𝐂𝐚𝐬𝐭𝐚𝐧̃𝐨 𝔸𝕫𝕒𝕓𝕒𝕔�...

By sasuade

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Andraya Caro era una joven inteligente y decidida, enfocada en su carrera profesional. Su esfuerzo se vio rec... More

Preludio
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 16
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Parte 19
Parte 20
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Parte 22
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Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Epílogo

Parte 15

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By sasuade

—La fiesta me parece una muy buena idea —comentó Ivonne mientras tomaba su tercer pedazo de pizza de la caja que estaba frente al sofá.

Andraya tenía la cara llena de salsa y la remera del pijama tenía manchas de color naranja. Las amigas estaban teniendo lo que ellas llamaban "una loca tarde". Acostumbraban hacerlo cuando sentían que el estrés del mundo comenzaba a nublarles la mente. Elegían un día de la semana para quedarse hasta muy tarde, hablando, comiendo, bebiendo y escuchando música.

—Dime algo, ¿en verdad preferirías ir a esa fiesta en lugar de pasar el día de los enamorados en otro lugar?

—Por supuesto, probar chocolates suena divertido.

—Entonces estoy más tranquila. Me preocupaba que las personas con pareja no pensaran igual que yo.

Ivonne dejó su pizza y la miró con los ojos entrecerrados. Andraya no podía engañarla, no a ella que la conocía desde adolescentes. La rubia sabía que su compañera de piso se traía algo entre manos, mejor dicho, a alguien. La había notado muy pensativa y nerviosa; como si le preocupara que los demás supieran que ella estaba sintiendo algo por alguien.

—¿Qué? —preguntó divertida, imitando la expresión de Ivonne.

—Sé que está sucediendo algo extraño, Raya. ¿Me lo dices tú o te lo digo yo?

Andraya sintió una presión momentánea en el pecho. Debía controlarse y dejar de pensar que todo el mundo había notado su cambio. Instintivamente, llevó hacia adelante la trenza que se había hecho en su cabello y se alivió al ver que permanecía de color castaño.

—No tengo nada que ocultar —aseguró más convencida.

—¿A no? Yo creo que sí. Tienes un romance clandestino —la acusó la rubia, apuntándola con su dedo índice.

Meditó unos segundos acerca de cuál debía ser su respuesta. Si decía que no, su compañera de piso empezaría a buscar otra explicación para sus extrañas salidas; hasta podría llamar a Ximena para preguntarse si sabía algo. El camino más sencillo sería aceptar el romance que le habían adjudicado e imaginar a un hombre con el que estaría dispuesta a salir.

—¿Me has estado vigilando? —fingió sorpresa.

—No ha hecho falta. Te conozco bien. Vamos... ¿quién es?

—Lo conocí en una fiesta. Aún no somos nada, ya sabes cómo soy, quiero estar segura de que me siento atraída.

Ivonne asintió encantada. Sabía que tarde o temprano su amiga dejaría de atraer a hombres inadecuados. Ya era hora de que alguien le demostrara que una relación podía ser bonita y divertida, sin la necesidad de embrollos emocionales e infidelidades.

—Me alegra escuchar eso. Cambiando de tema, ¿ya hablaste con Rossana? Hace mucho que no la veo.

—Claro. Esta mañana fue a hablar de la fiesta con mi jefe y coincidimos en el almuerzo. Está entusiasmada y tiene buenas ideas.

—¿Recuerdas el verano que fuimos al lago? —preguntó sumergiéndose en el pasado—. Rossana nos ayudó de vengarnos del molestoso Austinu.

—¡Sí! Él se quedó tan embobado con Rossy que no se dio cuenta de que todo era una trampa para que terminara nadando en salsa de tomate.

—Rossana es una super prima —exclamó la rubia antes de seguir con su pizza.

Al ver que todos los que habían sido llamados estaban presentes, Alucar les indicó que podían sentarse. Era tiempo de revelar la existencia de Andraya a los representantes de los clanes y a los que se encontraban en los países cercanos. Podía contar a veinte personas en el lugar.

—¿Cuál es el asunto? —preguntó Zack impaciente.

Nithan miró de forma reprobatoria a su hijo. Zack se encogió de hombros con fastidio y decidió que si algo se salía de control esa noche, todos los presentes, a excepción suya, serían los culpables.

—Tengo que hablarles de mi nueva protegida. Es una recién convertida y vive en esta ciudad —Alucar miró a cada uno de los presentes.

—¿Quién la convirtió? —interrogó un inmortal con la cabeza rasurada.

—No fue convertida de la manera tradicional —les explicó lo que había averiguado con la ayuda de Ariana, sin mencionar que Andraya podía comer comida mortal.

Zack fue el más impresionado. Casi no creía que su sangre hubiera elegido salvar a un mortal. Había creído que su sangre solo servía para traer muerte.

—Su apetito no es como el nuestro, puede controlarse muy bien —les informó.

—¿Cómo se llama? —interrogó el representante del clan Blanco.

—Luna.

Las preguntas que siguieron las respondió con claridad. Ariana ya había hablado de Andraya con Alucar y ya sabía de las condiciones que la mujer había impuesto acerca de no revelar su identidad. Le iba a ser complicado ocultarle eso a Adam, pero debía obedecer órdenes.

Al ver la fotografía, Zack se sintió como si lo hubiesen golpeado para después arrebatarle a su presa. Iba a tener que tomar muchas píldoras para poder contenerse con Luna. Ya sabía que no podía beber su sangre porque ella era inmortal. En sus planes no estaba morir por algo así.

—¿Eres consciente de que la mujer que describes es el aroma que he estado buscando? —interrogó Zack a Alucar en cuanto se apartaron del grupo.

—Así es, pero no debes sentirte tan especial. El aroma de Luna es una tentación para todos los inmortales.

—No cambies de tema, me ocultaste su existencia. Ella era mi presa, no tenías derecho —bufó con molestia.

—Todo esto sucedió muy rápido.

—¿Por qué no la eliminaste?

Alucar se sorprendió por la sugerencia.

—¿No te has detenido a pensar en todo lo que ella ha pasado? A pesar de todo, tu sangre fue la que decidió regresarla. No puedo ir en contra de la naturaleza.

—Sigues siendo un viejo sentimental.

El hombre asintió dándole la razón.

—Zack, voy a pedirte que me ayudes con Luna.

—¿Cómo van los preparativos? —preguntó la castaña muy interesada.

Se había reunido con su prima para desayunar. Rossana tenía los ojos cafés y su cabello negro le llegaba hasta los hombros. A diferencia de Andraya, ella sí había heredado la cara en forma de corazón que caracterizaba a las mujeres de la familia.

—Ya ordené las flores y esta mañana presentaré los colores al señor Bale. Si me da el visto bueno, ordenaré las telas.

—Cuando me dijo que se encargaría personalmente de la fiesta, debo confesar que no lo creí.

Rossana no conocía tanto a Zack como para entender su punto.

—Ya que hablamos del señor Bale, ¿sabes si está saliendo con alguien?

Andraya se sorprendió. No esperaba que Rossy se mostrara interesada en Zack. ¿Él también estaba interesado en su prima? Pensándolo bien, no había razón para tanta sorpresa. Zack era un hombre muy atractivo y tenía mucho poder en sus manos. ¿Quién no querría salir con alguien así?

—Creo que el hecho de que no estuviera saliendo con alguien sería suficiente material para primera plana —bromeó para disminuir la tensión que sentía.

—Mmm... en eso tienes razón. Pero que salga con muchas mujeres puede ser una buena señal. Ese tipo de hombre una vez que se enamora, lo hace para siempre.

—¿De dónde sacas eso?

—Eso dice mi madre y en temas relacionados a los hombres, ella nunca se equivoca.

Andraya solamente pudo asentir, su tía Mol era muy conocida por sus predicciones amorosas, siempre que no se tratara de un familiar. Mol tenía un don especial para emparejar a desconocidos.

—¿Acaso él te ha dado señales de que está interesado? —se refirió a Zack.

Rossana negó con algo de pesar y añadió:

—Se ha mostrado algo frío y muy profesional. He intentado que se mostrara interesado, pero no funciona.

Esa mañana, Andraya se encontró en el ascensor con Zack. Él la saludó deseándole un buen día, algo inesperado para ella. ¿Se había dado cuenta de lo irritante que había sido que solo asintiera cada vez que ella lo saludaba? Quizá estaba practicando llevarse mejor con los demás. Bale tenía el respeto de todos sus empleados, le faltaba la admiración de los mismos.

Andraya volteó su cabeza hacia él al escuchar que se aclaraba la garganta. Quería tener un botón que acelerara el elevador y poder escapar de ahí. Le incomodaba estar en un espacio reducido con él.

—¿Quieres acompañarme a desayunar? —preguntó después de unos minutos.

—Yo... vengo de desayunar con mi prima.

—¿Tu prima?

—Rossana Miles es mi prima tercera.

—No lo sabía.

—Creo que no tiene importancia. Ella es una persona con talento, su parentesco conmigo no influyó en mi recomendación —dijo a la defensiva.

—No insinué nada de eso —se puso enfrente y la observó algo frustrado—. Sé que empezamos algo mal, pero ese no es motivo para que te alteres cada vez que hablamos. ¿Qué te parece si comenzamos de nuevo? Prometo que no es una oscura estrategia para deshacerme de ti.

La castaña lo pensó un momento. Era cierto que reaccionaba de forma brusca, pero lo hacía inconscientemente. La simple presencia del azabache le ponía los nervios de punta. Aún no había superado la primera vez que lo había ofendido antes de conocerlo. Aunque cualquier otro en el lugar de Zack la habría despedido sin darle la oportunidad de demostrar lo buena que era en su trabajo.

—Me parece una buena idea —concluyó—. Aunque me sentiría más cómoda si pudiera volver a tratarte de usted.

—Eso no está en discusión.

—Entonces... ¿podría sugerir algo más?

Zack asintió. Era lo más justo.

—No vuelvas a besarme —le miró fijamente.

—¿Acaso no te gustó el beso? —preguntó sabiendo ya la respuesta.

—No quiero hablar del tema. ¿Aceptas o no?

—De acuerdo. Pero si tú me besas, mijn lieverd, ese trato se rompe.

Andraya no pudo decirle que ella no iba a besarlo jamás, porque el ascensor se abrió y Zack desapareció a través de las puertas. Ahora estaba muy enfadada. No podía creer que Zack se creyera tan irresistible.

Lo es, reconoció inmediatamente.

Pero no era bueno que él lo supiera. Demasiada arrogancia seguramente había sido alimentada por todas la novias que el hombre había tenido. Andraya tenía ganas de que alguna mujer lo enamorara y luego lo dejara. Así aprendería un poco de humildad.

Se volteó y miró el rincón izquierdo del ascensor. La cámara se movió confirmando que los de hombres de seguridad habían visto la escena con Zack. Intentó recordar si él se había acercado comprometedoramente y se alivió al reconocer que eso solo debió ocurrir en su mente. Afortunadamente, los sonidos no se grababan.

Por la tarde, Rossana le hizo una visita inesperada. Sus ojos brillaban por algo que Andraya no pudo reconocer.

—Estoy demasiado feliz —le comentó.

—¿Qué ha sucedido? —se interesó.

—¿Recuerdas que te hablé de lo frío que se comportaba Zack?

La castaña asintió por reflejo. ¿Zack? ¿No debería haber dicho "el señor Bale"? Le irritaba saber que él había autorizado a su prima para que se dirigiera a él utilizando solamente su nombre de pila.

Intentó poner su mente en blanco ya que sabía que su momentáneo enojo no tenía sentido. Quizá en las tres semanas de coma su sentido común había sufrido algún daño.

—Pues hoy se ha mostrado muy amable y conversador —le dijo esperanzada—. Creo que hay algo entre nosotros que podría resultar.

Juntando ambas manos encima de su rostro, la castaña intentó esconder su sorpresa. Rossana ya había tenido varios novios, y le había resultado muy fácil confundir el enamoramiento con un simple flechazo. No quería que un hombre como Zack Liam Bale la hiriera.

—¿Qué sucede? —interrogó algo alelada por la reacción de la castaña.

—Es que no creí que fueras en serio con el tema del señor Bale —le informó regresando sus manos encima del escritorio—. No quiero que salgas lastimada.

—Descuida. Por el momento solo me siento atraída, eso no puede hacerme daño.

—Si él lo utiliza en tu contra sí que puede.

—Raya, debes tener un poco más de fe en las personas. No todos los hombres tienen malas intenciones. La mayoría se acerca a una mujer esperando encontrar a la chica ideal. No digo que busquen matrimonio...

—Lo sé.

—Te prometo que si sucede algo será después de la fiesta. Así me aseguraré de que no sea solo porque tiene a una mujer bonita cerca.

—No tienes que prometerme nada. Solo quería estar segura de que supieras quien es el hombre en el cual estás interesada.

—Zack es un caballero.

Andraya lo sabía. Inconscientemente, él solía abrirle las puertas y darle paso. Y ahora incluso saludaba. Aunque no le gustaba la idea, la explicación más lógica que encontraba era que Zack estaba realmente interesado en Rossy. Quizá esos dos días de convivencia le habían abierto los ojos. Pero si estaba interesado en su prima ¿por qué le había dicho que ella sería la siguiente en comenzar un beso entre ellos? Estaba confundida.

—Las habilidades que posees, si no se desarrollan, solamente sobrepasarán a los mortales. Ya sabes que tu sangre tienta a inmortales, por lo tanto, deberás entrenar para estar a nuestro nivel —sentenció Alucar después de la primera clase de latín.

Andraya se sentía en su salsa. Ella había estudiado casi toda su adolescencia con profesores particulares en su casa, debido a que sobrepasaba en conocimiento a todos los que tenían su edad. A los 14, hizo una prueba de seis meses en un colegio cerca de su casa y no había soportado el ritmo lento de estudio de una escuela normal. Su cerebro estaba preparado para interpretar y adsorber con rapidez todo lo que ella necesitaba. En ese lapso de ser una chica normal había conocido a Ivonne. Desde ese entonces se hicieron grandes amigas y no cortaron contacto hasta que se volvieron a encontrar en la universidad. Andraya terminaba la carrera y la rubia recién ingresaba.

—¿Cuándo empezamos? —preguntó entusiasmada.

—¡Oh! Eso ya está fuera de mis posibilidades. Necesitas a alguien que esté al nivel de destreza que deseas lograr.

El timbre resonó en toda la casa, sobresaltando a la pelirroja.

—¿Quién... ?

—Es tu instructor —respondió sin dejarle terminar la pregunta.

—Hicimos un trato —le recordó retrocediendo—. Nadie debe saber quién soy.

El hombre se acercó y le tomó ambas manos.

—Necesitas entrenar. Por el momento, el instructor guardará tan bien el secreto como yo, es de confianza.

Andraya lo siguió de cerca. No sabía qué debía esperar. ¿Los demás inmortales aparentaban ser personas normales o eran miembros de alguna tribu urbana?

La puerta principal dio paso a la figura de un hombre. La castaña abrió desmesuradamente los ojos al reconocer a la persona del otro lado.

—¿Tú? —preguntó en un susurro.

Definitivamente uno de los dichos populares era cierto, Paraguay era un pañuelo.

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