SERENDIPIA PARTE I: MARIANNE

By escriencubierta

465K 24.6K 2.2K

Katheleen es una adolescente obediente, sumisa y callada. Durante sus veinte años, ha estado acostumbrada a c... More

Nota de autora
Capítulo 1: Marianne
Capítulo 2: La propuesta
Capítulo 3: Escapada a media noche
Capítulo 4: Éxtasis
Capítulo 5: Efectos colaterales
Capítulo 6: S.O.S
Capítulo 7: La caja de Pandora
Capítulo 8: Yo nunca
Capítulo 9: Celos... ¿y algo más?
Capítulo 10: Me gustas
Capítulo 11: Una extraña coincidencia
Capítulo 12: ¿Es muy evidente?
Capítulo 13: Una piedra en mi ventana
Capítulo 14: Mi primera vez
Capítulo 15: El hotel
Capítulo 16: Enséñame cómo hacerlo
Capítulo 17: De vuelta a la realidad
Capítulo 18: Cambiar es necesario
Capítulo 19: Tercera... ¿y última?
Capítulo 20: Vámonos de aquí
Capítulo 21: No te enamores
Capítulo 22: Gustos culposos
Capítulo 23: Vamos a la playa
Capítulo 24: Confesiones
Capítulo 26: Otra desilusión
Capítulo 27: Emboscada
Capítulo 28: Mi primera pelea
Capítulo 29: Interrogatorio
Capítulo 30: Guerra entre sábanas
Capítulo 31: Una visita inesperada
Capítulo 32: Noche de ruleta
Capítulo 33: Mi chica
Capítulo 34: Un mal presentimiento
Capítulo 35: Carta de despedida
Capítulo 36: El portarretratos
Capítulo 37: Un tal Alfredo Vargas
Capítulo 38: Algunas pistas e indicios
Capítulo 39: La pieza faltante del rompecabezas
Capítulo 40: Desentrañando la verdad
Capítulo 41: En ácido
Capítulo 42: Tocando fondo
Capítulo 43: Las consecuencias
Capítulo 44: Recogiendo mis pedazos
Capítulo 45: Un nuevo comienzo
Epílogo
A mis lectoras

Capítulo 25: ¡Feliz no-cumpleaños!

8.8K 521 41
By escriencubierta

Fue un largo beso que se convirtió en muchos más. La forma en la que me besaba, en esa particular noche, era tan intensa y cargada de emociones, pero a la vez tan pura y tan transparente. Tanto así que a pesar de que todavía estábamos desnudas, Marianne nunca tocó mi cuerpo con lujuria ni segundas intenciones: aquella vez sólo fueron caricias tiernas. Por supuesto me encantaba tener sexo con ella, pero había algo mucho más especial entre nosotras cuando actos como besarnos y tocarnos surgían de manera espontánea y en situaciones no encaminadas a tener relaciones sexuales.

Cuando empezamos a sentir frío y la sábana no fue suficiente, entramos al carro y nos pusimos la ropa. Abrí el paquete de los malvaviscos y el de los mecatos. Por pedido de ella, revolví todo en la bolsa más grande. Me inventé un juego.

—A ver si lo he entendido bien… Si saco una papa, debo decir un recuerdo vergonzoso. Si saco un malvavisco, uno feliz. ¿Y si saco un dorito? —me preguntó.

—Dices un recuerdo gracioso.

—Vale. Empieza tú.

Metí la mano y agarré un dorito.

—Uhmm —intenté recordar—, creo que mi vida es aburrida.

—No lo creo —me miró—. Piensa bien.

—Bueno… Hace unos semestres, Daf y yo hicimos brownies para vender y con el dinero comprar boletas para el concierto de Maroon 5… La cuestión es que ella y yo nunca habíamos cocinado algo así y, como ninguna tenía horno, pensamos que meterlos en el microondas surtiría el mismo efecto. Craso error. En cuestión de minutos, los brownies se quemaron y el olor a humo invadió la casa. La mamá llegó a la cocina, en toalla y sobresaltada, creyendo que habíamos hecho un incendio. En uno de sus intentos desesperados por disipar el humo con un trapo, se le cayó la toalla y quedó desnuda.

—Uy, imagino que ver a la mamá de tu mejor amiga de esa manera no fue algo agradable.

—¡Para nada!

Las dos nos reímos.

—Mi turno —sacó una papita—. Uh, este lo tengo claro. Había una chica hermosísima a la que intenté llevarme a la cama durante meses. Cuando por fin estaba a punto de lograrlo, estaba tan borracha que vomité en sus pies. Ella, desde luego, se fue y le contó a todos lo que había sucedido. Nadie quiso prestarme atención por un tiempo.

—¿Y qué hiciste?

—Irme a otra ciudad —hizo una mueca de indiferencia—. Para ese entonces, ya me había marchado de casa y estaba andando por allí sin rumbo fijo. Es tu turno.

Saqué una papita.

—Este es de hace siete años. En una presentación de ballet me caí, tumbé conmigo a la chica de al lado y se produjo un efecto dominó hasta que casi todas quedamos en el piso. La entrenadora se enfureció tanto conmigo que se fue del teatro y renunció. Desde ese momento, mis compañeras me odiaron.

—¿Qué hicieron tus padres?

—Mi papá me dio pizza y helado para consolarme. Mi mamá, en cambio, no me dirigió la palabra por días. Recuerdo haberla escuchado hablando por teléfono con las madres de otras niñas diciendo que se sentía humillada.

—Eso debió haber sido feo para ti.

—En ese momento, sí. Pero ahora que lo pienso, aplaudiría a mi yo del pasado por haber tumbado a esas chicas.

Ella sonrió.

—Yo también te habría aplaudido.

—Tu turno.

—Bueno, vamos a ver… —metió la mano en la bolsa y sacó un malvavisco que intentó devolver.

—Espera —la detuve—, ¡no puedes hacer trampas!

—Pero es que…

—Sin peros —refuté.

—Katheleen.

—Marianne.

Suspiró resignada.

—Creo que no hay ningún recuerdo feliz que no me traiga tristeza ahora. Lo siento —se disculpó.

—Debe haber algo, aunque sea de parte de tu infancia. Sólo di lo primero que se te pase por la mente.

Lo pensó durante un tiempo.

—Será algo totalmente ridículo.

—No importa.

—Lo único que se me ocurre en este momento es que cuando tenía once años mi mamá me llevó al planetario por primera vez. Recuerdo que la noche anterior no pude dormir de lo emocionada que estaba. Apenas se hizo de día, fui yo quien despertó a mis padres.

—¿Te gusta la astronomía?

—Sí, me parece muy interesante —sus ojos brillaron—. Cuando observas el firmamento, te das cuenta de lo insignificantes que somos. Aunque suene incoherente, al mismo tiempo da un sentimiento de consuelo —me miró—. Por supuesto, a esa edad sólo me atraían las luces y los colores.

Sonreí enternecida.

—Puedo entenderlo.

Estuvimos jugando y añadiendo reglas hasta que nos quedamos sin historias, para ese momento ya casi se había hecho de medianoche. La hora de que me llevara a casa se acercaba, pero antes de irnos, le pedí que me acompañara fuera del automóvil. Como estaba oscuro, no sabíamos a dónde nos dirigíamos, así que tomé su mano y con cautela seguimos avanzando. Cuando nos alejamos lo suficiente, nos sentamos en el suelo junto al tronco de una palmera.

—¿Me puedes prestar tu encendedor?

Ella, confundida, me lo dio.

—¿Qué vas a hacer?

—Cierra los ojos.

—Está bien.

—Sin trampas, ¿eh?

Me aseguré de que no espiara a través de las ranuras de sus dedos. Entonces saqué el muffin, acomodé la vela encima y encendí la mecha. La luz producida por el fuego iluminó su rostro.

—Abre los ojos —me obedeció y se sorprendió al ver lo que tenía preparado—. Iba a hacer esto antes, pero como sé lo que significa la fecha, decidí dejarlo para después. Oficialmente son las 12:01 a.m. y ya no estás cumpliendo años… ¡Feliz no-cumpleaños!

Entonces sonrió, pero no por cortesía, ni con suavidad, ni a medio lado. Sonrió de verdad, mostrando todos sus dientes.

—Katheleen… No sé ni qué decir. No esperaba algo así.

—No tienes que decir nada, sólo pide un deseo y sopla la vela.

Observó la luz en silencio y luego la apagó de un soplido.

—Listo.

—¿Qué pediste?

Empezamos a caminar de vuelta.

—Si te digo, no se va a cumplir.

—Venga —le di un codazo—, dime.

—No importa cuanta fuerza utilices, no voy a decirte.

—¿Fuerza? ¿No se supone que soy la menos apta? —bromeé en referencia a lo que había dicho cuando estábamos apenas tomando el sendero hacia la playa.

Ella se rio.

—Creo que me equivoqué con eso.

Una vez entramos al auto, partimos de regreso. Pese a que el suelo estaba seco, tuvimos que andar con más cuidado ya que el camino no estaba iluminado. Cuando por fin llegamos a la carretera principal, aceleramos la velocidad para aprovechar que había menos flujo de vehículos. Tardamos cerca de una hora en llegar a mi barrio, pero yo sentí que demoramos mucho menos. Quería quedarme en esa playa junto a ella y seguir hablando, besándonos y tonteando como si no hubiera nadie más en el mundo salvo nosotras dos.

—No intentarás drogarte con esa planta africana, ¿cierto?

—No, pero creo que haré dinero con sus hojas —parqueó enfrente de mi casa—. Tengo conocidos que pagarían lo que sea por ella.

—Por alguna razón, eso me reconforta más.

Me acerqué para despedirme dándole un beso cuando de repente alguien golpeó el vidrio de la ventana: era mi mamá.

—Oh, mierda.

—¿Crees que estarás bien? —me preguntó.

Asentí no tan segura.

—Apenas salga del carro, quiero que te marches. No te detengas a escuchar ni mucho menos a hablar con ella.

—Como tú digas.

—Adiós —me despedí.

—Buena suerte, Katheleen.

—No la necesitaré —abrí la puerta y salí.

Marianne me obedeció y se fue en el acto. Entonces la versión más histérica de mi mamá empezó a gritarme y hacerme preguntas que ni siquiera me dejaba responder.

—¿Quién te crees para aparecer a estas horas? ¡Es la 1:15 de la madrugada! —me agarró de los brazos haciendo presión. Yo me zafé y caminé en dirección a la casa con ella, corriendo detrás de mí, todavía vociferando cosas—. ¿Crees que puedes enviar un simple mensaje de texto diciendo que llegarás tarde y venir doce horas más tarde? Estaba por llamar a la policía. ¿Dónde carajo estabas? —se llevó la mano a la frente—. ¡Ay, es que ni te reconozco! Esa nueva ropa que ahora usas y todos los días llegando tarde de la universidad… ¡Ese comportamiento es por andar con la vándala esa!

La ignoré y entré a la casa para encontrarme con la sorpresa de que mi papá estaba sentado en la sala.

—Menos mal que estás aquí, Paul. Así eres un testigo de lo que esta niña se ha convertido. ¡Ni siquiera sé qué hacer con ella!

—Katheleen, debemos hablar —mi papá habló con calma—. ¿Qué está sucediendo contigo últimamente?

—No puedo creerlo… ¡Ustedes dos sí que son unos hipócritas!

—¡¿Crees que puedes hablarnos así?! —mi mamá se puso roja de la rabia y mi papá intentó tranquilizarla.

—Mírense, jugando a ser buenos padres. A ti —me acerqué a mi papá—, ¡a ti no te he visto en meses, pero para follarte a mi mamá de seguro sí que vienes todos los días! —los dos abrieron los ojos sorprendidos por mi insolencia—. ¿Creían que no iba a enterarme?

Se quedaron en silencio. Mi mamá caminó hacia donde yo estaba. Pude ver a través de sus ojos que estaba fuera de sí.

—¿Cómo te atreves? —me dio una fuerte cachetada.

Aquello me enfureció tanto que corrí hacia mi habitación y cerré dando un fuerte portazo.

_______

Si te está gustando mi novela, recuerda votarla, comentar y compartirla con tus amigas. Tanto el e-book como el libro físico de esta entrega y la segunda parte se encuentran a la venta: tienen contenido exclusivo que no está aquí en Wattpad, así como otras sorpresas. Se realizan envíos nacionales (Colombia) e internacionales. Al comprarlos, estás apoyando mi proyecto y estás contribuyendo a la representación lésbica en la literatura romántica.

Para mayor información, sígueme en mis redes sociales. En Instagram y en Twitter aparezco como @onemorehippie (enlace en mi perfil).

Atentamente,
Escritora Encubierta.

Continue Reading

You'll Also Like

84.2K 4.3K 18
Para lenna el solo era el mejor amigo de su hermano aún si ella quería que fueran más. Para alessandro ella era más que que la hermana de su mejor a...
2.8K 408 53
A Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo...
19.6K 1.9K 31
Un chico huérfano, apático y desconfiado de 16 años, tendrá un drástico cambio en su vida al volver del trabajo. Esto le llevará a vivir una vida com...
10.9K 1.2K 39
Loki ya no soporta a Asgard, sus guerreros y ni a su hermano, ve el futuro que tiene por delante y decide hacer lo único que tiene sentido, irse ant...