¿Y nuestro final feliz?

By DianaL18V

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Phoebe es nueva en la ciudad y todos sabemos lo que eso significa, conocer personas nuevas, nueva escuela, am... More

ADVERTENCIA.
Prólogo.
Capítulo 1: Solo estoy buscando.
Capítulo 2: Pero a tu lado...
Capítulo 3: No puedo concentrarme ahora.
Capítulo 4: ¿Que te diste por vencido o que continuaste?
Capítulo 5: Quiero estar allí contigo.
Capítulo 6: Sería un líder valiente.
Capítulo 7: Saborear tus palabras, nunca las desperdiciaría.
Capítulo 8: Me gusto más cuando estoy contigo
Capítulo 9: Podría abrazarte por un millón de años.
Capítulo 10: Hay tanto que no podemos explicar.
Capítulo 11: Estoy viendote a los ojos.
Capítulo 12: Cruzar esa línea.
Capítulo 13: ¿Te parece bien si estás en mi cabeza?
Capítulo 14: Estoy cayendo otra vez.
Capítulo 15: Me marcho cuando las cosas están bien.
Capítulo 16: Sigo varado esperando a que ella diga algo.
Capítulo 17: ¿Cómo es que nos alejamos tanto de donde lo dejamos ayer?
Capítulo 19: El mundo está durmiendo y estoy despierto contigo.
Capítulo 20: Sabiendo que nos tenemos el uno al otro.
Capítulo 21: Ahora te abrazaré.
Capítulo 22: Quizás esta vez, dos errores hagan un acierto.
Capítulo 23: Tal vez siempre estuvimos destinados a conocernos.
Capítulo 24: Solo para tus ojos te enseñaré mi corazón.
Capítulo 25: El primero en tomar un camino como este.
Capítulo 26: Eres tú, cariño.
Capítulo 27: ¿Cómo pude vivir antes?
Capítulo 28: ¿Tuviste suficiente amor?
Capítulo 29: ¿Puedes oír cuando te llamo?
Capítulo 30: No quiero perder la cordura.
Capítulo 31: Hasta que ya no hubo nada.
Capítulo 32: ¿Qué demonios se supone que debo hacer?
Capítulo 33: Está en el pasado esta noche.
Capítulo 34: No puedo salvarnos.
Capítulo 35: Por favor no me dejes.
Capítulo 36: Esta vez será para siempre.
Capítulo 37: Sigo siendo tu chico (FINAL).
Epílogo.
Extra: Demasiado drogada como para levantarme.
Extra: Te he amado.
Extra: Cantaría una canción solo nuestra, pero se las he cantado a otro corazón.

Capítulo 18: Estoy aquí, sola, dentro de este hogar roto.

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By DianaL18V

Holden.

—Siento que todo esto es mi culpa.—repite Sophie como por décima vez y me contengo para no rodar los ojos.

—Lo único que será tu culpa van a ser las ojeras que tendré mañana si no te quitas de mi cama.

Mi cama hoy es el sofá de la sala.

Grandioso.

Lo positivo es que Justin parece estar en una temporada célibe y lo obligue a lavarlo bajo mi supervisión hace unas semanas.

Sophie se quedará en mi cama. Justin dijo no volver hoy y me prestó la suya para Malcom, quien ya se durmió.

—Pero yo fui quien te pidió traerme. Puedo decirles la verdad, no se enojarán con una moribunda.

No me gusta que se refiera a sí misma de esa manera. Detesto que lo haga porque, si ella pierde la esperanza, no sé que me queda a mí. Yo soy el negativo de nosotros dos.

Y ella está convencida de que tiene cáncer. 

—No eres una moribunda, Sophie. Eres una chica que quizá tenga cáncer. No es lo mismo.—aclaro sentándome a su lado.

Todo esto la está afectando de verdad. A todos nosotros.

Hable hace unas horas con Tayler y esta vez me regañó muy fuerte.

Dijo que era un irresponsable, que no podía influir de esa manera en mi hermana porque yo no era lo suficientemente inteligente para saber qué hacer en caso de que se sintiera mal. Que si algo le pasa va a ser mi total culpa, que he herido a mi madre por traérmela a escondidas.

Y lo que más me dolió, que está sumamente decepcionado de mí.

Lo que me sorprendió, fue cuando comentó que esperaba yo no estuviera influenciando a Sophie para cometer los mismos errores que yo.

No sabía que ante sus ojos yo estaba cometiendo errores.

Básicamente, terminó la llamada diciendo que quiere a Sophie el domingo a primera hora ahí en su casa... Y que si ese día tampoco quiero pasar ni a avisar o saludar, no le interesa.

Nunca había sido tan grosero conmigo.

Aunque yo también dije lo mío, le aclare que él es mi padrastro y no mi padre, por lo que como me volviera a hablar de ese modo, me olvidaré de los valores inculcados por mi madre.

También lo llamé arrogante, egoísta y lo acuse de asfixiar a Sophie con sus cuidados exagerados.

—Sabes que no lo dijo en serio, ¿verdad? Mi papá te quiere.

Le resto importancia con una mueca porque no quiero que mi hermana note que en realidad me dolió todo eso.

—No me interesa, en verdad. Ahora vete a dormir porque estás sentada donde va a ir mi cabeza y eso me dará asco como no te pares en los próximos tres segundos.

Rueda los ojos, ignorando mi comentario.

—Solo está nervioso por lo de mañana. No es un secreto que se pone pesado la noche antes.

Lo sé y es por eso que no tomo mi celular para gritarle lo que me quede guardado.

Tayler no es solo el encargado del rancho. Tiene un segundo trabajo, aunque creo que ese lo hace más por gusto. 

Una vez cada mes, viaja a otro estado, por lo regular a donde es caluroso, a montar toros. Es jinete en rodeos y le pagan bien por ello.

Pero se pone nervioso e insoportable días antes, después llega arrogante y luego se calma un poco.

A mí no me gusta mucho ese trabajo. En realidad, de niño le lloraba diciendo que no lo hiciera porque el toro se ponía triste, pero jamás me hicieron caso. Incluso me grababan creyendo que era tierno y gracioso.

No lo era, era un crío preocupado por perder a su figura paterna y porque este lastimaban a un animalito inocente.

Obviamente, mi hermana ecologista, vegetariana y protectora de los derechos de cualquier cosa con vida, está en contra de que su papá haga eso.

Pero a nadie le importa lo que nosotros pensemos.

—Aun así lo lamento.—susurra, sacándome de mis pensamientos.

—Yo también lamento una cosa.

—¿Qué?

Le sonrío con dulzura antes de comenzar a fingir arcadas. 

Sophie es sumamente sensible a ese sonido. Cada que alguien lo hace, ella comienza a tenerlas en verdad. 

Un par de veces, cuando éramos niños, ella me molestó hasta terminar con mi paciencia y la hice vomitar.

—¡Holden!—reclama antes de que ella tenga una arcada real.

Continuo haciéndolo entre risas y por fin se levanta tras darme un golpe en la cabeza para correr y encerrarse en mi habitación.

Así es como siempre gano nuestras peleas.

—¿Sí me disculpas?—grito dejándome caer acostado en el sofá.

—¡Te odio, cretino!

—¡Lo mismo para ti!

Me quedo con la vista en el techo y me es imposible que mis pensamientos no se desvíen hacia Phoebe.

Quien justo ahora debe estar en su cita.

Aunque ella dijo que no es una cita...

Debo creerle, ¿no?

Es decir, no veo que ganaría con mentirme.

Sin embargo, sigo sin entender lo último que dijo; que es más lista de lo que parece.

Yo estoy más que consciente de su inteligencia. Sé que ella es sencillamente brillante y no entiendo lo que quería decir. ¿Será que alguna vez la hice sentir menos que eso?

Suspiro pasándome las manos por la cara. Por mucho que quiera, no voy a ser un cabrón enviándole mensajes mientras está con alguien más. Las ganas no me faltan, pero sí el valor.

Con ella en mi cabeza —como siempre en realidad—, me quedo dormido poco después.

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Una música suena a la distancia. Me acomodo en el nada cómodo sofá intentando ignórala, pero al cabo de un rato, me doy cuenta de que no se ira, por lo que estiro mi brazo hasta la mesa de centro y respondo sin siquiera ver de quien se trata.

—¿Qué?—gruño con voz adormilada.

¿Holden?... —dice la voz de Phoebe y de inmediato mis ojos están totalmente abiertos— Por favor dime que no estás ocupado, que no te he despertado, que tu camioneta está contigo y tiene gasolina, que aún me harías un favor porque ahora necesito todo eso. Necesito muchas cosas y en realidad no sé que cosas sean. Un lavado de estómago quizá es lo más oportuno...

Por primera vez en la vida, y espero la última, la interrumpo porque suena bastante preocupada y ahora yo también lo estoy, así que necesito que me diga que paso.

—¿Qué es lo que ocurre?—pregunto sentándome en el sofá.

Sé que quizá no es el mejor momento, pero estoy asustada y mi madre está muy lejos, Peter fue a Houlton a ver a su hermana, Connor está borracho, Maddie me odia... Bueno, si lo digo de esa manera casi parece que tú eres lo último que me queda.

Compartimos pensamiento, mi querida Phoebe.

—Lo mismo pensaba —admito—. ¿Dónde estás? ¿Por qué estás tan asustada?

Como el idiota de Connor le haya hecho algo...

Me pongo de pie y comienzo a buscar mis llaves en los sillones porque por lo que entiendo, iré a buscarla a algún lado y entre menos tarde en llegar, mejor.

No eres mi última opción, Holden. Nunca lo has sido y nunca lo serás en ninguno de los sentidos —se escucha un sollozo y cierro los ojos porque escucharla así de mal me duele—. Fuiste el primero en quien pensé, pero sé que justo ahora no soy precisamente tu persona favorita.

Y tú siempre serás mi única opción, la única que quiero y que necesito.—casi le suelto sin pensar.

De acuerdo, aún quedan muchas cosas que resolver entre nosotros y en definitiva nos debemos una larga conversación, pero, si ella está dejando su orgullo y miedos atrás, yo también puedo hacerlo.

—Phoebe, tú podrías cometer todos los errores de mundo, y aun así, siempre serás mi persona favorita, porque te tengo fe y creo que quizá solo son eso, errores.—admito en un susurro.

Se queda en silencio por unos segundos, con música de fondo. Escucho su nariz mocosa y ya que tengo las llaves. Busco mis zapatos por todos lados, pero no los encuentro.

No quiero sonar como una copiona, pero también eres mi persona favorita —dice y esta calidez se instala en mi pecho, pero desaparece tan pronto como la escucho sollozar otra vez—. ¿Crees que puedas venir a buscarme a casa de Liv? Entenderé si te niegas.

—Claro que no me voy a negar, Phoebe. ¿Qué pasó? ¿Te hicieron algo?—cuestiono con urgencia sin poder ver mis malditos zapatos.

Sé de lo que son capaces y no quiero pensar en que le hayan hecho algo.

Te cuento cuando llegues. Por favor date prisa... ¡Mierda! No sé la maldita dirección, no podrás llegar y en verdad estoy desesperada por irme de aquí antes de que algo malo pase.

—Sé donde queda.—aseguro y me doy por vencido con los zapatos, en la entrada solo están los de Sophie.

Unas maravillosas pantuflas con el pie de Sullivan.

Supongo que eso es mejor que nada.

Son tan grandes que me quedan a la perfección.

—Te espero.

—Phoebe —digo antes de que me cuelgue—, me tienes preocupado, ¿debo llamar a la policía?

Bajo los escalones de dos en dos, casi cayéndome para llegar a ella.

—No —moquea—, no, creo que no. Ya no puedo hablar más... Gracias, Holden.

Cuelga la llamada y con la respiración hecha un desastre y la nieve humedeciendo mis pantuflas, subo a la camioneta.

Hoy no hace tanto frío y la capa de nieve no es muy alta tampoco, por lo que no tengo que esperar a que el motor caliente.

La casa de Olivia no queda lejos de mi departamento. Básicamente, todo está cerca de la escuela y voy a toda velocidad. Me quiero morder las uñas de pura ansiedad y siento que mi corazón se me saldrá del pecho como no me asegure de que ella está bien.

Necesito verla y saber que no le pasó nada.

De nuevo, sé de lo que son capaces.

Me toca estacionar algo lejos porque la calle está llena de autos y corro la distancia que hay hasta la puerta.

Las pantuflas se humedecen más y hasta siento el frío calar en los dedos de mis pies.

¿De qué mierdas sirve que sean tan esponjosas si igual se mojan con esa facilidad?

Me adentro y no me sorprende ver que esta lleno de gente aquí.

De inmediato algunos recuerdos vienen a mi cabeza, de cuando cada fin de semana yo era parte de todo esto. Desde su organización, hasta ayudar a Olivia, Isabella, Bill y Connor con la limpieza al día siguiente.

Recorro con la vista todo el lugar, en busca de cualquier señal de Phoebe, pero no encuentro nada.

—Qué curioso. Estaba segura de que vendrías.—sonríe Isabella llegando hasta mí.

—¿Qué le hiciste?

—¿A quién?

—A Santa Claus —ironizo—. Dime donde está Phoebe.

Su pose relajada no cambia ni un poco, solo se encoge de hombros con cinismo.

—¿Por qué le voy a ayudar a mi exnovio, quien me tiene amenazada, a encontrar a su nueva novia? También velo por mis intereses, Holden.

La conozco lo suficiente para saber que, entre más desesperado me vea, más se tardará en ayudarme a encontrarla.

Podría llamarla por teléfono, pero lo dejé en la camioneta y en lo que voy por él, no sé qué podría pasar.

—Es chantaje, no amenaza.—ruedo los ojos.

—En verdad que cinismo el tuyo —ríe—. Eso no cambia en nada la manera en que me hace sentir.

—Me muero de la preocupación por como te hace sentir. Ya dime dónde está.

Cruza los brazos sobre su pecho y levanta la barbilla con orgullo.

Conozco esos ojos, sé que ahora no está del todo aquí y no puedo evitar sentir lástima por ella. Pero no se lo diré.

—Viniste por ella. Están peleados y aun así estás aquí. No estuviste cuando yo te llame aquella tarde, ni la siguiente.—a pesar de su tono enojado, su mirada me dice otra cosa.

Una oleada de culpa me recorre, pero me obligo a actuar indiferente.

—Estaba muy ocupado haciéndome pruebas para saber que era lo que había consumido.

—¿La quieres?

Me quedo en silencio, supongo que eso debe bastar porque da un paso atrás, con los ojos cristalizados.

—Ella es todo lo que yo nunca fui, ¿verdad?—continua Isabella.

—Ella ni siquiera se merece ser rebajada a compararse con alguien como tú.

Asiente con lentitud, luciendo increíblemente dolida.

Entonces, me toma por absoluta sorpresa cuando se lanza sobre mí, uniendo mis labios a los suyos.

Me sobresalto y me hago para atrás lo más rápido que puedo, sin embargo, al menos un breve beso si me dio.

—¡¿Qué crees que haces?! —espeto de mala gana en su dirección, limpiándome la boca con la sudadera.

—Lo lamento, solo quería asegurarme de que en verdad ya no sintieras nada por mí. Que en verdad te perdí para siempre.—dice quitándose las lágrimas de las mejillas.

—Isabella, no hagas esto. No a ti y no a mí. Yo por ti no siento absolutamente nada que quieras escuchar.

Sé que solo está diciendo todo esto porque no se encuentra del todo consciente, de estar sobria, esto la hubiera avergonzado.

—Dime donde está Phoebe.—exijo.

Me hace una seña de que la siga y lo hago atravesando a un montón de personas hasta que llegamos al pasillo del baño.

Se voltea quedando frente a mí y de nuevo toma esa pose arrogante.

Siempre me sorprende la facilidad con la que cambiaba su actitud. Con la que se pone cada una de sus máscaras.

—Está en el baño.

—¿Qué fue lo que le hiciste?—gruño tocando la puerta y suelta una risa.

—Esa perra...

—¿En verdad precisamente tú vas a llamar así a alguien?

De acuerdo, eso estuvo completamente mal en todos los sentidos.

Me siento preocupado por Phoebe y molesto de que Isabella me besara, pero eso no es justificación.

—Lo lamento. Ese comentario estuvo fuera del lugar.

—Nah —encoge los hombros—. Me han dicho peores.

Vuelvo a tocar y de nuevo nadie abre, la música está tan fuerte que no escucho si hay alguien del otro lado.

—Solo le hice una simple bromita y se la creyó. La asusté diciéndole que los chicos le querían poner algo en su bebida y cuando ellos, jugando, la hicieron tomar un trago, se espantó y apenas Justin llego a su rescate, salió corriendo al baño.— ríe.

Contengo la tanda de groserías que quiero gritarle porque eso es lo que menos me importa en estos momentos.

—Phoebe.—grito a través de la puerta, pero nadie responde.

Isabella rueda los ojos y escribe algo en su celular, la música no tarda en disminuir considerablemente de volumen.

—Tengo mis contactos.—presume.

No le contesto y vuelvo a tocar más fuerte la puerta.

—Indigestión, mi amigo.—me dice una voz masculina desde adentro.

La veo con coraje, a lo que frunce el ceño.

—Dijiste que estaba aquí.

—Lo estaba, yo sé que ahí se metio.

Vuelvo a tocar la puerta y me repiten exactamente lo mismo.

—Dame tu celular.—exijo provocando que bufe.

—Un por favor no estaría mal.—masculla, pero yo ya estoy marcando el número de Phoebe.

¿Isa?—responde sonando confundida.

—Soy Holden. Larga historia que después te haré corta. Ya llegué, ¿dónde estás?

—En el baño del primer piso. Date prisa, un sujeto no deja de tocar la puerta.

Mi ceño se frunce.

—¿Eres el tipo con indigestión?

Dos segundos después, la puerta se abre y Phoebe me envuelve en un abrazo que le correspondo en seguida.

Isabella rueda los ojos arrebantándome su celular que aún tenía en la mano.

—Gracias, gracias, gracias. Estaba aterrada. No tienes una idea.—me susurra y la atraigo más a mí.

—Está bien. No pasa nada, ya estoy aquí.

No se aparta de mí ni yo de ella. Joder, en verdad extrañé esto.

Cierro los ojos sin importarme el resto del mundo. Mis brazos se cierran por completo en su cintura, ella mantiene los suyos sobre mi cuello. 

Ninguno dice nada, y aunque no es porque no haya nada que decir, en este momento es lo que necesitamos.

—Estoy muy segura de que a ti no te invite.—la voz de Olivia me hace abrir los ojos y Phoebe rompe el abrazo, aunque yo no retiro mi mano de su cintura.

No estoy dispuesto a pelear más por hoy. 

—Ya nos íbamos.

Entonces repara en el rostro lleno de rimel de Phoebe y frunce el ceño.

—¿Te hizo algo?

—¡No! —niega en seguida—. Pero me va a llevar a casa, solo necesito ir por mi abrigo.

—Increíble —ríe—. Valórate un poco, cariño. El chico apenas te habla y ya estás ahí de nuevo con él.

Isabella le pone mala cara y después masculla algo sin sentido antes de alejarse.

—Ahora no, Liv. Te veo en el entrenamiento del martes —voltea hacia mí—. Los abrigos están en esa puerta, no tardo nada.

El cuarto está literalmente a un metro, por lo que asiento y apenas se adentra, me dirijo a Olivia.

—Es increíble que después de todo sigas ayudándole con eso.—digo negando con decepción.

—No eres el único aquí con cerebro y conciencia, Holden. ¿Te crees que me gusta ver a mi mejor amiga hundida en las drogas? No soy la mejor persona del mundo, pero tampoco soy una maldita insensible como otros. Idiota.

—Tú eres la que se las consigue. No te hagas la víctima, por favor.

—¡Era! —gruñe—. No tengo ni puta idea de quien es su contacto ahora y no quiere decírmelo. Cierra la boca si no sabes siquiera lo que yo estoy haciendo por ayudarla, que es más de lo que tú hiciste.

Sin esperar respuesta se aparta dando zancadas. Phoebe sale con su abrigo y una mochila en su mano. Me acerco para comienzar a abrocharle los botones porque afuera hace frío.

—Dime algo, Phoebe. ¿Connor, o alguien más, te hizo algo? Por favor sé honesta.—pido por qué aunque la explicación de Isabella me pareció creíble, necesito que sea ella quien me lo diga.

—Estoy bien. Solo asustada y algo desesperada por salir de aquí... Gracias, Holden. En verdad no tienes una idea de lo agradecida que me siento porque estés aquí.

