XI

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Capítulo 11:
La Amazonia pura

Finn se estacionó suavemente en un espacio tapado por hojas pegado a la torre oculta.

Salí disparada hacia afuera apenas las ruedas se detuvieron, para sentir el paisaje. Me quedé boquiabierta mirando hacia la copa de los árboles que se cerraban en el cielo casi impidiendo el paso de los rayos de sol. Los pájaros volaban de aquí para allá. Alcancé a ver a un roedor escondiéndose entre la hierba y adentrándose en la selva, y en ese instante un enorme bicho volador se posó en mi brazo.

En mi brazo.

Estallé en gritos agudos, agitando las extremidades. Me detuve una milésima de segundo y reparé en que el insecto había salido volando. Acto seguido, todo mi cuerpo empezó a picar.

Theo se cruzó de brazos apoyando el trasero en el capó del Wrangler, con una enorme sonrisa en el rostro, riéndose.

Mike lo imitó un poco más allá. Finn seguía con un semblante serio bajando las maletas del vehículo.

Al cabo de un momento, una alta mujer mulata apareció a través de una camuflada puerta de la torre; debía medir al menos un metro ochenta, tenía el pelo negro anudado en una larga trenza que le llegaba a las caderas y unos grandes ojos color miel.

Se acercó hacia nosotros con movimientos felinos, parecía una auténtica pantera moviéndose en la selva. Estaba tan atónita debido a su intrigante apariencia, que no me di cuenta cuando se arrodilló.

—Princesa Claire, sea bienvenida a la torre hummon de la Amazonia —anunció mirando el suelo, luego alzó sus grandes ojos casi amarillos—. Soy Texa, guerrera del reino Séltora. Estoy aquí para el apoyo de su cuidado esta noche en la torre, antes de emprender rumbo a mi reino mañana.

Era una mujer imponente de semblante duro, ningún hombre común se atrevería a desafiarla. Incluso, hasta me daba un poco de miedo.

—Gracias, Texa —me limité a decir, asombrada.

Eché una rápida mirada a Theo y a los demás y la risa había desaparecido de sus caras.

Un extraño felino salió por la misma puerta. Era un leopardo, pero en tonos dorados más fuertes de lo que jamás había visto, de tamaño tan grande que su lomo me llegaba a la cintura y con dos colmillos que se asomaban desde el labio superior de su hocico. Un felino extraordinario y majestuoso que podría comernos a todos.

—Él es Inago, una especie perteneciente a la fauna de mi reino —explicó Texa calmada, con sus brazos rectos a cada costado de su cuerpo—. No tiene por qué preocuparse o tener miedo, es una especie muy inteligente y leal, sabe exactamente qué hacer en caso de peligro, lo cual en este caso en particular, sería protegerla —expuso firmemente, tal como un soldado lo haría frente a su jefe.

Casi no presté atención a lo que Texa parloteaba. No pude resistir la tentación de acercarme a la hermosa criatura. El felino me recibió con una postura amable, acaricié su dorso con la yema de mis dedos, a lo que respondió placenteramente.

Un animal hummon, lo más fantástico que había visto desde que esta locura comenzó. Mi corazón se derretía por los felinos, no podía explicar lo maravillado de mi corazón ante la presencia de esa majestuosidad.

Los demás caminaron hacia la puerta oculta de la torre. Tenía la ropa pegada al cuerpo y la frente sudorosa. Prácticamente podía inhalar el cien por ciento de humedad que existía en aquel aire.

—¿Puedo dar una vuelta? Solo alrededor de la torre..., por favor. —Miré a Theo con ojos de súplica. Necesitaba inhalar más de ese paisaje, comérmelo con los ojos.

Atanea I: Heredera doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora