Mierda.
Es la única palabra que mi mente es capaz de procesar en este momento.
Y como si las cosas no pudieran ponerse mejor, entra Travis en escena, sujetando un montón de bolsas y gritando a pleno pulmón:
-De todas las chicas de este mundo, me tenía que tocar a mí a la que no le gustan las compras. ¡A mí! Maddy, a este paso no se si nos vamos a poder casar...
Le hago una mueca para que se calle, y se detiene de golpe en medio de la frase. Sus mejillas se tornan ligeramente coloradas cuando ve la situación en la que se ha metido.
Ah, y también porque medio centro comercial está observandole.
Brooke le mira con los ojos abiertos, aunque después del examinar detenidamente al chico de los pies a la cabeza, cambia su cara a una demasiado melosa para mi gusto. Vamos, ¿en serio? ¡Su prometido está ahí delante!
Dean, por su parte, le mira con una ceja alzada y cara de pocos amigos.
-¿Podemos hablar? -dice tras un eterno minuto, apartando sus ojos de mi vecino y dirigiendolos a mi.
Asiento lentamente, aún mirando de mala manera a la rubia, que se come con los ojos a Travis. Este, se rasca la cabeza, visiblemente incómodo.
Sigo a Dean unos metros más allá, apartados de los otros de tal forma que no puedan escucharnos. Antes de que el chico pueda pronunciar palabra, estallo.
-¿Cómo narices se te ocurre Dean? ¡Ir a la boda de mi hermano! -le grito, sintiendo como la ira me recorre todo el cuerpo- Y encima ir acompañado de... Ella. Eres un jodido...
-Imbécil -dice, rodando los ojos e interrumpiendome- Si, ya lo sé Madison, no haces más que repetirmelo últimamente.
-¿De qué hablas? -pregunto, cada vez más molesta.
-Tenemos una cita increíble, y después te echas a llorar sobre él, pasas de mí, no contestas mis llamadas, pero yo soy el imbécil, por ir con Brooke a una boda.
-Oh, perdona, es verdad, que tonta de mí. Se me olvidó que a pesar de que mi casa está totalmente destruida debía preocuparme por salir contigo, besarte y contestar tus estúpidos mensajes de: "te echo de menos", para después soportar ver cómo cada noche te vas y compartes la cama con tu futura prometida. ¡Perdoname, por favor, que clase de horrible persona soy! -digo, intentando remarcar todo lo que puedo el sarcasmo de mi voz.
-Podrías haber acudido a mí, sabes que tengo dinero de sobra, podría hasta comprarte un nuevo apartamento...
-¡No me importa tu jodido dinero! ¿Es que no te das cuenta? No quiero un nuevo piso, ni que pagues el arreglo de mi casa, ni nada de lo que tu estúpido dinero pueda comprar. -digo cerrando los ojos fuertemente, mientras niego con la cabeza.
No puedo creer lo poco que me conoce, después de todo lo que hemos compartido.
-¿Y entonces qué es lo que quieres? -pregunta, frunciendo el ceño, luciendo molesto.
Bufo, sorprendida.
-Alguien que me quiera, de verdad.
-Yo te quiero... -le corto antes de que pueda decir alguna tontería más.
-Y que me lo demuestre -digo, pero ya no enfadada, no, dolida.
Dolida y sintiendome una completa idiota, porque a pesar de todas las veces que me he repetido a mi misma que era hora de pasar página, no he sido capaz, y vuelvo a cometer los mismos errores una y otra vez. Si Dean realmente me quisiera tanto como dice, no estaría prometido. Pero la triste realidad, es que le importa más su dinero que yo.
Y, por mucho que me pese, no puedo estar con una persona así.
Antes de que le de tiempo a decir nada más, camino hasta donde se encuentran mi vecino y Brooke, e ignorando a la rubia lo más que puedo, me dirijo hacia Travis.
-¿Podemos irnos ya de aquí, por favor? -le suplico.
Asiente lentamente, y me toma de la mano, dirigiendome al aparcamiento. Me dejo llevar y simplemente le sigo, deseando llegar a casa lo antes posible. Aunque, para mi mala suerte, el tráfico no pretende ayudar.
-Siento que las cosas hayan acabado así... -dice Travis, pendiente de la carretera, mientras se rasca la nuca- Solo quería que te olvidaras de todo por un rato.
Apoyo mi mano en su brazo y le dedico una sonrisa.
-No es tu culpa, Travis. Gracias por intentarlo, es solo que... La vida no parece querer que las cosas me vayan bien -suspiro.
-No digas tonterías. Es solo... Una mala semana. Ya verás como todo se soluciona -dice, sonriendome y guiñandome un ojo.
"Ojalá tengas razón, ojalá"
Cuando llegamos a casa de Travis no puedo evitar desviar la mirada hacia mi casa. Cerrada como está, podría parecer que está en perfecto estado. Solo si te fijas en los bordes, ligeramente ennegrecidos, te darás cuenta de que no es así.
Aparto rápidamente la mirada antes de hacer algo estúpido, como ponerme a llorar, por ejemplo.
