Las mentiras que nos atan

By LanaCMaddox

1.5M 122K 70.3K

Daphne y Reece han presenciado un asesinato. Salvo porque no hay cuerpo, no hay rastro, y la persona a la que... More

Sinopsis
Capítulo 1 - La familia Barlow
Capítulo 2 - Vida de instituto
Capítulo 3 - Temas del corazón
Capítulo 4 - Partidos y rivales
Capítulo 5 - Celebración sin compromiso
Capítulo 6 - Un final y un principio
Capítulo 7 - Mentiras y secretos [P1]
Capítulo 8 - Consecuencias y decepciones
Capítulo 9 - Rumores y dramas de instituto
Capítulo 10 - James Zag(er)
Capítulo 11 - Planes
Capítulo 12 - Entrenamientos y reencuentros
Capítulo 13 - Imán para el drama
Capítulo 14 - Castigos
Capítulo 15 - Partidos y colores de equipo
Capítulo 16 - Cambios de actitud
Capítulo 17 - Todo lo que puede salir mal...
Capítulo 18 - Rumores y relaciones
Capítulo 19 - Si pudiéramos volver atrás
Capítulo 20 - La novia del capi
Capítulo 21 - Rumor de una ruptura
Capítulo 22 | Romeo, Romeo
Capítulo 23 - Acampada familiar (I)
Capítulo 24 - Acampada familiar (II)
Capítulo 25 - Aquella noche...
Capítulo 26 - Una víbora en el nido
Capítulo 27 - Día de partido
Capítulo 28 - Colores de equipo
Capítulo 29 - Cosas de familia
Capítulo 29.5 - Nights
Capítulo 30 - La familia que elegimos
Capítulo 31 - Festividades
Capítulo 32 - Lo que un día dejaremos atrás
Capítulo 33 - Partidos y juego de ingenio
Capítulo 34 - Cuestiones del corazón
Capítulo 35 - Cosa de dos
Capítulo 37 - La suerte de Daphne Barlow
Capítulo 38 - Regalos
Capítulo 39 - Una vida de secretos
Capítulo 40 - Planes y alianzas
Capítulo 41 - Recuerdos de una vida
Capítulo 42 - Una familia poco funcional
Capítulo 43 - Cuestión de estrategia
Capítulo 44 - Noche de confesiones
Capítulo 45 - Una vida de elecciones
Capítulo 46 - Hope it never ends
Capítulo 47 - Rey del baile
Capítulo 48.1 - La vida que construimos (I)

Capítulo 36 - Límites y confesiones

35.2K 2.7K 3K
By LanaCMaddox

Línea para decir hola 🩷

P r e p a r a o s < 3

⋅༺༻⋅

36 | Límites y confesiones

Daphne Barlow

Historia nunca ha sido mi asignatura favorita, y tampoco puedo decir que me gusten en especial los trabajos grupales. Hay algo en ellos que siempre me deja con mal sabor de boca sin importar con quién sea. Si mezclo ambas cosas y le uno tener que trabajar con Matt, eso se convierte en una mezcla tóxica con un único final.

—¿Sabes qué? Haz lo que quieras —oigo quejarse a Mackeyla a pocos minutos de terminar la clase. Ella alcanza el borrador que hemos estado preparando y lo convierte en una bola entre sus manos—. Pero no pongas mi nombre en ese proyecto.

—No pensaba hacerlo —responde Matt.

Mackeyla entrecierra los ojos hacia él y, tras haber sido la única que ha seguido hablando en cuanto Matt ha empezado con sus constantes correcciones porque no sabe ceder lo más mínimo ni permitir ideas de terceros, se rinde también. Se levanta de su silla de forma tan brusca que incluso el profesor mira en nuestra dirección.

—El grupo junto a la puerta, ¿algún problema? —pregunta.

—No —responde Mackeyla entre dientes—, todo perfecto.

—Entonces dejad de hacer tanto ruido.

Kenzo, el cuarto miembro del grupo, apoya la mano de forma superficial sobre el brazo de ella. De alguna forma, en vez de dejarle ver que todo está bien, es lo que termina con su paciencia. Mackeyla se aparta de la mesa y sale del aula sin tiempo a que el profesor le diga nada. Él revisa la hora y murmurar un apagado "Siempre los trabajos grupales" antes de levantar de nuevo el libro que lleva leyendo desde que nos ha dividido en grupos.

—Seguid trabajando —comenta sin prestar mucha atención.

A mi lado, Kenzo también se pone en pie.

No dice nada antes de ir tras ella y, esta vez, el profesor sí da una advertencia que él ignora. Si les encuentran por los pasillos sin un pase, no va a terminar bien, pero no parece importarle a ninguno de los dos y, quienes nos ganamos la mala mirada del profesor, terminamos siendo Matt y yo.

Aparto la mirada y la devuelvo al chico a un par de pupitres de distancia. Él presiona el bolígrafo con fuerza contra su cuaderno y tiene el brazo libre estirado de forma que no puedo ni ojear lo que está escribiendo.

No es la primera vez que tenemos que trabajar con Matt, pero eso fue a principio de curso. Los pocos trabajos que hemos tenido después, han sido en parejas, y ha sido Kenzo quien ha "cargado" con ese peso. Ahora Matt se nota tenso mientras escribe, probablemente completamente convencido de que es el único que sabe lo que hay que hacer.

—Mack estaba intentando ayudar —digo.

Matt ni siquiera da señales de escucharme.

—Es un trabajo grupal, Matt, no un...

—Puedo hacerlo mejor solo —me interrumpe con dureza. Hay una sonrisa pesada sobre sus labios, la comisura tira casi con malicia y hace un sonido de indignación antes de añadir—: "Si quieres que algo esté bien hecho, tienes que hacerlo tú mismo", es lo que suelen decir.

—Mackeyla saca sobresalientes en esta clase, dudo que no supiera de lo que hablaba cuando ha propuesto la estructura. Que no te guste no estar al mando es tu problema, no lo hagas el nuestro.

—Al mando —repite con indignación. Deja de escribir y coloca bien sus gafas sobre el puente de la nariz al mirarme—. ¿Eso es lo que crees? ¿Que quiero estar al mando? Lo que quiero es hacer un buen trabajo que no me baje la nota porque estáis metiendo mano cuando no tenéis ni idea de nada.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Terminar un trabajo para cuatro tú solo?

—Si es lo que tengo que hacer para que sea bueno, sí. Pero no pienses que voy a poner vuestros nombres cuando no habéis hecho nada.

—Nos prohibes aportar e incluso opinar y luego te quejas justamente de no haber hecho eso. Muy maduro por tu parte.

—No me vengas con...

El timbre le interrumpe.

Sin ganas de discutir con él más de lo que hemos estado haciendo a lo largo de la clase, empiezo a recoger mis cosas. Le veo irse hacia la mesa del profesor, probablemente para pedir hacer el trabajo por su cuenta, y realmente espero que el profesor se lo permita porque no creo que nadie aquí vaya a soportar trabajar con él. Se va sin decirme en qué han quedado. De nuevo, muy maduro por su parte.

Dejo mis cosas a un lado y recojo las de Mackeyla.

Kenzo tiene la mesa alejada, pero les veo volver antes de decidirme si hacer lo mismo con sus cosas. Él se despide de Mackeyla y se aleja a su mesa sin decir más. Ella, por su parte, apoya las manos en las mesas que compartimos y me da una pequeña sonrisa antes de alcanzar su mochila.

—Gracias —murmura.

—No las des. No sé cómo has podido aguantar la paciencia por tanto tiempo. Yo he desistido después de veinte minutos y Kenzo ni siquiera parecía escucharle después de haberse sentado. No sé por qué hemos hecho grupo con él.

—Porque es amigo de Kenzo y porque, queramos o no, sabe lo que hace.

—Pero hace un infierno de trabajar con él. No sé cuántas veces me ha dicho de forma directa o indirecta que mis ideas eran malas, Mackeyla. No puedo ni abrir la boca a su alrededor. Sé que no soy tonta, pero él tiene un don para hacerme sentir así. A todos. Es frustrante.

Mackeyla se apoya contra la pared del pasillo al salir y noto su mirada rápida al interior del aula, donde Kenzo recoge sus cosas con bastante calma.

—Es Matt, frustrante es su segundo nombre —dice—, pero vamos a tener que aprender a mantener la calma hasta la entrega. Dudo que el profesor nos deje ir por separado y Matt es demasiado obcecado como para atender a razones.

