Entre el bien y el mal

By NukaBlack

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Ambientado en las historias de H.P. Lovecraft, allá por los años 20. Cuenta la historia de un jóven comisario... More

01 - Nací, crecí y me casé.
02 - Una serie de catastróficas desdichas
03 - El maníaco
04 - La huída
05 - Malas nuevas
06 - Reencuentro
07 - Emociones y secretos
08 - Dame un respiro
09 - Cambio de perspectiva.
10 - Pesadillas
11 - La llamaban monstruo
12 - Cambios de actitud
13 - Trece
14 - La sangre llama a la sangre. Parte 1
15 - La sangre llama a la sangre. Parte 2
16 - La buena cristiana
17 - Poli bueno, poli malo.
18 - El choque de dos destinos.
19 - Calma
20 - El Juicio
22 - Volviendo a la realidad
23 - Ecos del pasado
24 - Una nueva esperanza
25 - Vuelta a la vida
26 - Melodías de desesperación.
27 - Pequeños reencuentros
28 - Miedo a flor de piel.
/* Resumen */
29 - Odile

21 - Desesperación.

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By NukaBlack

Angustia es lo que sentí en mi pecho desde el primer momento en el que aparecieron aquellos dos seres. Y la cosa no mejoró cuando Claudia tomó su decisión y fue castigada de esa manera. Mi pequeña... Una vez más era el culpable de su condena; la razón por la que estaba atrapada en la ciudad y por la que nunca volvería a la normalidad. Si yo salía, ella se quedaría. No. Jamás la abandonaré. Ella se ha quedado aquí por mí, y yo me quedaré aquí por ella. A no ser que encuentre una forma de que salgamos los dos.

Mi estado angustioso no mejoró cuando aquel ser la levantó haciéndola flotar y la destrozó de esa forma haciéndola chillar, sangrar y llorar. La forma en la que la dejó caer sobre la piedra... Nadie, salvo yo, se preocupó de ella cuando estaba tirada sin apenas poder respirar. Me acerqué a ella, quería saber cómo estaba. Quería abrazarla y protegerla contra mi pecho, pero no veía el tocarla como una opción. La veía tan frágil...

Todo cambió cuando se despidió de mí de aquella forma y dejó de respirar; su corazón sin pulso. Grité un "NO" bien sonoro y la cogí en brazos como pude, empapándome la ropa y la piel que tenía al descubierto de sangre, y dirigiéndome hacia la casa de Marion y Nicole. Corrí todo lo rápido que pude con mi pequeña en mis brazos, cuan muñequita de trapo. Claudia yacía en mis brazos con los ojos cerrados y la tez tranquila, ensangrentada y prácticamente desnuda. Su cuerpo había cambiado, era más grande, pesaba más... ¿Qué le habían hecho?

Cuando llegué a la puerta de las dos amigas, grité un sonoro "Marion" y, cuando me abrió, su rostro mostró terror.

— ¡¿Jared?! ¡Qué ha pasado! — Mirando a la pequeña.

— El Juicio... Era a Claudia... A mi pequeña... — Contesté con lágrimas en los ojos. — Le han dado a elegir si salir o quedarse y... Creo que puedes adivinar cuál fue su elección... — Se llevó una mano a la boca y pude escuchar los tacones de Nicole bajando a toda velocidad por las escaleras.

— ¡Por Dios! ¿Qué ha...? — Agrandó los ojos cuando vio el cuerpo de Claudia y me miró. — ¡No te quedes ahí! ¡Pasa, pasa! — Me hizo gestos con la mano para que entrara.

— Sí, Jared. Déjala sobre el sofá... — Comentó Marion. Esperé a que pusieran un par de sábanas blancas sobre el mueble para dejar con sumo cuidado a la pequeña. Nicole me apartó con suavidad para que dejara espacio a su amiga y ví como le puso los dedos en el cuello, luego en la muñeca. También pegó la oreja a su pecho. — Está... muerta... — Sentenció la rubia. Me miró con cara de circunstancias a Nicole y ésta última me agarró del brazo y me arrastró fuera de la casa.

— Marion se ocupará de esto. Bajo ningún concepto entres en la casa, Jared. ¿Entendido? — Me miró fijamente a los ojos. Yo tenía la mirada clavada en la puerta, tratando de atravesarla para poder ver qué sucedía dentro, hasta que la mujer me cogió de la mandíbula y tiró de mi cara obligándome a mirarla. — Jared. ¿Te has enterado? — Insistió. Asentí.

Nicole me dejó en la entrada de la casa, con la ropa machada de sangre y cerrándome la puerta en las narices. Su siguiente movimiento fue cerrar todas las cortinas de la casa para que no se pudiera ver qué iba a suceder ahí dentro. Tocaba esperar. Me senté en las escaleras abrazándome las piernas mientras hundía mi cabeza entre mis rodillas y ahí me quedé.

No sé cuánto tiempo transcurrió. De lo único que era consciente fue que de vez en cuando me quedaba dormido y alguien salía de la casa para dejarme algo de comer y beber. En una de las ocasiones, una nota con una petición: "Jared, ve al hotel a descansar, por favor. Aquí no estás haciendo nada y te estás destrozando." Pero no le eché cuenta. Hasta que no tuviera noticias de Claudia, no me movería de allí.

Una de las veces que me quedé dormido y me desperté, no lo hice donde me quedé. Estaba sobre una cama, cómoda. ¿Me habían llevado al hotel? Miré a mi alrededor y pude comprobar que no. Era una casa bien luminosa, con el sonido de las olas de fondo. Me erguí y pude comprobar que me encontraba en la casa donde había estado en la luna de miel con mi mujer. ¿Cómo era eso posible? Quizá Izak me había convencido para volver a beber y estaba alucinando. Me miré en un espejo que había sobre un tocador en la habitación y pude comprobar que tenía barba de varios días y la ropa hecha un desastre: la ropa que llevaba en Innsmouth.

Al salir del dormitorio, algo desorientado, fui caminando hasta toparme con una especie de salón, donde pude ver una mujer pelirroja. ¿Eva? ¿Era ella? Se giró y me miró con una amplia sonrisa. ¿Estaba viva? Se acercó a mí y me abrazó.

— Hola, mi amor... Tienes mala cara. ¿Has dormido mal? — Preguntó acercándose para besarme. Respondí a esos labios con un ligero tacto, no demasiado convencido y ni siquiera respondí ante su pregunta. Desvié la mirada hacia un lado y había una trona con un bebé encima. Fruncí el ceño y me acerqué a él. ¿Quién era ese crío? — Jared, ¿estás bien? Parece que nunca hubieras visto a tu hijo... —

¿Mi hijo? Mi hijo era deforme, era un pez... ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Quizá era la vida que siempre había querido? Vivir tranquilamente con mi mujer, tener un hijo normal... Pero algo iba mal. No sentía que eso fuera lo que deseaba. No sentía amor cuando miraba a Eva. ¿La había dejado de querer? A lo mejor es que no la quería como antes; quizá sólo quedaba cariño hacia ella, pues fue demasiado importante para mí. En mi mente únicamente había una persona dando vueltas y no era capaz de pensar en otra cosa que no fuera ella. ¿Dónde estaba? Me sentía angustiado por no saber de mi pequeña.

Miré a Eva durante unos segundos: sí, la quería. Pero no como antes. No la amaba como antes, sólo le guardaba cariño por ser quien fue. Mi corazón ahora pertenecía a otra persona, estaba seguro. Negué con la cabeza y decidí irme de allí. Tenía que encontrar alguna forma de ir lo más rápido posible desde Kingsport hasta Arkham. Comencé andando, luego me topé con algún que otro camionero que iba al próximo pueblo, y luego a otro. Luego volví a caminar, me volví a subir en otro coche... Y así hasta que por fin llegué a Arkham. No tengo ni idea de cuánto tardé en llegar, pero os puedo asegurar que no fue poco.

