Todo estaba oscuro, como si estuviera dentro de un agujero negro, no había nada de luz, lo que me llevó a pensar que tal vez ni si quiera estaba despierta, no sabía hasta que punto quería estarlo.
Solo sentía frío y un intenso dolor en la cabeza, me llevé la mano al punto en el que el dolor se intensificaba y sentí un líquido más o menos espeso, sagre.
Lentamente fui recobrando la vista pero la diferencia era minima, todo estaba oscuro, pude distinguir árboles. Estaba en el bosque, cosa que tenía sentido teniendo en cuenta las agujas de pino que se enredaban entre mis dedos.
Intenté reicorporarme, tuve que ayudarme de un árbol para poder hacerlo y me apoyé en él para poder sostenerme de pie, no sabía que me habían hecho pero el mundo giraba a mi alrededor, intenté dar un paso para alejarme de allí pero me vi obligada a agarrarme de nuevo al árbol.
-No te molestes. El sedante no ha dejado de hacer efecto, no vas a ir muy lejos.
-¿Quienes sois? -Pregunté-. ¿Qué quereis?
Pude distinguir a la chica que había en la cocina de Karen, tendría unos veinte años e iba acompañada por un chico tal vez algo mayor que ella.
-Queremos ayudarte Iris... A entender. -Su voz tenía un toque siniestro y al igual que lo que fuera que estuviera pensando chica, todo en ella era un sombra de misterio y sus intenciones no eran buenas.
-No puedes quejarte. -El chico se rio-. No todos los súcubos te podrian las zapatillas. Leilah es así de detallista.
-Que detalle. -Dije sarcástica-. ¿Que le habeis hecho a Karen?
-¿A la mujer? Digamos que va a estar dormida unas cuantas horas más, así nos dará más tiempo para hablar.
-Yo no tengo nada que hablar con vosotros.
La chica se acercó a mi, me empujó contra el árbol y presionó su mano contra mi cuello haciendo fuerza, casi no podía respirar, más cuando decidió que había llegado el momento de levantarme unos centimetros del suelo. Llevé mis manos a las suyas intentando apartarlas sin éxito.
-Mira niña no he venido aquí para perder el tiempo con tus tonterías. Así que te vas a callar, o si no...
El chico la cortó en mitad de la frase.
-Leilah...
La chica rodó los ojos y aflojó su mano de golpe haciendome caer al suelo, yo inmediatamente tomé una bocanada de aire.
-La necesitamos con vida ¿Recuerdas? -El chico sonaba algo molesto-. La necesitais más bien.
Podría usar eso como salvavidas.
-¿Vais a soltarme algún rollo de que soy la elegida, de que soy la única esperanza de la especie y de que sin mi estais perdidos? Porque sinceramente no me interesa.
La chica agarró mi muñeca fuertemente y la zarandeó, retorciendola.
-No te creas Dios niña. Solo te necesitaremos durante unos segundos y luego volverás a ser tan irrelevante como lo eres ahora.
-Por mi podeis iros todos al infierno-Dije desafiante, no les tenía miedo, por alguna razón me sentía increiblemente fuerte, aunque probablemente en esta situación fuera un suicidio y lo que tendría que hacer era mantener la boca cerrada.
Y estaba en lo cierto, la tal Leilah era increiblemente ágil y no lo vi venir, al segundo estaba en el suelo intentando reincorporarme, con un intenso dolor en el estomago, me puse de pie y la miré media sonrisa de lado estaba dibujada en su rostro.
-Si me voy al infierno Isaac Lahey se viene conmigo. -Ella sonrió pensativa-. Le daría una muerte muy dulce, gritando mi nombre, pidiendome más. -Dijo y volvió a mirarme con arrogancia-. Definitivamente conmigo no iba a dormir en mucho tiempo.
Apreté los puños y fruncí el ceño.
-Te veo más interesada en lo que tengo que decir. -Continuó.
Yo permanecí en silencio.
-Vas a acompañarnos. -Me ordenó el otro chico.
-¿Y si me niego?
-Esque no aprendes. -Leilah se rió-. Te seré clara y concisa. Isaac sufrirá mucho.
-El no tiene nada que ver en esto, ¿Qué quereis de él?
-Tiempo al tiempo, ya lo entenderás. Pero como iba diciendo, vas a acompañarnos, y si no cooperas... Bueno, aunque no era un plan inicial yo puedo darle una maravillosa e indolora muerte a Isaac, aunque este no será el caso. Uno de los nuestros está en el hospital, y solo tengo que enviarle un mensaje con una orden para que la lleve a cabo, y digamos que Isaac no acabará bien. Desde luego no sera una muerte ni tan maravillosa ni tan indolora como la que le podria dar yo. -Yo la escuché en silencio sin decir nada.
