SIN MÁS QUE DECIR

By menelaos016

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#PQA #PQH #PremiosWABooks #LeitholdAwards #FesBooksAwards #PremiosDODW16 #Wattys2016 "Sin más que decir"... More

Cap. I - Inicio
Cap. II - Gran Canarias Towers
Cap. III - Luxury
Cap. IV - Club de Yates Pasito Blanco
Cap. V - Morgue Judicial de Madrid
Cap. VII - Preguntas
Cap. VIII - Entresueños ¿Recuerdos?
Cap. IX - Broadway Federal Bank
Cap. X - Aeropuerto del Prat. Barcelona
Cap. XI - Mía en San Pedro
Cap. XII - Conjunción de fuerzas
Cap. XIII - Rastros en Torrevieja
Cap. XIV - South Beach. Lincoln Road Mall
Cap. XV - Dixie Hwy Miami Beach
Cap. XVI - Maiden Lane 71. San Francisco
Cap. XVII - Secuestrada
Cap. XVIII - Frank Bonham. LAPD hacia Key West
Cap. XIX - Vigía
Cap. XX - Infiltrado

Cap. VI - Puerto de Mogán

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By menelaos016

Alonso caminaba por Puerto de Mogán mientras cruzaba con las manos dentro de su campera rompe vientos uno de sus característicos puentes construidos sobre los brazos de agua salada que ingresan en el territorio y le dan al paisaje junto a sus playas paradisíacas un atractivo único. Había llegado mucho antes de los cálculos previstos para la distancia a navegar. La potencia de la embarcación y las aguas más profundas que decidió buscar le dieron ese margen de tiempo que ahora pretendía aprovechar mientras ubicaba la propiedad de un millonario estadounidense dedicado a la comercialización de arte en varios lugares del mundo. Según los relatos que había logrado obtener, él era el dueño de La Serena, la casa blanca de balcones volados frente al mar donde había estado Natalie esa noche antes de llegar al hotel. Eran conocidas por los habitantes de la zona las fiestas que organizaba en sus cortas estancias en la isla por el desenfreno y el despilfarro que no tenían medidas. Los invitados eran selectos, y retribuía de alguna forma con esto la fidelidad en el consumo de su mercancía, que por general pretende ser una vía más de los mecanismos de distinción social. Un círculo de clase que se retroalimenta a sí mismo, y del que a veces reniegan hasta los propios artistas, que quedan presos de un concepto mercantilista de su propia creación. Ese universo donde se producen, se distribuyen, se comercian las obras de arte, y donde se genera y multiplica la creencia en su valor simbólico representa sin dudas una conquista mayor en cuanto menos pueden poseerlo. Sus clientes lo entendían perfectamente en cada inversión que hacían, y Arnold Weller procuraba potenciar esa comprensión con esos espacios de goce exclusivos que invitaban a salir del control de lo cotidiano.

La bahía principal del puerto donde funciona una de las playas turísticas más elegidas todavía estaba casi vacía. Los mástiles de los yates amarrados en el puerto deportivo servían de apoyo a un sin número de gaviotas que sobrevolaban la rompiente del mar. Las primeras horas de la mañana con un sol pleno provocaban un resplandor sobre las aguas que desdibujaba las siluetas de aquellos que a esa hora elegían caminar sobre la arena húmeda. El aspecto del lugar era sobrecogedor, el paisaje que rodeaba las construcciones sobre la playa junto al verde de la frondosa vegetación y las flores delicadamente distribuidas en decenas de colores por cada rincón hacían de esta parte de Canarias un lugar privilegiado, al que cualquiera elegiría como destino soñado.

Desde aquel impulso incontrolable que le había dictado la necesidad imperiosa de cortar con su rutina habitual en Los Ángeles, Alonso no dejaba de pensar en Natalie. La evocaba en cada secuencia gestual que tenía grabada en su memoria como nunca antes había sentido. Su cuerpo se estremecía de furia y dolor ante la certeza de que no volvería a verla más. Si antes aseguraba que éste mundo era injusto, ahora estaba convencido de cuánto más podía serlo en un abrir y cerrar de ojos.

