Parte 25

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Aunque solamente había dormido al lado de Zack, ese detalle le hizo sentir que ahora estaba en una relación más estable. Debía gustarle mucho a Bale como para que él le siguiera el juego sin protestar.

—Señorita Caro —le llamó el encargado de la recepción.

—¿Sucede algo? —se detuvo frente al elevador.

—La señora Marta Lamas ha llamado desde temprano para preguntar por su esposo.

Raya lo siguió de cerca.

—Continúa.

—Sonaba algo angustiada, creo que debería hablar con ella.

Andraya se acercó al teléfono y marcó el número de los Lamas que se sabía de memoria. No sonó una segunda vez cuando la voz de Marta la atendió. Escuchó concentrada todo lo que la mujer del otro lado le decía. Le prometió que si sabía algo le avisaría lo antes posible y colgó.

—Tal vez estoy abusando de tu amabilidad, pero Marta está preocupada

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—Tal vez estoy abusando de tu amabilidad, pero Marta está preocupada. Dice que Roberto salió a comprar leche para el gato de una tienda que estaba a unas cuadras —le comentó a Edigar mientras le acercaba una taza café.

Lo había llamado para que fuera a verla a su oficina.

—¿A qué hora salió de su casa?

—A la una de la madrugada. Sé que es muy pronto para denuncias, es por eso que te llamé. Marta dice que Roberto jamás iría a otro lugar sin avisarle. No sabía a quién más acudir.

Edigar anotó lo que ella dijo en una libreta y se lo pensó unos segundos.

—Iré a hablar con la señora. No debe suceder nada. El señor Lamas pudo ir a dar un paseo y quedarse dormido.

—Gracias.

Una vez que Plamos se fue, Andraya se encerró en el baño para lavarse la cara. No sabía qué pensar acerca del asunto de Roberto. No estaba segura de si debía preocuparse. Esperaba que Marta hubiera exagerado y fuera una falsa alarma. También estaba el asunto de que solo le quedaban tres píldoras de sangre, había olvidado preguntarle a Edigar si sabía dónde las guardaba Alucar. No quería volver a molestarlo esa mañana. 

Todo era un desastre, ella era un desastre.

—No tengo hambre —se repitió una y otra vez.

La saliva empezó a acumularse en su boca, dándole una sensación incómoda. Respirar hondo no le ayudó en nada, casi olvidaba que no necesitaba hacerlo. Vomitó bruscamente lo que había comido esa madrugada. Sintió como si su esófago y su garganta se hubiesen lastimado por la abrupta invasión y comenzó a toser. Definitivamente ese no era su día.

Tres horas más tarde, Zack fue a verla. Ella le puso al tanto de lo que le preocupaba y él la sorprendió al mostrarse molesto porque había llamado a Edigar.

𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔𝕙𝕖 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora