MICHELLE
Nicholas retira su mano de mi brazo y mira a los presentes, sacando una de sus mejores sonrisas.
- ¿Por qué se ha detenido la música? – pregunta sonriente. – ¡Maestro, por favor!
El músico asiente y comienzan a tocar una delicada pieza que reconozco como "The Lark Ascending" de George Meredith.
- Por favor, concédame esta pieza. – Nicholas toma mi mano sin permiso y nos encamina a la pista de baile.
A lo lejos veo a mi padre, me observa preocupado y a su lado, Sedrick me mira aburrido. También logro encontrar a Lis que está acompañada por su novio y varios de mis amigos pero no a Nathan.
Le sonrió mi padre para calmarle y miro a mi expareja.
- ¿Qué haces, Nick? – pregunto insegura.
- Bailar.
- Ya no estamos juntos. – le recuerdo y él sonríe con sequedad.
- ¿No vas a parar de recordármelo, verdad? – miro hacia otro lado, moviéndome al son de la música clásica. – Jamás te hice daño.
- No directamente. – respondo.
- Michelle, fui un asesino. – admite. – Mate personas pero nunca te lastime a ti.
La música continúa y nos mecemos con sincronización.
- ¿Ya estás bien?
Me mira con confusión y le miro con una ceja alzada.
- ¿De qué hablas?
- Tu adicción. – el abre los ojos y evita mi mirada, la música se detiene y niego repetidamente con la cabeza. – Eso era todo lo que quería saber.
Me libero de su agarre y camino hacia la barra.
- Michelle, retomemos lo nuestro. – ruega. – Ya no me afecta la sangre.
- Estas mintiendo, Nicholas. – pido mi bebida al barman. – Tu mundo es demasiado desastroso y el ser licántropo y futuro alfa no le hace justicia, mataste vidas inocentes y huiste cuando más te necesitaba.
- Hay cosas que no se pueden evitar, Michelle. – bebo mi bebida bajo su atenta mirada. – Moira se lo merecía, además, no era tu verdadera madre.
No sé como pero mi vaso de cristal termina roto en el suelo y mi mano queda marcada en su mejilla, que ahora toma un color rojizo intenso, los invitados jadean ante la escena y le miro con rabia.
- Te amaría de cualquier forma, en cualquier mundo, con cualquier pasado. – hago un pausa. – pero he dejado de amarte en el momento en donde decidiste engañarme con ella. – señalo a la perra de Jasmine y ella me mira sorprendida.
Su vestido me ayuda a identificar esa basura como mujer.
No se esperaban que me enterara que ambos compartían un romance a mis espaldas, y fue gracias a su mejor amigo.
Nicholas me mira asombrado y me alejo de él, caminando hacia el jardín.
- ¡Michí! – chilla mi mejor amiga al llegar a mi lado, antes de entrar al área del jardín. – ¿Estas bien?
- Estoy bien, Lis. – me abraza. – Solo me sacó de quicio.
- ¡Ay, lamento haberte dejado sola! – se disculpa. – Pensé que no venias.
- Es una larga historia. – me encojo de hombros. – Oye, no me dijiste que era un baile de rojo y negro, ¡Me compraste un vestido azul!
- La ofendida debería ser yo ya que ese no es el vestido que te compre. – me observa curiosa.
- Estaba en mi armario.
- Pues no es el mío. – escucho mi nombre ser gritado y me tenso.
- Lis, necesito estar sola por unos minutos.
- Yo distraigo a los perros. – ambas nos reímos.
Lis entra al salón y comienzo a caminar, adentrándome en el alumbrado y hermoso jardín.
Llega un momento donde estoy perdida pero a lo lejos una fuente de cristal me ayuda a calmarme.
Llego a la fuente y miro a mí alrededor.
No hay nadie aquí.
Solo mi triste presencia.
- No estás sola. – una risa hace que me sobresalte y miro hacia mis espaldas.
