𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔�...

By sasuade

110K 11K 970

Andraya Caro era una joven inteligente y decidida, enfocada en su carrera profesional. Su esfuerzo se vio rec... More

Preludio
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Epílogo

Parte 25

1.9K 221 28
By sasuade

Aunque solamente había dormido al lado de Zack, ese detalle le hizo sentir que ahora estaba en una relación más estable. Debía gustarle mucho a Bale como para que él le siguiera el juego sin protestar.

—Señorita Caro —le llamó el encargado de la recepción.

—¿Sucede algo? —se detuvo frente al elevador.

—La señora Marta Lamas ha llamado desde temprano para preguntar por su esposo.

Raya lo siguió de cerca.

—Continúa.

—Sonaba algo angustiada, creo que debería hablar con ella.

Andraya se acercó al teléfono y marcó el número de los Lamas que se sabía de memoria. No sonó una segunda vez cuando la voz de Marta la atendió. Escuchó concentrada todo lo que la mujer del otro lado le decía. Le prometió que si sabía algo le avisaría lo antes posible y colgó.

—Tal vez estoy abusando de tu amabilidad, pero Marta está preocupada. Dice que Roberto salió a comprar leche para el gato de una tienda que estaba a unas cuadras —le comentó a Edigar mientras le acercaba una taza café.

Lo había llamado para que fuera a verla a su oficina.

—¿A qué hora salió de su casa?

—A la una de la madrugada. Sé que es muy pronto para denuncias, es por eso que te llamé. Marta dice que Roberto jamás iría a otro lugar sin avisarle. No sabía a quién más acudir.

Edigar anotó lo que ella dijo en una libreta y se lo pensó unos segundos.

—Iré a hablar con la señora. No debe suceder nada. El señor Lamas pudo ir a dar un paseo y quedarse dormido.

—Gracias.

Una vez que Plamos se fue, Andraya se encerró en el baño para lavarse la cara. No sabía qué pensar acerca del asunto de Roberto. No estaba segura de si debía preocuparse. Esperaba que Marta hubiera exagerado y fuera una falsa alarma. También estaba el asunto de que solo le quedaban tres píldoras de sangre, había olvidado preguntarle a Edigar si sabía dónde las guardaba Alucar. No quería volver a molestarlo esa mañana. 

Todo era un desastre, ella era un desastre.

—No tengo hambre —se repitió una y otra vez.

La saliva empezó a acumularse en su boca, dándole una sensación incómoda. Respirar hondo no le ayudó en nada, casi olvidaba que no necesitaba hacerlo. Vomitó bruscamente lo que había comido esa madrugada. Sintió como si su esófago y su garganta se hubiesen lastimado por la abrupta invasión y comenzó a toser. Definitivamente ese no era su día.

Tres horas más tarde, Zack fue a verla. Ella le puso al tanto de lo que le preocupaba y él la sorprendió al mostrarse molesto porque había llamado a Edigar.

—No entiendo por qué lo llamaste a él.

—Es mi amigo policía. ¿No te agrada?

Zack negó con la cabeza.

—No me digas que estás celoso.

—Saliste con él —le recordó.

—Fue una cena —le dijo enfadada—. No puedo creer que actúes así, pensé que confiabas en mí. Si Edigar o yo hubiéramos querido algo más que amistad, ¿no te parece que lo hubiéramos intentado mucho antes?

—No estoy diciendo eso...

—Lo que pasa es que eres muy posesivo.

—No me gusta el hecho de que hubieras recurrido a él y no a mí.

Andraya frunció el entrecejo sin comprender.

—Edigar es policía, te guste o no, tiene más influencia que tu dinero. No puedes...

Se interrumpió porque una oleada de tristeza la sorprendió con un nudo en la garganta. Fue como si un manto de sentimientos malos se hubiese extendido sobre ella. Había ido en busca de apoyo con Zack y había recibido una extraña muestra de celos infundados. No necesitaba aquello. Contuvo las lágrimas hasta que cerró la puerta de su oficina. No importaba que no hubiera terminado de hablar con su jefe.

Escuchó que su celular empezaba a sonar y lo buscó por todos lados. Al concentrarse se dio cuenta de que lo había dejado en la oficina de Zack. Él había atendido la llamada y estaba escuchando lo que le decía la persona del otro lado. Bale colgó y le devolvió el celular.

—Era Edigar.

—¿Encontraron a Roberto?

Zack asintió.

—¿Dónde?

—Será mejor que te sientes para escuchar la respuesta.

—No —se apresuró—. Estoy bien, ¿qué pasó? ¡Dime! —le exigió.

—Encontraron a Roberto en un contenedor de basura. Está muerto.

Él la abrazó mientras su cerebro procesaba la información. Debía tratarse de una broma, una broma de muy mal gusto. Entre lágrimas, le pidió que le dijera que no era cierto. Incluso lo golpeó en el pecho para que le dijera lo que quería oír. Pero Zack no era cruel para jugar con ella.

—¿Marta lo sabe? —preguntó aferrándose a su novio.

—Fue la primera en enterarse.

Marta debía estar destrozada. Le habían arrebatado a su compañero de toda la vida.

—Elegí un pésimo día para traer una falda roja—intentó que sonara a broma pero falló.

Zack la apartó para mirarla a los ojos.

—Debemos informar a los empleados. Edigar me dijo que no existe causa aparente del deceso y que lo llevarán primero a la morgue. En verdad lamento esto, pero debo dejarte sola unos minutos.

—De acuerdo —susurró sentándose en una de las sillas de la oficina.

Se sentía bloqueada. Sabía lo que había pasado pero no quería pensar en eso porque la lastimaba, aunque tampoco podía pensar en otra cosa. Su cabeza era un verdadero caos. La muerte le hacía pensar en su inmortalidad. ¿Sería tan fuerte como para soportar la muerte de cada una de las personas que la rodeaban? Era consciente de que a lo largo de la vida se vivían muchas pérdidas, pero la suya estaría llena de ellas. ¿Roberto había sufrido antes de partir? ¿Había sabido que su hora había llegado? Se negaba a creer que ese hombre tan bueno, servicial y alegre ya no la saludaría ni charlaría con ella.

Andraya se cambió la falda roja por un pantalón negro que tenía guardado en su oficina para casos de emergencia. Zack regresó con ella lo más rápido que pudo.

—¿Quieres que haga algo por ti?

—Quiero ir a ver a Marta —lo miró con ojos suplicantes.

—Estás temblando. Necesitas tranquilizarte.

—Es fácil decirlo —susurró de manera automática.

—Estoy contigo —la volvió a abrazar.

—Lo sé.

—Te llevaré más tarde, en este momento debe estar destrozada y ver cómo estás no creo que la ayude. Necesitas ser fuerte, reconfortarla. Ella necesita alguien que la comprenda y que demuestre que hay algo más que el dolor.

Andraya pasó la noche en el velorio de Roberto, acompañando a los familiares en ese doloroso momento. Se encargó de todos los gastos del velorio y del entierro haciendo un hueco en su cuenta bancaria. Zack se retiró a altas horas de la noche, regresando a la mañana para apoyarla a la hora del entierro.

Tenía que regresar al hotel para arreglar los documentos relacionados con Roberto. Zack se había adelantado porque tenía que resolver un asunto de una de sus empresas que estaba en el extranjero. Se sorprendió al encontrar a Edigar, esperándola cerca de su auto.

—Necesito que hablemos —le dijo muy serio.

—Tengo que ir al hotel, acompáñame.

El oficial la siguió en su auto. Se reunieron en la oficina de la castaña.

—Luna ha desaparecido demasiado tiempo, así que no tengo más remedio que hablar contigo.

—¿Qué sucede?

—La muerte de Roberto no se debió a un ataque cardíaco como figura en el informe de su caso.

Eso tenía más sentido que pensar que alguna persona lo había encontrado sin signos de vida, para después meterlo al bote de basura y, así no tener ningún problema.

—¿Cómo?

—¿Recuerdas que te hablé de un renegado? Pues él pasó a esta zona y lo hizo.

Andraya se levantó enfadada y empezó a recorrer de un lado a otro la oficina.

—¿Estás seguro? —llevó sus manos a la cabeza—. Lo siento—se disculpó apresuradamente por dudar.

—Noctua está intentando rastrearlo.

Le pareció irónico que un asesino de mortales fuera detrás de otro.

—¿Cómo pudo pasarlo por alto? ¿No se supone que él se encargaba de que eso no sucediera? ¿Sabes por qué me alejé? —preguntó dolida—. Porque lo encontré alimentándose de una inocente. ¿Cómo puedo estar segura de que Noctua no asesinó a Roberto?

Edigar se acercó a la mujer, intentando tranquilizarla. Le explicó que él no tenía mucho conocimiento acerca de las reglas de los inmortales, pero que los noctividus tenían más libertades que los demás inmortales; y que si Roberto hubiera sido una víctima de Noctua, no lo habrían encontrado jamás.

—Quiero ayudar —sorprendió al policía—, quiero que el asesino tenga lo que merece.

—No puedes hacerlo, no hasta que seas independiente.

—Entonces quiero serlo.

—Tienes que pensarlo mejor ya que solo tendrás una oportunidad —le explicó algo preocupado.

—Estoy decidida. ¿Puedes decírselo a Alucar?

Edigar se tomó del puente de la nariz. No estaba de acuerdo con ella y no sabía si eso le acarrearía otro problema.

—Te daré hasta esta noche para que lo decidas. Cabe la posibilidad de que cuando regreses, Noctua ya haya atrapado al culpable. No querrás arriesgarte en vano.

—Lo pensaré.

—Mamá, necesito que me ayudes en algo —pidió Andraya a través del teléfono.

—Claro, cariño, ¿qué sucede?

La castaña dudó antes de seguir.

—¿Serías capaz de cubrirme en algo? Necesito hacer un viaje, pero no puedo dejar que sepan a dónde voy.

—¿Me dirás la verdad a mí? —preguntó preocupada.

—Necesito despejar mi mente. Roberto Lamas está muerto —escuchó que su madre emitía un sonido de sorpresa—. Eso me recordó que estuve mucho tiempo en coma, muy cerca de la muerte.

Se sentía terrible por mentirle a su madre, pero no le quedaba otra. No le podía confesar que iba a viajar para intentar que su lado inmortal fuera aceptado y así poder ser independiente. Necesitaba que Alucar dejara de responder por ella.

—¿Quieres que vaya contigo?

—Esto tengo que hacerlo sola, mamá.

—Te entiendo. Por supuesto que voy a cubrirte.

—Te lo agradezco mucho, te amo.

—Yo también te amo, hija. ¿Cuándo viajarás?

—Te llamaré de nuevo para decírtelo.

Colgó su celular y se concentró en los libros que tenía enfrente. Aparte de las reglas, había diarios de algunos de los primeros inmortales. Muchos de ellos plasmaron todo el odio que sentían por los mortales sin guardarse un solo pensamiento. Así que Noctua tenía razón, lo que más le importaba a los inmortales era la lealtad.

Se quedó dormida sin darse cuenta. Edigar la despertó cuando llegó a la casa, se veía realmente exhausto, tenía oscuras ojeras alrededor de los ojos.

—No quiero que suene mal, pero te ves terrible, Edigar. ¿Por qué no duermes un poco?

—No tengo tiempo.

—Claro que lo tienes, no te escucharé a menos que duermas unas horas —apuntó al sofá que estaba cerca.

—De acuerdo.

Se entretuvo leyendo más testimonios de inmortales. Estaba más decidida que nunca que ya era hora de ver por sí misma. Se sentía apta para responsabilizarse por sus actos.

—Y bien, ¿cuál es tu decisión? —preguntó Edigar algo adormilado.

—Voy a arriesgarme. Haré la prueba.

—Temía que dijeras eso. Alucar me advirtió que tarde o temprano esto sucedería. Yo esperaba que fuera más tarde que temprano. 

------
Hola ¿cómo están?  Ya me siento un poco mejor, espero que disfruten el capítulo ☺😄😊

Continue Reading

You'll Also Like

30.1K 2.6K 29
Alma es una chica de 19 encerrada en sí misma. Llega a una pequeña ciudad costera para empezar en la escuela superior de arte, aunque a cambio tendrá...
69.3K 6.2K 18
Nunca había imaginado que luego de 10 largos años, aun recordara a la perfección cada uno de sus rasgos cincelados: sus ojos negros y puros, labios c...
76.2K 780 4
Ella, joven y soñadora. Pasa sus días entre el polvo y las viejas novelas de la librería donde trabaja. Ella cada mañana suspira con el ronroneo de u...
3.6K 426 12
-No sabes cuánto tiempo llevo esperándote. -Dijo con lágrimas brotando de sus ojos. -No llores, ya estoy aquí y te voy a rescatar. -Dije mostrándole...