—No me odies, pero pienso atarle antes de dejarle elegir a él los temas. ¿Te has fijado que ha intentado elegir los puntos que no hemos dado sabiendo que costaría más para satisfacer su ego? Bastante tenemos con el resto de asignaturas como para...

—¿Estabais esperándome? —interrumpe Kenzo al salir.

—Sí, también hablando de Matt —respondo.

—Espero que no fuera hablando mal. Tiene sus cosas, pero es un amigo. —Tuerce los labios como si estuviera planteándoselo de camino a las escaleras—. Además, no me gusta hablar mal de otros.

—Lo sabemos —devuelve Mackeyla—. Solo decíamos que no queremos dejarle elegir el tema, así que, vosotros dos y yo, debemos ponernos de acuerdo en no dejarle ganar con eso. No tengo tiempo físico para hacer un trabajo donde tenga que invertir tantas horas como él pretende. Entre el trabajo, los ensayos de violonchelo y las otras asignaturas... —Mueve la mano en el aire—, no tengo ni un minuto extra.

—¿Necesitas ayuda con los trabajos de clase? —pregunta Kenzo.

—No te preocupes, por ahora lo llevo.

En el pasillo principal, Mackeyla va en dirección a su taquilla para recoger su móvil y Kenzo no duda en acompañarla. Me despido de ellos con la promesa de planear el trabajo juntos antes de ponerlo en común con Matt para tener un "fuerte unido" y les veo ir con una nueva curiosidad. He tenido oportunidad de verlo las últimas semanas. Con Nora teniendo que usar la hora del almuerzo para ensayar la obra que tienen a final de mes, me he estado sentando con ellos en la cafetería y lo he visto, a ellos.

Quizás, con el tiempo suficiente...

Harían buena pareja, pienso.

Incluso si nunca me lo había planteado antes, hay algo en la forma en la que se alejan, en esas miradas y cercanía, que me devuelve una sonrisa dulce.

Cuando me vuelvo hacia la salida del instituto sé que, quien va a tener que soportar mis comentarios al respecto, es la única persona que conozco que no siente interés alguno en la vida de los demás. Es eso en lo que pienso al dar con el cielo despejado del exterior.

Este invierno apenas ha nevado y la suave capa de nieve que he visto esta mañana ha desaparecido casi por completo para cuando salimos. En lugar de su color, doy con el suelo oscurecido por la humedad y el frío que se levanta sin importar lo despejado que esté el día.

Entonces le veo, junto a los coches.

Bajo las escaleras de forma apresurada y no dudo antes de echar la mochila a un lado y lanzarme a los brazos de Reece. Él, al borde del aparcamiento, me devuelve el gesto. Fuerte.

—Pensaba que no te iba a poder ver hasta el fin de semana —murmuro.

—Se me estaba haciendo largo.

El sábado, justo antes de que su hermana le quitara el ordenador al vernos en una videollamada como parte de su enfado, igual que el lunes, le pregunté cómo estaba la situación en su casa. Reece ya me había avisado de lo que pasaría, su hermana no es buena lidiando con ciertas emociones y no es la persona menos rencorosa con ese tipo de cosas.

"Se le pasará en unos días —me dijo una de las noches que nos quedamos hablando por teléfono—. Puedes venir, pero te recomendaría esperar unos días más a que ella se relaje si no quieres que la tome contra ti."

—Habría venido antes de saber que ibas a recibirme así —añade.

—Te recibiré así siempre que quieras solo para que vengas más. —Paro—. Pero deja de saltarte las clases para venir, tu hermana va a matarme si se entera de que bajan tus notas por mi culpa. Bastante miedo tengo ya con el enfado que tiene por lo del viernes.

Reece me abraza más fuerte contra él.

—Ella ya te la tiene jurada por lo del viernes, una cosa más no hace daño.

—No te burles.

—Además —añade apartándose. Su mano alcanza la mía y encuentro curiosa su forma tan ágil de hacerse con mi mochila y guiarme en la dirección opuesta al mismo tiempo—, está más calmada. Me ha dejado su jeep para venir a verte hoy, pero sigo sin saber si ha sido por cordialidad o para que nos confiemos, que pases por casa, y regañarte en cuanto te tenga a su alcance.

—¿Intentas tranquilizarme o asustarme?

—Serte sincero.

Abre la puerta del jeep para mí.