Mis ojos recaen sobre los suyos, brillosos y vivos. Justo ahora su cara está roja y tiene algo de maquillaje por las mejillas. Me asombra darme cuenta de que, para mí, está igual de preciosa a cuando se acaba de despertar, a cuando ríe, canta, o se maquilla para ir a la escuela.

Está igual de preciosa porque se trata de ella. Así de fácil.

—No tienes que darme las gracias. Siempre estaré para cuando me necesites. 

Asiente con una sonrisa, entonces su vista baja para soltar una pequeña risa.

—Interesante elección de calzado, por cierto.

Rio y la tomo de la mano para salir juntos. Fue un gesto tan natural que no note la cercanía que involucra. Temo que se aparte o algo, pero solo entrelaza sus dedos con los míos, apretando el agarre.

Caminamos hasta mi auto y le abro la puerta para que se suba. Hago lo mismo y cuando enciendo el auto, me doy cuenta de que en realidad no sé a donde me dirijo.

—¿Quieres ir a algún lado o prefieres que te lleve a tu casa?

Lo piensa, revolviendo sus dedos antes de soltar un largo suspiro.

—Me gustaría que habláramos. Sé que no lo hemos hecho por mi culpa y lo lamento. Pero, si tú aceptas, quiero arreglar las cosas entre nosotros.

¿Que si yo acepto?

Carajo, yo soy el más desesperado por volver a mi extraña normalidad con ella.

—¿Cenaste algo?—digo adentrándome en la carretera.

—¿Cuenta un largo trago de vodka?

—Espera... ¿estás ebria? —inquiero dándole una rápida mirada—. Porque en ese caso dejaríamos la charla para otro momento. Me sentiría como un cabrón si te hago decir cosas que no querías decir sobria.

—Estoy muy sobria —asegura—. Vomite todo.

Asiento, sintiéndome aliviado y preocupado al mismo tiempo. No hay un restaurante superlimpio a estas horas de la noche, pero acepta ir por una hamburguesa McDonald's.

Pido una para mí también y como sé que Malcom y Sophie podrían despertarse por el aroma, compro otra para él y papitas para ella.

Durante el camino, Phoebe me cuenta que fue lo que paso. Dice que tras beberse el trago, intentaron darle otro y ella se negaba, pero eran muy insistentes. Entonces, Justin entro a la cocina, la saludo y sin esperar que nadie le dijera nada, la invito a bailar llevándosela de ahí. Al llegar a la sala, le dijo que era un pésimo bailarín, que como se veía asustada la quería ayudar. 

Phoebe dice que solo le agradeció y corrió al baño a inducirse el vómito, porque fue lo único que se lo ocurrió para que no le hiciera efecto lo que sea que haya tomado.

Yo también le digo lo que me explicó Isabella. Phoebe se molesta, pero en especial, el alivio se refleja en su rostro.

Si ya me sentía molesto con Isabella, ahora es peor porque en verdad la asustó. Ella temía que le fuera a pasar algo mientras esta hacía una ridícula broma. 

Entonces decido algo, ya basta de secretos y de ocultar cosas. Le contaré a Phoebe lo que paso con Isabella.

Llegamos a mi departamento porque fue el único lugar que se nos ocurrió, Phoebe ya ha llamado a su madre, le dijo que llegaría muy tarde y April solo respondió que no había problema, solo que quería su ubicación en tiempo real para asegurarse de que todo está bien.

Nos sentamos en el piso, con la mesa y la comida frente a nosotros, pero yo ocupo un lado de la mesa y ella otro. Aun así, es tan pequeña que estamos bastante cerca.

Todo es silencio mientras nos quitamos el abrigo y los zapatos. También mientras ella da el primer mordisco a la orilla de su hamburguesa. Hasta que toma un fuerte respiro para comenzar a hablar.

—No era una cita.

Siento mi cuerpo tensarse. Espero que mi cara no luzca tan preocupada como me siento.

—¿Puedo saber que era?

—Era mi intento de remediar las cosas con ustedes dos. No tienes una idea de lo culpable que me siento por todo, porque sé que yo arruine las cosas. Primero empecé con Maddie, le hablaba a Connor y dejaba que fuera raro cuando estábamos frente a ti porque necesitaba que confiara, aunque sea un poco, en mí —admite y creo que comienzo a entender las cosas—. Maddie dijo que el director le pidió pruebas, así que me di a la tarea de conseguirlas. Anne, una amiga de atletismo, aceptó ir a hablar este lunes con el director, pues ella escuchó como Liv hablaba al respecto. Conseguí esto de Connor.

Me pregunto si su Anne es la misma Anne de Justin.

Saca su celular y busca algo antes de ponerme un audio en el que sin duda alguna es la voz de Connor. 

Cuando menciona algo de que Phoebe tiene un moco, me inclino para ver si es cierto, ganándome una mala mirada de su parte. Pero no tiene nada.

En el audio, Connor admite que Isabella lo planeo todo, y si en verdad el director está dispuesto a escucharnos, entonces ya podremos ayudar a Madison.

Sé que eso no quitará todo el acoso que está recibiendo, pero espero que al menos se haga un poco de justicia.

—Yo también intenté algo para ayudar a Madison —comento—. Chantajee a Isabella para que diga la verdad o yo dire nuestra verdad. Creo que le conviene más que se sepa la de ellos.

—¿Tan malo es lo que pasó entre ustedes?

Aparto la mirada, tomando una de las papas y asiento con lentitud.

