Parte 36

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—Cuando no hay un juego los habitantes mayores duermen temprano y los jóvenes se divierten en el bar o en el cine —explicó Hubiera después de guardar el azaba.

—Debe ser aburrido ser el noctividus de esta zona.

Estaban arriba de la torre de agua, al lado del gran tanque azul. Luna estaba recostada por el barandal, escuchando los sonidos provenientes del otro lado de la entrada del pueblo. No podía creer que esa noche hubiera vuelto a practicar "el ojo". El inmortal había tenido razón al decir que la segunda vez era mejor. Esa vez se había sentido más liberada y hasta había podido quedar en posición horizontal todo el tiempo.

—No lo es y menos en la época de tornados.

—¿Los ayudas cuando los tornados están cerca? —indagó con curiosidad.

—No es mi obligación, pero lo hago con los que son amables.

Eso hablaba bien de él, por lo menos sentía compasión por algunos mortales.

—¿Hace cuánto que patrullas esta zona?

—No mucho. Suelo agarrar trabajos cada vez que hay una rotación, me gusta buscar cosas divertidas.

—Ya es hora que me cuentes la historia que mencionaste ayer.

Hubiera la observó unos minutos antes de recordar a qué historia se refería. Si Luna no sabía la historia era porque estaba recién convertida y todavía debía estar soltera.

—Las placas tectónicas de nuestro planeta están en constante movimiento y los inmortales podemos sentir los pequeños temblores sin la necesidad de que un contador mortal marque alguna cifra. En el siglo quince una pareja de inmortales consumó su relación provocando pequeños temblores —gesticuló con las manos—, ya sabes a lo que me refiero. Desde ese entonces se utiliza la frase "fisurar la tierra" para referirse a las relaciones sexuales entre inmortales. Algunos dicen que la intensidad de la pasión en una pareja se mide en el primer encuentro. Tal vez quieras intentarlo...

—No tengo pareja —rió levemente.

Hubiera se apuntó a sí mismo y después se encogió de hombros.

—Sabes que haríamos una pareja estupenda.

—Puede ser, pero no quiero intentarlo. Aún me estoy reponiendo de mi relación pasada.

A lo lejos los primeros rayos del sol le indicaron que había pasado mucho tiempo hablando con el inmortal. Se despidió quedando como amigos y se apresuró a llegar a la casa de los Brett. Tenía que preparar su maleta y cambiarse de ropa.

Se despidieron de los dueños de la casa y del ama de llaves antes de salir hacia el aeropuerto. En todo el camino de regreso, Andraya no se despegó de su agenda electrónica. Necesitaba planear lo que haría al llegar.

Como primer punto estaba olvidar a Zack. El segundo era buscar un empleo en algo que le gustara. El tercero era olvidar a Zack. Cuarto: buscar un departamento, y el quinto, pero no menos importante, olvidar a Zack.

—Me alegra que hayas regresado —le dijo Ximena en cuando entró a la casa—. ¿Cómo ha salido todo?

—Muy bien, gracias. Deposité la mitad del dinero en tu cuenta. Ahora ya puedes hacer las remodelaciones que querías en la tienda.

La mirada de Andraya le indicó a su madre que no quería discutir más del tema. Ya habían tenido una pequeña discusión cuando la castaña le había comentado las intenciones que tenía con el dinero que iba a recibir por la venta de las acciones.

—Te lo agradezco. Hay galletas en el comedor.

—Tal vez más tarde. Tengo algunas cosas que hacer.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora