Preludio

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Los pasos de la mujer resonaron en la penumbra de un callejón. Lograba percibir el sonido que producía una gotera de alguna de las tantas tuberías pegadas a las murallas del angosto lugar. La luz de la luna se colaba por los espacios entre los edificios, combatiendo poderosa el avance de lo oscuro. Estaba demasiado desorientada para evitar que su pie derecho entrara en un charco con agua. Masculló por lo bajo con mucha frustración.

Luego continuó unos metros hasta que decidió que debía sacarse los zapatos por la incomodidad del agua en uno de sus pies. Suspiró abiertamente y trató de tranquilizarse. No se suponía que debía ser tan torpe. Había pensado que por el simple hecho de ser lo que era no debía cometer errores tan tontos ¿No se suponía que debía ser perfecta en todos los sentidos?

Ya no era una mujer normal. Todo había cambiado de la noche a la mañana. Ahora debía cargar con un secreto de dimensiones asombrosas hasta el día en que le llegara su hora.

Pisó otro charco, pero éste no contenía agua sino una mezcla aceitosa que reflejó su imagen distorsionada. Aún no se reconocía. Estaba encerrada en el cuerpo de una extraña. Su cabello era de un rojo intenso y sus ojos eran de un extraño verde oscuro.

La vibración de unos pasos la distrajo como si de tambores se tratase. Volteó rápidamente. No tenía miedo, nadie podía lastimarla lo suficiente para hacerle daño. Eso le habían mostrado esa noche.

Unos ojos de color púrpura centellearon en la oscuridad. Un segundo después se encontró acorralada contra la pared por una fuerza sobrenatural. Su cuerpo no le respondió, solamente pudo cerrar los ojos. El aliento del desconocido chocaba incesantemente contra el suyo. Su cercanía la agobiaba.

Él no podía creer que la había encontrado precisamente esa noche

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Él no podía creer que la había encontrado precisamente esa noche. Su aroma lo embriagaba. Todo su ser anhelaba beber la sangre de la mujer que tenía en sus manos. Estaba completamente seguro que su sangre saciaría su infinita sed. No para siempre, pero en su caso conseguir una pequeña satisfacción ya era un gran logro.

Observó su rostro con cuidado. Jamás la había visto por la ciudad. Sus labios rojos estaban entreabiertos y sus ojos cerrados con el entrecejo fruncido. Había pasado demasiado tiempo enfrentándose a la raza humana y sabía diferenciar el amargo reflejo del miedo. Ella no le temía.

Bajó su cabeza hasta que su nariz quedó pegada al pálido cuello de la pelirroja. Su piel no estaba cálida como la de los demás humanos. Una sola mordida era necesaria para terminar con su sufrimiento.

Que acabaran con su vida podría ser lo mejor para todos, pero ya sabía que eso no sucedería

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Que acabaran con su vida podría ser lo mejor para todos, pero ya sabía que eso no sucedería. Ella no había tenido la suerte de conocer hasta qué punto se había convertido en un monstruo. Ni siquiera conocía sus puntos débiles. Recordaba cómo había iniciado su peculiar travesía por aquel mundo desconocido y sobrenatural. Extrañamente había sucedido en una situación similar; el día que simplemente murió.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora