Descontrolada

By KatColdFire

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-Tu pesadilla comienza aquí y ahora, Stewart, vas a desear no haber pisado este colegio jamás- estaba intenta... More

1. Ten cuidado.
2. Reglas diferentes.
3. Primer día.
4. Dando la nota
5. Guerra de comida
6. Sígueme el rollo
7. Miles
8. ¿Ahora tenemos secretos?
9. Mejor fuera que dentro
10. Sé más de lo que crees
11. Era yo #Maratón
12. Te arrepientes cada día #Maratón2
13. En apuros #Maratón3
14. La trastada
15. Una llamada inesperada
AVISO
16. Encerrada con el enemigo
17. Un monstruo
18. Peligrosamente fuera de control
19. Visitando parientes
20. Boomerang
21. Desnuda
22. Pelea de zorras
23. Saldar cuentas con Hunter
24. ¿Por qué tiemblas?
25. Ya no lo sería jamás #MARATÓN
26. Ninguna batalla
27. Lo sabemos todo
28. El secreto
AVISO :(
29. Mi lugar
30. La generación perdida
31. Hunter esconde algo
32. No vuelvas a tocarme el culo
33. El baile se acerca peligrosamente
34. Solo tiene sentido cuando estás ebrio
35. Dos chicos, una fiesta #MARATÓN
36. Solo es Lia #Maratón2
NO CAPÍTULO NUEVO-AVISO
37. Van a pillarnos
38. No te muevas.
39. Solo nosotros entendíamos
40. No valgo la pena
41. "Alex"
No capitulo nuevo.
42. "Amigos" #Maratón
¡HE VUELTO!
43. Hora de portarse mal
44. Es un combate
45. Algo juntos
46. Ha desaparecido
47. Entrepierna
48. Mi prometido.

Prólogo y trailer

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By KatColdFire

Los chicos seguían trabajando en silenciar las malditas alarmas del polideportivo en el que nos habíamos colado, eran las cuatro y media de la mañana y todavía, aun con todos los bares, clubes y discotecas cerradas, teníamos ganas de más. Supongo que de alguna manera sabíamos que todo aquello terminaría algún día y ese día tenía una fecha; El ocho de septiembre.

-¿Quieres callarte la boca, subnormal?- le espetó Chris a Homer mientras trataba de concentrarse en su trabajo, el cual, desde mi punto de vista, parecía juguetear con los cables del pequeño altavoz desde donde procedía el sonido, hasta que dejara de hacerlo. Sin embargo, en cuanto el terrible llanto cesó me di cuenta de que Chris servía para algo más que para molestar a los demás-.Listo- nuestros aplausos fueron inevitables y él sonrió con satisfacción.

-¿Quién tiene la botella?- preguntó Homer disimulando su vergüenza por haber intentado interponerse al éxito de Chris con la alarma.

-¡Yo!- la voz desequilibrada de Lia se oyó al otro lado de la piscina. Ninguno de nosotros se había percatado de que se hubiera alejado tantísimo de nuestro lado. Estaba sentada en el bordillo con los pies chapoteando en la superficie del agua. La luz de la luna se reflejaba en su largo pelo castaño, con aquella iluminación cualquiera la habría confundido con una sirena.

Lia era como una diosa griega. Piel y cuerpo perfecto, carácter abierto y gracioso. Ella gustaba a todos los chicos sin tal si quiera esforzarse, tenía a todo nuestro centro de menores detrás suyo y probablemente a toda la cuidad también. Era tan popular que todo el mundo sabía de ella sin que ella misma los conociese. También es cierto que gran parte de su celebridad era gracias a sus apariciones en revistas de moda y en carteles publicitarios. A pesar de estar internada en un reformatorio, como todos nosotros, las revistas le llamaban continuamente para sesiones fotográficas. Lo único que le limitaba a la hora de una sesión fotográfica era no poder salir del país.

-¿Eres estúpida o qué te pasa?- imploró Chris de mala manera-¡No seas egoísta que no es solo para ti!- yo permanecía sentada cerca de las escaleras de mármol que se hundían poco a poco en el agua. Sentía una sensación de nostalgia muy fuerte, echaba de menos algo que todavía no había perdido pero que sabía que sucedería. Lo cual me recordó a Jared, que no había dicho una sola palabra desde que saltamos la verja para entrar en el desierto polideportivo. Esperaba encontrarlo a mi lado nada más girar la cabeza pero allí no había nadie, busqué con la mirada a mi amigo y me hizo falta levantarme e inspeccionar la zona con detenimiento, forzando a mis ojos a distinguir alguna forma en la oscuridad para localizarlo en lo alto del tejado de los columpios. Aquella noche no había bebido mucho pero sentía el suelo zumbar bajo mis pies a cada paso que daba hasta el pequeño parque infantil.

-¿Quieres que suba?- decidí ser sincera porque después de todo lo ocurrido ya no sabía ni cómo mirarle a la cara. Él dibujó una sonrisa pícara en su rostro antes de mirar hacia abajo.

-La cuestión es: ¿puedes?- elevó una ceja con expresión desafiante, yo sabía de sobra lo que significaba aquello así que procedí a trepar. Primero puse el pie en un tablón de madera que no tenía ni idea de qué se suponía que era, puede que me ignorancia hacia estas cosas se debiera a que yo nunca había tenido la oportunidad de jugar en este tipo de sitios de pequeña. Soltó una sonora carcajada al verme porque pretendía escalar desde abajo a pesar de tener unas diminutas escaleras un metro a mi derecha, habría sido potencialmente más sencillo llegar hasta la mitad de la altura con la ayuda de esas escaleritas para niños deseosos de deslizar sus traseros por el tobogán, pero ese no era mi objetivo.

Quería demostrarle que podía trepar hasta arriba yo sola. Me colgué de una especie de ventana y apoye mi pie derecho en la barandilla de un puente de madera que daba acceso a la casita. Ascender resultó ser lo más sencillo, el verdadero problema era conseguir sentarme junto a mi amigo puesto que no lograba impulsarme lo suficiente como para llegar al tejado desde donde estaba-¿Necesitas ayuda, pequeña?- dios, odiaba que hiciera eso, él lo sabía y lo expresó con una cara de completa complacencia.

-Puedo yo sola, gracias- espeté absorta en mi tarea, ignoré la mano que extendía frente a mi cara, no obstante no pude hacer lo mismo cuando me agarro por el brazo y tiró de mi hacia arriba-¡Eh! Eso no era necesario.

-Créeme, sí lo era- dijo orgulloso de su hazaña. Hubo un silencio cómodo a continuación, ninguno de los dos necesitábamos hablar para expresar lo que pensábamos. Ahora él era la única persona con la que compartía esa habilidad. Dicen que el tiempo lo cura todo pero en el caso de Jared y yo aquello parecía imposible. A veces me sentía culpable por llorar, por sufrir o por demostrarlo más de la cuenta. Más de lo que Jared se permitía a si mismo.

-¿Te-te importa qué hablemos de él?- la pregunta me pillo desprevenida, ¿a qué narices se refería con eso?-. Es como... quiero decir... tengo la impresión de que...

-De que se te olvida su cara y su forma de ser- intenté echarle una mano-, de que no pensar en él durante un mísero segundo del día es como estar traicionándole.

-Exacto- coincidió él dándome un golpe en la pierna-. La gente dice que siempre estará aquí con nosotros pero también que trate de seguir adelante.

-Es una contradicción.

-¡Por supuesto que lo es!- sentenció alzando los brazos para después echarse hacia atrás quedando tumbado con las piernas colgando del tejado-. Además de absurdo, no sé cómo pretenden que haga que permanezca siempre en mí y seguir mi camino, sin él.

-Tienes que vivir tu vida, eso es lo que Cole habría deseado para ti- aquellas palabras sonaban extrañas en mi boca, a pesar de que en algún rincón de mi cabeza se hallaba esa opinión, no era en absoluto lo que pensaba en ese momento.

-¿Perdona?- se recostó apoyando su peso sobre los codos-¿Y me lo dices precisamente tú?- era consciente de a qué se refería con aquello. Pero Cole era el hermano mayor de Jared, por eso él tenía más razón para estar así, más que yo al menos.

-Lo siento- pronuncié cabizbaja.

-¡Dios!-exclamó frotándose la cara con las manos-¿Podéis todos dejar de hacer eso? Por lo menos tú.

-Últimamente no sé qué quieres que diga, Jared- confesó mi bocaza sin permiso de mi cerebro.

-Eh- por el crujido que emitió el armatoste en el que estábamos subidos, supe que se había vuelto a sentar. Me acarició la mejilla para terminar cogiendo mi barbilla y obligarme a mirarle. Le aparte la mano bruscamente y por un momento pensé que le había ofendido el gesto. Me daba igual, no quería que viera mi cara ahora, bajo ninguna circunstancia-.Oye, mírame.

No hubo respuesta por mi parte.

-Yo solo quiero que todo sea como antes ¿comprendes?- eso es imposible. Me habría gustado decir-. Por lo menos entre tú y yo.

Esto no era un "tú y yo", era un "Cole, tú y yo". Mis pensamientos eran casi tan crueles como el hecho de permanecer callada ante lo que acababa de decir.

-Es que... a veces siento que no me merezco...- me di cuenta de que estaba sollozando por el sonido de mi voz.

-¿El qué? ¿llorar?- dicho por él sonaba estúpido.

-Es más complicado- sorbí la nariz antes de atreverme a continuar-. Tú eras su hermano y yo debería estar ayudándote a superarlo, no lamentándome.

-Es la tontería más grande que he oído en mucho tiempo.

-¡No es verdad!- probablemente mi repentino enfado infantil fuera culpa de la influencia del alcohol pero no me importaba. No quería hablar más con él si no iba a respetar nada de lo que dijera. Me aferré a alguna cosa estable que encontré a ciegas debido a la siguiente capa de lágrimas que luchaba por derramarse y descendí a el puente antes mencionado.

-Espera, ¿qué haces?- comenzó a bajar siguiendo mis pasos, era más rápido que yo por lo que tardó menos de tres segundos en alcanzar mi posición. Yo estaba agarrada a la barandilla del puente y él se había situado prácticamente encima de mi cuerpo, como si fuera una pegatina. Sus pies chocaban contra los míos, sentía su pecho subir y bajar con cada respiración en mi espalda, su aliento en mi oreja-. Tú eras su hermana también- posó sus manos encima de las mías que se aferraban a la barandilla con fuerza. Había sido un bonito detalle incluirme en aquello, de hecho yo consideraba tanto a Cole como a Jared mis hermanos, eran mi familia, pero sabía de sobra que no podía ser de la misma manera para ellos. Más que nada porque ellos no estaban en el reformatorio por haber violado la ley como la mayoría de nosotros. Como yo.

Cuando sus padres murieron en un accidente de coche, Jared y Cole solo tenían siete y nueve años, se quedaron sin familiares a parte de su tía Brenda que era, hasta que murió de cancer, vigilante en el reformatorio. La gente que se encarga de nosotros en ese antro tiene que pasar todo el día allí, es un trabajo a jornada completa por lo que Jared y Cole tuvieron que mudarse allí, rodeados de criminales menores de edad. Yo llegué unos meses más tarde y éramos los más jóvenes del lugar, y durante más de tres años fuimos los únicos niños . Ellos habían tenido una buena familia antes del accidente de sus padres, eran felices.

-Dawn.

-¿Jared?

-Tienes un bicho en el pelo.

-¿QUÉ? ¡QUÍTAMELO!-- el pánico se apoderó de mí y se me olvidó en el reducido espacio en el que nos encontrábamos. Comencé a patalear, Jared se sostenía como podía, daba manotazos a mi pelo hasta que mi codo se encontró con el pecho de mi amigo y cayó de espaldas mientras yo soltaba un grito. Eché una mirada hacia atrás para verle retorcerse en el suelo como una culebra-¡Jared! ¿estás bien?

-Maldita loca, ¡casi me matas!- descendí a toda prisa lo que me quedaba de distancia hasta el suelo y me arrodille junto a él.

-¡Lo siento muchísimo! ¿Te has hecho daño?- revisé su cuerpo en busca de posibles heridas e iba a hacerle sentarse para comprobar que su columna vertebral funcionara correctamente cuando ambos oímos acercarse a los demás.

-¿Qué cojones?- vociferó Homer, Lia y Chris le seguían por detrás por puro instinto puesto que no estaban al tanto de la caída de Jared.

-¡Qué no me he bebido tanto!- gritaba ella ofendida.

-¿Entonces por qué falta más de la mitad de la botella?

-A veces el alcohol se evapora- se defendió Mia y yo pensé que podría haber sido la escusa más imbécil que había escuchado en mi vida.

-En realidad- intervine yo-, es imposible que hayas conseguido el calor que necesitarías para que el alcohol de esa botella se evapore sin algún aparato electrodoméstico, como un horno, una estufa, un microondas...

-¡JA!- vitoreó Chris señalando a Mia con el dedo-. Dawn, por una vez tu repelente cerebro de sabelotodo me cae bien.

-¡Eh!- protesté molesta con su comentario. El chico se arrodilló al lado de un Jared tumbado que me dirigía miradas iracundas, supongo que no quería tanta gente aquí, que buscaba más intimidad.

-¿Desde dónde te ha tirado?

-¿Por qué crees que he sido yo?- intervine.

-Muy sencillo; Porque Jared solo se dejaría caer por ti- cerré la boca y me prometí que la mantendría de esa manera durante un buen rato. Él me miraba, estaba segura de que quería decirme algo, últimamente todas nuestras conversaciones se quedaban a medias y eso nos estaba distanciando. No hizo falta hacer absolutamente ningún gesto para que me entendiera, tan solo le devolví la mirada y el mensaje quedó claro: Esta noche hablaríamos.

El toque de queda era a las dos y media de la mañana, una hora poco razonable para unos chicos que estaban ahí encerrados por saltarse la ley demasiadas veces. Hoy no era uno de esos días en lo que íbamos a esperar a que abrieran las puertas por la mañana para entrar, solo eran las seis menos cuarto y quedaban al menos tres horas para aquello. Menos mal que por si acaso siempre dejábamos la ventana de los servicios de las chicas entreabierta. Esa ventana debía permanecer así perpetuamente, era como una norma entre todos los chicos del reformatorio. Si no la abríamos nosotros al salir, probablemente lo harían otros.

Avanzamos por los pasillos de puntillas, intentando hacer el menor ruido posible. Yo tenía la teoría de que algunos profesores del reformatorio ya sabían que violábamos el toque de queda, sin embargo, cuando nos pillaban los vigilantes de noche, quienes se paseaban por los pasillos con linternas cada quince minutos, los castigos eran realmente duros.

Los chicos dormían en las habitaciones del piso inferior así que cuando Lia y yo llegamos a la nuestra Jared me miró para asegurarse de que el plan seguía en pie y después los vimos bajar las escaleras algo agazapados por si algún vigilante acechaba la zona.

Me metí en la cama y observé como los pies de mi amiga subían torpemente la escalera de la litera para hacerlo ella también. Alargué el brazo y gire hacia mi dirección el reloj que ella solía llevar en la mano pero que en algún momento debió quitarse antes de subir. Marcaba las seis y cinco, me quedaban ocho minutos para levantarme y reunirme con Jared. Siempre que quedábamos por la noche era a la hora que fuese y trece minutos; las cinco y trece minutos, las ocho y trece minutos... Era una costumbre que habíamos cogido Jared, Cole y yo, cuando el primero me apodo así, es una larga historia.

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