La hija del diablo (terminada)

By BelenIparraguirre

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La hija del diablo
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Epilogo

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By BelenIparraguirre

Capítulo 23, Asuntos pendientes

Suspiré.

Aquí era.

Se me hacía raro estar de vuelta en Forks y más aún a la entrada de La Push. Pero era el sitio idóneo para no ser localizados por los Vulturis, nunca imaginarían encontrarnos aquí. Tras mi huida buscarían a los Cullen, pero no los encontrarían a pesar de estar tan cerca.

Este sitio estaba impregnado del olor de los licántropos, ese olor sería lo que impediría que Demetri nos localizara. Él era el mejor rastreador, pero ni incluso él sería capaz de traspasar esa barrera que rodeaba La Push. Además, eran zonas prohibidas para los vampiros, si un vampiro no invitado ponía un pie dentro era una condena a muerte, ni los mismísimos guardias de los Vulturis se atreverían a buscarnos aquí.

Antes de dar un paso más pensé en Alec, en estos momentos ya debía de estar regresando a Volterra confuso. Y lo peor es que mientras me metía en su mente, para borrarle sus recuerdos de mí, descubrí algo que me había ocultado siempre... él sí estaba enamorado de mí.

Y me sentí mal por nunca haber podido corresponderle de la misma forma, pero nunca me lo dijo... tal vez lo ocultó precisamente porque él sabía que lo que yo sentía por él no era amor y me sentí culpable. No había querido obligarme a quererle y por eso me había ocultado sus verdaderos sentimientos. No era hasta ahora, cuando me olvidaba, que descubría que él me quería de verdad. Y a pesar de saberlo yo no podía corresponderle de la misma forma. Porque lo mismo que él sentía por mí yo sólo lo había sentido una vez en la vida y esa persona me rechazó.

Tal vez esto era cosa del karma, yo no había podido corresponder a Alec y Edward no me había podido corresponder a mí.

De verdad esperaba que Alec consiguiera sobrevivir a esto y huir lejos con su hermana. Pero algo me decía que el día del enfrentamiento ellos serían los primeros en atacar por defender a los Vulturis.

Alec, porque ya no recordaba nada, y Jane, porque pensaba que hacía lo correcto, pero ese día haría todo lo posible por ponerles a salvo aunque me costase la vida. Se lo debía a Alec.

Meneé la cabeza, debía sacar eso de mis pensamientos y centrarme en lo que importaba ahora. No debía olvidar que estaba entrando en territorio enemigo, y ya no sólo por los licántropos del lugar, sino por los vampiros que habían ocultos en su interior, vampiros que me odiaban con toda su alma. Dicen que uno recoge lo que siembra y yo había sembrado mucho odio y dolor... y ahora no tenían ningún motivo para no matarme, sabían que estaba traicionando a los Vulturis y que si me mataban no habría represalias. El único motivo que podía detenerles de asesinarme era que me perderían como arma en la batalla. Sólo eso conseguiría mantenerme con vida en este lugar. Pero iba a correr el riesgo si eso hacía que pudiera recuperar mi libertad.

Cuando me disponía a entrar vi un rostro familiar de lejos que me observaba.

A pesar de haber pasado tantos años la reconocí de inmediato.

Nessie.

Ambas empezamos a andar acercándonos a la otra y, cuando estuvimos frente a frente, nos miramos.

Vi en su mirada que ya no me miraba como diez años atrás, ahora me miraba con tristeza y... odio. Ella debía saber que había matado a muchos de los suyos y debía odiarme por ello, pero se veía obligada a recibirme en el lugar.

-Bella... -fue lo único que me dijo después de observarme por largo rato.

-Nessie -contesté a modo de saludo, sin saber yo tampoco qué más decir.

Nessie me pidió que la siguiera y me llevó para reunirme con los demás, así que me adentré hacia las entrañas de La Push, sabiendo de antemano que me estaba metiendo en la boca del lobo.

Y nunca mejor dicho.

º º º

-No te imaginas cómo nos dolió aquella vez que pensaras que te estábamos echando como a un perro, pero sabíamos que los Vulturis ya estaban en camino. Por eso intentamos que huyeras con Nessie, pero fue demasiado tarde... -me explicaba Edward. Estábamos sentados en un barranco de la playa, había sido él mismo quien se había ofrecido a aclararme muchas cosas que quedaron en el aire en el pasado. Y yo, con tal de alejarme de las miradas acusatorias y llenas de odio de la gente del lugar, había aceptado encantada.

Cogí una piedra pequeñita y la lancé al mar.

-Sí, fue demasiado tarde ya... -susurré con apenas un hilo de voz mientras me quedaba mirando el atardecer.

Habíamos hablado de muchas cosas y al fin todas las cosas raras que vi durante mi estancia con los Cullen ahora tenían sentido.

Ellos no sabían que los Vulturis iban a venir a por mí tan pronto, pero un mes antes de la graduación les llamaron para avisarles, era por eso que no querían hablar de mi entrada a la universidad, no querían crearme falsas esperanzas. Ellos pensaron que los Vulturis me dejarían quedarme con ellos unos años más, pero Aro estaba impaciente porque me uniera a sus filas y adelantaron mi unión a ellos.

Según me había contado Edward fue Eleazar, un vampiro amigo de los Cullen (que había pertenecido a los Vulturis), quien informó a los Vulturis de mi existencia.

Eleazar también era prisionero de los Vulturis, pero él quería dejar el trabajo y pasar tiempo con su familia, pero Aro sólo le dijo que si quería irse debería encontrar a una persona con un don tan poderoso que pudieran prescindir de él.

Fue entonces cuando Eleazar se recorrió medio mundo hasta que me encontró en Seattle. Y cuando le había visto en este lugar recordé que no era la primera vez que le veía, recordé exactamente mi primer encuentro con el que sería el causante de mi peor pesadilla...

Temblaba mientras andaba por las calles de Seattle, era una noche helada como pocas. Lo peor es que el motel Lucky estaba completo y no quedaban habitaciones libres. Y era el único motel en el que podía utilizar mi don si peligro.

Pero hoy no iba a poder ser, me tocaría dormir en la calle.

Y para colmo había estado lloviendo, por lo que toda mi ropa estaba empapada y yo calada hasta los huesos, lo que hacía que temblara con más ganas.

Cansada de andar sin rumbo me senté en el primer portón que encontré, apoyé la cabeza en la pared e intenté cerrar los ojos para ver si conseguía dormir y así poder olvidarme del frío que sentía.

Pero pasaron los minutos y no podía pegar ojo, más bien me empezaba a encontrar rara, no fue hasta que me llevé la mano a la frente que noté que estaba ardiendo.

Y ya debía de tener bastante fiebre para notarme caliente con el frío que hacía. De verdad pensé que iba a morirme, que era mi fin.

Un sopor extraño empezó a invadirme al cabo de un par de horas, no era sueño, pero no conseguía mantener los ojos abiertos y tuve miedo porque nunca me había sentido así, era como si estuviera en una nube. Lo peor es que hacía una hora había empezado a tener alucinaciones producto de la fiebre.

A pesar de saber que mi padre estaba muerto le vi a mi lado y empecé a hablar con él. La gente pasaba por mi lado y veían mi estado, pero seguían su camino, ignorándome.

No sé si pensaban que estaba drogada o enferma, pero nadie se paró a averiguarlo. Excepto él. No supe en qué momento la fiebre me ganó, pero llegó un momento que perdí el conocimiento.

Cuando desperté lo hice en un hotel de lujo, cuando empecé a moverme me di cuenta que ya no tenía fiebre y que llevaba ropa limpia y seca. Pero no entendía dónde estaba y cuando vi entrar a un hombre en la habitación temí lo peor, lo primero que se me pasó por la mente es que me había encontrado en la calle y me había traído hasta aquí para abusar de mí, así que me levanté a la defensiva de la cama y miré hacia la puerta.

Él se dio cuenta.

-Relájate, pequeña, no voy a hacerte nada. Te vi desmayada en la calle ardiendo en fiebre y sólo te traje para curarte -su voz era melodiosa y me embaucó.

-Ya, claro, ¿y por qué no me ha llevado a un hospital? -le pregunté con tono acusatorio, en realidad no quería que me hubiera llevado a un hospital, de haberlo hecho me habrían llevado de vuelta al orfanato, pero que me llevara a su hotel daba mala impresión y yo mejor que nadie sabía que los hombres no eran de fiar.

-Bueno, tal vez debí llevarte, pero cuando te encontré estabas tan débil que el tiempo era vital y mi hotel pillaba más cerca, tengo conocimientos de medicina y te curé yo mismo, llevas cuatro días durmiendo. Si quieres ir a un hospital para que te revisen te acompañaré sin ningún problema...

-¡No! -solté con un grito casi sin querer-. Es decir, ya no es necesario, estoy curada, le agradezco lo que ha hecho por mí, pero me tengo que ir.

Dicho eso me acerqué a la puerta sin dejar de mirarle en ningún segundo, seguía sin fiarme, la vida me había hecho muy desconfiada. Además, me sentía algo mareada y confundida, sólo quería irme de ahí. Pero en el último segundo recordé que sería conveniente hacerle olvidar que me había ayudado, a pesar de que eso conllevara hacerle olvidar los últimos cuatro días.

Así que me acerqué a él provocando que me mirara a los ojos y hablé.

-Vas a olvidar lo que has hecho estos cuatro días, te lo agradezco, pero no debes recordarlo. Estos cuatro días has estado enfermo y no has salido del hotel. Vas a tumbarte y dormir un rato y cuando despiertes no recordarás nada -pero me di cuenta de que algo fallaba.

El hombre no parecía bajo mi hipnosis, pero tampoco había dicho nada, era como si supiera lo que estaba haciendo y dudara sobre qué hacer.

Me pregunté si la fiebre había afectado a mi don y lo había perdido. Me emocioné tanto que salí de allí corriendo, sin importarme que ese hombre no le hubiera afectado mi hipnosis. Lo primero que hice al salir a la calle fue probar si mi teoría era cierta, hipnoticé a la primera persona que me encontré en un callejón, pero sí funcionó.

Me asusté, mi don no había desaparecido. ¿Pero entonces? ¿cómo era posible que ese hombre no se hubiera visto afectado por mi don?

Nunca entendí lo que sucedió aquella vez, no era hasta hoy que le había conocido que entendía todo. A Eleazar nunca le afectó mi don porque cuando yo era humana mi don no afectaba a vampiros.

Edward me contó que Eleazar me había estado siguiendo durante días antes de que enfermara y cuando vio que me estaba muriendo me salvó la vida, el motivo por el que me llevó a su hotel en vez de a un hospital no era por un motivo pervertido como yo pensé, sino porque él sabía quién era yo. Llevaba días siguiéndome, sabía que me había escapado del orfanato y que me buscaban.

Eleazar me vio por primera vez andando por las calles de Seattle, él no necesitaba utilizar su don con alguien para saber si tenía algún don o no. Sólo con ver a la persona lo sabía y cuando nuestros caminos se cruzaron él vio en mi su libertad. Pensó que si me entregaba a los Vulturis sus problemas acabarían. Y eso hizo, pero fue él mismo quien recomendó a los Vulturis que me dejaran estar un tiempo con los Cullen, que eran amigos suyos, para que creciera, ya que yo ni siquiera era mayor de edad. Por aquel entonces los Vulturis estuvieron de acuerdo, pero según pasaban los meses se impacientaron y ni siquiera esperaron a que cumpliera la mayoría de edad, me transformaron días antes de cumplir dieciocho años.

-Gracias -solté de repente, después de estar un rato callados cada uno perdido en sus propios pensamientos, Edward me miró-. Por contarme todo esto, al fin entiendo muchas cosas.

Edward asintió y volvió a mirar al frente.

-Aún hay algo pendiente... -me dijo sin atreverse a mirarme.

-¿El qué? -intenté imaginar de qué se trataba, pero no conseguía averiguarlo, pensaba que ya habíamos aclarado todo.

-Esto -exclamó e inclinó rápidamente su cabeza para besarme en los labios.

Me paralicé.

Edward Cullen, el mismo Edward Cullen que me había rechazado en el pasado, me estaba besando después de diez años.

Y un extraño sentimiento surgió en mi interior, mejor dicho, despertó de nuevo. Y sin saber por qué mi cuerpo reaccionó sólo y le devolví el beso.

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