Entre el bien y el mal

By NukaBlack

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Ambientado en las historias de H.P. Lovecraft, allá por los años 20. Cuenta la historia de un jóven comisario... More

01 - Nací, crecí y me casé.
02 - Una serie de catastróficas desdichas
03 - El maníaco
04 - La huída
05 - Malas nuevas
06 - Reencuentro
07 - Emociones y secretos
08 - Dame un respiro
09 - Cambio de perspectiva.
10 - Pesadillas
11 - La llamaban monstruo
12 - Cambios de actitud
13 - Trece
14 - La sangre llama a la sangre. Parte 1
15 - La sangre llama a la sangre. Parte 2
16 - La buena cristiana
17 - Poli bueno, poli malo.
18 - El choque de dos destinos.
19 - Calma
20 - El Juicio
21 - Desesperación.
22 - Volviendo a la realidad
23 - Ecos del pasado
24 - Una nueva esperanza
25 - Vuelta a la vida
26 - Melodías de desesperación.
27 - Pequeños reencuentros
/* Resumen */
29 - Odile

28 - Miedo a flor de piel.

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By NukaBlack

— Te amo... — Susurró dulcemente, mirando hacia el rostro de la persona que tenía delante, justo antes de marcharse.

[...]

-- Nicole --

Me había quedado completamente en shock después de lo que acababa de pasar. No podía apartar mis ojos de la cara de terror de Marion mientras notaba como los ojos que nos rodeaban estaban posados nerviosos sobre mi amiga y yo. Mi corazón estaba tan acelerado que creía notar cómo trataba salir de mi pecho a la fuerza, mientras mi respiración estaba totalmente desbocada.

Parpadeé un par de veces saliendo de mi burbuja y andé rápidamente hacia Marion, tomándola de la mano y tirando de ella hacia nuestra casa, llevándola a trompicones mientras nos alejábamos de aquellos ojos, los cuales aún notaba clavados en nuestras nucas. Cuando llegamos a la casa, cerré la puerta a nuestras espaldas y solté a mi querida amiga para cerrar todas las cortinas, comenzando a andar de un lado para otro nerviosa, con las manos en la cintura.

— No puede ser, no puede ser, no puede ser... — Repetía una y otra vez mientras Marion me seguía con la mirada yendo de lado a lado. — No entiendo... ¿Por qué está Jane aquí? ¿Qué coño quiere ahora...? — Escuché a mi amiga sisear mientras se acercaba a mí.

— Nicole... — Tomó mi mano entre las suyas y me miró directa a los ojos. — Relájate, por favor... — Me obligó a pararme delante suya posándome una de sus manos en mi cintura, manteniéndome agarrada mi mano con la otra. — Alterándote así no vamos a solucionar nada, querida... — Me ofreció una leve sonrisa. — Ya sabes que no he sido nunca santo de devoción de Jane... Habrá encontrado la manera de deshacerse de mí y ya está... —

— ¡¿"Y ya está"?! — Exclamé. — ¿Cómo puedes estar tan tranquila, Marion? ¡Quiere matarte! — Me deshice de su agarre, empujándola para apartarla de mí y clavé mi vista en su único ojo. — ¿Y si lo consigue? ¿Y si te mata? — Mis ojos empezaron a empañarse, por lo que me giré, dándole la espalda a mi amiga. — ¿Qué voy a hacer yo sin ti, Marion? — Una lágrima se escapó de uno de mis ojos, descendiendo por mi mejilla.

— ¡No, Nicole! — Se acercó a mí y me abrazó por la espalda, rodeando mi cintura con sus brazos y apoyando su cabeza sobre uno de mis hombros. — Confío en que encontraremos una solución... Confío en que, sobre todo tú, harás lo que esté en tu mano para encontrarla... — suspiró. Me giré para mirarla de nuevo, manteniendo ella su agarre.

— ¿Y si no lo consigo? ¿Y si no puedo ponerle solución a esto? ¿Qué será de nosotras...? — Marion me ofreció una sonrisa dulce y alzó una de sus manos para secarme las lágrimas.

— No te subestimes, mi queridísima Nicole... Confío en ti. Sé que serás capaz de conseguirlo... Así que, por favor... No seas negativa y te comas la cabeza, ¿vale? Te necesito al cien por cien en esto... Eres la única que puede pararla, y lo sabes... — Asentí.

— Te prometo que haré todo lo que esté en mi mano para protegerte... Para salvarnos a las dos... — La sonrisa de Marion se mantenía en sus labios cosa que, dada la situación, no entendía.

