Entre el bien y el mal

NukaBlack

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Ambientado en las historias de H.P. Lovecraft, allá por los años 20. Cuenta la historia de un jóven comisario... Еще

01 - Nací, crecí y me casé.
02 - Una serie de catastróficas desdichas
03 - El maníaco
04 - La huída
05 - Malas nuevas
06 - Reencuentro
07 - Emociones y secretos
08 - Dame un respiro
10 - Pesadillas
11 - La llamaban monstruo
12 - Cambios de actitud
13 - Trece
14 - La sangre llama a la sangre. Parte 1
15 - La sangre llama a la sangre. Parte 2
16 - La buena cristiana
17 - Poli bueno, poli malo.
18 - El choque de dos destinos.
19 - Calma
20 - El Juicio
21 - Desesperación.
22 - Volviendo a la realidad
23 - Ecos del pasado
24 - Una nueva esperanza
25 - Vuelta a la vida
26 - Melodías de desesperación.
27 - Pequeños reencuentros
28 - Miedo a flor de piel.
/* Resumen */
29 - Odile

09 - Cambio de perspectiva.

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NukaBlack

Claudia

Subí las escaleras con calma, cabizbaja. No entendía qué diablos acababa de pasar. ¿Por qué le había besado? ¿Por qué me había rechazado? Estaba harta de ver por las calles a niñas casadas a mi edad, casi con hijos ya. Sin embargo, Jared me había rechazado por ser mucho más pequeña que él. No lo entiendo. Quizá es que simplemente esté destinada al rechazo eterno, como han hecho mis padres y todos conmigo siempre.

Mi padre era un borracho que no se quería ni a sí mismo y mi madre... Mi madre simplemente era una puta más de la calle, literalmente, porque era su trabajo. El único que siempre me entendió y nunca me apartó de su lado fue Rick. ¿Qué será de él?

Me senté en el escritorio al entrar en la habitación y cogí una hoja de papel y mis colores y empecé a dibujar. Intenté plasmar en el dibujo cómo me sentía: usé colores que expresaran mi tristeza, un corazón roto declararía cómo estaba en ese momento y como he estado prácticamente desde que nací.

Escuché cómo la puerta de la habitación se abrió. Estaba segura que era Jared; siquiera hacía falta girarme para saber que era él, simplemente lo sentía. Se puso a mi lado de cuclillas y me acarició la cabeza. Su tacto me puso nerviosa e hizo que me saliera del trazo, pero creo que no se dio siquiera cuenta.

—Claudia, lo de antes... Sabes que no está bien, ¿verdad? Ha sido un completo error —paré de dibujar, sin querer mirarlo. Otra vez venía a machacarme y recordarme que me había rechazado. Maldito seas, Jared... Resoplé y le miré.

—¿Y por qué no? ¿Sólo porque eres mayor que yo? He venido a por ti, Jared. De alguna forma estamos conectados, estoy segura. Noté la forma especial en la que me abrazabas anoche mientras dormíamos. ¿Es que me vas a decir que no me has echado de menos en todo este tiempo? —de mis ojos empezaron a brotar lágrimas conforme salían mis palabras. Él se limitó a fruncir el ceño y alzar su mano para hacerme callar.

—Precisamente por eso, porque soy mayor que tú, Claudia. Te veo y me acuerdo de mi sobrina, princesa... ¿Que te abrazo de forma especial? Puede ser. Pero sólo porque necesito protegerte. Claro que siento esa conexión, ¡y te quiero! Pero no de la forma que tú a mí. Y por supuesto que te he echado de menos; aun estando viviendo esta pesadilla, no hubo un sólo instante en el que no me acordara de ti y me preguntara si estarías bien.

Sus palabras me estaban haciendo daño. No sólo me había rechazado en la cocina, sino que venía a recordármelo y tratar de excusarse. Espera... ¿Qué acaba de decir? ¿Me ha echado de menos? Una sonrisa se dibujó en mi cara con esas simples palabras y acabé abrazándome a él; simplemente lo necesitaba. Él respondió a mi abrazo quedándose en silencio.

—Claudia. Lo mejor es que durmamos en habitaciones separadas —me separé de él y lo miré con el ceño fruncido—. No quiero que nada te lleve a la confusión y, además, creo que si te quedas con otra mujer, os entenderéis mejor. Hay necesidades femeninas que un hombre no llega a comprender —torció el morro. Yo ladeé la cabeza. Algo me decía en mi instinto que me haría quedarme con esa pelirroja.

—¿Vas a volver a distanciarte de mí? ¿Después de todo lo que he pasado para estar contigo? ¡No puedes hacerme esto, Jared! —una vez más me hizo callar, esta vez poniéndome las manos sobre los hombros y negando con la cabeza.

—No, preciosa... No voy a distanciarme. Sólo vamos a dormir separados, eso es todo. El resto del tiempo podemos estar juntos, te lo prometo —me sonrió de forma dulce y yo asintí de acuerdo con lo que había dicho Jared. Luego alzó el dedo a modo de advertencia—. Pero mañana te quedarás con Marion. Vivianne y yo saldremos a dar una vuelta —eso sí que dolió, me dio una punzada en el estómago. Seguramente lo hice notar en mi rostro.

—¿Te gusta? —pregunté disgustada.

—Supongo que sí. Los primeros días le tenía miedo, porque se parece demasiado a mi mujer —frunció el ceño pensativo y luego rió—. Pero es una chica interesante —asentí y cabeceé.

—Entonces te gusta porque te recuerda a tu mujer. De no ser así... —y dejé la frase en el aire. "De no ser así ni te habrías fijado en ella, maldito idiota...", pensé.

—Sea como sea, mañana tenemos una cita y tu te quedarás con Marion, ¿vale? Y ya verás qué bien vas a estar con Vivianne —me volvió a sonreír y me acarició la mejilla.

Cómo lo sabía. Iba a tener que quedarme a dormir con esa tipa. Amplié la sonrisa para que se quedara tranquilo, aunque me estuviera muriendo del asco con la simple idea de compartir habitación con aquella mujer y le abracé.

—En un rato recogeremos tus cosas y antes de irnos a dormir, te llevaré a su habitación.

Me cogió en brazos para sentarme sobre sus piernas mientras me dejaba continuar dibujando. Me tenía aprisionada contra él, con sus brazos rodeándome. Ciertamente me costaba concentrarme en mi dibujo, pues estaba muy relajada notando su respiración calmada y el bombear de su corazón. Menos mal que él andaba a sus cosas y no estaba pendiente de mis trazos, pues apenas avancé en mi obra.

Comenzamos a recoger mis cosas y cuando teníamos todo listo, nos pusimos los pijamas y salimos en dirección a la habitación de Vivianne. Cuando nos abrió la puerta, la miré sin mostrar emoción alguna: la odiaba, pero no le iba a dar el deleite de que lo supiera. Cruzamos un par de palabras de despedida, lo besé en la mejilla y entré junto con aquella mujer.

—Te he preparado esa cama para ti. Si necesitas cualquier cosa, despiértame, ¿vale? —me sonrió. ¿Pero por qué sonríes? Por favor, no seas tan falsa, esto lo haces por llevarte a la cama a Jared... Suspiré y asentí, sonriéndole.

—Gracias, Vivianne. Estaré bien —me senté en la cama, abrazando mi peluche y me metí bajo las sábanas, dándole la espalda.

Me quedé con la mirada fija en la pared, escuchando sus movimientos. Quizá estuve así cerca de una hora, y pasado ese tiempo me levanté de la cama. Me acerqué a ella, agité una mano frente a sus ojos para ver si estaba despierta.

— ¿Vivianne? —susurré. No contestó.

Me dispuse a registrar la habitación al completo. Estaba acostumbrada a hacer estas cosas, tuve que ganarme la vida en la calle mientras mi padre se gastaba el poco dinero que teníamos en alcohol y mi madre hacía la calle, así que no hice ni el más minúsculo ruido. Rebusqué en su maleta y encontré cosas muy interesantes:

Folletos publicitarios de una obra de teatro en la que se rememoraba la vida de los dioses del Olimpo. ¡Claro! ¡De eso me sonaba! Ella era Vivianne D'Angelo, la chica que interpretaba el papel de Hera. Siempre rumorearon por las calles los celos de la chica hacia su compañera Cristina, la que haría de Hera antes de morir, dejando a la italiana en un segundo plano con el papel de Afrodita. Parece ser que Vivianne quería el papel de aquella diosa y reina antes que el que le dieron. Aun así, la gente andaba maravillada cuando paseó por las calles de Arkham e hizo esa visita benéfica la hospital.

Insensatos...

Luego encontré unos papeles policiales en los que declaraban la culpabilidad de Vivianne D'Angelo por matar a Cristina Cacciatore y una carta del comisario de Arkham diciéndole que no se preocupara, que lo dejó todo atado para que inculparan al desgraciado que tenía por amante, el cual era uno de los teloneros. También le pedía por favor que dejara de ser tan hostil con sus compañeros de reparto, pues se deshacía de ellos a base de despidos improcedentes y cambios de papel a otros más insignificantes, y le rogaba que no volviera a ocurrir lo que ocurrió con la señorita Cacciatore.

No pude creer lo que leí. Jared y yo teníamos ante nuestros ojos a una asesina sin escrúpulos. A una recatada y delicada asesina... Guardé los papeles como estaban, tratando de que no se notara que había hurgado ahí y salí de la habitación; no quería estar en el mismo habitáculo que ella. Me quedé plantada en mitad del pasillo cuando ví salir a Jared, con la mirada perdida y empapado en sudor, manteniéndole la mirada mientras abrazaba aún aquel peluche que me había regalado Rick antes de subirme al autobús que me traería hacia esta locura.

Vaya cara tenía el pobre. Le pregunté si todo iba bien y me respondió que había sido una pesadilla. Iba a irme a la cocina a prepararme algo para poder conciliar el sueño y le ofrecí un vaso de leche, a lo que contestó afirmativamente. Mi sorpresa llegó cuando Jared apareció en la cocina sin la parte superior de su pijama, no pudiendo evitar que mi mirada recorriera su torso al completo, enrojeciendo como un tomate cuando el comisario carraspeó para llamarme la atención. Le serví el vaso de leche y me quedé mirándole, aún preocupada por la mala cara que tenía.

—Jared... ¿De verdad que estás bien? No tienes buena cara... Pareces nervioso —le puse una mano sobre la suya, lo que hizo que él reaccionara quitándola como si la mía le quemase. Fruncí el ceño.

—Sí, sí. Perfectamente. Ha sido una pesadilla, Claudia. No te preocupes —asintió y se terminó el vaso de leche como si su vida dependiera de ello; rápidamente.

Yo me quedé mirándole tratando de estudiarlo. Estaba muy raro, me tenía verdaderamente preocupada su forma de actuar. Recogí los cacharros, metiéndolos en el fregadero y me planté frente a él.

—Hora de volver a la cama, Jared... —traté de mostrarme dulce con él, para ver que podía confiar en mí, intentando que se le pasara el malestar.

Me agarró de la mano y caminamos de nuevo hacia los dormitorios. Me tensé cuando ví la puerta de la habitación de Vivianne, me estaba dando miedo dormir con ella... ¿Y si me veía como una amenaza y acababa matándome? ¿Y si al que mataría fuera a Jared?

Aproveché que Jared se agachó para despedirse de mí para abrazarme a él y aferrarme a su cuerpo, escondiendo la cabeza entre su hombro y su cuello para ocultar el terror de mi cara; el terror que sentía a que le pasara algo.

—¿Va todo bien, princesa? ¿Es que no te entiendes con Vivianne? —dijo él.

Yo me retiré, con cierta reticencia, y lo miré a los ojos, encogiéndome de hombros. No podía decírselo, no quería hacerle daño yo tampoco, sabía que le gustaba y sólo podían pasar dos cosas: que no me creyera y me tachara de cría celosa o que sí lo hiciera y le rompiera el corazón. No quería que pasara ninguna de las dos, así que opté por callarme.

—Es la primera vez que estoy con ella. Supongo que me acabaré acostumbrando —forcé una sonrisa, tratando de parecer serena. Pero creo que me salió el tiro por la culata y él lo notó.

—Seguro que acabas cogiéndole cariño... No te preocupes, mi pequeña reina, que todo va a salir bien —me acercó a él y me abrazó con fuerza, respondiéndole de igual forma.

Me encantaba que me abrazara así, me sentía protegida por él. Entre sus brazos estaba segura de que nada malo me pasaría. Besé su mejilla y le miré.

—Buenas noches, Jared. Que descanses.

—Y tú, pequeña... —se despidió.

Al entrar en el dormitorio, Vivianne seguía dormida. Con sigilo, fui a mi cama y traté de dormir. Al cabo de un buen rato, por fin lo conseguí y fue al día siguiente, cuando la pelirroja me despertó. Ciertamente me trataba con bastante cariño y me tenía desconcertada. Se preocupó en prepararme el desayuno, cuidarme e incluso acicalarme, poniéndome bastante guapa, perdiendo incluso tiempo que debería de estar usando ella para su cita con Jared. Estaba viendo cómo se arreglaba ella, más bien estudiándola con la mirada, como tratando de entrar en su mente para ver qué pasaba por ella, cuando sonó la puerta y fui a abrir. Era Jared.

—Vivianne aún se está arreglando, pero yo ya estoy lista... —separé los brazos de mi cuerpo y dí una vuelta completa lentamente para que viera lo guapa que estaba, sonriendo cuando me dijo que lo estaba.

Me preguntó que si estaba lista y respondí enérgicamente de forma afirmativa; estaba deseando de alejarme de esa mujer. Una vez más, me tomó de la mano y andamos tranquilamente hacia la casa de Marion, donde pasaría las próximas horas hasta que acabara la cita de Jared y Vi. El comisario se paró, quedándose mirando fijamente un punto, sin entender muy bien qué hacía. Agité su mano y pregunté si ocurría algo, recibiendo una respuesta negativa.

Cuando Marion abrió la puerta, alabó mi vestimenta; parece ser que Vivianne había hecho una gran labor conmigo pues todo el mundo parecía gustarle. Al menos la chica hacía algo bien... Jared se agachó frente a mí, mirándome los ojos mientras me posaba las manos en los hombros.

—No creo que tarde demasiado. Tú céntrate en pasártelo bien con Marion, ¿vale? En un rato vendré a buscarte —le abracé, casi como siempre.

Esta vez era un abrazo más necesitado, pues ahora se quedarían a solas Vivianne y él y tenía miedo de que le pasase algo.

—Pásalo bien, Jared —y de buena gana le hubiera dicho que tuviera cuidado, pero hubieran sido necesarias explicaciones, así que me tragué dichas palabras.

Subí los tres escalones que tenía la entrada de la casa de Marion, notando como la mujer me ponía la mano en la espalda, a la altura de los hombros, invitándome a pasar. Me giré para mirar a través de la ventana a Jared alejarse. Lo ví cabizbajo y andando con calma, parecía que algo le preocupaba.

—Bueno, Claudia... ¿Te apetece que hagamos algo en especial? —captó mi atención Marion, haciendo que la mirara. Torcí el morrillo mostrándome pensativa hasta que caí en algo.

—Cuando llegué estabas tocando el violín... ¿Podrías enseñarme a tocar? —sonreí cuando recibí una respuesta afirmativa.

—¡Claro que sí! Vaya, menuda sorpresa... Jamás pensé que una niña de tu edad tuviera intereses musicales. Casualmente tengo un violín de sobra; mi primer violín, de hecho, el cual podría dejarte. Toma asiento y dame un par de minutos, iré a buscarlo... —me ofreció una amplia sonrisa y se perdió escaleras arriba, para ir a buscar el violín.

A los pocos minutos bajó con una pequeña funda, poniéndomela sobre las piernas y abriéndola para mostrarme el instrumento. Se veía antiguo, pero muy bien cuidado. Con la madera y el mástil bien limpios, como si lo sacara a menudo para mantenerlo intacto del polvo.

—Qué bonito es, Marion. Y qué bien cuidado lo tienes —admirando aquel violín que tenía ante mis ojos.

—Muchas gracias, Claudia —me sonrió—. No es difícil cuidar algo que amas. En mi caso, amo la música y tocar un violín, así que mantenerlo cuidado es todo un placer...

La conversación se vio interrumpida por el sonido de unos tacones en el piso superior aproximándose hacia la escalera, posteriormente bajándola.

—Marion, querida mía... —se alzó una voz aterciopelada, pareciera incluso arrepentida—. Siento lo de antes, mi amor. Yo... —frenó su frase al verme allí. Nicole clavó sus ojos en mí con el gesto serio y carraspeó—. Vaya, no sabía que teníamos compañía —parpadeó un par de veces, clavando sus ojos en los míos un poco seria, hasta que un par de segundos después, sonrió de medio lado—. ¿Qué te trae por aquí, pequeña? —acercándose a nosotras, quedando a un lado de Marion y posándole una mano en el hombro a su amiga.

—Hola, querida... Jared ha salido a dar un paseo con Vivianne y me ha dejado a cargo de la señorita Claudia- Se ha interesado por aprender a tocar el violín y me disponía ahora mismo a ello —mirándola un poco tensa. Yo preferí quedarme en silencio mientras las dos hablaban, alternando la mirada entre una y otra.

—Entonces saldrá de esta casa siendo una gran música —sonrió ampliamente mirando a Marion. Luego me miró a mí—. Espero que te diviertas, Claudia... Y cuando te aburras de tanta teoría, ven a buscar a la tita Nicole y te enseñaré a darle uso a tus armas de mujer —me guiñó un ojo, con una sonrisa divertida, mirando luego a la rubia, la cual rodaba su ojo y resoplaba—. He quedado con Michael, en el teatro... Resulta que ha compuesto una canción para piano para mí —suspiró—. Es asombroso lo que hacen los hombres por llevarme a la cama, me encanta... —rió, mientras encendía su cigarrillo y lo encajaba en la pipa. No era una pipa como las que acostumbraba a ver, aquellas curvadas que siempre usaban los hombres; esta era recta, hacía como de filtro, pues se encajaba el cigarrillo en un extremo y la muchacha tiraba desde el otro.

—Ten cuidado, Nicole. Y no juegues con el pobre chico. Pórtate bien... —le pidió Marion. Yo andaba con una ceja alzada. No conocía a ese tal Michael...

—¿Quién es Michael? —pregunté a la rubia cuando salió Nicole de la casa.

—Oh, Michael... Él y su hermana vinieron un poco antes que vosotros —refiriéndose, supongo a Jared, Vi y a mí—. No sabemos exactamente dónde viven, pero sé que no quieren socializar con nadie, salvo Michael, que sí que quiere conocer a Nicole —suspiró y se encogió de hombros—. Bueno, pongámonos a ello —cogiendo ella su violín.

Había dos chicos más en aquel lugar y jamás los había visto. No entendía la razón de por qué los llevaría a esconderse, aunque tampoco me importaba. Tenía cosas más importantes en las que pensar, como en qué estaría pasando con Jared en ese momento.

Pasamos las horas tocando con el violín. Primero me enseñó a cogerlo, luego a rasgar las cuerdas, lo cual me costó un poco más, y finalmente me enseñó algunas notas. Nuestra clase particular se vio interrumpida por un par de toques en la puerta, por los cuales Marion se disculpó para levantarse e ir a abrir. Era Jared. Estuve pendiente de lo que estaban hablando hasta que preguntó por mí, así que opté por asomarme alzando el violín.

—¡Hola, Jared! Marion me está enseñando a tocar el violín —me mostré feliz, sonriéndole de oreja a oreja.

Ese gesto parece que lo alegró, pues su rostro torno de serio a una sonrisa tierna. Me alegraba de que estuviera vivo y, al parecer, entero. Dejé el violín posado con cuidado sobre el sofá donde estaba sentada y me fui hacia Jared, abrazándolo mientras él le preguntaba a Marion por mi comportamiento. Entablaron una conversación en la que Jared se interesaba por el pasado de mi profesora de violín, hasta que se enteró de que fue institutriz y esta se ofreció a ocuparse de mi educación. Los dos me miraron esperando una respuesta.

—¿Como si fuera al colegio? —ambos asintieron en gesto afirmativo.

Me quedé pensativa. Aprender a leer y escribir, era algo de lo que mis padres jamás se preocuparon. La idea era bastante atractiva.

—¿Y podré seguir con mis clases de violín también? Quiero seguir aprendiendo... —entristecí la voz. Ciertamente no quería dejar de tocar, me estaba gustando.

—Por supuesto. Será un placer seguir enseñándote, peque —contestó Marion.

Entonces asentí con la cabeza. Ahora sería como una niña normal, aprendería como todos los niños debían hacerlo. Giré sobre mis talones encaminándome hacia el violín para guardarlo en su funda y lo cogí, agarrando la mano de Jared después. Había escuchado la conversación que habían tenido Marion y él cuando fue a buscarme, así que me decidí a preguntarle.

—Qué chasco lo de Vivianne... ¿De verdad te ha hecho eso? —tomó aire profundamente y lo soltó con lentitud.

—Pues sí, Claudia... Parece que tengo mala suerte con las mujeres —rió ligeramente.

Puse un gesto de disgusto que parece que no pasó desapercibido y negué con la cabeza. Estaba aliviada porque Vivianne se había alejado de Jared, y así pareciera que había dejado de correr peligro, pero algo me decía que él no se daría por vencido e iría tras ella.

—Esa Vivianne... No me gusta, Jared. No me gusta nada —dejé mi mirada fija en el frente, manteniéndola seria, y apreté los dientes hasta casi hacerlos rechinar.

Lo que sentía por esa mujer... Era una mezcla entre odio y miedo: la odiaba porque todo apuntaba a que estaba jugando con Jared; miedo porque temía que le acabara haciendo algo al único hombre de la Tierra que me quería sin ningún pero y que, al parecer, daría su vida por protegerme. No iba a permitir que dañara a Jared.

Averiguaré qué le pasa por la mente a esa mujer y, si se atreve a hacerle algo, se lo haré pagar...

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