Epílogo

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Luna se encontraba tanto física como emocionalmente agotada. Si hubiera sido mortal estaba casi segura de que no sobreviviría.

Tiró los papeles que tenía en sus manos encima de su escritorio y suspiró. No tenía que mostrar su cansancio o Zack le impediría seguir trabajando. Y de verdad necesitaba volver al mundo real y no quedarse encerrada en la casa.

Caminó hasta la mesita alta que se encontraba a un costado de la puerta. Allí había un arreglo muy delicado y costoso de rojos rojas. Tomó una en sus manos y acarició los pétalos. Eran muy suaves, tanto que le tentó acariciar su rostro con ellos. El arreglo estaba acompañado por una tarjeta.

—Cada pétalo simboliza la cantidad de veces que cruzaste por mi mente. Te amo —leyó y sonrió. La impecable letra de Zack era inconfundible. Todavía no se había cansado de enviarle flores y otros detalles. Debía ser la mujer más afortunada del mundo.

Estaba contenta por haberse mudado a una ciudad de Aragón. El turismo estaba floreciendo y eso ayudaba a la cadena de hoteles que ahora le pertenecía junto a su marido. Adoraba poder usar su identidad normal y que nadie pudiera sospechar nada. Le gustaba salir a pasear tranquilamente y no pensar en problemas. Pero ya casi no tenía tiempo para sí misma.

No se quejaba, por supuesto que no, pero en los últimos días se había sentido un poco rara debido al embarazo.

—Por Dios... otro hijo de Zack —acarició su vientre.

Hace tres días que sabía que iba a ser madre de nuevo y estaba feliz. Cansada, pero muy feliz con la noticia. Se suponía que no podrían tener hijos porque ella no era una inmortal convertida, aun así, la vida le había dado la oportunidad de ser madre. Zack aún no lo sabía. Una noticia así no podía dársela por teléfono. Tenía que ver su expresión al saber que tendría otro hijo.

—Valdrá la pena esperar.

Zack había viajado al extranjero por negocios y había decidido esperar unos días en Londres para regresar junto con Declan, quien estaba en la Universidad. Su hijo acostumbraba pasar los tres meses de vacaciones con ellos y eso le encantaba porque le demostraba que el lazo que tenían como familia era muy fuerte.

Extrañaba mucho a su hijo. No lo había visto en muchos meses. Ya quería abrazarlo. Él se parecía mucho a Zack, así que estaba completamente segura de que era el chico más perseguido por las mujeres. Por eso Zack se había encargado de fortalecer sus valores y de enseñarle como ser cortés con todos. No querían tener un hijo egocéntrico y presumido.

—Y pensar que Zack era peor —sonrió.

Zack había tenido un plan muy ingenioso para no dejar pasar la celebración de su cumpleaños con su nueva esposa. Para él ya no significaba nada cumplir un año más de vida, eso ocurría casi sin ninguna consecuencia para su cuerpo. Pero a Andraya le importaba mucho, porque significaba el tiempo que pasaría al lado del hombre que amaba.

La compañía se estaba expandiendo y las alianzas debían sellarse lo antes posible para que los beneficios fueran inmensos. Zack había estado trabajando muy duro para lograr que un grupo de inversionistas confiaran en su proyecto. El mismo era factible pero requería un riesgo que no muchos estarían dispuestos a correr.

—Estamos muy contentos de que no tuviera inconvenientes para presentarse el día de hoy —comentó un hombre pelirrojo con abundante barba antes de llevar un vaso de whisky a su boca.

—Teniendo en cuenta la fecha y de lo controladoras que pueden llegar a ser las mujeres —continuó otro hombre de cabello gris que apenas entraba en el asiento del avión.

Zack Bale asintió mientras se fijaba en la carpeta que tenía en sus manos. Debía verificar que todo estuviera bien para firmar la primera parte de la alianza. Estaban a bordo de un avión jumbo. El pelirrojo era dueño de la compañía aérea más importante del siglo y había ordenado un avión para que los trasladara. En ese vuelo solo había asientos de primera clase, incluyendo habitaciones y baños de lujos para los pasajeros. Era como una fiesta de millonarios en el aire.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora