Cuando El Otoño Llega

By dreams_19

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Después de una amarga y dolorosa ruptura con el que fue su amor de verano, Maddy se ve obligada a continuar c... More

Prólogo
Capitulo 1: Esos ojos...
Capitulo 2: ¿Reencuentro?
Capitulo 3: No es mi día
Capitulo 4: El Diario
Capitulo 5: Bodas y Elfos
Capitulo 6: Mi raro y loco vecino
Capitulo 7: Visitas inesperadas
Capitulo 8: Un plan
Capitulo 9: Te necesito
Capitulo 10: Problemas
Capitulo 11: Lo siento
Capitulo 12: Luces
Capítulo 13: No me gusta la Navidad
Capitulo 14: Grano en el culo
Capitulo 15: Me voy a casar con un gato
Capitulo 16: ¡Feliz Navidad, Travis!
Capitulo 18: Borracho
Capitulo 19: Plan M
Capitulo 20: No soy una princesa
Capitulo 21: Un accidente
Capitulo 22: Despierta
Grupo de Whastapp
Capitulo 23: ¿Imaginación?
Capitulo 24: Mi mejor amiga
Capitulo 25: Quiero recuperar a mi hermana
Capitulo 26: La operación
Capitulo 27: Travis
Capitulo 28: Sentimientos.
Capitulo 29: Desaparecido
Capitulo 30: Café
Capitulo 31: Tierra, trágame.
Capitulo 32: ¿Celosa? ¿Yo?
Capitulo 33: Dividida
Capítulo 34: Incendio
Capítulo 35: Pesadillas
Capitulo 36: Sonrojos
Capítulo 37: ¿Cita?
Capítulo 38: Nos vamos de boda
Capitulo 39: ¿Te casarías conmigo?
Capitulo 40: Un nuevo comienzo
Capitulo 41: Pasará
Nota de la autora
Capítulo 42: Tú
Capítulo 43: El silencio de las estrellas
Capítulo 44: Obra de teatro
Capítulo 45: Se feliz
Capítulo 46: Elecciones
Epílogo
Nota de la autora

Capitulo 17: Si no sientes, no duele

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By dreams_19

Tirarme encima suyo, estando medio dormido, no resulta muy buena idea. Los dos caemos al suelo, aunque él se lleva la peor parte de la caída.

-¿Sabes? Esta no es la forma perfecta de empezar el día que se me viene a la mente -me dice sobandose la cabeza.

No puedo evitarlo, y me echo a reír a carcajada limpia al ver la mueca en su cara. Creo que me estoy volviendo demente, será por la falta de sueño.

-Vamos, no seas quejica. Santa ha traído algo para ti.

Le obligo a caminar hasta el salón, donde, tal y como esperaba, tiene un gran árbol de navidad, decorado hasta rebosar se bolitas brillantes.

Dejo los paquetes que llevo en una bolsa bajo este, sentandome como un indio justo en frente.

Cada paquete (cuatro en total) es de un tamaño distinto, todos envueltos en papel de color rojo y con las letras grandes que forman el nombre de mi vecino, por si a alguien se le ocurría robarmelos durante el camino.

Si, ya se que es poco probable que a las seis de la mañana un día de vacaciones aparezca alguien a robar, pero oye, hay que ser precavidos.

Antes de venir a mi lado, Travis desaparece de la habitación, para después volver con dos paquetitos y colocarlos junto a los otros. Estos son de color rosa.

-Santa también vino para ti -dice guiñandome un ojo al ver mi cara de incertidbre.

Me encojo de hombros. Al final estas fiestas parece que sí que van a merecer la pena.

-Vamos, abre alguno -le digo.

Está a punto de coger el más pequeño de todos, pero antes de que lo haga, con un movimiento brusco aparto su mano y le doy el más grande.

El chico ríe ante mi acción (que, personalmente, no encuentro graciosa), y después si limita a rasgar el papel de una forma muy delicada.

Me quedo embobada mirando cómo sus dedos trabajan, y cuando noto mis párpados cerrandose, me obligo a reaccionar antes de quedarme dormida.

Reprimo el impulso de quitarle el paquete de las manos y abrirlo yo misma, hasta que por fin termina de desenvolverlo todo, dejando a la vista el precioso jersey verde de renos y muñecos de nieve que le he comprado.

-No me lo creo -dice riendose y girando el jersey para verlo desde distintos puntos.

-Oh, si. Si yo llevo uno, tú también lo harás -digo con una ceja levantada.

Se encoje de hombros y no duda ni en segundo en meterse la prenda de ropa por la cabeza. Esta se ajusta perfectamente a su torso.

Maldita sea, hasta un jersey navideño le queda bien a este hombre, ¿cómo es eso posible?

-Vamos, abre otro -le insisto, pero no se queda tranquilo hasta que antes cojo yo uno de los paquetes.

Rompo el papel sin cuidado alguno, ganandome una mirada por parte de Travis de desaprobación. Abro los ojos como platos al ver el contenido del regalo.

Los siete libros de Harry Potter, en su nueva edición, con varitas en los lomos y tapaderas azul marino duras.

-No puede ser -murmuro.

El chico se dedica a mirarme con una sonrisa de oreja a oreja, mientras yo intento descifrar cual de los dos riñones habrá vendido para poder pagar esto.

-Gracias -digo al fin, sacudiendo la cabeza, en un estado de estupor.

Esta vez es él el que toma la iniciativa y agarra otro de sus paquetes. Lo abre con la misma delicadeza que el anterior, para encontrarse con las cajas de sus videojuegos favoritos. Después abre otro, en el que hay una foto enmarcada de nosotros dos sentados en una fuente, restregandonos el helado por la cara.

Sonríe al verla y se levanta para colocarla en una de las estanterías que decoran las paredes.

Finalmente, debajo del árbol solo quedan dos pequeños paquetitos, uno rojo y otro rosa.

-¿Y si los abrimos a la vez? -pregunta, y asiento.

-Esta vez, no te preocupes por el papel. Sinceramente, me gustaría vivir algo antes de que lleguen las próximas Navidades -bromeo, tomando el regalo.

Travis se limita a sacarme la lengua, y los dos abrimos el regalo. Me río al ver que nos hemos regalado lo mismo: un brazalete.

El suyo es de plata, con una gran M pintada, para que nunca se olvide de mi. La mía, dorada, con una T.

-Al final vamos a ser más parecidos de lo que pensaba -comento, mientras me lo coloco en la mano derecha.

-Paso, ¿parecerme a una loca? Ni de coña.

Se gana una colleja por ese comentario.

Tras un desayuno que él se dedica a preparar, (traté de ofrecerme para ayudar, pero me advirtió que no tocara ni el microondas, según él, podría hacer estallar su preciosa cocina) vuelvo a mi piso, con la esperanza de poder tener un poco de tranquilidad por una hora. Una siesta no me vendría mal.

Me doy una ducha que sirve para que me relaje, y me cambio la ropa por unos vaqueros negros ajustados, un jersey granate y unas botas. Dejo que mi pelo corto se seque al aire, apenas peinandolo.

A veces, al pasar los dedos por mis rizos, extraño cuando lo tenía largo, aunque, sin duda, ahora es mucho más cómodo.

Me pongo las gafas, decidiendo pescindir de las lentillas, y camino hacia el salón con el libro de Harry Potter y la Piedra Filosofal, con intención de leerme la saga por octava vez, pero antes de que pueda llegar a mi destino, suena la puerta.

La abro para encontrarme delante a mi vecino, con el pelo aún mojado por la ducha, y vestido de forma muy elegante.

-Maddy, lo siento, pero mi abuela me ha invitado a comer -me dice, con las manos en los bolsillos y mirandome con cierta pena.

-No te preocupes -digo con una sonrisa- Creo que yo también iré a comer con mi familia.

En cuanto la mentira escapa de mi boca me siento horrible. No le he contado a Travis que mis padres y Ashton no quieren saber nada de mi, y mentir al chico se siente realmente mal.

-Genial -dice, devolviendome la sonrisa- Pasalo bien. Te veo luego.

Tras depositar un suave beso en mi mejilla, desaparece por las escaleras. Cierro la puerta con un suspiro, con un sentimiento extraño instalandose en mi estómago.

No me detengo a analizarlo, no quiero hacerlo. He decidido dejar mis sentimientos de lado, así todo será más fácil, supongo. Si no sientes, no te duele.

Tras una mañana entera de lectura y una comida bastante solitaria, decido que quizás no sea tan mala idea ir a ver a mis padres. Quizás pensaron que no iba a querer ir, y por eso no me dijeron nada. Si, seguro es eso.

Cojo mi abrigo y salgo de casa. Tras tres autobuses, y dos transbordos de metro, llego a la conclusión de que tengo que comprarme un coche. Estar todo el tiempo usando el transporte público me limita.

Cuando me coloco delante de mi antiguo hogar, me invade la nostalgia. Con paso seguro, camino hasta la puerta y llamo al timbre. La puerta se abre, dando paso a mi madre, que parece sorprendida de verme.

-¿Madison? ¿Qué haces aquí? -pregunta.

Su tono de asombro, mezclado con otra cosa, que identifico como decepción, me envía una punzada de dolor directa al pecho, aunque aparto la sensación rápidamente.

<<Si no sientes, no duele>> Me repito a mi misma, intentando convencerme.

-Feliz Navidad a ti también, mamá -digo, esbozando una pequeña sonrisa.

La mujer parece debatir un instante entre si dejarme entrar o no, haciendo que me piquen los ojos.

<<Si no sientes, no duele>>

Finalmente, se aparta de la puerta, dejandome entrar. El calor de la casa me envuelve, y me quito el abrigo antes de entrar a la sala.

Cuando lo hago, interrumpo toda conversación. Mi padre, Ashton y su futura esposa, Lindsay, parecían muy cómodos hablando antes de que entrara, y me siento una extraña en mi propia casa.

-Feliz Navidad -digo, con una media sonrisa.

Ashton me mira, impasible desde su asiento, y vuelve la mirada hacia la mesa, que parece muy interesante.

-¿Madison? -pregunta mi padre, igual de atónito que mi madre antes.

-¿Tan raro resulta verme? -pregunto con una ceja alzada.

Se calla, y al instante se que su respuesta sería afirmativa.

-Cariño, ven, sientate, estabamos hablando de la boda -dice mi madre, visiblemente incómoda.

¿Por qué? ¿Por qué es como si no me quisieran aquí? Soy su hija.

-Quizás no debería -comenta Ashton, con la voz fría- De todas formas, no está invitada.

Mis padres están a punto de regañarlo, pero las palabras parecen quedarse atragantadas en sus gargantas. Miro a mi hermano, sin dejarle ver ninguna emoción, aunque por dentro estoy bastante conmocionada con la noticia; este me devuelve la mirada por apenas unos segundos. Lindsay se dedica a intentar disimular una sonrisa triunfante, aunque no lo consigue del todo.

-Si, quizás tienes razón. Siento haber interrumpido la reunión familiar. -digo, y me despido con una sonrisa, para después salir de allí.

Nadie intenta detenerme, aunque tampoco lo esperaba. Tampoco paso por alto que nadie me deseó Feliz Navidad de vuelta.

De vuelta a casa, deshaciendo el camino que me costó más de una hora, me siento vacía, e intento distraer mi mente con cualquier cosa, con tal de no pensar en lo ocurrido.

-Si no sientes, no duele -me murmuro a mi misma, lo que provoca que la mujer que se sienta a mi lado en el bus me mire raro y se cambie de sitio.

Suspiro, no tiene caso pretender que no estoy loca. Es posible que lo esté, tampoco tengo mucho interés en hacer algo al respecto.

Cuando las puertas del ascensor se abren, llego a tiempo para ver a un hombre con un traje de cartero y un paquete en las manos llamar a timbre.

Le digo que yo vivo ahí y él me hace firmar unos papeles; después, me entrega la caja.

Camino dentro de mi pequeño hogar, que por primera vez me resulta solitario. La verdad, extraño a Pali viviendo aquí. Seguramente ahora estaría sentada en el sofá, comiendo palomitas mientras ve una serie. Probablemente eso es lo que esté haciendo ahora, en casa de Anna.

Disipo los pensamientos con un ligero movimiento y dejo la caja sobre la encimera de la cocina. Al abrirla, me encuentro otra mucho más elegante que la anterior, blanca, con un lazo plateado rodeandola.

La abro con cuidado, temiendo estropear lo que sea que hay dentro, que seguramente será caro.

El vestido azul que me probé en la tienda cuando fui a comprar los vestidos de dama de honor parece reirse de mi desde su posición.

El paquete no lleva tarjeta, pero no me hace falta para saber quién lo ha enviado.

Sin pensarlo demasiado, saco mi telefono y marco un número que me se de memoria.

-¿Si? -la voz de mi antigua mejor amiga hace que se me encoja el corazón-¿Maddy?

-¿P-puedes venir? -susurro, y lo repito por temor a que no lo haya oido.

-Dame diez minutos.

Cuelga, y yo me quedo en medio de la sala, sin saber muy bien qué hacer.

Cuando Anna aparece en el apartamento unos minutos después, mis músculos reaccionan por sí solos, y corro hacia ella, atrapandola en un abrazo.

Y poco después, lágrimas que no sabía que estaba conteniendo empiezan a resbalar por mis mejillas.

<<A la mierda, esto duele. Duele mucho>>

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