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Capítulo 5:
Cuéntame más

Durante el viaje logré calmarme un poco y comencé a asimilar algo de lo que estaba ocurriendo.

Ocurría que mi vida ya no sería la misma nunca y no podría volver a casa por un tiempo. Ocurría que lo sobrenatural existía, que era una hummon y que tenía una cosa rara en mi alma por la que querían asesinarme.

Cielos. No había pedido nada de eso.

Theo iba atento a la carretera, conduciendo el Jaguar negro.

Cada cierto rato hacía preguntas sobre cómo eran los reinos, cómo eran mis abuelos y si habían hablado sobre mí. Theo respondía con lo típico que uno se espera, que siempre han querido protegerme, que mi mamá era extrañada y que habían esperado que con mi familia fuéramos felices donde estuviéramos..., y que algún día pudiéramos regresar.

Regresar a una tierra invisible.

Sí... Era difícil de asimilar.

También pregunté si existían mutantes en los reinos o cosas así. Después de reírse un poco, Theo me explicó que los animales eran los mismos en toda la tierra, pero que había variación en colores, tamaños y cosas por el estilo, y que en las extensiones todavía se encontraban ejemplares extintos en el mundo humano y viceversa. Añadió que existían algunas especies que en el mundo humano se denominaban como mitológicas.

—¿Mamut? ¿En serio? —Lo miré atónita cuando me contó que todavía existían los mamuts en alguna extensión cerca del polo norte.

—En serio —respondió, tomando una curva a toda velocidad.

—¿Y cómo son las construcciones? ¿Las poblaciones? —quise saber, algo entusiasmada en cierto modo con la existencia de "otros mundos".

—Eso depende de cuál reino sea. Cada reino tiene su estilo. También va de la mano con la zona del planeta donde se encuentren.

No explicó más, pero mis ojos expectantes le sacaron una sonrisa y lo hicieron continuar:

—Por ejemplo, el reino Azgar queda al norte de Rusia, sus construcciones son parecidas. Naribia cerca de África, todo es estilo safari. —Sonrió forzado.

—¿Y cómo es Atanea? —pregunté por el reino que hace un rato hubiera preferido que no existiera.

—Atanea es una ciudad grande y clásica. Posee recursos, es lujosa, pero no derrochadora como esa porquería humana de Dubái. —Rodó los ojos—. Para eso está el reino Cyril.

Asentí como si supiera cuál era Cyril. Me costaba retener los nombres que me decía. Era mucha información.

—En Atanea no se llevan por lo antiguo y ridículo, no hay mierdas de castillos, como en otros reinos —comentó y se vio orgulloso—. Tampoco hay edificios amplios. La mayoría de las casas no sobrepasan los dos pisos. Se preocupan de la manutención de la ciudad a menudo.

—¿En qué trabaja la gente?

Con cada pregunta, por alguna razón, me relajaba un poquito más. Todo parecía más normal y algo más lógico. Aunque claro, no era nada lógico.

—En lo mismo que en el mundo humano. Hay agricultores, empresarios, panaderos, diseñadores, bla, bla, bla —explicó con una mano ondeante—. Se parece al mundo humano, pero entrenamos de pequeños para desarrollar las habilidades hummons.

—¿Y tú en qué trabajas? —pregunte simple.

Puso cara de obviedad y amplió los ojos.

—Antes de venir... —aclaré.

Atanea I: Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora