—¡Preparé el desayuno! —dijo despertándome.
Traía una gran bandeja de cama, que tenía el desayuno para los dos.
Llevaba puesto una bata de toalla y su pelo estaba mojado, era fácil adivinar que se había dado una ducha cuando se levantó.
—¡Arriba dormilona! Vamos a desayunar.
Le pedí que deje la bandeja a un lado de la cama porque yo necesitaba ir al baño antes.
Lavé mi cara, mis dientes y acomodé un poco mis pelos antes de salir.
Él ya había corrido todas las cortinas, dejando entrar mucho sol a la habitación, la mañana estaba hermosa, el sol llegaba hasta gran parte de la cama.
Ahora un poco más despierta vi mejor a Jin.
Se veía feliz, deduje que yo también tendría esa cara de felicidad.
Se había sentado en la cama, la bata de baño azul marino se abría en su pecho, y en contraste con el color oscuro de la bata, su piel se veía más blanca y radiante, lo mismo que su rostro enmarcado con el pelo que al estar mojado parecía más oscuro.
Era como una visión, increíblemente hermoso.
Me senté de costado sobre sus piernas y rodeé su cuello con mis brazos y lo besé, lento y dulcemente.
—Desayunemos antes de que se enfríe.
—Lo único que se me antoja de desayuno son los labios de Seokjin —él rio avergonzado y al hacerlo me dieron más ganas de besarlo.
—Tú tienes la culpa, por estar tan sexy con esta bata —lo acusé para luego besar su cuello.
—Entonces a partir de ahora será lo único que use.
—No, para la universidad no, porque te vas a llenar de polillas.
—¿Polillas? —preguntó intrigado. Él no sabía que yo llamaba así a las mujeres que lo perseguían en la universidad, reí divertida y él me miraba sin comprender.
—Siempre que te veo rodeado de chicas que te miran embobadas, se me viene la imagen mental de polillas que vuelan atraídas por la luz. —Jin rio muy divertido, con esa risa tan contagiosa suya.
—¿Y ahora tú también eres una polilla atraída por mi sex-appeal? —bromeó.
—Sí... pero seré una polilla reina, la única con derecho a tocarte y besarte —dije volviendo a besarlo.
Enredé mis dedos en su cabello, para no permitir que el beso se termine, y hundí más mi lengua en su boca para encontrar la suya.
Él me abrazó más fuerte apretándome contra su pecho. Su mano empezó a recorrer mi costado haciéndome sentir pequeñas descargas eléctricas a cada movimiento. Empezó por mis piernas, se metió bajo la remera para seguir lento hasta llegar a mi pecho, lo acarició con suavidad y terminó con un suave pellizco del pezón, haciendo que se ponga rígido.
Tragué un gemido y cerré los ojos disfrutando las sensaciones.
Sus largos e hiperlaxos dedos recorrieron la parte interna de mis muslos y terminaron en mi zona íntima. Yo seguía sin ropa interior desde que él me la había quitado, a pesar de que me había vuelto a poner la remera.
—Se va a enfriar el desayuno —dije entre jadeos con dificultad, bromeando pegada a su boca, porque no tenía intención de parar.
—Después te preparo otro —dijo sobre mis labios.
Besé y dejé leves mordiscos en su cuello.
Por el movimiento de sus dedos hábiles, me costaba cada vez más respirar normalmente.
Cuando el deseo estaba al máximo, me hizo bajar de sus piernas y retroceder. Sin levantarse se quitó la bata dejándome ver su excitación y todo su pálido cuerpo desnudo.
No pude evitar sonrojarme.
Me atrajo nuevamente hacia él tomándome de la mano, para que me vuelva a sentar sobre él, pero esta vez de frente y con una pierna a cada lado de su cuerpo.
Volvió a poseerme, pero esta vez cediéndome casi todo el control.
En el único momento que nos separábamos en la universidad era en las dos materias que no coincidíamos.
En las clases, yo seguía sentándome con Hana y él seguía sentándose adelante, lo que me permitía vigilar que no se le acerquen demasiado sus fans.
El resto del tiempo siempre estábamos juntos, solos o con el resto de amigos.
Sus amigos estaban contentos de al fin conocerle una novia a Seokjin, mis amigas también.... Bueno, mi única amiga era Hana que nos habíamos conocido apenas arrancamos la facultad.
Luego de clases, como los exámenes ya habían terminado, salíamos a tomar algo o a cenar, al cine o a pasear por la orilla del rio Han.
Cualquiera sea el plan, estar juntos era lo realmente importante.
Todo era perfecto, era como estar viviendo en un sueño. O como esos cuentos donde la chica común conoce al príncipe encantado y se enamoran.
Estaba viviendo una felicidad absoluta.
No me imaginaba ni por asomo todo lo que vendría.
Me encontraba sola en mi departamento, terminando de limpiar la cocina luego de haberme preparado una cena rápida, cuando escuché que la puerta se abrió.
Fui hasta la sala y ahí lo vi parado, pálido, ojeroso, mucho más delgado y aun así seguía siendo tan atractivo, con esa mandíbula recortada perfectamente, su cuello largo y sus labios que dibujaban corazones cuando sonreía.
Haciendo un esfuerzo para salir de mi trance le pregunté:
—¿Qué haces aquí?
—Te extraño demasiado —dijo Hoseok con una voz queda y triste.
Avanzó hacia mí a pasos largos, estiro su brazo delante en dirección de mi cuello, como si intentara ahorcarme, por lo que me asusté y puse mis dos manos sobre su brazo, pero cuando llegó a mi cuello no hizo presión, solo me empujó suave para ponerme contra la pared y esa misma mano subió para agarrar mi rostro y besarme. Sus besos eran ansiosos y yo respondía igual, había extrañado tanto esos besos.
Tampoco lo detuve cuando empezó a acariciarme, ni cuando empezó a besarme por todo el cuerpo, ni cuando me llevó a la cama, ni cuando entró en mí con tanto deseo y con prisa.
Me desperté sobresaltada, mi corazón latía muy fuerte, tardé unos segundos en recordar donde estaba y con quién.
Entraba un poco de claridad por la gran ventana, había luna llena, miré a mi lado y pude ver que él dormía profunda y plácidamente.
Estaba girado hacia mí, así que observé un rato esa cara de niño, su blancura casi espectral, esas cejas rectas y oscuras, y esos labios voluminosos que daban ganas de morder.
Besé suave su frente porque no quería despertarlo, y salí de la cama para bajar a la cocina por un vaso de agua.
Ese sueño se había sentido tan real, que me sentía culpable, como si hubiese engañado a Jin.
Tratando de aclarar mi mente hice un repaso de la noche anterior:
Era viernes, fuimos al cine a ver una película fantástica de superhéroes. Cenamos afuera y luego terminamos aquí.
Nos dimos un largo baño de inmersión en su jacuzzi y nos fuimos a la cama, y nos quedamos dormidos después de una intensa sesión de sexo.
Traté de no encender demasiadas luces, bebí agua de la máquina y cuando estaba enjuagando el vaso vi aparecer a Jin, medio dormido aun, sólo llevaba puesto el pantalón de su pijama.
—¿Shunny, estás bien?
—Sí, tuve una pesadilla y necesitaba tomar un poco de agua.
—¿Estás mejor? —dijo abrazándome y poniendo su mano en mi cabeza para que yo la apoye en su pecho.
Su piel estaba tibia, fue reconfortante el abrazo.
—Ahora sí —dije enrollando mis brazos en su cintura.
—¿Quieres contarme? —no, claro que no quería contarle.
—Cosas sin sentido como todas las pesadillas, nada importante.
—A veces las pesadillas son por cosas que nos preocupan y están en nuestra mente al momento de dormirnos.
¿Acaso me había dormido pensando en Hoseok y por eso lo soñé?
No, no tenía sentido.
—Entonces significa que me preocupan cosas sin sentido, porque no podría ni empezar a explicar lo que soñé. —Yo no era buena mintiendo, no sabía hacerlo, mi mamá siempre me lo decía y yo sabía que tenía razón, pero no podía decirle a Jin lo que había soñado. Esperaba con eso dar por zanjado el tema —volvamos a la cama.
—Ok —dijo poco convencido. Levantó mi rostro poniendo su índice en mi mentón y me miró a los ojos como buscando una respuesta, y por miedo a que la encuentre cerré los ojos y lo besé.
Apoyó sus manos en la mesada, cercándome entre sus brazos y su cuerpo.
—¿Sabes que me puedes contar cualquier cosa que te pase o te preocupe verdad?
—Claro que lo sé.
—Yo estaré siempre para lo que necesites.
Me enterneció tanto lo que dijo, colgué mis brazos de su cuello y lo besé.
Él me rodeo con los suyos apretándome más contra su cuerpo.
Los besos se volvieron más lascivos. Su lengua buscaba la mía con avidez y mi estómago era un remolino.
Se apartó un momento, me tomo de la cintura y me subió a la mesada, para de inmediato retomar el beso y empezar a sumar caricias.
Volvió a tomar mi mentón y buscó mi mirada.
—Quiero que sepas que, yo te amo.
Fue como si el mundo se hubiese quedado en pausa en ese momento, lo único que escuchaba era el latido acelerado de mi corazón, sus ojos negros brillaban y no dejaban de mirar los míos como esperando una respuesta.
Creo que ni respirábamos siquiera.
—Yo también te amo —dije al fin y el mundo volvió a girar.
Y era cierto, no tuve que buscar la respuesta, apareció sola en mi mente, me la dictó mi corazón y cada fibra de mi cuerpo.
Volvió a besarme, pero con una ansiedad diferente.
Sus manos recorrían mi cuerpo haciendo que mi piel ardiera de deseo. Poniendo sus manos en mis glúteos, me arrastró hacia el borde de la mesada, para poder penetrarme y llevarme a la luna como él bien sabía.