A las siete el despertador suena sin dejarme ninguna tregua. Me levanto haciendo el menor ruido posible, y en veinte minutos estoy lista para salir hacia la universidad.
En el ascensor, el ruido apenas audible, se me hace terriblemente ensordecedor. Una vez dentro del autobus (que, por suerte, llego a coger a tiempo), camino hasta la parte de atrás en busca de un asiento libre, hasta que por fin encuentro uno frente a una chica rubia.
El resto del camino, mientras escucho su irritante voz de muñeca de plástico, deseo que hubiese perdido el autobús.
-Hace tan solo unas horas que no te veo y ya te echo de menos cariño. -dice con su odiosa voz mientras habla por el teléfono- Estoy deseando que nos vayamos a vivir juntos. ¿Te imaginas, amor?
Y así continua su charla con el pobre de su novio (que Dios le bendiga por poder soportarla), y yo no me he dado de cabezazos contra la ventana porque me siento en la parte del pasillo.
Cuando por fin llegamos a la parada, no espero ni dos segundos en bajar del vehículo. Creo que no he estado más feliz de llegar a la universidad en mi vida.
El resto de la mañana pasa de forma rápida, solo clases, clases y más clases, sin nada que realmente se pueda destacar.
Cuando llega la hora de irse, me sorprendo al encontrar el coche de mi hermano esperandome fuera.
-Hey, Ashton, ¿qué haces aquí? -pregunto a través de la ventanilla, pero él ni se molesta en mirarme.
Suspiro, sigue enfadado por mi reacción a la noticia de su boda. ¿Pero qué esperaba? ¡Se va a casar con una arpía que lo único que quiere es vivir mantenida y con lujos! Por desgracia, soy la única de la familia que lo ve, ha cegado a todos con sus mentiras.
-Lindsay quiere que seas su dama de honor, y me ha pedido que te lo diga -dice de mala manera.
Bien. No pienso fingir que ella me cae bien, o que me alegro por mi hermano.
-Dile que gracias, pero no. No quiero ser dama de honor -digo, lo menos bruscamente posible para evitar que mi hermano se cabree más de lo que ya está.
Algo que, claramente, no consigo.
-¿Tanto te cuesta hacer algo por los demás? No te estoy pidiendo el mundo Madison, me gustaría que por una sola vez dejaras de pensar en ti misma y te alegraras por los demás -dice, y antes de darme tiempo a contestar, arranca el coche y se va.
Las palabras de mi hermano se clavan dentro de mi, haciendome daño. Me duele que piense eso de mi, pero supongo que no puedo hacer nada para cambiar su opinión.
Camino lentamente por la calle, hasta que llego a una pequeña librería, que hace al mismo tiempo de cafetería.
La descubrí este verano, mientras caminaba sin rumbo por las calles. Es un pequeño y poco conocido establecimiento, dirigido por una agradable señora mayor, amante de la lectura.
En cuanto entras dentro, el olor a libros y café te abruma de una manera satisfactoria, y no quieres dejar de oler asi nunca.
A la izquiera, hay un pequeño bar en el que está la amable mujer atendiendo a sus clientes, y a lo largo del establecimiento, butacas y sillones, y, por supuesto, libros.
En el fondo, hay una pequeña chimenea que suele encender en días de invierno fríos, como hoy.
Es el mejor lugar al que puedes venir cuando quieres huir de la realidad.
Al entrar, el sonido de la campanilla anuncia mi llegada. Grace eleva los ojos, y cuando me ve, una sonrisa se extiende por su cara.
-Hola Madison, hacía mucho que no te veía por aquí -dice mientras me acerco al mostrador.
-He estado un poco liada -comento.
-¿Quieres lo de siempre? -pregunta, y asiento.
En menos de dos minutos, un capuccino humeante se extiende frente a mi. Le tiendo un billete que ella rechaza.
-Regalo de la casa -dice con esa sonrisa perenne en su rostro.
-Gracias -digo, devolviendole la sonrisa.
Después, recojo mi café y me siento frente a la chimenea a leer un libro llamado "Entre dos universos", y por una vez en varias semanas, dejo de pensar en todo lo demás.
Cuando termino el libro, se me ha echo demasiado tarde. ¡Las ocho de la tarde! ¡Y Pali sola en casa!
Agarro un libro, lo compro, y después salgo corriendo hacia la parada de autobus, donde acaba de salir el mio.
Genial. El siguiente llega en veinte minutos. ¿Esperar o salir corriendo hacia casa?
Salgo corriendo por las heladas aceras de Seattle, hasta que el sonido de la bocina de un coche hace que me sobresalte. ¿Qué demonios...?
Travis me lanza una sonrisa pícara desde la ventana del coche.
-¿Necesitas que te lleve a algún lado? -pregunta.
Estoy por negarme, el otro día me enfadé mucho con él por la forma en la que me trató. Pero si comparo un viaje dentro del coche, calentita, a caminar por las calles donde terminaré congelada...
Abro la puerta del copiloto y me siento.
-Voy a casa -comento, y él asiente.
-Genial, porque yo también -dice con una sonrisa para después arrancar.
Dentro del coche, solo se distingue el sonido de música de violín. Cierro los ojos y sonrío al recordar aquellos años en los que tocaba ese instrumento. No fue hace tanto.
-Voy a tener que cobrarte por todos los viajes que me obligas a hacer -dice Travis en un intento de establecer conversación.
Pongo los ojos en blanco.
-No seas exagerado, solo me has llevado dos días.
-Eso es demasiado -dice llevandose una mano al corazón y fingiendo dolor- Aunque pensandolo bien, si vas a ser mi esposa, debería ir acostumbrandome.
Le miro con una ceja levantada y él me regala una sonrisa.
-Creo que deberíamos revisar eso de ser tu esposa -digo finalmente.
-Oh, no, de eso nada. Dijiste claramente que si conseguía llevarte a tiempo a la uni te casarías conmigo. No te rajes ahora -dice mientras aparca el coche.
-No me rajo, simplemente no estaba pensando con claridad cuando te dije eso de pasar el resto de mi vida contigo -digo saliendo del automóvil y caminando dentro del edificio.
-¿No querrás que piense que eres una gallina, verdad, Williams? -dice, ahora es él el que tiene una ceja levantada.
-¡No soy una gallina! -me defiendo.
-Admite que mueres por vivir conmigo. Por tener esto -dice señalandose a si mismo.
-Tienes razón Travis, no se cómo he podido sobrevivir tanto tiempo sin tenerte -digo poniendo los ojos en blanco.
-Ya sabía yo.
El ascensor se detiene en el sexto piso y los dos nos bajamos, cada uno para girar en una dirección.
-De todas formas, será fácil lo de vivir juntos. Ya vivimos al lado, estamos un paso más cerca que la mayoría de las parejas -dice guiñandome un ojo desde su puerta.
No puedo evitar soltar una carcajada mientras niego con la cabeza.
-Hasta mañana Travis -digo dando por finalizada la conversación.
-Que sueñes conmigo Williams -escucho como respuesta.
Cierro la puerta mientras río ligeramente. Este chico está fatal.
Me sorprendo al no escuchar ningún ruido dentro de la casa, aunque me encojo de hombros. Supongo que Pali se habrá hartado de estar aquí sola. Quizás debería darle unas llaves para que se mueva como quiera.
Me tiro sobre el sofá y cierro los ojos. Estoy agotada (y eso que no he hecho gran cosa en todo el día).
El sonido de mi móvil perturba mi tranquilidad, obligandome a abrir los ojos. Sujeto el aparato, por suerte, solo es un mensaje. Para mi mala suerte, es de Lindsay.
Bruja:
No seas una cría, no voy a dejar que arruines mi boda. Vas a ser dama de honor quieras o no Madison, igual que no vas a impedir que me case con tu hermano.
Ea, sencillo y directo. Como ella. Bloqueo de nuevo el móvil y lo lanzo a algún punto del salón, totalmente segura de que no se puede romper.
Si Ashton viera la clase de mensajes que me manda esa... Dejemoslo en esa; estoy segura de que la dejaría. Aunque bueno, eso sería antes, porque ahora parece ser que soy una persona sin sentimientos a la que solo le importa ella misma.