Escruté cada rincón de la ciudad en busca de ella sin éxito, pues no la encontraba por ningún lado. Después de muchas vueltas, decidí dirigirme hacia el Orfanato, donde la había dejado antes de marcharme hacia Innsmouth. Cuando llegué a la recepción, pregunté por Lilith Williams y, tras mucho insistir -pues no quería dejarme verla- por fin conseguí que la hicieran llamar. La ví aparecer por el pasillo y, conforme se iba acercando a mí, mi sonrisa se iba ampliando. Mi pequeña, mi Claudia. Ella también me sonrió, de manera dulce, mirándome a los ojos.

— Mi pequeña... Si supieras lo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí... — Me agaché frente a ella y la abracé con todas mis fuerzas.

— Pero ya estás conmigo... — Contestó sutilmente. Me agarró de la cara con las dos manos y posó sus labios sobre los míos durante escasos segundos.

— Sí. Ya estoy aquí contigo... — La miré. Sus ojos brillaban mirando los míos, quizá demostrándome su amor con ellos. Pero había algo... De sus lagrimales empezaron a emanar un par de lágrimas de color carmesí. Su mirada, mostraban un interior roto después de todo lo que había sufrido.

— Estoy rota, Jared... He soportado tanto... He hecho tanto por todos y nadie ha hecho nada por mí... — Se entristeció. Pasé mis pulgares por sus mejillas, limpiando aquellas gotas rojizas.

— Ojalá nuestros caminos se hubieran cruzado antes, pequeña... —

— Ojalá... — Suspiró.

— Pero ahora estoy aquí y prometo no separarme nunca de tí... ¿vale? Estaré siempre a tu lado, protegiéndote. Daré mi vida por tí si es necesario... —

— Estás condenándote al infierno queriéndome de esa forma, Jared. ¿Estás seguro de que es eso lo que quieres...? —

— Mi mayor condena es estar lejos de tí. Seré el mismísimo rey del inframundo si tú aceptas ser mi reina... — Sonrió de medio lado.

— Yo ya soy la reina de esas tierras, mi querido Jared. Pero ahora... — me puso las manos en el pecho y me alejó de ella. — ... deberás sobrevivir sin mí. Yo te estaré esperando, te lo aseguro. Y no te preocupes por mí, mi amor. Estaré bien, ¿vale? — Miró hacia su pecho y hundió su mano en él, arrancándose el corazón de su cuerpo y posándolo sobre mis manos, aún latiendo. — Te pertenece, llévatelo contigo... Y ahora, ve a vivir por mí... — Se acercó, me besó en la frente y todo se volvió oscuro.

No tardé en recobrar la consciencia a causa de un tacto frío y húmedo bajo mi cuerpo y en mi ropa. Abrí los ojos lentamente y sólo pude ver aquel cielo tan raro que tenía la ciudad de Innsmouth. No me dolía nada, no me sentía mareado, clara prueba de que nada había sido efecto del alcohol. ¿Entonces? ¿Qué había sido? Me incorporé y pude comprobar que estaba en la orilla de la playa de la ciudad, con el cuerpo empapado pues las olas habían estado acariciándome. Miré mis manos y pude ver aún los resto de sangre en las palmas. ¿Había sido real lo que acababa de ocurrir? Me levanté y me quedé mirando hacia el mar, aún con las manos ligeramente alzadas con las palmas hacia arriba; miré una vez más a ellas.

Claudia se había despedido de mí, de ello estaba seguro. ¿Qué sería de mí ahora mismo? Me sentía derrotado. Dejé caer mi cuerpo sobre la arena de nuevo, clavando las rodillas y apoyando las manos en la arena, dejando salir la presión que sentía en el pecho en un llanto totalmente descontrolado. Me sentía frágil y vulnerable.

Ya nada tenía sentido para mí, ya no tenía sentido estar frente a la casa de Marion a la espera de noticias. Ya tenía claro que no volvería: ella estaba muerta.

Me quedé tendido en la orilla desahogándome, haciendo que mis lágrimas se fundieran con el agua del mar, hasta que, una vez más, me quedé dormido. Ahora mismo no tenía fuerzas para seguir viviendo. Pero lo haría, lo haría pues ella me lo había pedido. Y venderé mi alma al diablo si hiciera falta para volver a reunirme con ella...  

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