—Tienes una manta en el asiento y dulces en la bolsa a los pies. He pensado que vendría bien algún extra por si no estabas de humor para un viaje largo un miércoles por la tarde. —Lanza mi mochila en los asientos de atrás—. Los dulces son Twinkies, tus favoritos si tu forma de acapararlos durante la acampada significaba algo.

—No los acaparaba —miento.

—Lo hacías. Totalmente.

Me subo al coche a su par y noto su sonrisa ladeada al saber que, la razón, es suya. La tiene, pero no tengo intención de admitirlo al notar su expresión. Así que me ato el cinturón, levanto la bolsa para alcanzar uno, y se lo ofrezco.

—¿Me das uno? ¿Sin dudar? —se burla.

—Reece...

—Cómetelos tú —interrumpe con suavidad. Pone la calefacción, enciende el GPS, y arranca en cuestión de segundos—. No son mis favoritos y he comido algo antes de pasarme por aquí, no te preocupes por eso.

Espero igualmente por si cambia de idea, y solo cuando nos mete en la carretera me decido por abrir la primera bolsa. Saco el dulce y no dudo antes de empezar a trocearlo para ir comiendo. Si le sumo el calor de la calefacción y la sensación de la cómoda manta que envuelve el asiento, diría que va a ser un trayecto agradable.

—¿Qué tal sigues con el dolor? —pregunto.

—Bien desde hace unos días, pero siguen sin dejarme entrenar.

—¿Tu entrenador sigue enfadado contigo por lo que pasó?

—Ahora está seguro de que voy a lesionarme si lo fuerzo, así que me ha prohibido entrenar hasta al menos dentro de dos semanas más. Tampoco puedo volver a jugar hasta mediados de febrero. Lo que me recuerda... —Se estira para abrir la guantera en el primer semáforo que nos encontramos en rojo. Alcanza un folleto y me lo pasa antes de volver a arrancar—. Hay un evento en febrero. Se organiza una especie de celebración por San Valentín el primer fin de semana del mes. Es difícil de explicar, hay juegos, una tómbola, van a hacer una casa encantada de San Valentín y lo que se le ocurra a cada grupo que participa.

—¿Me estás invitando a ir?

—Tengo que pasarme porque mi equipo está a cargo de una de las casetas, he pensado en arrastrarte conmigo. —Muevo el folleto entre mis manos al oírlo y me vuelvo hacia él con un toque de indignación—. También he pensado que podría gustarte.

—Eso está mejor.

Doblo el folleto y lo dejo en su lugar.

—Pero sí, podría ser divertido —añado.

No decimos más al respecto después de eso, pero no dudo antes de sacarle conversación. Es curioso, incluso hablando por teléfono cada noche, todavía hay demasiadas cosas que siento que nunca tengo tiempo de contarle.

Porque no hay nada que no quiera compartir con él, y esa certeza debería asustarme, pero no lo hace. Así que le hablo del domingo jugando al Monopoly con mi familia. Le cuento cómo Dereck y yo tuvimos que sujetar a mi hermana pequeña cuando decidió meterse en la boca tres de las piezas.

Nuestro padre terminó con marcas de dientes en los dedos al forzarla a abrir la boca para sacárselas. Un juego de mesa que casi terminó con un viaje al hospital. Aunque no es que le sorprenda a alguien, menos aún a Reece.

Luego le cuento sobre Mackeyla y Kenzo.

Reece reacciona como esperaba, pero une preguntas superficiales a su desinterés para hacerme saber que está escuchando. Al final le encuentro distrayéndose apoyando la mano en mi pierna. Estira los dedos sobre mi pantalón como ha empezado a hacer cuando conduce y yo me vuelvo por completo hacia él para seguir hablando.

—Todavía no me has dicho qué tal se tomaron tus amigos lo del viernes.

—Sorprendentemente, aún no me han sacado el tema.

—¿No lo saben?

—Lo saben, no tengo dudas, pero ahora su punto de atención es que están indignados porque te "robé" ese día. Al parecer estaban preparándote una preocupante sorpresa en casa de Adam que no pudieron darte. Una pena.

—¿Me estaban preparando algo?

—Tenemos ciertas... tradiciones.—Levanta la mano de mi pierna y le veo pasarla por su nuca, un gesto nervioso que hacía tiempo que no veía—. Es difícil de explicar e iba a contártelo después del partido, pero se complicó todo con... —Deja ahí la frase y vuelve a dejar la mano sobre mi pierna—. Pero quieren conocerte.

—¿En serio?

—Sí, y querer es decir poco, están completamente insoportables con eso. Isaac está decidido a hablarles de ti en los entrenamientos porque prefiere charlar a entrenar y eso está acelerando las cosas. También vive presumiendo de que es el único al que has añadido a redes, luego se queja de que rara vez contestas sus mensajes.

Oh.

—No quiero ni saber cuántos mensajes te manda al día, pero, solo entre nosotros, si te agobia bloquéale. Te prometo que no se lo tomará de forma personal. Hará un drama, pero no te lo guardará. No tienes de qué preocuparte.

—No me agobia, es solo que me resulta raro que me mande mensajes. Quería hablarlo contigo, en realidad. —Tiro del cinturón para conseguir más espacio en el asiento antes de sentir su mirada, corta y suave—. No sé cómo decir esto sin que suene mal, pero siempre he pensado que, si estoy con alguien, por mucho que me guste que se lleve bien con mis amigas, pero no creo que me sintiera cómoda si se escribieran todos los días o si se volvieran demasiado cercanos. Tus amigos son agradables, no me malinterpretes, pero son tus amigos.

—¿No quieres devolverle los mensajes por si me molesta?

—No quiero porque, si no me siento cómoda si lo hicieras tú, no quiero hacerlo yo. En persona no veo tanto problema al hablar con ellos, pero prefiero evitar la parte de los mensajes si no es necesario. Se siente más personal.

Reece asiente con su mirada todavía en la carretera y encuentro reconfortante el apretón que da sobre mi pierna. Él aprovecha un semáforo para mirar en mi dirección y, pese a no decir nada, no encuentro disconformidad por su parte. En su lugar baja la mirada hasta mis manos, alcanza una de ellas, y cierra sus dedos sobre los míos para llevarla a sus labios antes de tener que seguir conduciendo.

—Es normal que tengas límites de lo que te parece, o no, aceptable cuando estás con alguien. No necesito reciprocidad para cumplir con mi parte en eso, sobre todo cuando no tengo el mismo. Con saber que es un límite para ti, lo tienes. Eso es todo de lo que se trata. —Besa mis dedos una vez más antes de soltar el agarre para llevar la mano al volante—. Que tú hables con ellos no quiere decir que yo vaya a hablar con tus amigas si sé que es algo que te incomoda.

—Aun así, no sé si...

—Quiero que las cosas funcionen entre nosotros, Daphne. —Estira la mano sobre el volante, probablemente cansado después de tanto tiempo conduciendo—, y he pasado los años suficientes en terapia después de lo de mis padres como para saber que es importante entender y respetar los límites de los demás para que eso pase. Nunca te echaría algo así en cara.

Las cosas entre nosotros.

El corazón se aprieta en mi pecho y me encuentro apretando una mano cerrada contra él como si pudiera hacer que dejara de doler, latiendo inquieto, ante las implicaciones de lo que acaba de decir.

Cuando llegamos, todavía no puedo quitarme esas palabras de la cabeza, y me pregunto si lo nota cuando tiene que llamar mi atención más de dos veces tras bajar del coche en una zona residencial. Si se da cuenta cuando tropiezo al cruzar la carretera y tiene que llevarme por el parque porque nota lo distraída que voy.

Aparto la mirada de él y trato de centrarme. Un parque, me ha traído a un parque bien iluminado tan similar a los que hay cerca de mi casa que no entiendo la distancia que ha querido recorrer, pero también sé que eso es algo que no pondré en palabras. Sea lo que sea que haya pensado, pienso recibirlo con los brazos abiertos.

—Ya casi estamos —dice.

—¿Está en el parque? —pregunto.

—Si tenemos suerte.

Deja de andar junto a un grupo de árboles. Me deja frente a él y me quita uno de los guantes antes de sacar una bolsa de plástico de su bolsillo y dejar caer una mezcla de frutos secos y semillas sobre mi mano.

Miro sobre mi hombro con confusión.

—Paciencia, pequeño torbellino —dice.

Cuando termina, devuelve la bolsa a su bolsillo, me acerca al árbol, y estira mis brazos hacia el tronco como si fuera alguna clase de ritual. Detrás de mí, su presencia es cálida en medio de la fría tarde.