Tras dejar las bolsas a un lado del salón, cojo el improvisado pijama que he estado usando durante toda la semana, que no se trata de más que de una camiseta negra de travis y unos pantalones de algodón que le quedaban pequeños, pero que, aún así, tengo que remangarme varias veces para evitar arrastrarlos.
Camino hasta el baño, donde me cambio, y después retorno al sofá, donde me dejo caer, sin fuerzas, y con la intención de quedarme ahí tumbada por lo que resta de día.
Pasan unos minutos hasta que abro los ojos con curiosidad, debido a los ruidos que Travis está haciendo. Le miro, agachado delante de la televisión, y no puedo evitar observar cómo los músculos de su espalda se marcan por debajo de la camiseta blanca.
Aparto los ojos rápidamente, avergonzada y sintiendo cómo mis mejillas se encienden.
-¿Qué estás haciendo? -pregunto, sentandome como un indio.
En vez de contestarme, el chico sale de la habitación, para después volver con pizza y un bol de palomitas.
-Ayudame a traer lo que queda -pide, haciendo equilibrios para evitar que se le caiga el plato.
Me levanto sin preguntar nada más, y en la cocina me encuentro un par de vasos, una botella de agua y Coca-Cola. Lo cojo y lo llevo de vuelta, para colocarlo en la mesilla.
-Se que no es lo mismo que el restaurante al que tenía pensado llevarte, pero algo es algo -comenta mi vecino, sonriendome de lado.
-¿Qué estás poniendo? -pregunto, refiriéndome a la televisión, en la cual vuelve a estar tocando botones.
-Harry Potter y la Orden del Fénix. Esa es tu película favorita, ¿verdad?
Me quedo de pie, sorprendida y enternecida por su gesto. Me acerco a él y, tomándolo por sorpresa, le doy un abrazo.
-Gracias, Travis. No se cómo lo haces, pero eres el mejor -le digo, sintiendo que tengo razón en cada palabra que suelto.
No encuentro una palabra mejor para describir a mi amigo: increíble. Es el único capaz de hacer todo por mí, sin importarle el precio. Desde que le conozco, no me ha fallado ni un solo momento.
No puedo evitar que un pensamiento se cruce por mi mente en este momento, y es que me gustaría que Dean fuera un poco más como él. Si tan solo fuera capaz de mostrarme que le importo, quizás... Quizás las cosas podrían ser de otra manera.
-Lo que sea por mi futura mujer -me guiña el ojo.
Pongo los ojos en blanco y suelto una carcajada. Este chico siempre seguirá dentro de sus trece.
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-Cada día que pasa eres más estúpido -digo rodando los ojos después de escuchar otro de los chistes malos de Travis.
-Cuanto me amas -dice cogiendome de las mejillas y tirando de ellas, ganandose un golpe en el hombro.
Nos quedamos en silencio, sin embargo, no resulta incómodo. Travis juega con la punta de mi calcetín, mis pies apoyados sobre sus piernas. Yo miro un punto fijo de la manta que me cubre, perdida en mis pensamientos.
-¿Vendrás mañana a la boda? -pregunto, armándome de valor.
-Claro, tu hermano me envió la invitación cuando desperté -comenta tranquilamente, mientras sigue jugando con mis pies.
-Y... -me muerdo el labio antes de dejar que las palabras salgan de mi boca.
¿Debería hacerlo? ¿Realmente debería preguntárselo? ¿O sólo estropearía las cosas?
-Sueltalo -dice, ahora mirandome a los ojos.
-¿Eh? -pregunto, confusa.
-Maddy, te conozco ya desde hace mucho. Se que quieres decir algo. Asi que, simplemente dejalo salir.
Algo en su sonrisa hace que finalmente me decida por preguntárselo.
Cojo aire y dejo que las palabras fluyan.
-¿Vendrías conmigo, como pareja? -digo, y después cierro los ojos, sin querer ver su reacción.
Cuando han pasado al menos dos minutos y todavía no he tenido ninguna contestación, abro ligeramente mi ojo izquierdo. Me encuentro a mi vecino con una cara un tanto sorprendida, y... ¿Eso de sus mejillas es rubor?
-Espera, ¿he oído bien? -dice al fin, estableciendo contacto visual, que se me hace demasiado intenso y me obliga a apartar la mirada- ¿Tú, Madison Williams, me acabas de pedir una cita?
Asiento tímidamente, queriendo meterme en cualquier lado. Por favor, si va a rechazarme que lo haga rápido, ¡en vez de hacerme pasar todo este calvario!
Suelta una carcajada, que me hace fruncir el ceño. ¿Qué es tan gracioso? ¿Acaso he sido tan patética?
-No te rías de mi -le gruño, y después me levanto bruscamente del sofá.
Estoy molesta, por supuesto que lo estoy. Entiendo que no quiera venir conmigo, seguro está demasiado ocupado pensando en Jane, como para querer tener una mísera cita conmigo. ¡Pero eso no es motivo para que se ría de mí!
Me dirijo hacia la salida, no muy segura de a dónde voy a ir. Pero, antes de que pueda dar un paso más, una mano se cierra alrededor de mi muñeca, impidiéndome avanzar.