—Como nos descubran, estaremos castigadas hasta la siguiente década —masculla Kya mientras empujamos la pesada puerta.
Tiene razón, si alguien se da cuenta de que estamos aquí abajo, estaremos en problemas. Debes tener autorización para acceder a los libros antiguos y artilugios mágicos que se guardan en este sitio.
¿Mencioné que no soy buena siguiendo las reglas?
El sótano de mi hogar, al igual que en la mayoría de las casas de familias que son miembros del Congreso, es utilizado para esconder todo lo que es importante, para llevar a cabo pactos de sangre, entre otras cosas.
Soy aprendiz de bruja y Kya es un cachorro, así que ninguna de las dos tiene libre albedrío para deambular, no hasta cumplir la mayoría de edad o, en mi caso, graduarme.
—Nadie nos ha seguido —sentencio y cierro la puerta tras mi espalda.
—¿Cómo estás tan segura?
—¿Porque hubiese sentido su aura o tú inhalado cualquier olor que no viniera de nosotras? —Aprieto los labios, tiene que relajarse un poco—. Fos —susurro ante la oscuridad que nos envuelve, de inmediato la habitación se ilumina.
Candelabros, libros pulcramente ordenados, estanterías, repisas relucientes y un aire tenebroso dominan la estancia.
Pura magia.
El lugar permanece libre de polvo y suciedad debido a que está hechizado, podría transcurrir un milenio y encontrarías cada cosa en su lugar. A no ser que fueras un humano, entonces verías montones de telarañas, madera vieja y rota, nada interesante.
—Esto es increíble —murmura Kya. Da igual las tantas ocasiones que he logrado escurrirnos, se muestra asombrada. Se mueve entre las mesas con objetos mágicos.
—¿Qué es eso que querías decirme? —indago.
—Escuché una conversación entre mi madre y tu madrastra. —La madre de Kya es una loba de las nieves pocas veces vista, aunque reconocida entre las especies.
—Hace mucho no veo a Coraline —comento con el ceño fruncido.
—Ya sabes cómo es —expresa Kya, nostálgica, sé cuánto la extraña—. Un rato aquí y una eternidad en el bosque. —Coraline es de los muchos cambiantes que abrazan su naturaleza animal, prefiriendo estar en forma de lobo.
—¿De qué hablaban? —Más allá de las mesas, en el centro, está el podio de piedra lunar donde reposa el Libro de las Sombras. Siento cómo me llama y no me resisto, acaricio las solapas de piel de dragón, este se ilumina, destacando el patrón de las escamas.
—Cassandra, como siempre, elogiando a su preciosa Solangel —menciona con sarcasmo—. Hasta que mi madre le preguntó por ti. Cassandra dijo que no había nada que decir porque continúas siendo aprendiz, a lo que mi madre respondió que eso es muy extraño. En siglos no ha habido una bruja que no alcance el rango I a los quince años.
—Eso quiere decir que no he sido la única, ¿dijeron algo de esas que fueron como yo? Quizás ahí está la respuesta a mi deficiencia.
—No eres deficiente —replica con paciencia—. Tu poder podría compararse con el de South Hellen —observa, poniendo de ejemplo a mi maestra—. Es solo un título lo que te hace falta, lo que te autorice a hacer magia sin supervisión.
—Pero...
—Tsk, calla, tengo razón. —Ignora mis quejas—. El punto es, que Cassandra dijo que el Congreso estuvo hablando de ti, hay rumores que aseguran que tu situación tiene relación con tu madre.
—¡Pero mi madre murió al darme a luz! —protesto, sin encontrarle sentido a sus palabras.
—¿Olvidas que ella fue líder del Congreso? Y no dejemos pasar que fue una de las antiguas, además de que dejó una única heredera, tú. —Camina de un lado a otro, convencida de que lo que dice tiene una explicación—. Cuando era niña, mi madre me contaba historias que me parecían fantásticas, casi irreales, incluso en nuestro mundo. Una vez me habló de una gran hechicera con poderes inimaginables que quería, más que nada, formalizar las alianzas de paz y no descansó hasta lograrlo. Una vez construidos los lazos, se permitió conocer el amor, fruto del cual naciste tú. —¡Vaya! Ni siquiera yo sabía ese hecho, no suelen hablar de mi madre y cuando pregunto, me esquivan, la rodea un gran misterio—. Así que, si pensamos en ello, puede que lleguemos a algo, ¿no crees?
—Puede... —concedo, todavía con ciertas dudas—. Cuéntame más de esa conversación que escuchaste a escondidas —sonsaco, con un toque de burla.
—Mi madre debió saber que estaba ahí, debió percatarse de mi aroma ya que me encontraba muy cerca, así que pienso que ella quería que escuchara.
Interesante.
—Entonces, ¿qué fue lo que más te llamó la atención? —Mis dedos siguen dibujando los patrones de la portada del libro mientras escucho.
—Mi madre cree que hay algo especial en ti y que no ha salido a flote porque ellos te reprimen. Y creo que tiene razón, pese a tener experiencia y contar con mucha energía, no te permiten hacer hechizos ni practicar fuera de las clases. Es injusto.
—Kyanna —protesto, sacudiendo la cabeza. Entiendo su punto y coincido en algunos aspectos, pero las normas están ahí por una razón, que yo no las siga al pie de la letra no significa que no importen—. Hasta que me gradúe, debo acatar las reglas. Las escribieron los antiguos por un buen motivo y como has dicho, mi madre fue parte de ellos, también estuvo de acuerdo con que así fueran las cosas. La situación no es de mi gusto, lo admito, sin embargo, no quiere decir que esté en su contra.
Es cierto que una parte de mí está resentida. Es verdad que poseo mucha energía mágica y eso podría resultar a mi favor en el futuro, pero sin el entrenamiento necesario y el consentimiento de los mayores, no servirá de mucho.
—Entonces qué, ¿piensas dejar que te limiten?
—Tanto así, no —contesto con sinceridad, suspiro y me alejo del libro, vagamente recordando aquella vez que lo abrí sin querer y obtuve una gran reprimenda. Me siento junto al podio, en el suelo de madera oscura—. Me mantengo practicando.
—¿Has vuelto a mirar el contenido del Libro de Las Sombras?
—No, tomé prestados los manuales de Solangel. —Sin su permiso, claro está. Debo regresarlos a su librero antes de que se percate de su ausencia—. Después de la última vez, no he querido arriesgarme.
El Libro de las Sombras solo puede ser abierto por hechiceras y magos de rango S en adelante. Poder hacerlo por mi cuenta, sin supervisión y a mi nivel, sorprendió a todos; aquí no se trata de un límite de edad sino de poder, únicamente alguien con la energía y el aprendizaje necesario es capaz de hacer que el Libro de las Sombras se revele.
Cada familia tiene libros y manuales de magia y hechicería o, en nuestros términos, grimorios; pero existe un único Libro de las Sombras por el cual se rigen todos los linajes. Lo mantienen aquí debido a que es la residencia de North Kayde, el pilar que dirige al Congreso.
—¿Sabes qué pienso? —La miro, curiosa—. Tú deberías ser quien dirija este linaje, no Cassandra. Ni Solangel, o ninguna otra. Las brujas Kayde son comandadas por las primogénitas. Tu madre lo era, tú lo eres.
—Pero al morir mi madre, Cassandra asumió el puesto, yo era una niña cuando pasó y alguien debía hacerse cargo mientras tanto. Ahora, se da por entendido que la siguiente será Solangel, porque es su única hija.
—Están deliberadamente obviando que tú eres mayor que Solangel, además de ser descendiente directa de la anterior North Kayde. Eso debería contar para algo.
—Tal vez. Sin embargo, no cambian los hechos; puedo ser poderosa, astuta e incluso ser capaz de abrir el Libro de las Sombras, pero mientras sea aprendiz...
—¡Es solo un título! —Se exaspera.
—¡Lo sé! —grito, sintiéndome acorralada—. Es ridículo, esa roca estúpida está en mi contra. Sé que estoy capacitada para subir de rango, no obstante...
—Deja preguntarte algo —me interrumpe como es costumbre—. ¿Eso es todo lo que quieres, subir de nivel? —Frunzo el ceño, ella se acerca y se deja caer a mi lado—. ¿Qué harás después de ser de rango I? ¿Querer alcanzar el rango S? ¿Y luego qué? —Me observa fijo, no tengo que pensarlo antes de contestar.
—No se trata solo de subir de rango. No voy a mentir y decir que no quiero hacerlo, porque lo hago, pero es algo más... Si ser aprendiz no me limitara, si no me impidiera hacer lo que quiero, no me importaría ser aprendiz para siempre. Pero siendo aprendiz no tengo acceso a las bibliotecas del Congreso, no puedo ampliar mis conocimientos. —Hago una corta pausa—. Solo puedo llevar a cabo hechizos tontos como hacer aparecer agua en un recipiente o hacer crecer las flores —mascullo y me pongo de pie, sintiéndome inquieta—. Yo quiero sanar heridas, crear nuevos conjuros, inventar recetas para pociones, quiero enseñar a otros a usar magia.
Kya me mira sonriendo.
—A mí me gustaría poder transformarme por completo —dice tímida, motivada por mis palabras—. Pasar más tiempo con mi madre y que me enseñe todo lo que sabe. Quiero ser una Loba Alfa como ella, descubrir los secretos de la luna llena. Fortalecer los lazos de sociedad con otras criaturas.
Por extraño que suene, lobos y vampiros aún se disputan por el poder. Hace años se formó una alianza al contraer matrimonio los padres de Arath y Kya. Arath heredó las características sobrenaturales de su padre, aunque obtuvo el pelo rubio blanquecino de su madre y Kya, por el contrario, obtuvo los rasgos físicos de su padre y los genes werewolf de su madre.
Todavía la alianza es débil y, por eso, Kyanna teme tanto que, si llega a tener algo con mi hermano, su unión no sea bendecida. Porque no es solo la aceptación de sus padres la que cuenta, sino las consecuencias que podrían desatarse.
Así como hay un Congreso de Magia y Hechicería, existe el Parlamento Shapeshifters, la Asamblea de Vampiros, la Corte Real de los Siete Mares y otros más.
Si el Parlamento y la Asamblea no llegan a un acuerdo firme, los lazos entre las criaturas nocturnas se romperán y eso afectaría de una u otra forma las demás alianzas de paz, porque buscarán apoyo y se escogerán bandos.
Llevamos milenios viviendo a la par de los humanos sin que ellos sean conscientes de nuestra existencia más allá de mitos y leyendas urbanas, siglos siendo una sociedad secreta de seres sobrenaturales. Un desliz, y todo puede irse abajo.
—Cuentas con mi apoyo. Ambas clases son dominantes y entienden que ceder es mostrar debilidad, lo que debemos enseñarles es que no es así y que, de hecho, juntos forman una sociedad poderosa.
—Tienes razón, hablaré con mis padres cuando llegue a casa y les comentaré sobre esto. —Se pone de pie y alcanza su celular, lo revisa deprisa—. Olvidé que lo tenía en modo silencioso. —Frunce los labios decepcionada—. Hay varias llamadas perdidas y mensajes de Braden y Arath, se cansaron de esperarnos.
—¡Vaya! —exclamo a la vez que busco mi teléfono—. El tiempo ha volado, llevamos más de una hora aquí abajo.
Ella se ríe, es normal en nosotras perder la noción del tiempo cuando estamos juntas.
—Volviendo a lo de antes. —Capta mi atención—. ¿Qué es lo que quieres?
—No te entiendo.
—¿Qué es lo que verdaderamente deseas, Luna? —me pregunta con una expresión serena.
—Deseo superarme una y otra, y otra vez. Conocer mis límites e ir más allá de ellos —respondo convencida; se levanta y cierra la distancia que nos separa, sujeta mi mano y sonríe.
—Si eso es lo que realmente quieres, lo lograrás —asegura, apoyando su frente en la mía.
Entonces lo siento.
Un aura se hace presente. Temo que nos han descubierto,nos separamos escudriñando el entorno hasta que nuestros ojos se enfocansimultáneamente en un mismo punto.