—Hace unos días busqué en Google las reseñas de los parques a una distancia aceptable de tu casa —explica en bajo. El calor de su cuerpo me envuelve más con su cercanía y crece con fuerza al sentir la forma en la que apoya la barbilla sobre mi hombro. Hay algo en ese gesto que me pone nerviosa, que me agita el corazón—. Estuve leyendo las reseñas para asegurarme de en cuál encontraría lo que quería sin llevarnos una decepción, y di con este.

—¿Es lo que creo?

Reece no responde, pero mi mirada pronto da con la respuesta. De una de las ramas más altas aparece un pequeño animal, su color disimula bien contra el tronco y sus movimientos pasan de bruscos a completamente pausados según la distancia.

Ardillas.

Reece me ha traído a ver ardillas.

—Por lo que he leído, aquí las ardillas están bastante acostumbradas a que les den comida y se atreven a acercarse bastante. Si te acercas lo suficiente, deberían venir a ti —añade.

—Son de verdad.

—Claro que son de verdad.

El pequeño animal se acerca, más cada vez, y mi sonrisa es tan amplia que duele al ver a la ardilla estirarse para alcanzar un par de frutos secos de mi mano antes de desaparecer de nuevo en el árbol.

—He visto una ardilla —intento asimilar.

—Has dado de comer a una ardilla.

He visto una ardilla y la he tenido prácticamente en mi mano. La emoción me hace volverme hacia Reece y envolverle entre mis brazos para celebrarlo con él, para disfrutarlo con él incluso si sé que no lo siente con la misma intensidad. Beso su mejilla y me hundo en sus brazos completamente complacida.

—Gracias.

Su mano presiona mi espalda.

Hunde el rostro en el hueco de mi cuello y le oigo suspirar.

El resto de la tarde, la pasamos cerca de los árboles. Terminamos sentados en el suelo, con él hablándome de cosas de su vida mientras jugueteo con los frutos secos a la espera de que otra ardilla se atreva a acercarse. Echamos comida cerca y más de una baja a ver, todas las veces, Reece para de hablar al verlo como si intentara disfrutarlo conmigo. Todas las veces, me hundo más en su agarre justo después.

Es entonces, en una de esas veces en la que una ardilla se acerca a donde estamos, que, tan bajo que apenas lo oigo, Reece dice:

—Sal conmigo.

Estoy tan segura de haberlo oído mal que no digo nada, pero él se acomoda y lo dice de nuevo, más fuerte esta vez. Mi incredulidad debe ser notoria cuando me vuelvo hacia él, porque hay humor en su expresión.

—¿Lo dices en serio? —pregunto.

—Te lo he dicho antes, quiero que las cosas funcionen entre nosotros. —Aprieta sus brazos alrededor de mi cintura—. Quiero un nosotros. —Más bajo, añade—: Quiero que vengas a mis partidos porque te sientes parte de mi vida, no porque te lo he pedido. Quiero poder verte cuando quiera sin tener que buscar una excusa por miedo a asustarte y perderte. —Mi corazón late con tanta fuerza que duele mientras él me aparta el pelo de forma distraída como si no estuviera diciéndome esto—. Quiero dejar de darle mil vueltas a las cosas cuando pasamos un día sin hablar preguntándome si, esa, es una señal de que vas a alejarte porque no hay nada que te esté atando a mi lado.

Algo se rompe dentro de mí con eso. Fuerte.

He pasado años esforzándome cada segundo por obtener lo más mínimo de la vida de James. Me he esforzado, día tras días, solo para sentir que nunca nada sería suficiente. Me he roto, por él. Mil veces. Pero Reece me ha abierto las puertas de su vida sin tener que pedírselo.

—Lo que quiero es a ti —sella contra la comisura de mis labios—, y una palabra con la que asegurarme de que nadie se va a meter de por medio.

—Lo dices en serio.

Me siento perdida, emocionada, sorprendida.

Durante todo este tiempo, no he querido ver más allá de ningún gesto por miedo a ilusionarme, por miedo a repetir ese dolor. Aprendí de mis errores, y fui precavida. Demasiado a juzgar por la sorpresa que siento.

—Lo dices como si te sorprendiera —dice.

—No, o sea sí, es decir...

