Parte 28

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No estaba segura de que su plan para descubrir si Noctua patrullaba aquella zona esa noche funcionaría, pero no perdía nada con intentar. Después de que Zack la dejó en su departamento, se cambió de ropa y salió a caminar. Algo en su interior le decía que Noctua no se quedaría sin hacer nada si tuviera la opción de salvar a alguien de una situación de violencia.

A propósito, ella llevaba una cadena de oro y una pulsera con un diamante en el centro para tentar a cualquier delincuente.

Caminó por una zona marginal, sabiendo que cuando puso un pie allí ya había sido marcada por un grupo de maleantes. Ellos seguro se encontraban discutiendo quién sería el elegido para abordarla. La castaña preferiría que fueran dos personas como máximo, así podría acabar con ellos en segundos.

Como si pudiera elegir a mis atacantes, se regañó mentalmente. 

La larga vereda de una fábrica se veía aun más desierta que los valdíos aledaños. La iluminación no era muy buena, una triste columna del alumbrado público funcionaba. Andraya había oído que algunos delincuentes solían romper los focos de los alumbrados para tener mayor facilidad en los atracos. A esa hora de la noche casi nadie estaba afuera de su casa. Ocasionalmente, pasaba un auto y le tocaba la bocina. Eso la molestaba.

Se preparó mentalmente cuando escuchó que una motocicleta se acercaba y sonrió disimuladamente cuando le cerraron el paso. Dos hombres con cascos se bajaron de la motocicleta y la acorralaron.

—¿Qué haces tan solita a éstas horas? —habló el conductor del triciclo.

—No les interesa —fue retrocediendo lentamente, simulando estar aterrada.

El hombre que estaba manejando la motocicleta se adelantó y le pidió que le entregara todas sus cosas de valor. Sabiendo, de antemano, que si alguien se daba cuenta de que estaba siendo asaltaba, esa persona no se arriesgaría a ayudarla. El segundo hombre la apuntó con un arma de fuego al ver que no se movía.

—Apresúrate —le gritó el que sostenía el arma.

Andraya miró a los lados, no había señales de Noctua y los ojos rojos de su atacante le dieron muy mala espina. ¿Tenía tanta mala suerte para haberse puesto en el camino de delincuentes drogadictos?

—No dispares —comenzó a llenar la bolsa negra que le había arrojado el primer hombre.

Inesperadamente, Andraya sintió la presencia de Noctua.

Él estaba al tanto de lo que sucedía y le iba a dar una sola oportunidad para que la ayudara. Se opuso a que se llevaran la bolsa con sus pertenencias y a cambio la abofetearon, con lo que dedujo sería la fuerza suficiente para tumbar a una mortal.

Todo sucedió rápido después de eso, Noctua derribó a los motociclistas sin ningún esfuerzo. Andraya estaba muy emocionada porque había tenido razón. Noctua no odiaba del todo a los mortales. Un foquito de alerta se encendió en su cerebro. ¿Y si él acostumbraba asesinar a las personas que salvaba?

Oh no...

Si ese era el caso, se había metido en un gran problema. Fingió que estaba desmayada. Quizá de esa forma el inmortal no tendría motivo para convertirla en su presa.

Él la tomó en sus brazos y se alejó del lugar. A lo lejos se escuchaba la sirena de una patrulla de policía. Se concentró en su respiración, imaginaba que debía ser pausada y constante. No estaba muy preocupada por eso, Noctua era inmortal y no podría saber si estaba fingiendo.

El inmortal la dejó a unas cuadras de su departamento, en una banca de una parada de autobús.

Cuando estuvo segura de que Noctua ya no estaba cerca, se levantó y regresó a su departamento. Debía cambiarse para salir de nuevo esa noche. Edigar le había comentado que Alucar aún no había regresado, entonces hablar con Noctua era lo único que le quedaba. Se alistó en cinco minutos y regresó a la zona donde había sido atacada. Encontró al inmortal en un lugar muy alejado de la fábrica.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora