Diosa de La Luna

De KalexAF

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En Londres, criaturas de apariencia humana, pero con poderes extraordinarios cohabitan con los mortales mante... Mais

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Príncipe de Las Tinieblas
PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS 1
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De KalexAF

Me pongo en cuclillas y paso una mano enguantada para retirar la capa de nieve que oculta a medias el grabado en la piedra de color negro, escudriño las letras intentando descifrar lo que dice, reconozco el idioma, mas no sé la traducción. He aprendido griego por ser la lengua natal de mi madre, sé algo de ruso y latín, además del inglés por nacer y criarme en Londres.

—Justo tenía que ser la lengua a la que menos presto atención en la escuela. ¿Podrías...? —invito a Arath.

Sous le clair de lune, versez votre sang pur. Brise mes chaînes et libère mon âme. —lee perfectamente con un fluido francés. Traza el texto con la yema de sus dedos hasta detenerse en una corona de espinas y flores azules que rodea la lápida, cerrándose alrededor de una daga plateada que no había notado hasta ahora. La nieve y las mismas flores, que deben ser únicas en su clase, camuflan la tumba.

El vampiro emplea todas sus fuerzas para despegar el puntiagudo objeto del suelo, pero este no cede.

—¿Qué dice el epitafio?

—¿Eres virgen? —Contrarresta mi pregunta, mi rostro adopta todos los tonos de rojo conocidos. Mis cejas casi se rozan al fruncir el ceño, miles de respuestas inteligentes cruzan por mi cerebro, pero termino exclamando, alterada, algo que puede dejarme en evidencia.

—¡¿A ti qué te importa?! —Retrocedo un paso, necesitando espacio, mi piel se siente increíblemente caliente de pronto.

—Responde —insiste con ese tonito dominante, el que instó a mi hermana y mejor amiga a obedecerlo.

—Bueno, ¡sí! Pero, ¿eso qué tiene que ver? —curioseo apenada.

—Bajo la luz de la luna. Derrama tu sangre pura. Rompe mis cadenas y libera mi alma —traduce para mí; ya veo, entre nosotros, las criaturas mágicas, los de sangre pura son aquellos que no han sido profanados por el pecado, también los que son hijos de padres de la misma especie—. Supongo que debes hacerlo con la daga —dice tirando de ella, en vano. Se ve frustrado, dudo que sea algo que suceda a menudo. Me apiadaría de él, pero se lo merece por preguntar por mi virtud y así tan descaradamente, en lugar de explicarme la situación.

Pensar en las especies de sangre pura, me hace imaginarlo en forma de lobo, hubiese sido uno grande y con pelaje blanco, sus ojos serían lo más llamativo. Pero le ha tocado ser vampiro

No es posible adivinar qué gen dominará, hasta que el embarazo está avanzado y la madre experimenta ciertos rasgos que tendrán sus hijos. En el caso de ser madre de un vampiro y no serlo ella misma, querrá consumir sangre. Si es de un lobo, tienen por costumbre dormir al aire libre en noches de luna llena. Cuando llevas a una bruja, serás capaz de sentir la energía que te rodea.

Los hijos no heredan el gen más fuerte sino el que los Dioses entienden que usarán para bien.

—Deja que lo intente —propongo, pensando que es suficiente de ponerlo a prueba. Empuño el mango de la daga de plata, el cual parece bañado en oro. Tiro hacia arriba y sale sin inconvenientes, desprendiéndose de la corona, la cual se eleva y se esfuma, emitiendo una pequeña onda que limpia cualquier rastro de flores y nieve. Jadeo al ver que todo el suelo bajo nosotros es un bloque de hielo enorme, y debajo, congelado y atado con cadenas, se halla un cuerpo carbonizado a medias—. ¡Dioses!, pobre alma —murmuro apenada.

—¿Pobre? —chista Arath—. Debió hacer algo muy malo si la han dejado de este modo —comenta Arath. Sacudo la cabeza, sabiendo que, a diferencia de mí, no puede sentir ese grito silencioso de auxilio que emite el cuerpo de quien seguramente fue una bruja.

Observo la daga y tomo nota de cada detalle, la frase en griego, que se extiende a lo largo de la punta afilada, llama mi atención.

Fangári Theá.

Diosa de la luna.

¿Quién fue esta mujer y qué habrá hecho?

Lo que sea que haya sido, me será imposible adivinarlo y ahora no dispongo de tiempo, debo apurarme, Kyanna y Solangel esperan por mí.

Hago un corte en la palma de mi mano izquierda, las gotas carmesíes caen al pie de la tumba. La sangre se agrupa en un solo punto y luego se esparce formando dos palabras.

—¿Mersi, Dése? —leo en voz alta.

Merci, Déesse —corrige Arath—. Gracias, Diosa —agrega la traducción. Su voz ha bajado una octava, cuando lo miro me doy cuenta de que sus ojos están clavados en la herida que me hice antes, un brillo rojizo se apodera de ellos y al notar que lo observo, se aclara la garganta y desvía la mirada.

Estoy a punto de decir algo al respecto, recordando lo que dijo sobre mí rogando por alimentarlo mientras bailábamos en el cumpleaños de Braden, cuando escucho el ruido de algo cuartearse, la tumba frente a mí se desmorona y el cuerpo diáfano de la mujer emerge a la superficie.

