Pocos meses después de nuestro casamiento y volver de la luna de miel, murió mi padre en un tiroteo. Todo el cuerpo policial decidió hacerle un funeral en honor a su figura, ya que James Williams había sido uno de los mejores comisarios que habían pasado por esas oficinas, por lo que era bastante querido y, además, sus súbditos y compañeros se vieron bastante afectados por la pérdida. Días después, organizaron una gala para mi nombramiento como nuevo Comisario.
Desde que murió mi padre, nuestra vida se volvió un caos. Un año después del fallecimiento de James, mi hermana llegó a casa dándonos la noticia de que había sido violada por la calle y poco tiempo después, resultó haberse quedado embarazada. Además, mi madre debido a tanto estrés cayó enferma, así que mi mujer y yo tuvimos que hacernos cargo de la empresa familiar, la imprenta. Yo trabajaba casi el doble yéndome a gestionar la empresa, pues mi mujer ayudaba a mi hermana a cuidar de mi madre.
Aproximadamente nueve meses después de la trágica noticia de mi hermana, dio a luz a una preciosa niña. Era morena y con unos ojos redondos y grandes de color marrón. Pero algo salió mal en ese parto que mi hermana perdió la vida, dándosela a mi sobrina. Todos estuvimos de acuerdo en ponerle a la niña Lilith.
Como mi madre estaba enferma, tuvimos que encargarnos Eva y yo de la pequeña, aunque yo no estaba contento con ello. Era el fruto de la maldad de un hombre y, además, era algo que me frustraba, pues llevábamos mucho tiempo intentando que mi mujer se quedara embarazada y no lo conseguíamos. Aun así, soporté esa idea durante 7 duros años, encargándonos del colegio de la pequeña, de que estudiara, de que poco a poco se labrara un futuro.
Fue entonces cuando, curioseando entre ediciones anteriores del periódico de Arkham, me topé con uno que hablaba sobre varias leyendas ocurridas por Innsmouth. Leyendas que decían que sus raros habitantes prosperaron en la pesca y sus vidas mejoraron haciendo ofrendas a unos seres venidos de las profundidades del mar. Estuve bastante rato esa noche leyendo sobre esa ciudad pesquera y de las leyendas que la rondaban, algunas incluso dejándome la piel de gallina.
—Esto no hay quien se lo crea... Habrá quien lo haga, seguro... —murmuré para mí mismo.
Recogí mis cosas y me dispuse a marcharme a casa junto con Eva. Me quedé bastante pensativo sobre lo que había estado leyendo y, cuando nos fuimos al dormitorio, me senté en la cama, pensativo, hasta que comencé a hablar.
—He leído una cosa muy curiosa en el periódico, cielo... Aunque algo inquietante... —no la miraba. De hecho le daba la espalda, pues andaba desvistiéndome sentado en mi lado de la cama. Eva gateó por el colchón hasta pegarse a mi espalda y abrazarme, colgando sus brazos por mis hombros.
—¿Qué es lo que has leído...? —preguntó curiosa.Paré de desvestirme y giré la cabeza hacia un lado, mirándola.
—Historias sobre Innsmouth... Es una ciudad que está al noreste de aquí, desviándose a la derecha de Ipswich... —le expliqué para que la ubicara, por si no la conocía—. Cuentan que habían unas criaturas extrañas con forma de pez en el fondo del mar a las que los ciudadanos les hacían ofrendas a cambio de riquezas... Y se dice que, gracias a eso, prosperaron en la pesca y que la ciudad se hizo una economía bastante fuerte para ser simplemente pesquera. Eso sí, desde entonces, la gente es bastante reacia a ir por esos lares. Comentan las lenguas que son gente muy rara, con apariencia extraña —hice una pausa para ver si me estaba escuchando y ella asintió—. También he leído que incluso se cree que las mujeres se dejaban fertilizar por esos seres, y creaban una raza mezcla pez, mezcla humano... —un escalofrío me recorrió todo el cuerpo solo de pensarlo y Eva me acarició, como tratando de calmarme—. No sé si será verdad... Si lo es, es bastante inquietante. Si no lo es, la gente tiene demasiados pajaritos en la cabeza... —resoplé y continué desvistiéndome. Luego me acurruqué con mi mujer en la cama y nos echamos a dormir.
Se lo había contado a Eva, en cierto modo, con sarcasmo y gracia, pues no me creía nada de eso, sin embargo, Eva en un ataque de frustración y desquicio al no poder engendrar una criatura, salió una noche hacia Innsmouth, sin que yo me enterara. Quizá usó alguno de los calmantes que le suministrábamos a mi madre para sus dolores... Cogió a mi sobrina y se la llevó con ella. Y ahí sucedió. La puso a la orilla, frente al Arrecife de las leyendas y le golpeó en la cabeza con una piedra, haciendo que la niña se desplomara en el suelo. Una tímida ola arrastró a Lilith hacia el interior del mar, como si salieran unos brazos del agua abrazando al pequeño trapo en el que se había convertido la niña y se la llevara. Pocos minutos después, un ser deforme salió de las aguas encaminándose hacia mi mujer. Era como un anfibio, como un pez o una rana con piernas y brazos, sin llegar a ser humanos del todo. Sus ojos desorbitados y escamados se fijaron en ella, a la cual agarró del brazo y la tomó contra una roca violentamente.
Vino a casa arrepentida, después de un día entero sin saber de ella, aunque eso era prácticamente normal dado mi trabajo, y me lo contó. Me costó lo suyo sonsacárselo, pero acabó soltando la lengua. Aunque no acepté su comportamiento, no pude hacer mucho. Nada iba a hacer que recuperara a mi sobrina. Eso sí, del ser acuático no dijo nada. A mi madre le mentimos diciéndole que la niña había sido ingresada en el Orfanato de Arkham pues no podíamos hacernos cargo de ella. Yo también me mostraba algo más desconfiado con ella, pues esa acción de mi esposa jamás me la habría esperado, pero aun así seguimos juntos, tratando de recuperar esa confianza y, además, volvimos a intentar el que Eva se quedara embarazada, hasta que por fin lo conseguimos. Lo malo es que la buena noticia, se vio manchada por la muerte de mi pobre madre, la cual había luchado contra ella durante meses.
Definitivamente nos habíamos quedado solos, pues Eva dejó de saber de su familia de buenas a primeras y, aun estando en cinta, tuvo que trabajar en la imprenta de mi madre, hasta que el bombo no le permitía hacer mucho esfuerzo.
¿Dije que desde que murió mi padre todo fueron desgracias? ¡Já! La verdadera desgracia vino cuando, una bonita mañana, mi mujer se puso de parto y fuimos al Hospital de Santa María, donde había nacido yo 28 años antes. Eva, la mujer que yo más amaba en el mundo entero, dio a luz a algo que mi mente cuerda no daba sentido. Era un ser humanoide, con la piel escamada y azulada y los ojos desorbitados con una mirada vacía. Parecía sacado de las historias que leí meses atrás, lo que hacía que creyera que todo era resultado de una broma pesada. Pero no fue así.
— Eva... ¿Qué demonios has parido? ¿Es una broma pesada lo que he visto? —fijé mi vista en ella. Negó.
—No, mi amor. Mira. cuando llevé a Lilith a Innsmouth, algo salió del agua. Era un monstruo muy raro, como los de la leyenda que leíste. Me violó y, parece ser que no fuiste tú el que hizo que me quedara embarazada... —agachó la mirada avergonzada.