— Lo sé, Nicole. Siempre haces lo que sea para protegerme... — Marion acortó las distancias conmigo, posando ahoras las dos manos sobre mis mejillas. A mí se me cortó la respiración. — Y siempre consigues lo que te propones... — Susurró antes de posar sus labios sobre los míos.

Era un beso sencillo, sincero, inocente. No había intromisión de músculos húmedos manteniendo una lucha encarnizada entre ellos, tampoco ningún baile que profundizara ese beso más allá de un simple contacto: sus labios junto a los míos. Me retiré pocos milímetros después de unos segundos para poder recobrar sentido y tomar aire y fue cuando vi su mirada desorbitada, con su ojo como un plato y las mejillas encendidas.

— Lo siento, Nicole. Yo... — Me soltó y comenzó a retroceder. — Yo no... Debí... Buenas noches... — Se giró sobre sus talones y enganchó los bajos de su vestido para poder subir las escaleras a la velocidad de la luz.

¿Qué acababa de pasar? Marion me había besado... Aunque, para mi desgracia, se la veía bastante arrepentida. Resoplé sonoramente y me acerqué a mi sillón, llevando la mano a los cigarrillos que descansaban sobre la mesa de al lado y encendiéndome uno. No entendía por qué mi amiga había hecho eso, y lo cierto es que, más que alegrarme su acción, me había frustrado.

Cuando me terminé el cigarrillo, me deshice de los tacones para subir las escaleras y andar por el pasillo sin hacer ruido para no molestarla, suponiendo que estaría ya descansando o a punto de caer en los brazos de Morfeo. Al llegar a mi alcoba, me deshice de mi vestido y me fui a mi baño a asearme un poco y desmaquillarme. Luego me puse mi camisón de seda rojo caracterizado por su corta longitud, como toda mi ropa, quedándome después tumbada sobre la cama bocarriba.

"¿Marion me quiere? ¿O está confundida y únicamente me tiene cariño? ¿O es que le atraigo físicamente de verdad? ¿Qué diablos puedo hacer con ella?" Las preguntas navegaban por mi mente, haciéndome levantarme de la cama y encaminarme hacia la habitación de mi amiga. Me asomé al quicio de la puerta, apoyándome en él, observándola dormir.

Me decidí por acercarme a ella y ponerme en cuclillas frente a su cama, apoyándome en el colchón con los brazos cruzados bajo mi barbilla. Me quedé mirando el dulce semblante de mi rubia mientras ésta dormía plácidamente, notando mi mirada totalmente iluminada. Incluso me aventuré a alzar una de mis manos y acariciarle con el reverso la mejilla. Luego me erguí para alcanzar su frente y depositarle un beso en la frente, suspirando y levantándome para volver a mi habitación. Pero, al llegar a la puerta, me lo pensé mejor y me giré, encaminándome de nuevo hacia la cama de Marion. Me metí en ella con cuidado de no despertarla, delante suya, pasándole un brazo por encima para acurrucarla.

— No temas por nada, mi querida Marion. Estoy aquí contigo... — mi voz sonaba suave y melosa, un ligero susurro. — Buenas noches, nena... — Alcé la cabeza para darle un tierno beso en la punta de la nariz y luego la apoyé en la almohada, quedando frente con frente, echándome a dormir.

Pasaron las horas y salí de mi letargo cuando noté movimiento en el colchón. Diría que incluso Marion había acariciado mi pelo antes de salir de la cama. Tanto traqueteo en la habitación hizo que por fin me despertara y me giré, viendo a mi amiga abrir la puerta.

— ¿Ya te vas, mi querida Marion? ¿Has dormido bien? — Me desperecé, quedando ligeramente destapada por las sábanas. Noté como el ojo de mi amiga me recorría de arriba hasta abajo. Me levanté de la cama y me acerqué a ella, andando con pasos torpes y adormilados.

— Sí... He dormido bien, gracias... ¿Es demasiado incómodo el lecho que preparé para ti...? De ser así, lo lamento... No es modo de tratar a una amiga, por parte de una anfitriona... — Sonrió ligeramente, a modo de disculpa.

— No, cielo. Para nada... Sólo es que... Se me antojó dormir contigo... — Me encogí de hombros. — ¿Te he molestado? Podrías haberme echado... —

— Si se te hubiera ocurrido hacer algo inapropiado, no estarías aún en la cama. — Contestó con cierto tono de medio amenaza, aunque muy, muy suave. — Considéralo un detalle por lo bien que te estás portando conmigo... — en tono más bajo. Se giró después de eso, con las intenciones de marcharse. La agarré de una mano para que no lo hiciera.

— ¿Un detalle por lo bien que me estoy portando? — Reí. Negué con la cabeza y mordí mi labio inferior con una sonrisa. — ¿Esperarías a que me vistiera y bajamos a comer las dos juntas? — Recibí una respuesta afirmativa. — Por cierto... — Me lancé a sus brazos y le dí un beso en la mejilla. — Buenos días... — Luego salí del dormitorio, dirigiéndome al mío para vestirme, dejando atrás a una Marion respondiendo a mis buenos días tartamudeando.

Me lavé la cara para terminar de espabilarme y, al mirarme al espejo mientras me la secaba, ya estaba dibujada mi sonrisa pícara en mis labios. Recién despierta no tengo todos los cables conectados y tengo la inocencia de una niña. Pero, una vez me espabilo...

Me maquillé rápidamente con una simple línea en los ojos y mis labios rojos como siempre y me puse aquel vestido que sé que le gusta a Marion. Y lo sé, porque noto su mirada encima mía todo el rato. Negro, palabra de honor y a mitad del muslo, con un lacito negro bajo el pecho, de color gris oscuro. De hecho, salí de la habitación ajustándome los pechos descaradamente y recolocándome el lacito, delante de Marion.

— Gracias por no haberme echado esta noche... He dormido demasiado bien para estar donde estamos... — Miré a mi amiga, la cual, efectivamente, ya me tenía el ojo encima puesto.

— De nada. Me alegro que hayas dormido bien... — Contestó de forma escueta. Al mirarla pude darme cuenta del vestido que llevaba y que, a pesar de ser largo y no tener escote, podía vislumbrar cada curva del cuerpo de Marion. Me acerqué a ella y le posé una mano en el pecho, acabando por engancharla de la cintura y jalarla hacia mí.

— Estás preciosa, mi querida Marion... — Paseé mis ojos por su cuerpo una vez más y luego miré a su ojo. — Por todos los Dioses, quién te cogiera... — Ronroneé mientras me mordía el labio y la rodee, con la intención de llevar mi mano a su trasero para darle un apretón, comenzando a andar. Mi amiga sin embargo, se deshizo de ella agarrándome por la muñeca y dándole un empujón y me miró seria, con el ceño fruncido.

— Vigile esas manos, señorita Collard, muestre un poco de decoro. Vayamos a comer... — Habló de forma fría, dando un par de zancadas para adelantarse a mí y andar por delante mía, sin dedicarme ni una sola mirada más, en una pose totalmente digna. Alcé mis manos mostrando las palmas para indicarle que ya paraba.

— Vamos, Marion. No seas tan estirada, joder... Además, cuando te abracé anoche y me arrimé tanto a ti no hubieron pegas, y cuando te he dado los buenos días esta mañana, tampoco... — Me encogí de hombros mientras la seguía. — ¿Te tengo que volver a recordar algo...? - Refiriéndome al beso que me dio la noche anterior. — Vamos, no te enfades conmigo... — Supliqué, saltando sobre su espalda con la idea de abrazarme a ella. Ella se apartó.

— No había lascivia ni tocamientos en partes indebidas, señorita Collard... — Seguía hablando con ese tono impersonal, distante. — ¡Vale ya, señorita Collard! Vayamos a desayunar... — Resoplé.

— ¿Es que no te puedes tomar nada a broma? Además, ya sabes cuál es mi naturaleza. Deberías de estar ya más que acostumbrada... — Bufé. Aun así, intenté acercarme a ella una vez más agarrándole la mano y mostrándome algo más cariñosa. — Va, no te enfades conmigo... — Marion volvió a esquivarme, y tal era su enfado, que acabó estrellándome una de sus manos en la mejilla, haciéndome girar la cabeza.

— ¡Señorita Collard! ¡Repórtese! — Increpó. — Hay cosas que no han de tomarse a broma. No me apetece ser una de sus bromas, señorita Collard. Y no pienso cambiar por mucha costumbre de su mal comportamiento que pueda haber. ¿Queda claro...? — Me riñó. Acabé agachando la cabeza con el rabo entre las patas. Notaba incluso mis energías mermar...

— Vale, Marion.. no es para ponerse así. Pero no entiendo por qué siempre recalcas el "una de tus", si eres la única a la que... A la que... Qui... Bueno, tú sabes... — Suspiré. — No eres ninguna broma para mí, ni un juguetito, ni nada por el estilo. Eres importante, ¿vale? — Vi como se le empañaba el ojo y traté de acercarme a ella. — ¿Qué... te pasa? — Marion me apartó. No dejaba que la tocara. Incluso me dio la espalda dando algunos pasos.

— Porque nunca parece que te tomes nada en serio. Siempre tus bromas tienen que enfangarlo todo... Y me duele, que cuando.... En fin... Nada... Estaré bien. Vayamos a desayunar, tengo hambre. — Empezó a caminar. — Y sí, sé lo que significo para ti, pero a veces cuesta creérselo... — Yo seguía insistiendo en animarla.

— ¿Que cuando qué? Marion, nunca podemos hablar las cosas de verdad. Siempre dejas algo por decir. ¿Por qué no me dices ya todo de una vez? — La miré con cara de circunstancias, que verla triste a ella, me entristecía también. — Que mi actitud no te lleve a pensar otras cosas... — Le di un tirón del brazo para que me mirase, mirándola yo a su ojo. — Marion... Te amo. Y eso no va a cambiar nunca, ¿te enteras? — Es la primera vez que me salía esa palabra sin ninguna dificultad.

— Nicole... No sé dónde está la mujer a la que... — se pausó unos segundos. — ... a la que conocí tiempo ha... — agachó la mirada. — Creía haberla visto hace un rato. Pero era espejismo. Todo se esfumó aquel día... Ahora sólo quedan humo y cenizas... —

— Sabes que es mi naturaleza y no puedo hacer nada contra ello... Es lo que nos hizo aquella catástrofe... — Agaché mi cabeza con mirada triste. — Marion, no sé qué hacer para llamar tu atención, de verdad... — Ella resopló y se apoyó con la espalda en la pared, mirando al techo.

— Nicole. Siempre me llamaste la atención, siempre... Pero no puedo con toda esa lascivia, esas ganas de cavar bajo mis creencias, de esas ansias de venganza... No. La Nicole que yo conozco es dulce, tierna... Quizá demasiado necesitada de mí... Pero... — Se encogió de hombros y me miró. — Por favor, mi querida Nicole. Es mejor dejarlo así... No vamos a ir a ninguna parte, y las dos sabemos que es así. No hay nada que podamos hacer. Tu eres quien eres ahora y yo soy quien soy... No podemos hacer nada en contra de eso... — Me apoyé en la pared a su lado, con la diferencia de que yo acabé resbalando lentamente hasta sentarme y hundir la cabeza en mis rodillas mientras me abrazaba las piernas. Comencé a llorar.

— Yo te necesito... Y me frustra el no poder hacer nada contigo. Visto lo visto, solo me soportarías recién despierta... Cuando la lujuria y picardía aún no se han apoderado de mi cerebro. Cuando estoy aún medio dormida... — Resoplé. — Y los demás se quejan de unas simples voces en sus asquerosas cabezas... No saben lo que es soportar esto... — Marion se agachó a mi lado y suspiró.

— No sé por qué sigues insistiendo, Nicole... Eres cabezota como nadie. Debería de aprender a amar lo que eres ahora... Igual que tú sigues amándome a pesar de no ser la misma después de aquel trágico día... — Posó una mano sobre mi hombro y apretó ligeramente. Levanté mi cabeza para mirarla con los ojos inundados en lágrimas.

— No sé qué será lo correcto, Marion... Sólo sé que esta situación me está matando... — Miré al vacío unos instantes y luego volví a agachar la mirada. —Te quiero desde que éramos apenas unas crías. Había algo en ti que me mantenía unida... Yo sabía que serías muy especial para mí. Pero no sabía de qué manera... — Suspiré. — Si yo pudiera cambiar lo que soy, lo haría. Sólo por ti... Pero es algo que yo no elegí. No puedo evitar lo que soy por mucho que quiera. Lo siento... —

— Quiero que me digas algo, Nicole. Y quiero que seas totalmente sincera, al igual que ese amor que dices profesarme... — La miré y asentí. — Dime que la Nicole que yo conocí sigue ahí, detrás de lo que muestras día a día, por favor... — Alzó una mano para acariciarme la mejilla.

— Claro que está ahí, Marion... Siempre ha estado ahí... — Cerré mis ojos y moví la cabeza para sentir mejor el tacto de la mano de Marion sobre mi rostro. Esta vez me acariciaba sin tiranteces. Ella suspiró.

— Qué cruel que hayas de amar a una mujer, y que esa mujer sea yo, mi querida Nicole... — Alzó su mano para acariciarme ahora el pelo. — Ojalá pudiera entregarte el corazón que tanto anhelas... — besó mi frente y se marchó, dejándome sentada en mitad del pasillo, viendo su figura alejarse hasta desaparecer en las escaleras.

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