No tenía otra opción que hacer lo que me dijeran, no iba a poner a Isaac en peligro.
-Vamos a ir andando. -Afimó-. Vas a seguirnos, y como te alejes más de dos metros no preguntaré y enviaré el mensaje. ¿Queda claro?
La mire iracunda, quería que sufriera, nunca me había sentido así, el odio me corroía las entrañas y no podía apartar el pensamiento de lo que le haría si se acercara a mi padre o Isaac más de un metro.
-Cristalino. -Respondí forzando una sonrisa.
-Ciertamente estoy disfritando de esto. -Dijo el chico que acababa de comenzar a andar hacia alguna parte.
Caminamos durante cinco minutos hasta llegar a una cabaña de piedra abandonada, o que por lo menos parecía estarlo. En un lateral había una puerta que debía dar a algún sótano. Se detuvieron enfrente de ella y me miraron.
-Tu primero. -Me indicó el chico.
Ni de coña, a saber lo que habría dentro.
Me limité a negar con la cabeza pero sentí una uña puntiaguda en mi espalda.
-Camina. -Me ordenó Leilah.
No me quedaba otro remedio, abrí una de las puertas y comencé a bajar escalones.
La luz de la luna iluminaba tenuemente la habitación, una luz que se extinguió cuando cerraron la puerta, dejando el edificio en la oscuridad absoluta de nuevo. Oí el clic de un interruptor y una serie de lamparas de araña se iluminó a lo largo de un corredor, que era donde nos encontrabamos, un corredor con paredes empapeladas de violeta, techos altos y el suelo enmoquetado con una alfombra roja, un intenso aroma a lavanda se percibía en toda la estancia.
Los tacones de los botines de Leilah resonaban a medida que caminaba, el chico fue detrás de ella y yo les seguí hasta el final, donde el pasillo se ensanchaba en una sala octogonal con columnas de mármol con una fuente del mismo material en el centro.
Había un puñado de chicas por allí, a algunas las había visto antes en el instituto, el resto eran desconocidas, no mucho mayores que yo.
La sala se quedó en silencio cuando entramos, se apartaron hacia los laterales y las esquinas dejandonos en el centro a la par que más gente entraba, todas mujeres, entre ellas una que destacaba, con porte regio, como de otra época, y como el resto una mirada escalofriante.
Se acercó a nosotros y me escrutó con la mirada, analizándome. La palabra "Decepcionante" estaba escrita en sus ojos pero aun así miró a Leilah y asintió con aprobación.
-Todo seguirá según lo previsto. Trae a Blanca y que le muestre todo, no hay tiempo que perder.
Leilah comenzó a andar hacia otro corredor y la mujer de dirigió al chico, el único que había en la sala además.
-Theon. Ve con ella.
Asintió con un leve gesto de cabeza y salió detrás de la chica rubia, la mujer dio una vuelta en torno a mi analizándome.
-Me esperaba otra cosa de Eileen. -Dijo.
Yo me estremecí al oir el nombre de mi madre.
-¿Qué sabes de ella?
Ella pareció no prestar atención a lo que dije y continuó a lo suyo.
-Enseñarla va a tomar más tiempo que con Leilah, y el tiempo es un bien que no tenemos en este momento. -Se dirigió a otra mujer que estaba a su derecha, hablando de mi como si no estuviera-. Tiene que aprender a cerrar la boca.
-Entonces Blanca no debería enseñarle esto, no será una buena influencia. -Dijo la otra mujer. De cabello pelirrojo brillante, y ojos claros.
-¿Alguien ha dicho mi nombre? -Una chica de mi edad con la piel color caramelo, ojos oscuros y cabello negro entro a la habitación seguida de Leilah y Theon-. ¿Qué tal zorras, cuantos hombres habéis matado hoy?
Su rostro mostraba diversión, se acercó al centro y miró a las mujeres antes de forzar una reverencia.
-Compórtate Blanca. -Le contestó la que parecía más importante. La chica que acababa de entrar no debía de caerle bien ya que le dedicó una mirada de asco.
-Presentaciones hechas supongo, creo que ha llegado la hora de que me lleve a Iris.
Blanca me agarró de la muñeca y tiró de mi hacia los pasillos. Cuando nos alejamos lo suficiente se paro en frente de mi y me miro.
-Lo siento mucho. -Dijo-. No sabes en la secta satánica en la que te acabas de meter.