Cojo un cojín y grito sobre él todo lo fuerte que puedo, intentando sacar todo lo que llevo dentro.
Mi vida apesta.
Y creo que si sigo dentro de casa, me voy a volver loca.
Recojo mi móvil, y le mando un mensaje a Pali, diciendole que estaré fuera y que tiene las llaves bajo el felpudo que está frente a la puerta; y después, vuelvo a salir de casa.
Camino perdida entre las calles, tengo que ir a algún sitio para no pensar en nada, pero, ¿a dónde?
Sigo caminando, observando como ya están poniendo las luces de Navidad por las calles. Se me olvidó que tan solo quedan dos semanas para que den las vacaciones.
Llego hasta una plaza, en la que hay un enorme árbol de navidad iluminado, con regalos de mi tamaño puestos debajo, y un trono con un hombre vestido de Santa sentado en él.
Una extensa cola se forma, llena de niños que desean pedirle regalos al grandullón, y de padres que quieren hacer felices a sus niños. Sonrío al recordar como hace unos diez años yo también estaba emocionada esperando en esa cola.
Claro, que todo eso era antes. Cuando Ashton me quería y Danielle seguía aquí.
Un suave tirón en la manga de mi abrigo hace que me gire. A mi lado, un chico vestido de elfo parece querer decirme algo.
-Perdona, pero necesitamos un elfo más. ¿Te importaría ayudarnos? -me pregunta.
-Oh, no, yo no... -empiezo a decir, pero el chico me interrumpe.
-Por favor, mira a los niños, no podrán pedir sus deseos si no nos ayudas -dice haciendo un puchero en mi dirección.
-Está bien -digo en un suspiro.
Me sonríe y me entrega un traje, que me pongo dentro de una furgoneta toda decorada de navidad.
Madre mía, no puedo creerme que de verdad esté haciendo esto. Salgo vestida de elfo y el chico me explica lo que debo hacer: acompañar a los niños hasta Santa.
Me coloco delante de la enorme fila y los niños se emocionan al verme. Sonrío. Por lo menos, así estoy haciendo feliz a alguien.
Tomo al primer niño de la mano. Es rubio, de ojos enormes, parece un buho, y aparenta unos siete años.
-Hola pequeño, ¿cómo te llamas? -pregunto con voz dulce.
-Mark -dice con su aguda voz de niño.
-¿Y que le vas a pedir a Santa, Mark? -pregunto.
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Después de una hora, estoy agotada, tengo las manos sudadas de agarrar a tantos niños de la mano, y quiero irme a casa. Sin embargo, aún quedan algunas personas en la cola, y debemos seguir aquí.
Suspiro y maldigo en voz baja al chico que me metió en esto.
-Vaya Maddy, nunca imaginé que te vería así vestida -dice una voz detrás de mi.
Me giro, y no me sorprende encontrarme con Mason mirandome con una sonrisa burlona.
-Puedes irte lentamente a freír espárragos -le digo mientras me dirijo de nuevo hacia la cola.
-No, en serio. Lo curioso es que no estás tan ridícula como se debía de esperar -dice y pongo los ojos en blanco.
Decido ignorarle y sigo a lo mío, hasta que el último niño se va y me permiten irme a casa. Mason sigue ahí de pie cuando salgo de la furgoneta con mi ropa puesta, y sigue a mi lado cuando camino por las calles en dirección a mi casa.
-Sabes, después de dos años sin vernos, lo normal es que te alegraras un poquito de verme aquí -comenta tranquilo.
-¿Enserio no notas mi alegría? Pensaba que te la había dejado bien clara. Qué lástima -digo poniendo los ojos en blanco de nuevo.
-Pues que sepas que yo si te he echado de menos -dice.
Freno y le miro a los ojos. Y, como el otro día, siento ganas de darle un abrazo. Pero, más por orgullo que por otra cosa, no lo hago.
Tengo que recordarme a mi misma que este chico me ocultó que mi novio salía con otra, mientras se hacía llamar mi mejor amigo.
-Nadie a dicho que yo no te haya echado de menos -comento, y sigo caminando.