba explotara. Tan decidida, sin vacilación, como si estuviera orgullosa de morir en esa instancia. Me preguntaba si tendría familiares, amigos o lo que sea. No sabía nada de ella y tenía una fuerte necesidad de averiguarlo.

Luego mi pensamiento viajó hacia la misma batalla, pero hacia la mirada de Theo. Una mirada cargada de tantos sentimientos que me hizo despertar. ¿Qué fue lo que había despertado? ¿Qué era lo que había ocurrido? El recuerdo de la imponente energía saliendo de mí y salvando a Theo hizo que me diera un escalofrío.

¿Cómo diablos había hecho eso? Lo recordaba casi como otro sueño. Todo parecía confuso en esa habitación silenciosa. Era borroso.

Como cuando era niña, cerré los ojos e intenté encontrar alguna magia dentro de mí. Necesitaba saber si podía sentir algo, lo que sea, pero un golpecito en la puerta me sacó de mi penoso intento. Después de un "adelante", Joanne entró con algo enorme en sus manos.

—Princesa Claire, he traído su vestimenta para la cena de hoy, se lo ha enviado la reina —indicó extremadamente amable, como siempre, y con un tono de admiración al pronunciar la palabra "reina".

—Gracias, Joanne, pero mira. —Apunté hacia las tres maletas que descansaban en una larga banqueta de madera—. Mi mamá me envió bastante ropa... Y llámame Claire, por favor —solicité con un suspiro. Joanne solo debía ser algo mayor que yo.

—Oh, lo sé, princesa —contestó haciendo caso omiso a mi petición—. Es solo que, con todo respeto, no creo que en su equipaje haya algo adecuado para esta noche. En Séltora, los integrantes del castillo acostumbran a vestir sus mejores prendas para los banquetes, sobre todo cuando uno es el invitado de honor —explicó moviendo el bulto enorme en sus manos—. Y lo siento, me sentiría más cómoda llamándola princesa —admitió con una pequeña mueca.

Era tierna.

Me limité a sonreír, quise discutir más, pero sabía que no ganaría nada.

Entre eso, Joanne sacó el bulto de la funda. Era un largo vestido color azul oscuro, con un escote recto que llegaba hasta la clavícula y dejaba los hombros al descubierto. Tenía unas bellas piedras rusticas doradas en la parte de la cintura que formaban un cinturón y en la espalda colgaba en forma de adorno unas hojas doradas. Era elegante, pero de cierta forma combinaba con la selva.

—Al parecer es de su agrado. —Sonrió. Su amabilidad tocaba hasta sus ojos negros—. Necesito que se lo pruebe para saber si es de su talla.

Al rato, tenía puesto el vestido y Joanne afirmaba con alfileres las partes que sobraban de tela. Menos mal sobraba tela, porque con las estúpidas tallas estándares de los humanos, la ropa siempre me quedaba apretujada en las caderas.

Atanea I: Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora