Cuando te encuentre

بواسطة Carol_Ney24

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Volver a comenzar, redimir el pasado...decir "te amo" cuando es necesario. TaeMin todavía recordaba las pala... المزيد

Capítulo 1: Así como es.
Capítulo 2: Ese dulce momento contigo.
Capítulo 3: Mentiras.
Capítulo 4: ¿Dónde está el amor?
Capítulo 5: Un maldito cobarde.
Capítulo 6: Dolor y fuerza.
Capítulo 7: El lobo y el cordero.
Capítulo 8: Tú eres.
Capítulo 9: La chica de ojos miel.
Capítulo 10: Buenos deseos.
Capítulo 11: Confianza.
Capítulo 12: ¿Me dejarías entrar?
Capítulo 13: La persona que amo y a quien debo amar.
Capítulo 14: Llegaste a mí.
Capítulo 15: Justo aquí.
Capítulo 16: Un lugar para tres
Capítulo 17: En realidad nunca te fuiste.
Capítulo 18: Una gran familia.
Capítulo 19:Estamos juntos, es lo que importa.

Capítulo 20: Detrás de las nubes grises está la luz del sol.

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بواسطة Carol_Ney24


Maldijo.

Maldijo.

Maldijo...

...maldijo muchas veces antes de poder alcanzar las pantuflas que protegían sus pies del piso frio.

Soltó un grito de victoria apenas logró colocarse las pantuflas en el sentido correcto, dejó caer su peso en el cómodo respaldo del sofá, finas gotas de sudor perlaban su frente, su respiración recuperándose poco a poco.

No recordaba que estar embarazado se sintiera así de...difícil.

Se frotó el vientre hinchado, estaba entrando al octavo mes, ¿Cómo había pasado el tiempo tan rápido? El libro que momentos atrás leía estaba a su lado, abierto y con su separador, haciendo pausa en la página dónde se quedó antes de tener que rodar para recuperar sus pantuflas. Ya no quería seguir leyendo, la titánica misión de cubrir sus pies lo dejó agotado, ¿Cómo es que sus pantuflas llegaron tan lejos en primer lugar?

Alzando los pies, y hasta donde le permitía la panza, vio las -totalmente odiadas por todos- zapatillas de color marrón y bordes peludos, el estruendo de su propia risa lo hizo caer de espaldas al recordar la discusión que tuvo con MinHo por ellas. Bueno a nadie le agradaba, kiBum solo arqueaba la ceja cada vez que se las veía en los pies y decía: sin comentarios.

Bueno, podrían no ser las pantuflas más atractivas pero le calentaban los pies y eran suaves como plumas.

Se miró las manos, su argolla dorada brilló con el reflejo de las luces de la sala, sonrió recordando el momento tan significativo de su vida, su mirada cayendo a la repisa delante de él, donde entre las fotos había una de ambos abrazados, el día de la ceremonia.

MinHo y él se habían casado después de tantas cosas vividas, antes se preguntaba porque no lo habían hecho muchos años atrás, pero la respuesta era más simple de lo que esperó:

Ningún momento había sido el adecuado, no hasta ese día.

La puerta de la entrada se abrió, MinHo y SooJin asomándose, su pequeña (que ya no era tan pequeña) vistiendo su uniforme de la escuela, corrió en su encuentro, acunándose entre sus brazos procurando no apretar demasiado.

SooJin estaba alta, le llegaba sobre el ombligo estando de pie, su rostro ovalado y su cabello largo castaño cayéndole sobre la espalda, su hija estaba preciosa y MinHo ya estaba de los nervios pensando en cómo los chicos estarían alrededor de ella como mosquitos.

—Creo que estás exagerando —le había dicho mientras compraban la despensa en el supermercado. Estaban en el pasillo de los cereales.

—No lo estoy...tan solo quiero prever ciertas cosas —TaeMin rodó los ojos, posó una mano sobre la de MinHo mientras empujaba el carrito de compras.

—Tiene diez años —dijo como si no fuera obvio—. Preocúpate en tres o cuatro años más.

MinHo frunció el ceño—. Eso no me consuela.

—Padre sobreprotector —le regañó—, no la presiones, ni ahora ni nunca, al menos no esto de tener novio.

—Lo intentaré —dijo de mala gana.

Y TaeMin río, luego le besó la mejilla.

— ¿Cómo se sienten papi?

Desde que se supo de su embarazo, y que tendrían un niño, SooJin le preguntaba las cosas en plural, "¿Tienen sueño papi?", "Tienen hambre papi?", "quieren un suéter papi?" eso lo llenaba de tanta ternura, a veces le costaba poder retener las lágrimas.

Y las malditas hormonas no estaban ayudando.

—Con hambre —se frotó el vientre—, en un momento iba a asaltar el refrigerador.

— ¿Y KiBum?, Creí que estará contigo todavía —preguntó el moreno.

—Tenía que atender un asunto de trabajo, me costó mucho echarlo de la casa —bromeó, pero MinHo tenía el rostro serio—. No puedo tenerlo como mi esclavo, han sido suficientes años de estar pegados.

—Nunca creí escucharte decir eso —ahora MinHo sonreía. Se acercó, le besó los labios y se sentó a su lado, su enorme mano acariciando su vientre, al mismo tiempo que SooJin lo hacía.

Ambos con sonrisas tontas en sus labios.

A veces TaeMin se sentía como esas figurillas de un chino gordo al que todo el mundo el frotaba la barriga para que les diera suerte.

La comparativa era bastante acertada si le preguntaban.

— ¿Cómo te has sentido hoy? —la calidez de su voz y de su mano sobre su vientre era agradable, a veces TaeMin desearía nunca desprenderse de su aldo, incluso para ir al baño.

Era un maldito obsesivoMinHocompulsivo. Le echaba la culpa de todo a las molestas hormonas.

—Con muchas ganas de orinar y dolor de pies. Bueno, ha sido un día normal —la respuesta hizo reír a ambos.

— ¿MinKi no te ha dado pataditas? —la curiosidad en la voz de su hija le hizo reír más fuerte.

—A veces lo hace —le apretó la nariz levemente, SooJin chilló por la sorpresa—. Tú también lo hacías.

—Tal vez sea un buen futbolista, como yo o como papi —miró con emoción a MinHo.

Claro, ambos eran unos cómplices cuando se trataba de jugar al fútbol. Aunque en sus primeros años su hija había preferido siempre las muñecas, en juegos que la hacían interactuar con otros niños siempre notó cierta fuerza oculta, cuando fue creciendo más, se hizo una niña ágil, con ganas de correr por todos lados, haciendo competencias por una u otra cosa.

Digna hija de su padre, ahora era idéntica a MinHo, al menos en esto de ser competitiva y aventurera.

—Puede ser, no lo sabemos hasta que tu hermanito sea capaz de correr tanto como tú.

— ¿Cuánto falta para que nazca? —Hizo un puchero, se inclinó y dejó su cabeza sobre el vientre de TaeMin—. MinKi sal por favorrr —cantó.

TaeMin sintió un dolor punzarle y SooJin brincó desde su lugar, sonriéndoles a sus padres con su boca abierta en una perfecta 'O'.

—Ahí tienes la respuesta —se burló MinHo.

—En definitiva será un buen futbolista como nosotros —dijo con orgullo, TaeMin le acarició el largo cabello castaño.

—Hablando de eso, sube y límpiate, en un par de horas tienes entrenamiento y todavía debes almorzar y hacer tu tarea —le dijo el alto, ladeando la cabeza hacia las escaleras.

— ¡Sí, señor! —le hizo un saludo como militar y se bajó, corrió escaleras arriba, bastante emocionada con su día.

— ¡No corras tan rápido! —gritó TaeMin, tratando de girar hasta donde su redondo cuerpo le permitía.

—No le puedes pedir eso a una niña de diez años —MinHo le tomó la mano, con la otra pasando los mechones de cabello detrás de su oreja.

—Sé que le gusta correr tras el balón, pero no tiene que hacerlo tanto dentro de la casa, puede tropezar y caerse...

MinHo le besó en los labios, cortando todo curso de pensamiento que pudiera hilar. El beso poco a poco fue intensificándose, TaeMin giró el cuerpo para hacer contacto piel con piel, los jadeos comenzaron, las manos de TaeMin desesperados por tocar a su esposo, y lloriqueando porque su enorme panza no le dejaba chocar contra el musculoso cuerpo ni rozar las partes que requerían atención desesperadamente.

—Quiero —gimoteó.

—No ahora —le besó la punta de la nariz.

—Provocador —le dijo haciendo un puchero.

—Nunca te haría eso —dijo burlonamente y recibió un no muy letal manotazo de parte de su lindo marido.

—Eres tan malvado —se dejó envolver en sus brazos, aspirando su aroma, sintiendo su calor.

— ¿Tienes hambre?

TaeMin asintió.

—Te prepararé algo entonces.

Rayos, le encantaba cuando MinHo lo consentía de esta manera, claro sin estar redondo y con un hijo dentro de él siempre era consentido, pero no podía detener el amor que sentía en cada gesto de su esposo. Además lo extrañaba cada maldita mañana, el castaño ya no iba a trabajar mientras culminaba el embarazo, no se quejaba de compartir sus horas libres con KiBum, pero quería darle un respiro a su amigo, y por ello es que se turnaba con sus padres para cuidar de él.

Pero TaeMin quería a MinHo, las veinte y cuatro horas del día. Y como no podía, se entusiasmada con cada cosa que hacía por hacerlo sentir cómodo, tenía que aprovechar cada minutos de sus vidas juntos.

Amaba sus maneras, lo amaba tanto, Dios, tenerlo a su lado era una de las más hermosas bendiciones.

*

TaeMin lo veía caminar de un lado para el otro, era inusual ver a su amigo así, por cualquier cosa, es decir, KiBum era dramático, pero no era alguien que se alteraba tan fácilmente, su amigo era así como, bueno, un luchador en la vida.

Pero este buen luchador, no parecía estar ganando mucho en esta muy reciente pelea.

—KiBum —le llamó para que se detuviera, lo miró acostado desde su sofá, con una cajita de chocolate y leche en las manos, un popote resaltando de sus labios—. Podrías sentarte y...—hizo una mueca—. Explicarme otra vez.

El pelinegro suspiró, se sentó a su lado, alzándole las piernas y colocándolas en su regazo para estar más cerca uno del otro. Cuando vio las pantuflas en sus pies enarcó una ceja, pasando enseguida de ese disgusto regresó al tema de su angustia.

—Jonghyun...él...bueno...me pidió, ya sabes... —retorció sus manos—. Salir juntos.

TaeMin trató de no reírse fuerte, pero no lo consiguió, incluso estuvo a punto de tirar su bebida.

— ¿Cómo puedes? —se quejó indignado.

—Es que —hizo lo que pudo para controlar su risa, incluso sintió un poco de dolor en su vientre, nada que no pudiera controlar—, es tan raro verte así, amigo mío, no pienses mucho lo que pasa, en realidad no hay mucho que pensar.

—Soy un desastre en las relaciones TaeMin, lo sabes —negó con la cabeza—. Siento...que si doy un paso hacia él terminará alejándose de mí.

Las risas del castaño pararon, le dio una mirada condescendiente, alcanzó una de sus manos y la apretó fuerte con la suya.

—No dejes que tus errores del pasado, ni que tus viejas heridas, de las que no eres responsable, te impidan estar con Jonghyun.

El cansancio y el dolor eran evidentes en su amigo, aunque ellos casi no hablaban sobre el pasado de KiBum, sabía que seguía doliéndole los hechos del pasado. Era un hombre fuerte en muchas otras cosas, pero hasta los hombres más fuertes, tenían pequeñas aberturas en sus corazas.

—Él es muy atento ¬—sonrió—, te mentiría si te digo que no es la única cosa que me gusta de él.

—KiBum, ¿recuerdas todas esas veces en las que me regañabas porque era un cabeza dura por no querer estar con MinHo?

El pelinegro arqueó una ceja—. ¿Me vas a devolver los sermones como venganza?

—De ser necesario lo haría, pero no por ahora. Yo sé que estás más cerca de estar en una relación con Jonghyun de lo que yo tardé en ir detrás de MinHo.

KiBum se le quedó mirando un rato, antes de soltar otro largo suspiro.

—Lo intentaré, pero eso no que quita el miedo que me carcome por dentro.

—Sé exactamente cómo te sientes.

KiBum se le quedó viendo, minutos de silencio antes de hablar de nuevo.

— ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que te quiero?

TaeMin asintió—. No más de lo que yo te quiero.

Ambos amigos rieron, KiBum de verdad esperaba tener un final feliz como TaeMin estaba consiguiéndolo, es decir, sabía por experiencia que no todo podía ser amor, que la vida siempre te trae cosas que cambian tu vida, para bien o para mal lo hacen.

KiBum quería a Jonghyun.

Jonghyun lo quería a él.

Y les ha costado un maldito infierno quitarse ciertos prejuicios para de decidirse estar juntos.

—Creo que te mereces una recompensa por esto, ¿Un poco de helado?

—Te amo KiBum —soltó con voz ansiosa.

El pelinegro se levantó entre risas, ayudando a TaeMin a ponerse de pie, pero en cuanto lo logró una muy dolorosa punzada lo hizo doblarse y tener que regresar a sentarse en el sofá.

— ¡Faltan dos semanas! —gritó, sostenía su espalda y su vientre a la vez, como si temiera que alguno de los dos de repente se desencajara.

—Ya me encargo, recuéstate —y mientras le decía ya tenía en una mano su celular, marcándole a MinHo que seguía en la oficina.

Dios, como amaba la eficacia de su amigo.

— ¡No olvides llamar a mis padres! —gritó antes de apretar los dientes ante una nueva oleada de dolor.

—No lo haré... ¡MinHo! —Dijo aliviado de escuchar su voz—. El bebé...sí, sí, es hora...ya lo llevo, ¿qué? No podemos esperarte...sí, sí, nos vemos ahí —colgó, luego miró a TaeMin, su rostro empezaba a ponerse colorado de tanta tensión.

—Vamos Tae, es momento de correr al auto.

Escucharon pasos acercándose a toda velocidad desde las escaleras, su hija; la sorpresa de de SooJin fue tanta que todavía tenía el lapicero con el que estaba escribiendo la tarea en la mano derecha.

— ¡Papi! ¿Qué sucede?

—Cariño, por favor, trae la bolsa que tenemos preparada para...el bebé... —su voz sonaba más bien como gruñidos, no quería espantar a su hija pero el dolor en su vientre no lo dejaba hacer más.

SooJin se fue apenas le fue ordenado esa acción, sus pequeños pies golpeando los escalones, un minuto después bajó con un bolso de mano entre sus brazos, ya no tan veloz, siendo precavida con cada escalón que pisaba.

El lapicero había desaparecido de su mano.

TaeMin pudo sonreír entre su dolor, estaba orgulloso de su hija, santo cielo, estaba bastante controlada, como si hubiese planeado todo lo que debía hacer cuando este momento llegara.

KiBum lo abrazó de la cintura, las llaves de su auto en su boca, SooJin detrás de ellos cargando la bolsa. Apenas cruzaron la puerta principal cuando el auto negro de MinHo se estacionó frente a la casa y salió dando un fuerte portazo antes de reunirse con ellos.

— ¡Tae! —lo sostuvo dejando al pelinegro libre, el chico tomó la carga de SooJin a cambio, MinHo le indicó a su hija que subiera al auto de su tío.

—Creí que estabas en la oficina, ¡Maldición tenías que estar aquí! —el sudor provocado por el esfuerzo ya había empapado la fina camisa que llevaba, su respiración apenas controlada.

—Ya estaba saliendo, tan solo pise el acelerador.

— ¡Te dije que no fueras a trabajar! ¡Hoy era el día que tenías que pedir los favores de amigo con Jonghyun!

MinHo ignoró el regaño, era cierto que le había sugerido quedarse en casa, pero había sido un mero capricho de TaeMin y no porque adivinara que hoy el bebé quisiera nacer, claro que aclarar ese detalle no era lo mejor en ese momento.

Entre las quejas y regaños logró meterlo a su auto, apenas estuvieron dentro condujo con la determinación de llegar lo más rápido posible al hospital, claro sin tener un accidente en el camino. Las manos le estaban sudando pues era el lugar donde estaba concentrando todo su nerviosismo.

— ¡Ayyyy! ¡Demonios conduce más rápido!

—Amor, por favor, solo respira, llegaremos pronto.

— ¡Lo dices porque no eres el que siente que está partiéndose en dos!

—Tae, te amo.

Una sonrisa se formó de sus labios y eso solo logró alterar más a TaeMin.

— ¡No es momento! Santo cielo ¡MinHo!

—Es el momento, el momento perfecto —y su sonrisa seguía ahí.

— ¡No, no, no!

Sabía que estaba enfadando a TaeMin aunque no era su intención, pero solo sintió que debía decirlo, las palabras brotaron de sus labios así no más, y aunque los quejidos y quejas seguían taladrando sus oídos, deslizó una mano y atrapó la de TaeMin, este enseguida afirmó el agarre incluso clavándole las uñas en la carne.

Era lo único.

Sus palabras de amor.

Sostenerle la mano.

Aceptar cada una de sus quejas.

Estar con él, en este significativo momento.

*

TaeMin yacía en al mecedora que nunca jamás creyó volver a ver, cuando se separaron hace años, MinHo nunca se llevó más que lo necesario, la mayoría de los muebles se quedaron en el departamento en el que vivían, TaeMin guardó lo sentimentalmente valioso, y uno de esos objetos era la mecedora de la abuela de MinHo.

La abuela SooJin, nombre con el que llamaron a su hija.

En realidad no pasó por su mente la existencia de esta mecedora, la había olvidado y aunque no tenía porque, sintió un poquito de culpa por ello; en esta mecedora había arrullado a SooJin, y ahora, diez años después lo hacía con MinKi.

Una de las cosas que hizo con la mecedora fue dejarla en casa de sus padres, era muy doloroso tenerla en su apartamento y de ahí, del hogar de la familia Lee, es que desempolvó la vieja silla.

La puerta se abrió y MinHo caminó hasta llegar a TaeMin, jaló una de las sillas en el cuarto del bebé y se sentó a su lado, deleitándose con la imagen de TaeMin y su bebé dormido sobre su pecho.

—Son hermosos —acarició el rostro regordete de MinKi con sus dedos, la comparación de tamaños era asombrosa, no recordaba lo pequeñitos que eran los bebés recién nacidos.

—El bebé es hermoso, culpa a su padre por ello —sonrió, MinHo se inclinó y besó los labios del castaño, seguidamente la pequeña cabecita de su hijo.

Lo miraba y miraba, nunca podría cansase de mirarlo. Minki tenía el cabello marrón como él, y al igual que las espesas pestañas, y aunque todavía no podía afirmarlo, apostaría que sus ojos serían igual de grandes que los suyos. Lo que compartía con TaeMin era la piel clara y los ojos castaños.

—Ambos papás hicimos un buen trabajo —enarcó una ceja.

—No provoques lo que no podemos llegar a terminar —gimió con desesperación. Hace una semana que estaban en casa, la cesárea esta reciente y le dolía todavía al estirarse.

—Nadie dijo que tenías que moverte mucho, puedes dejarme el trabajo pesado a mí —le susurró.

TaeMin bufó. Como si fuera posible, no tendrían nada de sexo por lo menos en un mes, y esto no era algo lindo de soportar.

— ¿No tienes vergüenza? Nuestro hijo está en mis brazos y estás haciendo declaraciones demasiado sugerentes.

—No las entiende.

—Ten un poco de decencia.

—Lo intentaré solo porque eres tu quien me lo pide, pero no prometo nada.

La puerta de la habitación se abrió de nuevo, esta vez era SooJin corriendo hacia ellos. Su largo cabello se mecía con forme caminaba.

—Hola papi —se inclinó y beso la mejilla de MinHo, luego la de TaeMin.

—Hola Minki —besó la mejilla de su hermanito.

—Cariño, ¿Quieres sostenerlo? —los ojos de SooJin brillaron de la emoción.

— ¡Sí! —extendió las manos ansiosa.

—Espera a que tu padre esté listo —le indicó MinHo entre risas.

TaeMin se acomodó en la silla, SooJin fue delante de él, le dijo como debía tomarlo y ella obedeció, se lo pasó con mucho cuidado de no despertarlo, ella comenzó una plática sin sentido con MinKi como era su costumbre. Le habló de como esperaba que pudieran correr y jugar por todos lados, de las idas al parque de la comida y claro, del futbol y como esperaba que los tres, MinHo, MinKi y ella tuvieran un partido amistoso.

Una de las preocupaciones de ambos era la diferencia de edad entre los hermanos, pero SooJin no parecía pensar en ello en absoluto. Seguía hablando y hablando hasta que un ligero llanto se escuchó, un pañal sucio necesitaba cambiarse.

SooJin incluso se quedó a ver como TaeMin lo hacía, cinco minutos más tarde, ella salió de la habitación, los padres se quedaron mirando al bebé dormir.

TaeMin sintió un par de brazos rodearle la cintura.

—Gracias —MinHo habló en voz baja, apoyando la babilla sobre el hombro de su esposo.

El castaño ladeó la cabeza, MinHo no lo miró pero estaba sonriendo.

—No entiendo porque me agradeces —habló sincero, realmente pensaba que MinHo no le debería agradecer, era él mismo quien siempre estaba dando las gracias al cielo por darle una segunda oportunidad de recuperar a su familia.