Su mirada es suave, dulce incluso, y me hace darme cuenta de que el amor no tiene por qué sentirse como un campo de batalla. El amor no tiene por qué exigirte luchar con todas tus fuerzas para mantenerlo a flote mientras va robándote partes de ti. El amor puede ser suave. Puede ser dulce y delicado.

El amor puede sanar sin necesidad de romper.

—Pero tú se lo dices a mi hermano —acepto.

—¿Ni un segundo de relación y ya me quieres lanzar a los leones?

—Así sabrás bien dónde te estás metiendo por si necesitas tiempo para arrepentirte.

Reece frunce el ceño con humor, tira de mi barbilla hacia él y me deja ver una apagada sonrisa ladeada. Está cansado, eso llevo notándolo rato, pero sigue aquí, conmigo, en el suelo helado de un parque lejos de su casa solo para hacerme feliz.

—No digas tonterías, sé bien dónde me estoy metiendo. Me has hecho inmune llegados a este punto —asegura, y su mirada cae a mis labios—. Quería pedírtelo después del partido, pero no me pareció el mejor momento después de lo que pasó.

—No, no lo habría sido.

Su mirada sigue sobre mis labios, una atención suave mientras los cortos mechones de pelo enmarcan su rostro con los golpes de viento, sus facciones más afiladas en la oscuridad y la suavidad de su mirada tan contradictoria como el día en el que le conocí.

Le miro y yo solo...

—No te vayas de mi vida —pido.

No sé de dónde salen esas palabras, pero las siento por completo. Reece me acerca a él lo suficiente para apoyar su frente contra la mía. Cierro los ojos disfrutando de esa pequeña cercanía, de ese momento, y lo uno a una colección que él ha hecho crecer de forma tan estrepitosa.

No sabía que estaba atrapada hasta que le conocí.

Hasta que me enseñó que había algo más.

Él ha sanado mi corazón a lo largo de estos meses y, a cambio, se lo ha llevado consigo. Un precio justo, si debo opinar.

Besa mi frente antes de volver apoyarse y responde:

—No planeo hacerlo.

⋅༺༻⋅

Nuevo capítulo: primer fin de semana de enero

Recordatorio: me opero los ojos y necesito margen para recuperarme antes de pasar muchas horas en pantallas, pero espero que este capítulo ayude a llenar vuestros corazones de cariño mientras tanto

⋅༺༻⋅

ES OFICIAL ME DICEN✨

GRITOS AQUÍ

CORAZONES AZULES AQUÍ

#🥰 Por reece invitando a Daphne a un evento de SAN VALENTÍN

# 😡 porque los compañeros no pudieron conocer a Juls

# 😡 porque Reece no pudo pedirle salir en el partido como él quería

# ♥ PORQUE LLEVA TIEMPO PENSANDO EN HACERLO OFICIAL

# ♥ PORQUE HA IDO A LLEVARLE A VER ARDILLAS PARA HACERLO BONITO

# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥# ♥



#🫂​ por ellos hablando de límites de forma comprensiva

#🫂​ para Reece porque sabemos por qué se fija tanto en las emociones de los demás... (los años de terapia le han hecho bien para su responsabilidad afectiva  ♥)



#🥰 porque estamos felices

#🥰#🥰#🥰#🥰#🥰#🥰#🥰#🥰#🥰#🥰



Ahora sí, un abrazo y nos leemos en enero, no podré estar por aquí en unos días dependiendo de cuánto tarde en recuperarme, pero haré acto de presencia tanto como pueda mientas me recupero, os mando una brazo muy fuerte y


FELICES FIESTAS

(os dejo el capítulo más precioso para despedirme bien)

—Lana 🐾

Continue Reading

You'll Also Like

667 67 12
Los sueños suelen permanecer en lo más profundo de nuestra imaginación, pero Viviana los experimenta como realidades perturbadoras, llenas de visione...
1.5M 72.6K 66
La asesinaron un 23 de octubre, y desde entonces todos se preguntan: ¿Qué le pasó a Elizabeth Parker? Venus, la protagonista, tras el reciente asesi...
34.2K 2.3K 40
después de lo ocurrido en la mina MC , queda en shock respecto a lo que se entera por otro lado los chicos exigen muchas cosas a MC , pero una person...
19.3K 1.9K 28
Evil † Su mirada me da escalofríos, miedo, como si leyera mis pensamientos. Algo oscuro esconde en su mirada algo que no quiero saber. Ese hermoso h...