Los versos de Cielo

By giula_jpg

1.7M 187K 93.7K

Hay veces que Cielo Rojas se pregunta por qué no escribió Orgullo y Prejuicio, pero la respuesta es clara: el... More

Los versos de Cielo.
Booktrailer
Personajes e Instagram.
Prefacio.
Capítulo 1: ¡Vos!
Capítulo 2: Una hipótesis muy errónea.
Capítulo 3: ¿Tienes un minuto?
Capítulo 4: Soy un no al preguntarme si alguna vez seré tu sí.
Capítulo 5: Catástrofes en París.
Capítulo 6: ¿Quién sos?
Capítulo 7: Querido poeta, veamos que sucede.
Capítulo 8: Terreno peligroso.
Capítulo 9: Matías Ponce.
Capítulo 10: Viens, Chucky.
Capítulo 11: Enrique Iglesias me mata.
Capítulo 12: ¿Qué hacés acá?
Capítulo 13: Miren: ¡Cielo y Matías!
Capítulo 14: Si Cielo estuviera aquí...
Capítulo 15: Voy a extrañarte.
Capítulo 16: ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué decís? ¿Qué? N-no sé qué... ¿Qué?
Capítulo 17: ¿Por qué, Kéven?
Capítulo 18: ¿Esto lo escribiste vos?
Capítulo 19: Voy a ayudarte.
Capítulo 20: Y pronto nos acostumbráremos.
Capítulo 21: ¿Vino Kéven?
Capítulo 22: Everything Has Changed.
Capítulo 23: Hola, chica de los post-its rosas.
Capítulo 25: Hoy me rindo.
Capítulo 26: Que tienes la voz más linda que alguna vez escuché.
Capítulo 27: Ya no había manera de negarlo.
Capítulo 28: ¿Necesitamos?
Capítulo 29: ¿Qué decías acerca de la etapa de negación?
Capítulo 30: Ya no duele, escuece.
Capítulo 31: Los versos de Cielo.
Capítulo 32: El chocolate caliente es una de las medicinas para el alma.
Capítulo 33: Acepto el reto.
Capítulo 34: Hola, me gustan las series de televisión y perseguir pelirrojas.
Capítulo final: El chico de los post-its amarillos.
¡Muchas gracias!
El mundo color Matilda
Capítulo especial: Entre libros, pizzas y besos.
Serendipia: El friki mundo de Ada.
Capítulo especial de cuarentena: Filematología, la ciencia que estudia el beso.

Capítulo 24: Yo no soy esa chica.

40.4K 4.9K 3.3K
By giula_jpg

Ya valimos todos x2

No existen mis ojos viendo los tuyos.

No existen los tuyos deseando los míos.

No existimos mirándonos.

No existimos compartiendo un beso;

Mucho menos eso.

Solo existo yo con este verso.

"Corazones desbordados", fragmento de Cielo Rojas.

Claramente estaba la posibilidad de no escapar, pero la palabra "permanecer" sintiendo esto y en esta situación estaba muy sobrevalorada; más allá de cómo podía actuar. Con canciones de un desamor y ciento de palabras y versos desarmados, que no me atrevía a escribir para descargarme, tomé el primer colectivo que me dejaba cerca de casa. Este domingo no quería estar en la residencia y ver a Kéven. Puede que esté mal de mi parte en huir de la situación, pero tampoco tenía el valor enfrentarla. Pensé que era valiente, pero ahora soy una cobarde, eso lo tengo bien en claro, pero seamos sinceros, no era fácil, ahora mucho menos. Sabía que tal vez la solución era hablar de una vez y confesarle quien soy, pero ¿si me rechazaba por segunda vez? ¿Si se decepciona enterarse de que su amiga enamorada es aquella chica? Otro rechazo sería peor. Además de mi timidez y mi cobardía, entré en razón y me di cuenta que no quiero que él se enamore de esos poemas, quiero que se enamore de mí por más que yo los escriba. Que quiera a Cielo, eso es todo, pero no puedo obligar a nadie a sentir.

Pese a cómo me siento, el mundo no muere ni se viene abajo, solo estoy triste, pero quería pasar mi lapso de desánimo en ausencia de él. Ya tuve suficiente con llorar en los hombros de mis amigas durante una buena parte de la noche. Sentía mis ojos hinchados y las horribles bolsas debajo de ellos eran extremadamente notables. Agradecí de tener estos enormes lentes que cubrían bastante los efectos secundarios de un triste desamor.

Miro la pantalla del celular que me regaló y vislumbro que no tiene ningún mensaje de él invitándome a desayunar. ¿Lo volvería a tener? Por más que quiera o que voy a extrañar aquellos momentos, sé que a partir de ahora todo será desigual entre los dos. Tal vez el silencio hable cuando nos volvamos a encontrar, que nuestros ojos se digan todo o nada, quizá. Hasta que sienta menos. Hasta que ya no quede nada.

―¿Y a vos qué te hicieron? ―Le pregunto a mi hermano después de tragarme otra cucharada de helado de galletas.

―Ali no acepta salir conmigo ―responde apenado. Automáticamente le paso el pote de helado y él se zampa una cucharada. Nos tapamos con la misma manta que tejió mamá.

―No tenemos remedio ―Me encojo de hombros y abrazo mis rodillas―. ¿Por qué, Franco?

―No hay remedio porque no existe tal enfermedad de querer a alguien, hormiga ―sisea pensativo.

―¿Y por qué tenemos que querer a alguien? Todo sería más fácil si yo no tuviera sentimientos.

―No digas eso, Cielo, porque si no tuvieras sentimientos no podrías querer a tu familia, a tus amigos, a nada. La gente suele ser exagerada, desear no sentir y prácticamente ser una piedra viviente. ¿Te imaginás qué horror? El mundo es bastante malo como para que nadie más quiera sentir.

―Amnesia selectiva, eso necesitaría.

―No, vos necesitás hablar con Dios, llorar, gritar, comer helado con galletas viendo Netflix. No sé, subir y escribir un montón para descargarte y después de eso prepararte para seguir adelante. Llevate galletas de mamá, las vas a necesitar.

―No puedo.

―¿Llevarte galletitas?

―No tonto, lo otro.

―Si podés, Cielo. Eh, no pongas esa cara, recordá el pasaje de la Biblia que nos leía mamá: el corazón alegre hermosea el rostro. Y no quiero tener una hermana feíta y tristona.

―Pero no puedo tener el corazón alegre ―respondo en un susurro y con lágrimas en los ojos.

―¿Tenés a Dios?

―Sí.

―¿Una familia no tan perfecta, pero que te ama?

―Sí.

―¿Un hermano extremadamente sexi? Y ambos sabemos que no me refiero a Bruno ni Israel.

―Ay, Franco, son casi iguales.

―¿Una carrera que amás?

―Sí.

―¿Amigos fieles?

―Sí ―Sonrío al recordar cómo me consolaron durante la noche y todo lo que siempre hacen por mí.

―Me parece que esas razones son suficientes y vos te estás haciendo problema por un pobre chico que no ve a quién tiene al frente ―Me señaló―. Es entendible que te sientas mal, pero mirá a tu alrededor; sos afortunada y no muchas pueden serlo. Tenés mucho amor alrededor y sos muy buena, por eso te quieren tanto.

―Me vas hacer llorar de nuevo ―digo limpiando la pequeña lágrima que se efectivamente se deslizaban por mis mejillas.

―Y no te hundas si las cosas con ese chico no resultan ―Acarició mi espalda.

―Tenés razón, te prometo que no ―Acomodo mi cabeza en su hombro y sigo comiendo del helado―. Si le gustás.

―¡Qué horror! ¿A Kéven le gusto?

―No, hablo de Alicia, gil ―argullo―. Solo que tiene miedo.

Él suelta un gran suspiro.

―Eso espero, hormiga. Lo nuestro es más complejo, pero resultará si Dios quiere.

―Te quiero mucho, Franco ―Le digo.

―Yo también, mejor amiga ―sonríe con malicia.

―¡Franco! ―Golpeo su hombro.

―Eh, desde que estás en la friendzone, no te bancás ningún chiste.

Hay algo tan cierto: ¿Qué iba a ganar pasándome todo un domingo encerrada en mi habitación ignorándolo? Mientras, tal vez, él seguía con su vida haciendo quién sabe qué cosa, yo iba a pasarme todo un domingo triste. Gracias a mi familia, pude mejorar y pasar un lindo día con ellos. Menos mal que tomé la decisión de venir esta tarde, porque no me parece justo sufrir por un chico. No es orgullo ni demás, simplemente pienso que somos más que corazones, príncipes azules y unicornios. Eso no significa que no tengamos nuestros momentos melancólicos ―yo los vivo teniendo, todas los tenemos―, sin embargo, no es lindo que nosotras estemos así y ellos sigan haciendo su vida sin remordimiento alguno. Paramos nuestras vidas mientras ellos siguen mirando al frente sin siquiera detenerse. Los meses que pasé conociendo a Kéven, me di cuenta que él haría lo mismo.

Y vaya que estaba en lo cierto...

―Por fin... ―resopla Austin al instante en que me acerco al vestíbulo de la residencia.

―Dios, hasta que llegas ―suelta Agnus algo desesperada.

―Ay, es que mi mamá insistió con que me quedara a dormir. ¿Tanto escándalo por perderme la primera hora? ―inquiero sin entender por qué llevaban esas expresiones en sus rostros.

―Cielo, primero en principal, necesitamos que te lo tomes con calma y que...

―¿Qué se lo tome con calma? ―Agnus interrumpe a su novio―. ¡Que la descuartice y tire sus restos a la basura! No, pobre basura.

―¡Paren! ―espeto―. ¿De qué hablan? ¿Qué pasó?

Ambos se miran y luego me ven. Dentro de mí sé que algo bueno no está pasando y temo qué será.

―Cielo, quiero que sepas que hice lo posible para que Kéven entre en razón y que...

―Carla finge ser la chica de los poemas ―irrumpe Agnus.

―¡¿Qué?! ―chillo agudamente. Me hubiese esperado muchísimas cosas. Tantas, pero como esta, ninguna. Ruego haber escuchado mal ―. ¿Los poemas? ¿Mis poemas?

―Ayer te lo he querido contar, te lo juro, pero con irnos a tu casa perdí la oportunidad ―Austin comienza a explicarme, mientras siento descomponerme―. No pensé que actuaría tan rápido y que las cosas se precipitaran de esta manera. Fue toda una sorpresa, prácticamente de un día para el otro.

―No puede ser ―susurro más para mí que para ellos―. ¡¿Cómo te diste cuenta?!

―Gracias a estar tanto tiempo en la biblioteca, vi que ella visitaba constantemente el estante de literatura inglesa; todos los días. Un día la espié y estaba leyendo los post-its. Digamos que su rostro no era el más dulce mientras lo hacía.

―Pe-pero ¿si solo los leía? Tal vez ustedes se confundieron ―arguyo.

―No, Kéven me contó que ella le recitó una de tus líneas ―expuso Austin.

―No puedo creerlo ―Acuno mi rostro con las manos.

―Toda la culpa es mía, si tan solo hubiese actuado rápidamente y contarles todo ―Su rostro tiene mucha angustia―. Perdón, amiga, realmente lo siento.

―¡No, Austin! Nada es tu culpa, ¿quién iba a pensar que alguien sería capaz de algo así?

―Ahora están juntos, Cielo ―Alega Agnus consolando a Austin―. Esa chica no le da ni un respiro y el tarado de Kéven le cree porque la falsa de Carla es la mejor actriz del mundo. ¡Parece llorar a cada rato y su rostro da una ternura de muerte!

―¿Le cree? ―Siego con la cabeza―. No, no y no. ¡No puede creerle! ¿Austin, Le dijiste que no era ella?

―De mil formas... y me trató mal ―Encoge de hombros.

―Esta mañana no desayunó con nosotros y nos ignoró ―acota Agnus―. Priscila decidió enfrentarlo y decirle que eres tú, pero la calló antes de tiempo. ¡Está totalmente cegado por una chica que sabe manipularlo!

―Tomó la peor decisión, chicas ―expone Austin―. Dejó influenciarse por una desconocida e ignorar a quienes son o eran sus amigos.

Trato de contenerme para no gritar y llorar de bronca a la misma vez. Esto tiene que ser una broma. Esto tiene que ser una horrible y estúpida broma. Mientras yo como una tonta no me animo a confesar esto, ella si lo hace. Parecía una pobre chica solitaria que no mataba ni una mosca. Y él... él no se queda atrás. No logro entender cómo pudo ser capaz de creerle, ¡no puede! Me prometió que sabría reconocerme al mirarme a los ojos. Me lo prometió y era todo mentira. ¡Sus versos, él, era todo mentira! ¿Es que no se da cuenta que ella no es a quien realmente quiere? Se me cruzan tantas preguntas y pensamientos que no puedo estar cuerda. Incluso físicamente siento que mis piernas se desmoronan, quiero sentarme y ponerme a llorar. Pero lo que quiera no significa que sea lo que realmente necesite en este momento. Debo actuar como corresponde y enfrentarlos, tanto a Kéven como a Carla, pero primero iría por ella.

―¿Saben dónde está? ―Les pregunto de forma decidida.

―Kéven está...

―No, a él lo dejaré al último, ahora hablo de ella.

―La última vez que la vi estaba en la cafetería, aunque es obvio que él estaba presente ―Me responde Agnus―. ¿Vas a buscarla?

―Sí ―No digo ni una palabra más y comienzo casi a trotar hacia el edificio. Como siempre, Agnus y Austin vienen caminando rápido y ambos me piden que me tranquilice. Sinceramente no sé qué voy a decirle cuando la vea, pero estoy segura que no será nada lindo. Dios me ayude a no salirme de control, porque estoy muy enojada con la situación. Me usó solo para llegar a él. Desde al principio hubo algo en ella que no me convenció del todo, pero jamás podría imaginarme que ella lograría ser una impostora.

Mientras vamos con mucha rapidez los tres estamos discutiendo sobre qué debería decirle y que no. Ni siquiera me importa las personas que nos ven trotar como locos. En el camino tropecé, casi me doblo el pie y manché mi rodilla con barro, pero eso no me iba a detener. A esta altura, ya no me importa nada más que enfrentar a esa mala persona.

Ingresamos al edificio y la mitad de las mesas están repletas de alumnos o profesores. Entro en desesperación al no reconocer los rostros por mi falta de visión y vidrios algo empañados por el cambio de temperatura, así que les pido ayuda a mis amigos.

―Cielo, ahí está ―Me señala Agnus, hacia la derecha casi en una de las últimas mesas.

Carla se encuentra con una de sus dos amigas sosteniendo una taza en sus manos y riendo como toda una hipócrita. Tomo aire y comienzo a apresurar mis pasos hasta encontrarme cada vez más cerca. La amiga de Carla me ve y le da aviso a ella, de una forma asustada.

―¡Vos! ―Le grito―. Qué te pasa para que quieras hacerte pasar por mí, ¿eh?

Me olvidé de lo que habíamos planeado con mis amigos. En ese instante se nubló todo.

―Hola, Cielo, no estoy entendiendo ―Finge inocencia. Wow, hasta yo me lo creería. Fácilmente podría preguntarme si mis amigos no están mintiendo.

―¿Cómo qué perdón? ¡Carla, sabés muy bien de lo que te estoy hablando! ―exclamo.

―¿Estás bien? ¿No quieres un té?

―¡Quiero que me dejés tranquila! ¡No sos más que una falsa!

―Oye, creo que te confundes ―Mira tímida hacia sus costados.

Estaba a punto de colapsar. En cualquier momento iba a tirarme hacia ella para arrancar sus horribles cabellos. ¿Cómo puede ser tan hipócrita?

―Y yo creo que vos te estás confundiendo de identidad. ¿Por eso pretendías que te presentara a mis amigos? ¿Todo este tiempo querías quitarme a Kéven? ―Niego con la cabeza.

Tal vez la última pregunta fue lo que la provocó y que hiciera salir a flote su verdadera identidad; como un lobo vestido de cordero. Nunca subestimes a alguien. Menos cuando ese alguien tiene un rostro celestial, pero una personalidad malévola.

Carla se puso de pie con cuidado y se acercó a mí con su perfecto rostro.

―Cielito, me das tanta lástima ―sonríe―. ¿Quieres que yo te diga lo que nadie se atreve a decirte? Ni siquiera esos payasos que tienes como amiguitos. No te he quitado a Kéven, ¿sabías? Porque nunca fue tuyo. Para él no serás más que una simple amiga.

―¿Cómo podés ser...? ―No logro formular las palabras por mis ganas de llorar.

Miro detrás de mí a mis amigos; Gise y Pri acaban de llegar y nos miran con preocupación. Sin embargo, cuando me ven que estoy a punto de llorar, ellos llegan a nosotras y empiezan a soltarle cosas, no sé qué, porque me siento aturdida por el momento.

