Friend Zone

By Lepidoptera84

15.6K 2.2K 176

Sara García no tiene nada: ni un físico envidiable, ni un trabajo bien remunerado, ni una familia unida y muc... More

Cita
Prefacio
1
2
3
4
5
Dormitorio de Aitor, 10 de agosto de 2014: Día 0
6
7
Dormitorio de Aitor, 23 de agosto de 2014: diálogos con una desconocida
8
9
Apartamento de Aitor, 24 de agosto de 2014: Primeros pasos
10
Apartamento de Aitor, noche de 24 de agosto de 2014: Desconcertado
11
Apartamento de la chica, 27 de agosto de 2014, unas horas antes: Sigo siendo yo
13
Empresa de Aitor, 28 de agosto de 2014: vía de escape
14
15
Apartamento de Aitor, 12 de septiembre de 2014: Jugando con fuego...
16
Apartamento de Aitor, 27 de septiembre de 2014: confrontación de sentimientos
17
18
19
20
Apartamento de Aitor, Domingo 12 de octubre de 2014 17:52: El encuentro
21
Apartamento de Aitor, sábado 18 de octubre de 2014: Ni contigo ni sin ti
22
23
Habitación de Sara, 19 de octubre de 2014: haciendo el orgullo a un lado
24
25
26
27
28
29
Apartamento de Aitor, 26 de octubre de 2014: Obedeciendo al corazón
30
31
32
33
34
35
36
37
38
Epílogo

12

279 45 10
By Lepidoptera84


Llego a la empresa y, esta vez, hago varios amagos de entrada frente a la puerta acristalada cerciorándome que realmente se abre, no vaya a ser que vuelva a estrellarme contra ella.

Laura me saluda con efusividad y se acerca a mí dando pequeños saltitos.

—Somos las únicas chicas –me comunica, pasándome el brazo por los hombros con cierta complicidad–, así que tenemos que ser buenas amigas, no te puedes hacer una idea de lo que supone estar todo el día rodeada de hombres...

Saca la lengua y hace el inconfundible gesto de vomitar, llevándose dos dedos hacia la boca. Me echo a reír.

—Bueno, pues desde hoy ya somos dos.

—¡Y no sabes cuánto me alegro de que sea así!

Me abraza de improviso y me quedo helada. No me gusta la gente que sin conocerme de nada es tan afectuosa, eso me hace desconfiar. Quizás sea porque yo soy mucho más prudente, pero esta vez intento relajarme, quiero empezar con buen pie, así que correspondo a su alegría lo mejor que puedo, aunque me sale con cierta rigidez.

Me muestra mi mesa de trabajo y me envuelve una alegría indescriptible; ¡me encanta! Esto es justo lo que necesito en mi vida: estabilidad; a continuación, ocupo la silla y me acomodo.

Es una habitación sencilla: escritorio, archivador para los documentos, un ordenador y una pequeña ventana que da al almacén de la planta baja. Al ser una habitación interior, no dispone de luz natural, no obstante, la iluminación es la adecuada para desempeñar mis funciones frente al ordenador.

Acaricio el teclado con mimo, abro los cajones para indagar en su interior, aspiro el inconfundible olor a papel nuevo que desprende mi agenda... ¡Ahhh...! Esta sensación es increíble, la he vivido muchas veces, pero por alguna razón, siento que esta es la definitiva.

Lo primero que hago es entrar en la base de datos de la empresa para familiarizarme con los nombres, clientes, facturas...; cuanto antes lo haga, mejor.

«Y ahora, calculo el porcentaje mensual destinado al pago de facturas y...»

—¿Cómo lo llevas? –Doy un respingo en mi asiento ante esa inesperada pregunta.

Apoyado en el marco de la puerta de mi despacho hay un chico joven, con gafas, no muy alto y poca cosa; parece la versión masculina de mí.

—Bien... –Sonrío con timidez.

Se acerca con decisión hasta colocarse a mi lado.

—Soy Alberto –¡Oh, no!, otro nombre que empieza por Al... Esto es una mala señal.

—Yo soy Sara.

Sin darme tiempo a incorporarme, me planta dos besos en las mejillas.

—Trabajo en el almacén –explica–, llevo la carretilla elevadora.

—Ajá...

—Solo quería darte la bienvenida y decirte que si necesitas cualquier cosa..., bueno, puedes contar conmigo.

—Gracias.

Nos quedamos en silencio unos segundos, mirándonos. En su rostro se dibujan rasgos definidos y simétricos, pero demasiado pequeños para su cabeza, como si alguien hubiera concentrado todo en medio de la cara para dejar sitio a algo que no ha llegado a materializarse.

—Esto, eh... ya nos iremos viendo por aquí, supongo –dice mirándome por encima de la gruesa montura de pasta de sus gafas.

Sale de mi despacho y me quedo literalmente a cuadros; qué hombre más raro...

El resto del día pasa igual de rápido, Laura viene a verme en contadas ocasiones y logra sacarme una sonrisa con su espontaneidad, descubriendo con asombro que ese recelo que guardaba a primera hora de la mañana respecto a ella, prácticamente se ha esfumado. Puede que los recuerdos de las experiencias negativas que me han acompañado a lo largo de mi vida hagan que esté más alerta ante la perspectiva de un nuevo engaño, es como si mentalmente me preparara para recibir un hachazo a la menor oportunidad. Por lo general no creo que la gente sea buena, para llegar a esa conclusión, primero deben demostrármelo.

En cuanto entro en mi apartamento, rememorando todo lo acontecido en mi primer día de trabajo, encuentro a mis amigas esperándome con una cerveza en la mano. Sin pensármelo dos veces, corro a abrazarlas con fuerza, incluso doy eufóricos saltitos ilusionada por este inesperado golpe de suerte.

Les explico con todo lujo de detalles cómo son mis compañeros y en qué consiste mi nuevo empleo. Ellas me escuchan con atención sin interrumpir mi discurso hasta que lo doy por concluido.

—Te compadezco –declara Gina, poniéndome una mano en el hombro en señal de pésame–, solo sois dos mujeres, lo cual significa que vas a estar rodeada de gilipollas durante muchas horas al día.

Me echo a reír.

—No te creas, no tengo mucho contacto con el resto de trabajadores; ellos están en el almacén y yo en la oficina.

El teléfono de Gina empieza a sonar y lo mira para ver quién la busca.

—Hablando de gilipollas... –dice y descuelga– ¿Qué quieres?

Se hace un silencio.

—Estoy en casa de Sara.

Ella escucha con atención, sin moverse.

—Eres un completo inútil, ¿lo sabías?, anda, te envío la dirección por whatsapp y vienes a buscar las llaves.

Cuelga el teléfono poniendo los ojos en blanco.

—Era mi hermano –explica mientras escribe el mensaje de texto–, lleva un par de días viviendo conmigo el muy holgazán. Se ha olvidado las llaves y no sé por qué, no me sorprende lo más mínimo. Le he dicho que venga a buscarlas.

—Bien, mientras tanto... –empieza Raquel, dirigiéndose a la cocina con ilusión–, vamos a preparar la cena.

—¿La cena? –pregunto sin comprender.

—¿No lo sabes? La neurótica de las narices ha traído todo un arsenal de neveras con un montón de cosas.

—¡Te estoy oyendo! –protesta la susodicha desde la cocina.

Cuando regresa al comedor, hace un despliegue alucinante de cosas apetecibles para comer.

—¡Menudo festín!

Le ayudamos a preparar la mesa y tomamos asiento, no veo el momento de empezar a atacar, pero antes de que me decida a coger algo, el timbre de la puerta suena con su estridente pitido.

—Es mi hermano –constata Gina–, voy a abrirle.

—¿Conoces al hermano de Gina? –me susurra Raquel.

—Sí. Lo conocí en la exposición, parece un buen tío.

—Ah... ¿Y cómo es? –pregunta sin alzar la voz–. ¿Se lava?

No puedo contener la risa y estallo en una sonora carcajada.

—Lo cierto es que no se lo pregunté, lo haré la próxima vez –le confirmo irónica para que se quede más tranquila.

—Perdonad, chicas.

Las dos nos volvemos para dar la bienvenida a Héctor.

—¡Hola! –exclamo con alegría. Me acerco con decisión para darle dos efusivos besos en las mejillas.

—¿Qué tal, Sara? –dice automáticamente.

Luego se gira hacia Raquel, la ve con el pelo recogido en una larga trenza que cae por encima de su hombro y tapada con su habitual mascarilla blanca; sin olvidar sus omnipresentes guantes de látex; apuesto a que no ha visto nada más extraño en su vida. Y no es para menos, solo nosotras, que ya estamos acostumbradas a ver así a nuestra amiga, no prestamos atención a esos detalles.

—Y tú debes ser la famosa Raquel –remarca dirigiéndose a ella para darle la mano, se ha dado cuenta enseguida que ella no es de las que da dos besos–. Yo soy Héctor.

—Bien, hechas las presentaciones oficiales, ya puedes volver a casa –le indica Gina, señalando la puerta.

La recrimino con la mirada.

—¡Oh, vaya! Tenéis tortilla de patatas, ¡me encanta! ¿Puedo quedarme con vosotras?

—¡Héctor! –exclama Gina enojada.

—¡Joder! Tenéis comida de sobra –le responde señalando hacia la mesa–, y hoy no he comido.

—¡Claro que sí, Héctor! No hay ningún problema. –Le invito, ignorando la mueca de reproche de mi amiga.

Se sienta decidido a la mesa junto a Raquel; Gina y yo nos colocamos en frente. Me hace mucha gracia el ligero fruncir de cejas de Raquel, es como si estuviera oliéndole y no estuviera muy conforme con la información que capta su olfato. Creo que acaba de descubrir que Héctor fuma y el tabaco tampoco es una de las cosas que lleve demasiado bien.

Empezamos a comer, lo cierto es que estaba hambrienta, en parte por los nervios que he estado conteniendo durante todo el día y ahora que me siento más relajada, se me ha despertado un voraz apetito.

Raquel se retira la mascarilla con delicadeza, colocándosela bajo la barbilla y descubre unos carnosos labios sonrosados, dulces y bonitos que nada tienen que envidiar a los de los anuncios de cosméticos. Para más información, es una chica guapísima; si no estuviera tan loca lo tendría absolutamente todo.

Mientras hablamos de temas triviales, permanezco ausente prestando atención a los detalles, como la forma en la que Héctor mira a Raquel de soslayo, incitado por el hecho de haber descubierto a la chica que se escondía tras la mascarilla, mientras Gina habla sin parar de su trabajo y de algunos encontronazos que ha tenido con algunos compañeros. Nos deja entrever que es un sector muy competitivo e incluso algunos no dudan en jugar sucio y desprestigiar su trabajo para arrebatarle posibles clientes.

Raquel habla en contadas ocasiones, soy la única que se ha dado cuenta de que hace serios esfuerzos por respirar lo menos posible e intenta tener la boca cerrada entre bocado y bocado. Héctor también participa en la conversación, a su manera, mostrando su visión negativa del panorama actual, quejándose de la sociedad y de todo lo que la corrompe.

Todo marcha bien, estamos tranquilas, animadas, relajadas... hasta que Raquel se mete una diminuta aceituna en la boca y de repente, el hueso se le queda atascado en la garganta. Empieza a toser con insistencia tapándose la boca, mientras su cuerpo convulsiona violentamente. Nos levantamos alarmadas al comprobar cómo su tez empieza a cambiar progresivamente de color volviéndose casi púrpura. No sabemos qué hacer, Gina se mueve nerviosa intentando darle aire con una servilleta y yo me afano en marcar el número de emergencias en el teléfono cuando el hasta entonces impasible Héctor entra en acción.

Coge a Raquel, la pone de pie y se sitúa tras ella, ciñendo los brazos por encima de su cintura, preparándose para realizar la maniobra de Heimlich. Con seguridad, realiza un movimiento ascendente sobre su vientre y ella convulsiona, propiciando que el hueso salga disparado hacia la mesa. Gina se queda con la boca abierta y yo estoy igual, todavía temblando con el teléfono entre las manos.

Nuestra amiga inspira enormes bocanadas de aire para recomponerse, al menos su color vuelve a ser el de siempre. En cuanto empieza a restablecerse, Héctor le entrega un vaso de agua y ella no duda en dar un par de sorbitos; aunque no puede evitar reproducir una mueca de dolor tras la ingesta.

—Falta una última cosa... –anuncia Héctor, que no ha dejado de mirarla con el semblante serio. Raquel, desesperada, se lleva una mano al pecho, respirando aún con cierta dificultad.

Pero si pensaba que ya lo había visto todo, me equivocaba. Nos quedamos en estado de shock cuando Héctor se cuadra frente a Raquel invadiendo su espacio vital, sin perder de vista sus enormes ojos negros. Ella permanece con la boca entreabierta, estudiándolo como si fuera un médico a punto de revelarle un mal diagnóstico y, sin vacilar, Héctor da un último paso y besa decidido sus carnosos labios. Sus bocas encajan a la perfección, congenian, se mueven con suavidad y timidez hasta que Raquel reacciona, separándose de él con una llameante mirada que nos deja a todos acojonados y, sin mediar palabra, abofetea la cara del chico y sale disparada para encerrarse en el baño.

—Pero ¡¿cómo coño puedes ser tan imbécil?! ¡¿Cómo se te ocurre besarla?! –grita Gina, propinándole un empujón.

Él parpadea y nos mira aturdido.

—No sé qué me ha pasado, llevaba toda la cena queriendo hacerlo, pero no encontraba el momento. ¿Has visto su boca? es... es... perfecta –declara como si eso fuera una razón de peso.

—¡Mira que sois memos! ¡Se estaba ahogando, joder! ¡¿Y tú la besas?! ¿Qué coño pasaba por tu cabeza?

Se encoge de hombros.

—Tal vez sí me he pasado, debería disculparme.

—No –interviene Gina mordazmente–, deberías irte.

—Pero... –protesta.

—Ya has hecho bastante.

Soy incapaz de articular palabra, jamás había presenciado una escena tan insólita y menos con nuestra Raquel como protagonista.

Héctor se va y miro ojiplática a Gina; intento atar cabos, pero es obvio que se me escapa algo.

—¿Qué me he perdido? –pregunto confusa.

Gina me aparta la mirada y eso me escama sobre manera; hay algo que no me está contando.

—Supongo que yo tengo parte de culpa –admite suspirando con resignación–. Con mi hermano hablo prácticamente de todo y obviamente llevo años hablándole de mis dos amigas. No sé en qué momento empezó a interesarse más de la cuenta y a preguntarme por vosotras... Creí que era porque le hacían gracia nuestras tonterías, pero... Supongo que siempre estuvo intrigado por Raquel. A ver, Sara, entre nosotras, nuestra amiga es un poco rarita. –Me echo a reír–.  ¿Cómo iba a imaginar que no era solo curiosidad lo que sentía por ella y había algo más?

—¿Crees que se ha enamorado?

—Sinceramente no sé qué pensar, al principio no barajaba esa posibilidad, ¡si ni siquiera se habían visto! Hasta que un día encontré en su habitación una caja con recortes de periódico, salían las opiniones literarias de Raquel y... ­–Hace una breve pausa–. Las fotos que utiliza para encabezar sus artículos.

—Ya sé qué fotos dices, sale guapísima.

—Raquel es preciosa cuando se quita la mascarilla, no me extraña que mi hermano se haya fijado en ella. Pero claro, una cosa es una foto y otra muy distinta tenerla delante en carne y hueso, con todas sus rarezas incluidas –remarca con acritud–; sinceramente no me esperaba esto.

—Eso es lo que pensáis de mí, ¿no?, que soy rara.

Las dos nos giramos para ver a Raquel, parece ser que ha sido espectadora de toda la conversación.

—No te lo tomes así, solo decimos que tienes tus manías, como todo el mundo –alega Gina intentado devolver el agua a su cauce.

—¡No es eso lo que me ha parecido escuchar! Está visto que no podéis poneros en mi lugar, no sabéis lo que significa para mí... –Niega con la cabeza, parece abatida–. Esto es un error, me equivoqué al confiar en vosotras, pensaba que erais las únicas que me respetabais, pero ahora me doy cuenta de lo ciega que he estado.

—¡¿Pero qué te pasa?! ¡No hemos hablado mal de ti en ningún momento! –grita Gina para defender su postura.

—Mira, da igual –Raquel coge su bolso y se lo cuelga del hombro de mala gana–, me voy a casa, no me encuentro demasiado bien.

—¡Pero Raquel...!

No me hace caso, ignora mi llamada y sale del apartamento cerrando la puerta tras de sí.

Nos quedamos un rato en silencio, analizando la situación sin saber qué hacer. ¿Deberíamos ir tras ella o esperar a que se le pase? No reaccionamos, y es que entre nosotras nunca ha habido este tipo de conflictos.

Transcurrido un tiempo, Gina empieza a recoger la mesa en silencio, me mira y, en apenas un susurro, añade:

—Y una vez más, un hombre se ha encargado de joderlo todo, da igual que sea mi hermano, es igual de gilipollas que los demás. ¿Crees que después de hoy, Raquel volverá a dirigirme la palabra? –me pregunta con los ojos excesivamente brillantes–. No tenía ni idea de que mi comentario pudiera ofenderla tanto, no era mi intención herirla. Además, llamarla rara no es un insulto, es una aplastante realidad en su caso y no es la primera vez que...

Suelto una pequeña risotada.

—No te martirices por eso, no está enfadada contigo en absoluto. ¿Es que no te das cuenta? ¡Acaba de besarla un completo desconocido! Ahora mismo no sabe cómo reaccionar y ha saltado con eso como podría haberlo hecho con otra cosa...

Gina frunce la nariz y asciende ligeramente el labio superior, mostrando una mueca de duda y confusión a la vez.

—Si tú lo dices...

No digo nada más, solo la ayudo a recoger mientras mi mente sigue procesando toda la información.

He de reconocer que ha sido un día inusual además de intenso. Todavía estoy preocupada por mis amigas, espero que este malentendido se solucione pronto, porque no puedo imaginarme una vida sin ellas.

Estoy a punto de acostarme cuando escucho el inconfundible sonido de correo entrante en mi ordenador. Irremediablemente la curiosidad se expande como una mancha negra en mi interior y sé que no podré dormir hasta que no lo abra, así que me siento frente al monitor y leo:

De: Aitor M.

Para: Sara G.

Fecha: 27 de agosto de 2014 23:01

Asunto: ¿Estás haciendo pellas?

Querida desconocida,

Hace dos días que no sé de ti, supongo que se debe al hecho de que estás recuperando el tiempo perdido y follando como una loca, lo cual está bien, siempre he pensado que no te hacían falta mis consejos y lograrías reactivar por ti misma ese cromosoma adormilado para cumplir su cometido.

Te deseo suerte y que pases una buena semana.

Atentamente,

Aitor M. Profesor particular en paro.

¡Menudo idiota! Me pregunto si esta será su particular forma de decirme: "¡Eh! ¡Sigo aquí y no estás haciéndome caso!"

Tras leer el mensaje me decido a escribirle. Una parte de mí quiere contarle que tengo trabajo, que poco a poco empiezo a ver la luz al final del túnel y... bueno, me gustaría hacerle partícipe de lo que ha pasado con mis amigas, igual ni le interesa, pero quiero hacerlo de todas formas.

Acabo de enviar el mensaje contándole los últimos acontecimientos, su respuesta no se hace esperar, pero no en el medio habitual, no, recibo el aviso desde Skype; acaba de conectarse.

Aitor: Desde luego, con todas las cosas que te pasan a ti y a tus amigas podrías escribir un libro.

Sara: Sí... me lo he planteado más de una vez, ¿qué tal tú? ¿Alguna novedad?

Aitor: Nada, solo que me pitan un poco los oídos; hoy he estado con una chica.

Sara: Creo que sé lo que eso significa... ¿Cómo ha ido?

Aitor: Como de costumbre, fui a su casa y la cosa empezó a calentarse, ya me entiendes... Acabamos haciéndolo varias veces sobre la mesa del comedor.

Empiezo a reír y escribo:

Sara: ¡Fantasmaaaaaaaaaa!

Aitor: De eso nada, guapa, soy de los pocos hombres que pueden tener dos orgasmos seguidos sin descansar.

Sara: Bueno, bueno, bueno... no pretendía herir sensibilidades.

Aitor: Y no lo has hecho, solo quería remarcar la constatación de un hecho.

Sara: ...y, ¿cómo ha acabado la cosa?

Aitor: De la forma habitual, nada nuevo...

Niego divertida con la cabeza; es el hombre indestructible.

Aitor: Pero bueno, explícame tú, ¿qué tal el primer día, gente interesante?

Sara: Parecen buenos compañeros, me caen bien...

Aitor: ¿Y qué tal con el sector masculino? ¿Alguien que te haya llamado la atención? ¡Vamos, no me digas que no es lo primero que has mirado!

Sara: Soy peculiar, ¿recuerdas? No me fijo en esas cosas el primer día de trabajo...

Y entonces siento la necesidad de decirle que, tal vez, alguien sí se ha fijado en mí, porque estoy cansada de leer cómo se lo monta con todas las que están a su alcance sin que le suponga ningún esfuerzo ligar con ellas, sin embargo, yo soy una chica solitaria a la que nadie presta la más mínima atención.

Por mi cabeza pasa el nombre de Alberto, sé que es infantil y presuntuoso pensar que he podido despertar su interés no únicamente como compañera, pero necesito esa dosis de seguridad, de ilusión, de sentirme mujer al fin y al cabo. Son esos deseos los que me impulsan a escribir:

Sara: Un chico ha venido a hablar conmigo esta mañana, se ha mostrado muy amable y en sus ojos había algo especial...

Miento, MIENTO como una bellaca, todo es mentira, sus ojos saltones de sapo no tenían nada especial, ni tan siquiera la forma en la que se ha acercado a mí, pero necesito decirle lo contrario para alimentar mi ego herido.

Nada más ver el mensaje escrito en la pantalla me arrepiento, mentir no está bien, lo odio, ¿por qué lo he hecho? ¿Qué pretendo demostrar? No tengo motivos para hacerle creer que otro hombre puede manifestar interés hacia mí, es absurdo, y soy consciente de que si ahora empiezo a mentir, ¿qué sentido tiene todo esto? Nos llevamos bien precisamente porque no ocultamos nada y admitimos lo que somos: él un completo cabrón incapaz de retener al soldadito dentro de los pantalones, y yo una chica poco agraciada con una preocupante inclinación a la depresión. Pero ahora es demasiado tarde, él ya ha leído esas líneas y se dispone a contestarme; no pienso volver a mentir, ¡lo juro!

Aitor: ¿Ves? ¡Eso es genial! ¿A ti te gusta?

La pregunta me da vergüenza y no sé cómo salir de esta.

Sara: No sé.

Aitor: ¿Cómo que "no sabes"?

Sara: No me he fijado demasiado.

Aitor: ¿Bromeas? ¿No miras a los hombres que intentan coquetear contigo?

¿Ves? Ya lo he liado todo, ¡nadie ha intentado coquetear conmigo! ¿Cómo se lo hago entender sin descubrir que he mentido?

Sara: ¡Es que estaba nerviosa!

Aitor: Vale, me parece perfecto, viniendo de ti no me extraña. Ahora te voy a decir lo que tienes que hacer: mañana le das un buen repaso, si piensas que tiene lo que hace falta para acostarte con él, empiezas a insinuarte, ¡pero con sutileza!, que empezamos a conocernos...

No puedo sentirme más avergonzada, hablar de acostarme con un compañero de trabajo al que acabo de conocer me parece... ¡Dios! ¿Y cómo se supone que debo mirarle a la cara mañana?

Aitor: ¿Sara? ¿Sigues ahí o te ha dado un colapso?

Sara: Sí, sigo aquí, solo que no sé cómo... Además, es pronto, lo más probable es que lo haya malinterpretado todo.

Aitor: ¡No me vengas con esas! Un tío es un tío, si quieres que caiga, caerá. Lo más importante de todo, y en este punto sí que voy a ser inflexible, es que no debes enamorarte. Solo disfrutar del sexo y pasarlo bien, pero no empieces a organizar una boda y ese tipo de cosas, ¿de acuerdo?

Me río por no llorar, realmente dan ganas de abofetearlo a cada cosa que dice, ¡¿Cómo diablos puede ser tan sinvergüenza?!

Sara: Está bien, haré caso al maestro, lo seduciré para acostarme con él y no me enamoraré, solo disfrutaré del sexo.

Aitor: Bien, eso es lo que quería leer. Mañana harás todo lo posible para hablar con él, te mostrarás encantadora, amable y enigmática, pero no le reveles mucho de ti, deja que se quede con ganas de saber más. Limítate a escuchar lo que diga y ríete de sus bromas, hazle sentir especial. ¿Crees que podrás hacerlo?

Sara: ¿Bromeas? ¿Mostrarme encantadora, amable, enigmática y hacer sentir especial a un hombre? ¡Claro, pan comido!

Aitor: ¡No seas sarcástica! Puedes hacerlo, no es tan difícil.

Sara: Está bien, lo intentaré.

Aitor: No olvides ponerme al corriente, te iré dando instrucciones a medida que avancen los acontecimientos.

Suspiro y cierro el ordenador; este tipo de cosas solo me pasan a mí; yo solita me meto en unos líos...

Continue Reading

You'll Also Like

3.1K 354 33
Relatando pequeños escenarios en los que ella estuvo allí, pasado y presente de lo mismo
59.7M 1.4M 17
Sinopsis Kaethennis ha disfrutado de los placeres de la vida, mucho, casi se puede decir que demasiado. Un alma libre, al menos así se definiría el...
1.6K 70 8
(Secuela de "Cortando Madera") My Little Pony Equestria Girls x Tú Operación RALN: Robemos A La Novia El verdadero villano, el jefe de Timbre Pus, a...
161K 8.5K 47
Alex Andrews una chica de 17 años, con poca vida social pero de un buen carácter, por unos acontecimientos repentinos se traslada de instituto, para...