—No hay mucho que entender, TaeMin —se incorporó, se paró a su lado, tomándole la mano, sus grandes ojos mirando directo a los castaños claros de TaeMin—. Gracias por seguir adelante, por darnos una oportunidad.

¬—Min... —fue callado con un suave beso en los labios.

MinHo lo halo consigo hasta salir del cuarto del bebé y llegar a su habitación, lo llevó hasta la ventana abierta, afuera el cielo estaba naranja, algunas nubes blancas surcando en el manto azul, el clima era fresco, pero sin duda habría frio por la noche.

—No quiero recordar malos momentos —comenzó MinnHo, TaeMin tenía la vista fijada en el paisaje de la ciudad a lo lejos—. Sé que piensas que no soy quien debería estar dando las gracias porque estés conmigo —el castaño lo miró, su expresión contenida en una ligera sorpresa. El alto sonrió—. Hay cosas de ti que sé sin preguntarte, y tú puedes hacer lo mismo conmigo.

Le tomó la mano, dándole un ligero apretón, contempló los anillos dorados de ambos.

—No me creas un santo TaeMin, si te soy sincero, si tú no hubieras insistido en ir detrás de mí probablemente yo no habría hecho nada por arreglar nuestros problemas —alzó la mirada, un semblante de tristeza en sus ojos—. Tenía miedo y estaba desconfiado, pero era más el temor, de entregarte todo y que volviéramos a separarnos. Si te hubieras rendido la primera vez que te dije que te alejaras, tal vez seguiríamos separados y Dios sabe dónde estuviera cada uno.

Se acercó a él, apoyando la frente con la de TaeMin, cerró los ojos, guardando silencio por un momento.

—Pero no lo hiciste, tu terquedad funcionó en el momento adecuado. Y siempre estaré agradecido contigo por eso, además de haberme dado una maravillosa familia.

TaeMin dejó caer un par de lágrimas por sus mejillas, el nudo que se formó en su garganta era demasiado para poder soltar cualquier palabra en ese preciso momento, sus temblorosas manos rodeando la cintura de MinHo.

Cuando sintió que podría hablar se separó solo un poco para mirar el bello rostro de su esposo.

—Esa es la declaración de amor más bonita que me has dicho.

Se echaron a reír, se besaron repetidas veces.

—Tú no eres un cobarde —dijo TaeMin.

—Tú tampoco lo eres —dijo MinHo.

—Te amo —TaeMin le acarició el rostro al decirlo—.Te amo.

—Lo sé —dijo MinHo—. Sabes que yo también te amo.

El castaño miro hacia la ventana abierta, pensando, ya no en el pasado, sino en las acciones futuras. Tal vez estaba teniendo un final feliz, como de cuento de hadas, el pensamiento en sí mismo era un poco tonto, pero francamente se sentía así.

No era tan tonto como para creer que de ahora en adelante todo sería flores y azúcar, los problemas se presentarían, cosas malas pasan en el mundo siempre, pero al diferencia del ahora y del pasado, es que no lucharía solo y con dudas, lo haría firme y con convicción.

MinHo nunca sintió tanta paz como ahora, hace mucho tiempo, mucho antes de saber que estaba enamorado de un joven TaeMin que amaba irse de fiesta, soñaba con algún día encontrar a la persona adecuada, la persona que le daría sentido a su vida.

Jamás imaginó, que esa persona estaba tan cerca de él.

Y ahora aquí la tenía.

—Creo que tengo que recompensarte por estas bellas palabras —TaeMin sonrió de lado, una mirada traviesa recorriéndole el cuerpo entero.

—TaeMin no podemos...

—No podemos hacer ciertas cosas, pero hay otras cosas que sí podemos —se mordió el labio inferior.

Colocó las manos sobre el pecho amplio de MinHo, empujándolo hasta llegar a la cama y hacerlo caer en ella.

MinHo pensó que TaeMin estaba cobrando su provocación en la habitación del bebé.

Pero TaeMin solo quería seguir demostrándole cuando lo amaba.

No, MinHo nunca imaginó que su mejor amigo se convertiría en el amor de su vida, era demasiado cliché para creerlo. Pero aquí estaba, con el mocoso que fue convirtiéndose en un buen hombre, en buen esposo y buen padre.

Si había una persona con que le daría batalla a esta agridulce vida, sería con TaeMin.

Solo TaeMin.

Los dos, en familia contra el mundo.



****Acabamos el fanfic! Muchas gracias a todos por leer!

Para más información vayan a mi página de face. 

Nos leemos en otra historia! :) 

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