Es hermosa, con el pelo rubio y ojos azules como el cielo, me sonríe y hace una leve reverencia. Tiende su mano traslúcida y, como en un trance, le doy la mía, se mueve hacia adelante, pasando a través de mí en un segundo, dejando una huella en mi interior y desapareciendo.

Percibo mis ojos vidriosos, ha dejado conmigo una parte suya y hay tanto dolor, que me alegro de haberla liberado.

En el aire aparece un trozo de papel, que va cayendo lentamente, lo espero y sostengo con mi mano sana. Temblorosa, todavía con las emociones a flor de piel, leo:

Saber. Una batalla entre lo que conoces y lo que sientes.

En mi mochila, de un bolsillo oculto, extraigo el pedazo de papel que tenía el dibujo del Monte Everest y lo coloco al lado del nuevo; al instante, ambos trozos se adhieren y forman uno solo.

Voy a mostrárselo a Arath, que desde hace unos minutos está dándome la espalda, doy unos pasos en su dirección y las piernas me fallan, comienzo el descenso al suelo. Un quejido bajo se libera, alertando al vampiro, que se gira y antes de que mi cuerpo toque el hielo, me toma en sus brazos.

—¿Estás bien?

—Perdí el equilibrio. —Punzadas de dolor me hacen llevar una mano a mi sien, como si así pudiera mitigar el daño—. Siento muchas cosas en este momento, todo lo que Arianna vivió está pasando por mi mente en un flash, es demasiado...

—¿Arianna? —Un mareo repentino me dificulta la vista.

—La mujer de la tumba. —Le enseño el pergamino, poco a poco voy recuperándome.

—Así que para esto vinimos —dice con el ceño fruncido, lo imito.

—¿Cómo? Pensé que mi hermano te había dicho.

—No, solo me comentó que vendrían; me pareció que podría tomar un descanso de mis obligaciones y decidí venir. Cuando no consiguió aligerar su agenda, me pidió que les echara un ojo.

—Oh, ya veo.

—¿De qué se trata todo esto? —Inclinándome hacia él, buscando su calor como si se tratara de algo natural, le resumo los acontecimientos y él asiente comprensivo—. Estoy seguro de que detrás de los desafíos hay algo especial, sabrás por qué no eres como las demás.

—¿Vendrás conmigo cuando descubra a dónde debemos ir la próxima vez? —pregunto esperanzada.

—Si tú quieres —susurra, agarrando la mano que tengo herida y acercándola a su nariz, aspira el aroma cobrizo sin dejar de verme a los ojos—. La sangre de las hechiceras es afrodisíaca para nosotros, ¿sabías? —Niego, aparentemente hipnotizada—. Esa y la de las hadas son las más potentes, poseen tanta energía que si nos encontramos moribundos podrían salvarnos con la cantidad justa.

—¿No saben todas iguales? Quiero decir, es solo sangre al fin y al cabo.

—Cada especie tiene un sabor particular. —Quiero preguntar a qué sabe la mía, pero sería demasiado atrevido—. Cerremos esto. —No importa, él deja de mirarme mientras lleva sus labios a mi herida, llevando a cabo, sin saberlo, uno de mis mayores temores. Me atraviesa un estremecimiento con el mínimo roce, su lengua recorre el corte de punta a punta, curándolo. El rojo en sus ojos se acentúa, deposita un beso en mi palma antes de alejarse, lame sus labios y sonríe, emitiendo un jadeo—. Puedo sentirla correr, a pesar de la poca cantidad, intenta mezclarse con la mía —añade asombrado, sus ojos se abren ampliamente—. Mi cuerpo no la acepta como alimento, sino como parte de sí mismo —agrega, aún pasmado con el descubrimiento—. Como... compañera.

Luce asustado, mi corazón se acelera comprendiendo el significado de sus palabras. Ninguno dice nada, la revelación siendo más de lo que podemos sobrellevar por el momento.

Me ayuda a estar sobre mis pies, no emite ningún sonido cuando agrupa nuestros bolsos y une su mano a la mía, la que tenía el corte. Me guía sendero abajo hasta dar con Kyanna y mi hermana, quien ya está de regreso a su estado natural. Ambas están sanas y salvas, es un alivio.

En el camino de vuelta a la cabaña, acribillo a Solangel con preguntas, presto atención a la vez que los recuerdos de Arianna se cuelan mi cerebro.

—No sé qué sucedió —repite por segunda vez—. Un momento estaba detrás ustedes y al siguiente no. Además, ya pasó. Estoy bien y terminamos aquí.

Un último flash me sacude. A través de otros ojos, como si de una película se tratara, veo a Solangel levantar su mano, de sus dedos brotan chispas amarillas, la energía tomando forma física fuera de su cuerpo, justo después de que Kya y yo nos dimos vuelta para seguir caminando. Sus labios se mueven rápido haciendo un conjuro, con la vista clavada en nuestras espaldas. Escucho, como si lo hubiera pronunciado yo, un hechizo para contrarrestar el de mi hermana, y no solo eso, este retorna al atacante de manera violenta.

Ahí fue cuando escuchamos el grito y mi hermana desapareció.

Me enfurezco tanto y aun así me mantengo en silencio, sin compartir lo que acabo de descubrir. Ha llegado muy lejos y esta será la última vez, me prometo a mí misma.

El viaje a Londres, es distinto, la teletransportación no me cuesta como la última vez. Es cuando me doy cuenta de que algo en mí ha cambiado.

Me siento fuerte, más capaz.

Y sonrío porque, definitivamente, he tomado ladecisión correcta al emprender este viaje.

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