Convénceme ©

By monsalve2509

382K 20.8K 1.7K

Antes llamada, ¡Contigo no! Gabriel Monserrate es un hombre reservado y frío, que está cansado de su monó... More

Epígrafe y dedicatoria
Prólogo
Capitulo uno
Capitulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Información
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
¡Nueva portada!
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta

Capítulo trece

9.3K 609 42
By monsalve2509

Camino apresurada, sin importarme si choco con alguien. No me importa nada, solo saber de Gabriel. Doblo en una esquina, y sigo derecho hasta que llego a la recepción de la clínica.

—Cálmate, pajarillo. Pareces una esposa preocupada —habla Tomás agitado, caminando detrás de mí, tratando de seguir mi ritmo enérgico.

No le presto atención.

Me freno de golpe a unos pasos de donde se encuentra la pequeña cabina para pedir información, el rubio choca conmigo y lanza una queja. Muerdo mi labio y retomo mi camino, pero esta vez mis pasos son firmes y lentos, mantengo el rostro y hombros erguidos junto con un gesto inmutable.

—Buenas tardes, ¿en que la puedo ayudar? —espeta una chica de cabello rubio trenzado y un uniforme de color azul.

—En que habitación se encuentra el señor Jhatkim Monserrate —Mi voz sale cortante y exigente.

—¿Parentesco con el paciente? —pregunta mientras observa la pantalla de su ordenador.

—Su prometida —Giro el rostro hacía donde se encuentra la persona que habló—. Es su prometida.

Trago saliva y camino unos pasos hacía él. Lo abrazo brevemente y beso su mejilla, Luciano toma mi mano y la apretá con suavidad; no había notado que estaba temblando.

—¿Cómo se encuentra? ¿Qué fue lo que le paso?

El hermano de Gabriel suelta un suspiro y se relame los labios.

—Esta estable —Asiento con lentitud dándole a entender que siga hablando—. Fue un atentado... O eso dicen... Bueno, el caso es que recibió dos impactos de bala —Hace una pausa y voltea ver a la recepcionista que nos ve entretenida. Chismosa. Le lanzo una mirada fría y la chica vuelve su atención al computador—. Le realizaron una operación para extraer una de las balas que estaba alojada en el costado derecho cerca del pulmón; gracias a dios que no perforó el pulmón porqué sino...

Me cubro la boca con las manos y apoyo la mejilla en el pecho de Luciano.

—Ya esta bien. No fue tan grave... —me consuela y acaricia mi cabello.

—¿Puedo verlo? —mascullo y trago saliva.

—Por supuesto. Hace rato que está despierto —responde.

Dejo salir el aire sintiéndome más clamada. Está bien, está estable. Le regalo un tímida y pequeña sonrisa a Alfhear y me volteo hacía mi amigo, que esta jugando con sus guantes de color verde y rayas negras, a juego con su gorro; juego de prendas que yo le regalé hace tres navidades.

—No te preocupes, voy a tomarme un café... —Da media vuelta y se va por el pasillo.

Su expresión me acuerda a los perros cuando bajan las orejas y esconden la cola entre las patas. Está celoso. A él nunca le ha gustado que yo tenga más amigos... Masculinos. Igual que mi padre. Si fuera por ellos terminaría sola como una piña.

—Llévame a ver a tu hermano... A Gabriel —titubeo. Sé que su relación no es la mejor. Luciano alza los hombros y mueve las manos restándole importancia.

—Vamos pelirroja —expresa el castaño cuando empieza a caminar.

Nos metemos en el ascensor. En las paredes tipo espejo de la caja de metal, veo mi imagen completa. Rostro pálido, mejillas, nariz y boca rojas, el cabello siendo controlado por un gorro morado y una chaqueta gruesa beige, con un mono color negro y unas botas marrones. Las manos las tengo rojas y entumecidas; debí ponerme guantes.

—Según escuché en las noticias entre mañana y el lunes comienza a nevar, también se dice que será uno de los inviernos más fríos —relata sin observar nada en concreto.

—Con este frío yo pensé que hoy comenzaría la nevada —le espeto y me froto las manos—. ¿No hay calefacción en este lugar? —pregunto disgustada. Hace el mismo frío que en la calle.

—Sí. Pero recuerda que los hospitales suelen ser ambientes fríos para evitar la proliferación de bacterias y esas cosas —Se pasa la mano por la nariz y luego por el cabello, su largo, indomable y alborotado cabello.

Y este individuo sin un gorro, ¿es que no se le congelan las neuronas? Ah, creo que no tiene.

Apenas se abren las puertas los dos nos apresuramos a salir. Sexto piso. Los pasillos están desolados, solo con un enfermero de piel aceituna que acaba de salir de una habitación y nos saluda con la cabeza antes de ingresar al ascensor. Las incómodas butacas que están pegadas a la pared y que son pobremente iluminadas por la tenue luz de unos bombillos, le dan al lugar un aspecto lúgubre, que unas plantas y cuadros coloridos tratan de alegrar.

—Esto da miedo —confieso.

Tal vez todo se ve normal, pero le tengo alergia a las clínicas y doctores. Lo sé, no es algo muy normal, pero esos lugares me causan escalofríos.

—No hay sol. El sol lo alegra todo —exclama con aire infantil.

Concuerdo con él.

El invierno deprime, trae recuerdos, sofoca y asfixia. Es la estación que más me desagrada.

Luciano me lleva arrastra por el pasillo al notar que mis pies se quedaron pegados al piso de baldosas blancas y negras. Hasta el suelo me parece siniestro. El olor a medicamentos y a desinfectante también me resulta espeluznante.

—Veo que no te gustan muchos los hospitales —se burla y me brinda una sonrisa gatuna.

—Los aborrezco —reconozco.

El pasillo se me hace terriblemente largo. No le veo un final. Ni una salida. ¡Ya quiero llegar a la habitación donde esta Gabriel! Bufo y trato de tranquilizarme.

Soy una chica relajada.

Siento una mirada clavada en mi nuca y giro un poco la cabeza; no hay absolutamente nada. La sensación de ser observada, sigue. Muevo la cabeza y camino más de prisa.

Luciano se detiene, yo me detengo y el tiempo también lo hace... Eh, mentira, el tiempo sigue transcurriendo. El de ojos esmeraldas agarra la manilla de la puerta y la abre, asoma la cabeza y luego la saca.

—Pasa —dice y abre la puerta para que yo entre.

Caballeroso como Gabriel y su padre, como su familia.

Paso sin hacer ruido.

Gabriel está acostado con los ojos cerrados. El pobre no tiene camisa, pero sí una venda cubriendo parte de su torso y también una vía intravenosa conectada en su brazo que descansa sobre su costado. Esta pálido, demasiado, lo que lo hace ver enfermo, aunque eso no lo hace menos atractivo; parece un pálido y mortecino ángel de mármol.

Gabriel es el único ser viviente que estando en estas condiciones puedes lucir atractivo; a pesar de que su palidez y su expresión de dolor lo hacen ver indefenso.

Ay, mi dios.

Hago una mueca de dolor y me acerco a él, tanto que con solo inclinarme puedo tocar con mis labios su mejilla. Mi mirada cae, sorprendida y curiosa, sobre su hombro donde se puede apreciar un tatuaje que llega hasta su pecho y desaparece debajo de las vendas. Levanto la mano y la dirijo hacia esa parte donde la tinta cubre su piel. Es una especie de reloj, entrelazado y rodeado con algunas plumas y cadenas; es un tatuaje extenso, me atrevo a decir que le cubre gran parte de su torso.

El primogénito de Rhamil Monserrate con un tatuaje, me lo cuentan y juro que no lo creo.

—Hay cosas que uno hace sin pensar cuando es adolescente... Aunque esta es una de las pocas cosas que no me arrepiento —articula con los ojos aún cerrados.

Pego un brinco y dejo caer mi mano a un lado de mi cuerpo. Gabriel abre poco a poco los ojos, como si la opaca luz le hiciera daño.

—Hola —pronuncio con suavidad.

Me siento alegre por una extraña razón de ojos grises.

—Hola —Su voz es rasposa y ronca, tose un poco y se lleva la mano que descansaba libre sobre el colchón a las costillas haciéndole compañía a la otra, mientras su rostro se frunce en una expresión de dolor.

Un nudo se forma en mi garganta y tengo que parpadear varías veces para desaparecer las ganas de llorar. Nunca lloro, suelo ser fuerte; entonces, ¿por qué ver a Gabriel sufriendo o lastimado me causa tanta opresión, dolor y angustia?

—¿Te duele mucho? — pregunto y siento como mis manos pican por no poder hacer nada.

Muerdo mi labio.

Él se toma su tiempo para responder. Ladea la cabeza y observa por la ventana que muestra un día sin color y helado. Abre la boca y la vuelve a cerrar; sus labios están resecos y yo siento ganas de solucionar eso.

—Pero ya pasará, hace media hora me inyectaron un sedante —informa y vuelve a poner su atención en mí.

Calidez.

Eso es lo que su mirada provoca en mí.

Le regalo una pobre y pequeña sonrisa. Levanto mis manos y las poso en sus mejillas, acunando su rostro con dulzura y observando sus ojos grises.

—Disculpen —interrumpe alguien a mis espaldas.

Retiro mis manos con rapidez y me giro, sintiendo mi corazón martillar en mi pecho. Apenas mi mirada se encuentra con los peculiares ojos esmeraldas de él, los dos desviamos las miradas en una combinación entre enojados y avergonzados; muy extraña la sensación si me preguntan.

—Bianca solo te venía a avisar que está nevando y los taxis pronto ya no pasaran. Y Tomás te está buscando —avisa usando un tono brusco.

No me gusta su tono altanero. No, no me gusta para nada.

Levanto una ceja indignada, aunque mi expresión cambia al momento que él me regala una mirada de disculpas.

Miro por la ventana y veo pequeños copos de nieve caer y bailar con el viento. Voy y me pego al vidrio, Luciano se posiciona a mis espaldas y se inclina sobre mí para también ver el bello espectáculo que la naturaleza nos regala.

Giro la cabeza hacía donde se encuentra Gabriel, el cual tiene las manos cerradas en puños, el ceño fruncido y unas pequeñas arrugas se hacen presente en la esquina de sus ojos. Está enojado, muy enojado.

Me separo de su hermano como un rayo y me siento a un lado de él.

El de ojos esmeraldas sale de la habitación sin decir una sola palabra, por lo que supongo que también notó el enojo de su hermano.

Gabriel toma mi mano entre las suyas, que están terriblemente frías. Miro su torso desnudo y me imagino el frío que siente. Oh. Me pego más a él intentando que su cuerpo absorba mi calor. Sus labios están agrietados y pálidos y yo siento unas ganas infinitas de remojarlos con los míos.

—Bianca. Haga el favor, aléjese de él. Luciano no es bueno para una joven tan inocente como usted —murmura con rostro serio y voz carente de cualquier emoción.

—Entonces también me tengo que alejar de ti —replico.

Facebook:
Oresmin Sivira Monsalve
El enlace se encuentra en
mi biografía.

Continue Reading

You'll Also Like

312K 21.9K 33
Las mentiras envenenaron los corazones de aquellas dos personas malditas. Lu va en su 4to año en Hogwarts. Parecía que su vida iba normal, claro, su...
111K 10.4K 25
Hyunjin es el chico más guapo y coqueto de la preparatoria, Felix es un chico estudioso y el líder del club estudiantil. ¿Podrá Hyunjin lograr que Fé...
548K 70.5K 70
*Fueron los libros los que me hacían sentir que quizá no estaba completamente sola, y tú me enseñaste que el amor solo es una debilidad.* Isis descub...
103K 7.3K 22
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...