- Tu. – susurro confundida. – ¿Qué haces aquí?
- ¿Acaso soy la última persona que podrías encontrar aquí? – pregunta con burla.
- Lárgate de aquí, Cristina.
- No me mandas, hijita. – se ríe. – Anthony, cariño.
Cristina llama al hombre y un lobo enorme aparece de entre las sombras, gruñendo y acercándose como si yo fuese su presa.
- Hija, te presento a Anthony Bondes. – habla la mujer. – Mi pareja actual.
Miro incrédula a la mujer y luego al lobo.
- No estoy para juegos, Cristina.
- Juguemos, hija. – sonríe. – Ah, mira quien se une a la fiesta.
Miro hacia el lado y observo como un Nicholas confuso se acerca a nosotros.
El mira al lobo y luego a la zorra de mi madre.
- Nick, hola. – saluda. – Ven, juguemos un rato.
- ¿Qué demonios, Cristina? – habla el chico.
Cristina llega hacia donde estoy a una velocidad inhumana y toma mi brazo.
- Escuche que tu adicción es la sangre, Nick.
No me da tiempo para analizar la situación cuando las garras de Cristina se entierran en mi brazo.
- ¡Ah! – grito con dolor.
- ¡No! – grita Nick, se queda pensativo.
¿Ahora?
- Nadie vendrá a ayudarte, Nick. – habla Cristina.
Los ojos de Nicholas se dirigen a mi brazo y palidece, ya que este comienza a sangrar brutalmente.
Nicholas gruñe y comienza a retroceder.
- Vamos, Nick. – habla con burla Cristina. – No domes la bestia, deja que la bestia te dome a ti.
Y en un abrir de ojos, tengo a Nicholas en el suelo retorciéndose de dolor mientras su cuerpo comienza a crecer y a cambiar. Sus ojos cambian a un color amarillo y sus manos se vuelven patas, como también sus piernas.
Y en segundos, tengo a un segundo lobo ante mis ojos.
- Ahora, espero que seas buena corriendo. – me sonríe. – Ataquen.
No lo pienso dos veces y comienzo a correr lo más rápido de puedo, lanzo los zapatos a algún lugar del bosque y comienzo a esquivar troncos y demás.
Las lágrimas amenazan con salir por el miedo pero muevo la cabeza.
Miro hacia atrás rápidamente y los lobos ya me están pisando los talones.
Piensa rápido, Michelle.
Veo un tronco a lo lejos y corro lo más rápido que puedo y me escondo, abrazando mis rodillas.
Los aullidos no tardan en escucharse y me encojo en mi lugar.
Moriré esta noche por ser una pendeja.
Siento pisadas afuera del tronco y me tenso.
- Oh, dios. – tapo mi boca.
Después de unos segundos ya no escucho pisadas.
Suspiro de alivio y comienzo a derramar un par de lágrimas.
La cabeza de un lobo rompe una parte del tronco y me echo para atrás, tratando de buscar otra salida.
- ¡Ah! – el lobo consigue morder mi tobillo y le miro con dolor, mientras la sangre sale de la herida.
El lobo se detiene y me observa con esos ojos amarillos y logro identificar que es Nicholas.
El lobo suelta un quejido y luego vuela hacia otra parte.
Abro mis ojos asustada y un rostro familiar se asoma por el roto del tronco.
- ¿Estas bien? – habla con tranquilidad y llega el otro lobo con ojos rojos y le muerde el hombro. – ¡Mierda!
Loyd golpea al lobo y después de forzar con él, termina por romperle el cuello.
El acaba de matar a Anthony Bondes.
- Michelle. – miro mi tobillo y siento como mis parpados pesan. – Mírame, Michelle.
Mi cuerpo se recuesta del tronco y sonrió.
- Gracias.
- ¡No, no! – le escucho gritar y luego cierro mis ojos, cayendo en los brazos de Morfeo.