―Y ustedes, payasos, ni me importa lo que digan ―Carla se dirige a mis amigos.

―Sos una basura... ―Le susurro con lágrimas.

―Sin embargo, ya tengo a mi poeta, que por cierto tampoco será tu amigo.

No entendí sus palabras, hasta que ella miró hacia un costado como buscando a alguien. Luego de esto, hizo algo que jamás hubiese imaginado: tomó, de la mesa, la taza de café entre sus manos y se la tiró encima. Abrí mi boca de la sorpresa y escuché unos "¿Está loca?" de parte de mis amigos. Carla se acercó a mí volviendo a colocar una expresión de inocencia y la empujé de los hombros para evitar que me ensucie más de lo que ya estaba.

―¡Basta, yo no te he hecho nada! ―Ella solloza de la nada―. ¡Suéltame, Cielo!

―¡Cielo! ¿Qué haces? ―Escuché esa voz.

Volteé a mi costado y al instante me encontré con su mirada demandante de explicación. Él no había visto lo sucedido antes de que llegara. Solo vio a su chica manchada de café y yo empujándola, mientras mis amigos le gritaban. Todo perfectamente montado para pensar mal sobre mí y que la estoy agrediendo. Pero por todo lo que pasé con él, yo confiaba, realmente confiaba en que mi amigo me creería. En que ahora si se fijara en mis ojos; reconozca que soy yo a quien buscaba y que en minutos tal vez todo sería igual o mejor que antes.

Cuanta decepción. Cuanta ingenuidad. Cuanta lástima, una verdadera lástima.

―Kéven, yo no... ―Quise defenderme antes de que pensara otra cosa, pero ella me interrumpió.

―¡Me ensució! ―suelta Carla a punto de sollozar―. Kéven, lo siento, pero ya no aguanto esto. Confesarme fue el error más...

No iba a soportar sus palabras.

―¡Kéven, yo soy la chica de los post-its! ―La interrumpo deseando que me crea. La interrumpo jugándome por él y por nuestra amistad, que a pesar de tenerla tan solo algunos meses, fue suficiente para enamorarme.

―¡Mentirosa! ―exclama Carla y se apresura a los brazos del chico rubio parado a pocos pasos de mí. Me quedo tildada al ver que ella es correspondida, consolada. Siento más pellizcos de dolor.

―¡La mentirosa eres tú! ―gritan mis amigos.

―Cielo... ―Comienza a decir Kéven.

―Kéven, tenés que creerme, por toda nuestra amistad, por todo lo que...

―Me tiró café, me empujó y no paraba de amenazarme para que me aleje de ti ―dice Carla―. No creía que Cielo era así.

―¿Cuándo te conté acerca de ella? Semanas... ¿y lo dices ahora? ¿Piensas que realmente voy a creerte así? ―Me mira con un gesto que puedo asimilar como decepción―. No mientas de esa manera, la vi colocando los poemas.

Sentí una sensación parecida a la de agua fría golpear contra mi cuerpo; él no iba a creerme. Estaba luchando en vano.

―Kéven... ―Cerré mis ojos intentando no llorar.

«¡Soy yo! Me lo prometiste, tenés que creerme»

―Sé que tienes sentimientos hacia mí, pero esta forma es nefasta para que me acerque a ti ―continuó diciendo.

Me quedé completamente sin habla. ¿Dónde estaba el Kéven dulce que me trataba como a una muñeca de porcelana? ¿Dónde estaban sus palabras y nuestros meses de amistad? ¿Qué pasó con sus ojos dulces y su mirada tierna? La confianza que decía tenerme se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

―Todos ellos también amenazaron ―susurró la morena acurrucándose a los brazos de ¿qué? ¿Su novio?

―¡Hipócrita! ―gritó Agnus.

―¡Terminen con esto, chicos! ―Kéven les gritó a nuestros amigos. Los cuatro se quedaron sorprendidos―. No pasará nada, no te preocupes ―Le dijo a Carla.

―¡Kéven! ―insistió Pri―. ¡Piensa, te está manipulando con su actuación inocente!

―¡Cielo puede probarlo con los poemas! ―exclamó Gise.

―¡Es cierto, ella los tiene! ―gritó Agnus.

Volví a ver a Kéven y él me enarcó una ceja como esperando mi respuesta o alguna explicación. Sí, yo tenía sus poemas y copias de los míos guardados en una carpeta de mi habitación y en lo más profundo de mi corazón. Pero viéndola a ella, a las personas que nos rodean y esos extraños curiosos, incluso viéndolo a él, a quien idealizaba y creía perfecto, ¿con qué fin los expondría? ¿Para demostrarle que yo era "la chica de sus sueños"? ¿Para que cambie de opinión y ahora, de la nada y solo porque soy la poeta, me ame? No, ya no lo valía. Kéven me decepcionó a tal punto que ya no valía nada de esas líneas que le escribí. Tampoco los sinónimos o los preciosos adjetivos que busqué solo para él. Mucho menos la tinta azul y negra que quedó impregnado en un papel que nunca más escribiré. Meses siendo alguien increíble para que en tan solo minutos se transformara en una persona que ya no quiero junto a mí. Kéven se transformó en un sinónimo de decepción más que una triste perfección.

―No ―egué con la cabeza mirando sus ojos celestes fijamente, permitiendo esto una última vez―, mentí. Yo no soy esa chica.

Hasta la mismísima Carla se sorprendió ante mis palabras. No sé qué mirada percibí en los ojos de Kéven, cómo si se ablandara y él hubiese regresado. Pero no es así, no me volvería ilusionar con una mínima señal y sabiendo de quién viene. Lo más acertado es que haya sido producto de mis deseos.

No soporté un solo segundo más, así que giré sobre mis pies y me dirigí de regreso a la residencia. En la cafetería no solo había quedado Kéven, sino con él todo lo que vivimos, nuestras canciones, desayunos y los escritos que él ignora. Sobre todo, allí no solo quedó nuestra amistad, Kéven había tirado a la basura a cuatro chicos más, que solo bastaron unos pocos pasos para darme cuenta que venían detrás de mí. Cuatro chicos que siempre estarán conmigo. Al llegar a la recepción los cinco nos miramos a los ojos sin saber que decirnos, pero compartiendo la misma lástima. Pri fue la primera que me abrazó y luego de ella sentí más brazos hasta que todos formamos uno solo. Ahora solo le deseaba lo mejor con su falsa realidad.

Desde este instante, él decidió quedarse fuera de nuestra vida.

*Escribe desde debajo de su cama agradeciendo que todavía no la encontraron*

Un capítulo muy agridulce, la verdad. Es una lástima que Kéven haya tomado esa decisión. Y pobre Cielo al idealizar a Kéven, muchas veces nos pasa de pensar que una persona es perfecta y es quienes creemos que nos hará felices, pero no. Una persona no puede hacernos felices, ser felices está solo en nosotros y en lo que Dios nos da; nuestra familia, nuestros amigos. Si te falta alguno de estos últimos, recordá que podés refugiarte en Dios. Pase lo que pase... solo tenés que darle una oportunidad, solo una.

Mañana sigo publicando y...VOLVERÁ EL MUNDO COLOR MATILDAAAAAAAAAAAAAAAAA.

Gracias a todos por sus votos y comentarios. ¡Me parten de la risa! En casa me miran como si estuviese loca...porque no estoy loca...lo juro. Las voces dicen que no lo estoy.

Los quiero muchisisisiiiiiiiiiismooOOOo.

Nos leemos en horaaaaaaaaaaaaaaaaaaaassssssssss

Les dejo a calamardo sexi.


INSTRAGRAM TEMÁTICO:

Continue Reading

You'll Also Like

1.5K 207 46
Tras diez años de encierro en la academia de magia de Marvelir, Nevan Grant regresa a su tierra natal para reconciliarse con su pasado, pero la liber...
102K 7.2K 35
¿Por qué las personas buenas no son infinitas? No me arrepiento de nada Te amo Somos tan diferentes pero el amor nos hace tan únicos. Eres inefable...
1.9K 347 29
Las personas somos como las polillas. Cuando algo nos llama la atención, vamos a eso aun sin saber si nos hará daño o no. Somos curiosos, engreídos...
7.4K 1K 41
Ella una chica Cristiana dulce y tierna, con una vida llena de alegría y felicidad.... El un chico solitario y esclavo del rencor, con una vida a pun...