Fue en ese preciso momento en que tomó verdadera conciencia del motivo real de su viaje. Procuraba encontrar al asesino de Natalie pero no para presentarlo ante la justicia. No tenía el más mínimo interés de llegar a eso. Lo hacía solo y fuera del marco de acción en Vektor. Eso lo liberaba. Cuando pensaba que éste debía pagar por lo que hizo, esa opción no estaba presente en los cálculos. <Tomó una vida, y el maldito la pagará con la suya>. No podía imaginar otra opción estando frente a frente una vez que lo tuviera.

Como todos los viernes, algunos comercios del tradicional mercadillo de Mogán empezaban a levantar sus persianas y preparar la mercadería que hacía el deleite de sus visitantes durante la jornada. Artesanías, marroquinería, restaurantes y bares con productos de gastronomía local, mantelería, frutas y verduras, pescado fresco y otras opciones para la compra se fundían con el paisaje repleto de acacias, rosas, pasifloras y mandevillas que caían por cada ventanal y balcón del encantador pueblito fundado a principios del siglo XIX.

Continuó recorriendo sin prisa las calles peatonales de la pintoresca localidad con estilo mediterráneo y se detuvo a preguntar en un café abierto por la ruta que debía seguir hasta la casa de Weller.

Aprovechó el momento y se sentó en una mesa de afuera para desayunar algo liviano.

Consultó en su Iphone la localización precisa desde su ubicación actual en la aplicación de navegación satelital, no estaba lejos.

Sintió la presión en su zona lumbar contra la silla de mimbre de la semiautomática de origen austríaco, una Glock17 9mm que puso detrás en su cintura al dejar la lancha en el muelle. Intentaba no separarse demasiado de ella. Una vez, en Philadelphia, cuando la necesitó no la cargaba encima y eso le costó casi dos semanas en terapia intensiva en el UCLA Medical Center. Se había prometido no cometer nunca más el mismo error, más allá del riesgo que pudiera anticipar en la tarea por delante.

Al llegar a La Serena se encontró con un alto portón de rejas negro amurado a columnas macizas cubiertas en piedra que se continuaban en toda la cerca perimetral, en el interior, frente a la entrada principal a unos treinta metros, se veían tres vehículos deportivos estacionados en forma irregular sobre el césped y bajo los árboles. Un Bentley Continental GT blanco, un Porche 718 rojo y una Hummer gris plata edición limitada que nunca antes había visto, <debe ser uno de esos modelos que la marca sólo diseña a pedido> pensó.

Presionó el botón del llamador electrónico y contestó ante el pedido interno mirando hacía las cámaras de vigilancia y diciendo: _Vengo de parte de la familia de Natalie Cole.

La doble puerta de reja comenzó a abrirse hacia adentro en forma muy lenta luego de su respuesta. Al entrar caminando ya observaba a lo lejos que alguien estaba apostado en el ingreso esperándolo.

_El señor Weller lo encontrará en su oficina en unos minutos, por favor pase por aquí. Le dijo una mujer vestida de impecable traje negro entallado hablando un inglés claro pero con un acento extraño que le daba su origen español, y señalando las escaleras que se abrían en dos tramos al llegar al primer nivel de la casa.

Cuando la puerta de la oficina se volvió a abrir, entró un hombre muy delgado, de unos 55 años de edad aproximadamente, con chomba blanca, bermudas azules y descalzo. Sus ojos verdes se clavaron directo en Alonso, quien rápidamente se presentó como un investigador privado contratado por la familia Cole para acompañar el proceso iniciado por la policía local.

_Entiendo el dolor por el que deben estar pasando, respondió Weller mientras estrechaba su mano y le señalaba un sillón minimalista detrás suyo.

Tomó su mano y respondió.

_Así es, Alonso Gilmore.

_Una verdadera locura que jamás pensé posible ha sido lo de Natalie. Todavía estoy en shock. Anoche cenamos con algunos amigos y prácticamente no hubo otro tema de conversación.

_El motivo por el que estoy aquí...

Weller lo cortó en seco como intuyendo lo que seguía.

_Sí sí, pregúnteme lo que quiera, todo en lo que pueda contribuir para que ese mal nacido quede encerrado lo haré con gusto.

_Esa noche...sé que ella estuvo en una fiesta acá en su casa ¿Cómo llegó? ¿Con quién llegó? Empecemos con eso...

_La pasé a buscar por el hotel yo mismo con ese Bentley que está afuera alrededor de las 07pm. Estaba sola en la habitación por lo que recuerdo, y me dijo que había dormido algunas horas antes pensando en la reunión de esa noche. Se la veía espléndida con un vestido corto color champagne que todos elogiaron en cuanto entramos a casa.

_¿Habló de algo en particular durante el viaje? ¿Se la veía preocupada? No se apresure en responder por favor, intente conectarse con el diálogo.

_En absoluto. La noté igual que siempre. Hablamos sobre quiénes eran los invitados que ya habían confirmado presencia y nos reímos mucho sobre algunas cuestiones sin sentido en relación a eso hasta llegar. Pero nada que considere significativo...

_¿Habló de Ryan?

_Siempre que nos juntábamos hablaba de él. En algún punto siempre aparecía algún reclamo por sus ausencias. Era inevitable caer en eso. Aunque esa noche en particular procuró no traerlo demasiado a la conversación. Era una mujer fuerte y no le cabía el lugar de víctima. Desde hacía unos años ya había empezado a desprenderse de ese afán por cambiarlo.

_Durante la noche, ¿recuerda con quién estuvo?

_Ahora, yo le pregunto a usted... ¿Tiene idea de cuantas personas había aquí? Más de 300 invitados que circulan por cada espacio y toman la propiedad entera como suya. Cuatro servicios de gastronomía en simultáneo. Dj's en el interior, jardines y terraza. Imposible decirle con quiénes. Si tuviese que responder a eso diría que con todos...

_Bastante descontrol por lo que cuentan.

_De eso trata justamente... Eso es lo que todos esperan de cada invitación que hago, respondió con una irónica sonrisa el magnate. Si no fuera de ese modo ni siquiera yo creo tendría interés por hacerlo.

Mi intención es no defraudar a nadie en cada evento, con lo cual procuro mejorar cada detalle.

_¿Hay algún registro fotográfico que pueda ver?

_Sin dudas. Eso es infaltable. Tengo cientos tomadas por fotógrafos míos y podemos pedir a las editoriales de algunas revistas que también estuvieron esa noche.

_No creo que eso sea necesario por ahora. Con las suyas bastará. ¿Las tiene aquí?

_Todas en formato digital todavía.

_Perfecto. Me gustaría verlas si es posible.

Arnold Weller se puso de pie sin dudarlo y abrió el segundo cajón de su escritorio, de allí sacó una notebook Vaio UltraSlim con pantalla HD de 19 pulgadas.

_Si me espera unos segundos busco el archivo con todas las imágenes.

Le acercó la máquina abierta mientras la giraba para que el monitor quede enfrentado a Alonso que estaba al otro lado.

_Se la dejo acá, y usted la revisa tranquilo el tiempo necesario. Voy a despedir a mis amigos que estuvieron aquí anoche, se hizo tarde entre copa y copa y decidieron quedarse.

Salió y lo dejó solo nuevamente en la oficina.

Alonso comenzó a pasar con el mouse inalámbrico uno a uno los cientos de momentos registrados de esa noche. Hasta que paró de golpe y se petrificó ante la imagen de ese ingreso a la propiedad que Weller le había relatado minutos antes. La figura de Natalie resplandecía en ese vestido casi como una segunda piel sobre su esbelta silueta, tal como lo había imaginado mientras lo escuchaba...

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