Harry
Tiré de mis rulos por milésima vez en la tarde, tratando de concentrarme en "el qué" haría para obtener una nueva cámara pronto. El trabajo de paparazzi era el único empleo que había podido conseguir en años y que me diera lo suficiente para poder comer, pagar la renta y enviarle algo a mi madre. Mi tío Greg había sido amable en prestarme un apartamento amplio y ostentoso -como no, si el viejo estaba forrado en dinero- pero tenía que pagar una renta, baja, pero una renta.
Maldije el momento en el que se me había metido en la cabeza, traer a la loca de Madison Peters a mi casa. Por haber sido amable había perdido mi cámara —por la cual había tenido que trabajar duro y permutar la que tenía anteriormente por una adecuada para el trabajo — y también había ganado una demanda con unos cargos tan confusos que no entendí ni mierda por lo que estaba siendo acusado. Estaba casi seguro de que me hallarían culpable y como no tenía dinero suficiente para pagar un abogado, me darían a un fracasado defensor público que no podría defender ni a una mosca, y por lo tanto iría a la cárcel.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando tocaron la puerta. Sentí el pánico correr desde la punta de mis pies, hasta las puntas de mi cabello. Seguramente era la policía que me quería poner en prisión preventiva.
Caminé temblando hasta la entrada y miré por la lentilla. Alivio era poco comparado con lo que sentí en ese momento. Para mi suerte, no era la policía sino mi mejor amigo Louis.
—Mierda —resoplé cuando abrí la puerta—. Casi me matas del susto.
— ¿Qué pasó? —Louis preguntó preocupado—. ¿Hablaste con ella?
—Sí —me lamenté—. Salió todo mal.
Me dejé caer en el sillón de la sala y Louis caminó hacia la cocina. Volvió con dos cervezas en sus manos. Me tendió una y se sentó a mi lado.
—Suéltalo —pidió.
—Al comienzo iba todo bien. Le di su celular y su bolso y reaccionó bien —le di un sorbo a la cerveza y continué—, pero cuando le dije lo de la cámara se puso como una maldita loca y me golpeó.
—A este paso te quedarás sin hijos Styles —se burló mi amigo y realmente quise golpearlo.
—Fue en la cara, idiota —giré para mostrarle mi mejilla lastimada—. Creo que aún se pueden ver las uñas.
Louis soltó una carcajada y esta vez sí lo golpeé fuerte con mi puño.
—Hey —se quejó.
—Luego de eso empezó a gritarme y yo a ella.
—No fue tan malo ¿o sí?
—Terminó llorando y dándome una cordial invitación a los tribunales.
Louis escupió un poco de cerveza y yo maldije por lo bajo. — ¿Te denunció? Mierda, si que estas en problemas.
—Dime algo que no sepa —bufé.
— ¿Recuerdas a este tipo que trabajaba con nosotros hace algunos años? ¿Mm? ¿Martin?
— ¿El deportado?
—Exactamente —asintió —. Su cámara cayó en el auto de Gina Sims y trató de recuperarla entrando al auto. Ella lo demandó y fue devuelto a Canadá en un abrir y cerrar de ojos. ¡Imagínate que puede hacerte esa chica por entrar en su casa!
Si antes estaba asustado, ahora estaba a punto de hacerme en los pantalones. Sentí como el miedo corría nuevamente por mi espina dorsal. Justo antes de que me diera un ataque de pánico ahí mismo, mi celular sonó dejando ver el nombre de Francis en la pantalla.
— ¡Santa mierda, es Francis! ¡Contesta! —grité lanzándole el móvil a mi amigo.
— ¡Contesta tú! —Me lo lanzó de vuelta—. ¡Es tu jefe!
— ¡También el tuyo!
Apreté el botón de contestar y se lo lancé. Le hice un gesto raro señalando que hablara y él mordió su puño con nerviosismo, para después poner el móvil en su oreja.
— ¡Francis! ¿Cómo estás?... ¿Harry? Sí, él está enfermo... Sí, una rara enfermedad de la garganta... No puede hablar en este momento, ni en ningún otro... ¡No! Me refiero a que no tiene voz... Sí, estoy con él en su casa... Amigdalitis o algo así... Si... Si... Puede ser mortal... Claro... Nos vemos, Francis.
— ¿Puede ser mortal? ¡Es amigdalitis Lou! ¡Normalmente nadie se muere por eso!
— ¿Y que sabía yo? Debiste hablar tu con él —respondió enojado.
—Está bien. Lo siento ¿ok? Solo estoy un poco estresado con esta situación.
— ¿Estresado? Desesperado diría yo.
—Y tú no estás ayudando.
—Puedo ir a verte a la cárcel si quieres —ofreció y yo lloriqueé.
—Eso estaría bien —supuse—, iré por otra cerveza.
Caminé hasta la cocina pensando en mi futura estadía en la cárcel. Con solo imaginarlo se me ponían los pelos de punta, mi primo Scott había estado privado de libertad por un tiempo, a causa de unos desastres en la vía pública que provocó cuando era más joven. Y por lo que contó al salir, no era un lugar que yo y mi trasero quisiéramos visitar.
— ¡Harry! ¡La puerta! —gritó Lou desde la otra habitación y me encontré pensando por centésima vez que era la policía en mi búsqueda.
— ¡Abre tú! —grité.
— ¡Es para ti! -le escuché gritar otra vez—. ¡Y no es la policía!
Caminé riendo hacia la puerta, dejando las dos cervezas que había sacado del refrigerador encima de la mesa de centro. Abrí y me encontré con un mensajero, tuve que contenerme para no reír por el estúpido atuendo que usaba.
— ¿Harry Styles? —preguntó.
—Soy yo —respondí.
—Firme aquí por favor —me tendió un papel y firmé confundido.
—Aquí está su paquete —me tendió una caja y yo la recibí desentendido, no esperaba que mamá mandara nada hasta por lo menos el final del mes.
— ¿Quien era? —quiso saber Louis.
—Solo un tipo del correo.
— ¿Es de tu mamá? —cuestionó en cuanto vio la caja.
Negué con la cabeza. —Ella siempre pone el remitente.
Abrí el paquete ante los brillantes ojos de Louis, quien lo miraba expectante, como si fuese un niño de cinco años. Me impresionaba que aún teniendo más edad que yo él fuera menos maduro que una fruta.
—Debe ser una broma —balbuceé en cuanto abrí la envoltura.
— ¡Debe ser una puta broma! —Gritó Lou—. Una vez mi mamá hizo eso conmigo. Yo quería una xbox pero solo era la caja, adentro habían sólo calcetines —recordó ofuscado.
Abrí la caja con nerviosismo, pensando que todo era una broma. Seguramente Madison quería reírse en mi propia cara antes de enviarme a la cárcel.
—Una Nikon —exclamó Louis asombrado—, mierda Harry. Necesito tocarla.
— ¿Qué? ¿Estás loco? Podría ser una trampa —solté confundido.
—No seas idiota —desenvolvió el artefacto y lo tocó como si se tratara de oro o algo así—. Es tan ligera que me dan ganas de llorar.
Se la arrebaté de las manos con delicadeza y la observé mejor.
Efectivamente, era una Nikon D300: la mejor cámara para el rubro. Con 12,3 mega píxeles, sacaba 8 imágenes por segundo, tenía un enfoque extraordinariamente rápido, y tal como lo había dicho Lou era liviana y práctica, también podría aguantar unos cuantos golpes cuando anduviera en mi motocicleta.
— ¿Qué haré ahora? —pregunté tratando de buscar apoyo en mi mejor amigo, pero él estaba más embelesado viendo mi nueva cámara que centrado en ayudarme.
—Yo iría a pedirle matrimonio en este mismo instante.
—Excelente idea Lou —dije y salí corriendo por la puerta, dejando a mi amigo solo en mi departamento.
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