—Sí, lo fue.

Ya estoy dispuesto a decirle todo, pero quizá un poco más tarde.

—También hice algo para que me perdone — explica tras un silencio—. Conseguí dinero y hable con Zack para que arregle las cosas con ella. Dice que él quería venir a verla, pero que ya no podía costear un boleto. Llega mañana a las once de la mañana.

—¿Le pagaste un boleto a Zack para que pudiera ver a Madison?—inquiero bastante sorprendido.

—Mis abuelos me dan dinero todavía, ¿recuerdas?—asiente con una pequeña sonrisa.

No sé que decir al respecto, es algo bastante maravilloso a decir verdad. Madison me contó que ya hablan, pero que las cosas están increíblemente tensas.

—¿Sabes que ella solo esperaba una disculpa?

—Pero yo siento que una disculpa no basta —argumenta dándole un pequeño mordisco a la orilla de su hamburguesa, como siempre por las orillas—. Sé que estuvo mal no decirle sobre ese rumor, es que... Aunque suene estúpido, no se me ocurrió —confiesa—. Lo que no entiendo es porque Isa diría algo como eso, no hay motivo y admito que me decepcionó un poco, sabía que podía ser una pesada, pero creí que no tanto.

La miro en dudoso sobre si decirlo o no, abro y cierro mi boca constantemente, queriendo aclarar la idea.

—Phoebe, estoy buscando las palabras correctas para decirlo sin ofenderte —inicio—, pero tu problema es que debes dejar de creer que todas las personas en el fondo son buenas, no es así. Hay personas que simplemente son mierda porque quieren, porque pueden, y cuando lo aceptes, dejaras de llevarte tantas decepciones.

—¿Quieres decir que no se puede tener esperanza en alguien?

—Quiero decir, que te evitarás mucho daño si dejas de esperar tanto de las personas, incluso de mí.

Lo analiza por unos segundos y luego lanza un bufido.

—Algo similar me dice Rose. Que deje de darle a las personas la oportunidad de lastimarme porque la gente no es perfecta y no siempre van a reaccionar de la manera en que yo espero.

—¿Quién es Rose?

—Mi psicóloga —admite en un susurro y luego sacude la cabeza—. También tengo algo para ti, cierra los ojos.

—A mí me basta con que las cosas vuelvan a la normalidad entre nosotros.

—Pero a mí no. Cierra los ojos.

Se mira entusiasmada por eso, así que termino por obedecerla. Toma mi mano y deja algo en ella.

Al abrirlos, veo una hoja enrollada y atada por un moño rojo. A su lado hay un pequeño sobre.

—Los llevé al partido con la esperanza de poder dártelos ahí, pero... Ya sabes... Discutimos.

Primero abro la hoja enrollada y es un dibujo hermoso de un bosque, con naturaleza, animales y un atardecer precioso en el fondo.

—Esto es maravilloso, Phoebe.—digo conmocionado y un leve sonrojo se instala en sus mejillas.

—Intenté llegar al tono exacto de verde que tienen tus ojos. Pero entonces me di cuenta de que cambia constantemente según la ropa que traes puesta, así que, cada árbol tiene uno de los tonos que pude recordar —comenta y no puedo parar de verla con sorpresa—. ¿Notaste que el lazo era rojo? Recordé que era tu color favorito y decidí ponerlo.

—Sí, el rojo sigue siendo mi color favorito.—aseguro sintiendo que mi corazón late como un completo loco.

Joder, esta chica me tiene.

—¡Abre el sobre!, Necesito ver tu cara cuando lo abras.

La obedezco dejando el dibujo sobre la mesita, lejos de la comida para que no se ensucie. En el sobre me encuentro dos boletos para un partido.

—¿Boletos para el hockey?—inquiero emocionado.

—Sí. Dijiste que yo no me intereso en aprender las cosas que a ti te gustan y eso es mentira. Quiero saber tanto de ti como sea posible, así que espero que uno de los boletos sean para mí.—ríe de una manera rara.

Sin poder contenerme, la atraigo a un abrazo que me corresponde en seguida.

Y por primera vez, al menos que yo recuerde, esta vez soy yo el que le deja un beso en la mejilla.

—Lo lamento mucho. Te extrañé.—me susurra al oído.

—También te extrañé.

—¿Sin coqueteos?

No. En definitiva, aquí hay más que coqueteos.

—Sin coqueteos.—respondo aun así y suelta una breve risa.

Me aparto de ella y veo que juguetea con su bebida como dudando decir algo.

—Ahora siento que es oportuno decirte lo que me sucedía.—mustia insegura.

—Me gustaría saberlo.

Levanta la vista, toda la emoción y alegría de hace unos segundos se ha esfumado por completo. Ahora sus ojos lucen cristalizados y libera un profundo suspiro.

—Pero antes, ¿Ya me has perdonado? Porque no quiero lástima o que después lo hagas solo por lo que te diré.

Su pregunta hace que un miedo se instale en mí.

¿Tan malo es lo que me tiene que decir?

—Ya todo está olvidado.

—Bien —asiente y vuelve a suspirar—. Ni siquiera estoy segura de por donde debería empezar... Quizá con mi niñez. Como ya sabes, yo vivía con mis abuelos mientras mis padres estudiaban, se supone que ese era el trato, pero entonces la universidad se termino y ellos no iban por mí. Eran unos extraños que me visitaban los fines de semana, pero ninguno quería cuidarme y ser realmente un padre... Sé que posiblemente no sea la gran cosa, pero, para una niña, que tus propios padres busquen pretextos para no irte a ver ni dos días a la semana, es horrible y traumático.

Una lágrima se le resbala por la mejilla y es limpiada con brusquedad.

—Phoebe...—intento consolarla, pero me interrumpe.

—No. Si me dices algo, perderé el valor de hablar y en verdad quiero contarte al menos esto.

—De acuerdo.—aseguro tomando su mano.

—Peter y April tuvieron incontable cantidad de altas y bajas en su relación. Había fines de semana en los que solo iba ella y me decía que el imbécil de Peter estaba ocupado. Otros solo iba él y me explicaba que la idiota de April no podía ir —murmura y su voz se empieza a romper—. Entonces, de repente, un fin de semana irían los dos juntos, jugarían conmigo, se besarían y dirían que se aman, para que a la semana siguiente, de nuevo solo volviera uno de ellos.

Conozco a la madre de Phoebe, luce tan protectora con ella que jamás me imagine que le hubiera causado tanto dolor a una niña.

—Todo cambió cuando cumplí diez. Mis padres se pelearon con mis abuelos y me sacaron de su casa —las lágrimas no dejan de correr por su rostro y con mi mano libre me encargo de limpiarlas—. Me llevaron a vivir a un departamento horrible con ellos dos. Ahora presenciaba las peleas en primera fila. Se gritaban cosas horribles, luego, sin que yo me enterara, volvían a amarse.

- -Muchas cosas ocurrieron durante varios años, en los que no se separaban poniéndome como excusa, pero se seguían lastimando y a mí en el proceso.

De nuevo aparta la mirada y se queda en silencio, supongo que intentando ordenar sus pensamientos.

—Cuando cumplí trece, conocí a Mark. No diré que me gustó desde un inicio porque a decir verdad se me hacía bastante insoportable. Pero... No lo sé, las cosas cambiaron, supongo. Él no me trataba bien, yo no le gustaba, sin embargo, le gustaba que a mí me gustara él. ¿Se entiende?

—¿Cómo no podrías gustarle a alguien?—suelto sin pensarlo.

—Cuidado. Eso casi ha sonado como si yo te gustara —ríe entre lágrimas y estoy por responder que lo hace, cuando retoma la historia—. Así que me cansé, deje de buscarlo. Entonces él empezó a buscarme a mi. 

- - Comenzamos a andar un tiempo después. Mark y yo estuvimos juntos por tres años. Una eternidad. 

Y yo que sentía que mi año con Isabella había sido mucho.

—¿Qué pasaba con tus padres en ese entonces?

—Las cosas eran un absoluto desastre y se complicó en todos los aspectos de mi vida cuando me entere de algo. Me sentía increíblemente sola. Y... Bueno, incluso si tenía a Mark, todo era una mierda y yo... Por mi tóxica relación, la separación de mis padres y en especial eso de lo que me entere, entre muchas otras cosas más... Me diagnosticaron una grave depresión cuando todavía tenía catorce.

De todas las cosas, jamás me imaginé que ella pudiera tener depresión. Es la persona más feliz que he conocido en la vida, luce tan animada todo el tiempo que me resulta difícil pensar en ella de otra manera. No soy idiota, sé que aun así se pone tiste, se molesta e irrita y que no es perfecta, pero... La depresión es algo fuerte.

—¿Qué sentías?—pregunto ante su silencio.

Me duele tanto verla llorar, que mis ojos están cristalizados y hago lo posible por no ponerme a llorar con ella.

—La depresión es difícil de comprender ¿Sabes? Porque puedes buscar los síntomas y un millón de definiciones en Google, pero ninguna de ellas te ayudará a entender como funciona realmente estar deprimido... A explicar ese vacío abrumador que te oprime el pecho todos los días y la manera en que, incluso ponerte de pie, involucra un inmenso esfuerzo. Porque no solo se trata de simple pereza, es como si tu cama te tuviera atrapado y se convirtiera en tu refugio y cárcel al mismo de tiempo de alguna extraña manera.

Tomo su mano y la llevo a mis labios en un intento de dar consuelo. No quiere ser interrumpida y estoy haciendo un esfuerzo por no hacerlo.

Rompe en llanto en fuertes sollozos, son desgarradores y me duele verla así. Aparta su mano de la mía para llevarse ambas al rostro y cubrirse.

—Lo siento... Ya no estoy en ese punto, pero duele recordar la persona que era, la persona en que me convertí. Me lastima pensar en mí como esa chica llorando a oscuras en su habitación, haciendo lo posible por no gritar. 

La abrazo fuerte y esconde su rostro en mi cuello, sin devolverme el abrazo.

—Está bien. Estoy aquí.—aseguro y agradezco que no me vea la cara para que no note como la primera lágrima cae.

Dura así un momento. Phoebe se aparta y me ve a los ojos, como dudando si decir algo o no.

Honestamente, no sé como esto podría ponerse peor.

Pero entonces ella suspira y se arremanga el suéter, dejando al descubierto dos enormes e irregulares cicatrices, una en cada brazo a la altura de sus venas.