Yo no me lo podía creer. La persona que más amaba en el mundo entero no solo me había traicionado, sino que, para más inri, era una desquiciada que se creía leyendas absurdas. En este caso no tan absurdas, porque yo sé lo que había dado a luz Eva y eso era demasiado raro para que mi mente lógica lo entendiera. Me marché de la habitación visiblemente enfadado, sin querer saber nada de ella ni de ese bicho raro, y fui directo a la imprenta, donde empecé a buscar artículos anteriores que hablaran sobre Innsmouth: riquezas y joyas obtenidas a base de sacrificios, prosperidad en la pesca... Habladurías que me hubieran parecido estúpidas días atrás.
Seguí buscando y encontré algo que sí que me llamó la atención, el ingreso del loco Dorian McArthy en el manicomio de Arkham. Por lo que leí acabó desquiciado, pues se obsesionó con las institutrices del Orfanato de Innsmouth, acusándolas de brujería, y acabaron quemando el edificio con ellas y varias niñas dentro. Continué mi búsqueda.
"No se encontraron los cuerpos de las mujeres, sólo cuerpos infantiles".
"Dorian, muerto por causa desconocida".
Chasqueé los dientes y golpeé la mesa al leer ese último titular. Ese tipo me podría haber contado mucho sobre la ciudad.
Decidí irme al manicomio de Arkham y colarme en el archivo, haciendo lo que tuviera que hacer. Llegué y me topé con una recepción bastante solitaria dadas las altas horas de la noche, lo cual agradecí, y me fui directo en busca del vestuario de los médicos. Había un hombre en la ducha y aproveché para rebuscar en sus cosas, encontrando su uniforme, pero no sabía si me daría tiempo a vestirme, así que fui al botiquín y cogí una jeringuilla, equipándola con una aguja, la cual rellené únicamente de aire. Me acerqué al tipo por la espalda y abusé de mi físico preparado para la policía, forcejeando con él hasta que conseguí hincarle la aguja en el cuello y vaciarle el aire en una vena. Supongo que te imaginarás cómo acabó ese tipo. Lo metí en la bañera, le agarré de la cabeza con las dos manos y le dí un fuerte golpe contra el suelo, dejando el grifo abierto, así parecería que el pobre hombre sólo tuvo un accidente bañándose. Me apresuré a ponerme su uniforme y me tapé la cara con una mascarilla.
Empecé a recorrer los pasillos del edificio con cautela y nerviosismo por si, a pesar de la mascarilla, conseguían darse cuenta de que no era el doctor al que pertenecían mis ropajes. Tardé un tiempo pero por fin encontré la sala donde estaban los archivos de los pacientes guardados. Para mi suerte, estaba vacía, pero aún así busqué todo lo rápido que pude, poniéndolo todo patas arriba. ¡Eureka! ¡Encontré la jodida carpeta! Pero, mierda, estaba vacía. Habían desaparecido todos los expedientes de Dorian, incluidos sus datos personales. Así que no podría rebuscar en sus pertenencias ni nada por el estilo. Ni siquiera podía saber la habitación donde había estado.
Salí de allí raudo y veloz hasta que estaba en un sitio seguro y me despojé de aquel uniforme. Estaba bastante frustrado, así que decidí irme a casa a intentar despejar la mente. Cogí mi botella de Jack Daniel's, la cual tenía reservada únicamente para ocasiones especiales, pero es que ésta la merecía. Mi mujer estaba jodidamente loca, y esa idea iba a acabar volviéndome loco a mí. Entre trago y trago y el tintineo de los hielos contra el cristal del vaso, mi mente no paraba de divagar y de pensar en todo lo sucedido, las historias que había leído y lo que se había hecho realidad de ellas. Algo se cruzó en mi cabeza y una sensación extraña se apoderó de mi cuerpo. Cogí el vaso y lo estrellé con fuerza contra la pared que me pilló más cerca, lanzando un rugido ronco que salió de lo más profundo de mi pecho y salí escopetado de mi casa, encaminándome hacia el Hospital de nuevo. Nadie sabe lo que me rondaba por la mente y lo que estaba a punto de hacer...