Mi vista está nublada y mi pecho arde. Ya no puedo detener las lágrimas, el nudo en mi garganta amenaza con asfixiarme.

Carajo...

—A los quince y-yo tome una navaja e intente... Suicidarme.

—Phoebe...—susurro.

Ignorando el hecho de que ese no es un gesto de simples amigos, la atraigo para que se siente en mi regazo y se deja. Se coloca a horcajadas sobre mí y en esa pose algo incómoda porque estamos en el suelo, la escucho llorar y sollozar por un largo rato mientras yo lo hago en silencio.

Paso mi mano desde su cintura hasta su cabello, sin saber qué decirle y queriendo poder haber estado en su vida en ese momento para intentar ayudarla.

No sé por cuanto tiempo lloramos juntos y no me importa en lo más mínimo.

Joder, ¿cómo es que nunca me di cuenta de que siempre usa mangas largas?

Al cabo de un rato, su llanto se controla un poco y continúa hablando, solo haciéndose un poco hacia atrás para poder vernos a la cara.

—Mark me encontró cuando estaba por perder la conciencia y llamó a emergencias mientras hacía lo posible por detener la sangre. Yo le pedía que me dejara morir de una vez por todas.

Bendito sea Mark en ese caso.

- -Nosotros habíamos terminado un tiempo antes porque él... Él me había hecho algo.

Retiro lo dicho.

—¿Qué fue lo que te hizo?—cuestiono pasando una mano sobre su rostro, para retirar las lágrimas secas.

—No importa ahora —asegura, aunque siento que si lo hace, no voy a presionarla más de lo que quiera o pueda—. Pero las cosas después de que me salvaran la vida no fueron fáciles. Volví con Mark porque era llamado héroe, yo me sentía algo incómoda, pero aún le quería. 

—¿Alguna vez te hizo algo?—me obligo a preguntar.

—Más allá de lo emocional, no. Las personas suelen hablar sobre el momento de la depresión, pero casi nadie te dice lo que pasa después... Si es que hay un después. No voy a generalizar, porque quizá esto es solo algo personal, pero creo que no tiene cura, al menos no una definitiva y real. Puedo estar bien por días, incluso meses. Y entonces la depresión volverá a llevarme con ella, como una vieja amiga.

—¿Eso fue lo que pasó el día del patinaje?—digo y asiente.

—Hay una voz intrusiva en mi cabeza. Está todo el tiempo, pero a veces, es como si comenzara a gritarme y no puedo evitar escucharla... El día del patinaje yo había tenido una pelea con April antes, me sentía fatal... No sé, fue como si tuviera de vuelta en esa edad, en que no podía controlar lo que decía.

Tomo su rostro sonrojado entre mis manos, me gustaría besarla justo ahora, hacerla sentir más cercana a mí, pero no es el momento. 

 —La próxima vez que eso pase, me lo dirás, ¿De acuerdo? No solo te alejes de mí, quiero estar ahí para ti.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que harás?

—No lo sé —encogo los hombros—. Quizá nos armemos un concierto entre esa voz y yo. Ambos sabemos que mi voz es maravillosa.

Mi comentario funciona para relajarla un poco, porque ríe brevemente. Eso basta para hacerme sentir mejor.

—Se te van a dormir las piernas como no me baje de ti.

—Oye, entreno dos horas al día. Esa desconfianza no me gusta.—aseguro indignado.

—Ya, y yo me alimento cinco al día. 

—Sigo sin querer que te pares de mis piernas.

Rueda los ojos con una pequeña sonrisa, pero se queda firme en su lugar y yo paso mis manos a sus caderas.

—Lamento no haberme quedado ese día contigo. En verdad estaba ocupado.

—Está bien, Holden. No tienes que vivir al pendiente de mí.

Bajo la vista un momento y como cada vez que siquiera toco el tema, la preocupación se instala en mí.

—Es posible que Sophie tenga cáncer. Ese día venía mi familia directo al hospital porque ella no se sentía bien. Aunque quería estar para ti, necesitaba estar para ella.

Siento su cuerpo tensarse por completo y mis ojos se vuelven a cristalizar. Ahora es Phoebe la que toma mi rostro entre sus manos para que la vea a los ojos.

—¿Sophie? Carajo... Pero aún no es seguro, ¿Cierto?

—El jueves le dan los resultados de los estudios que le hicieron. La han enviado con un especialista en cáncer, Phoebe. Ella está segura de que lo tiene.

Vuelve a abrazarme y no necesita decir nada. En estos casos en realidad no hay mucho que decir. Lo que quería, lo que necesitaba, es poder contar con ella.

—Todo saldrá bien, Holden. Verás que todo está bien.—promete, aunque sé que en realidad no puede estar segura.

Duramos abrazados otro rato hasta que ella se aparta y acomoda en su lugar con la excusa de que tiene hambre. La observo comer antes de animarme a hablar.

—Phoebe, yo no quiero que haya más secretos o cosas sin decir entre tú y yo. Confío en ti. 

------

Nota de quien escribió la historia: De acuerdo, prometí que los capítulos no serían tan largos, pero se hace lo posible :(

En realidad, este tenía más de 11,000 palabras (tengo labia cuando quiero JAJA), pero eso sí se me hacía una completa exageración, por lo que lo dividí en dos.

Espero que vayas disfrutando tu lectura ♥.


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