¿Y nuestro final feliz?

By DianaL18V

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Phoebe es nueva en la ciudad y todos sabemos lo que eso significa, conocer personas nuevas, nueva escuela, am... More

ADVERTENCIA.
Prólogo.
Capítulo 1: Solo estoy buscando.
Capítulo 2: Pero a tu lado...
Capítulo 3: No puedo concentrarme ahora.
Capítulo 4: ¿Que te diste por vencido o que continuaste?
Capítulo 5: Quiero estar allí contigo.
Capítulo 6: Sería un líder valiente.
Capítulo 7: Saborear tus palabras, nunca las desperdiciaría.
Capítulo 8: Me gusto más cuando estoy contigo
Capítulo 9: Podría abrazarte por un millón de años.
Capítulo 10: Hay tanto que no podemos explicar.
Capítulo 11: Estoy viendote a los ojos.
Capítulo 12: Cruzar esa línea.
Capítulo 13: ¿Te parece bien si estás en mi cabeza?
Capítulo 15: Me marcho cuando las cosas están bien.
Capítulo 16: Sigo varado esperando a que ella diga algo.
Capítulo 17: ¿Cómo es que nos alejamos tanto de donde lo dejamos ayer?
Capítulo 18: Estoy aquí, sola, dentro de este hogar roto.
Capítulo 19: El mundo está durmiendo y estoy despierto contigo.
Capítulo 20: Sabiendo que nos tenemos el uno al otro.
Capítulo 21: Ahora te abrazaré.
Capítulo 22: Quizás esta vez, dos errores hagan un acierto.
Capítulo 23: Tal vez siempre estuvimos destinados a conocernos.
Capítulo 24: Solo para tus ojos te enseñaré mi corazón.
Capítulo 25: El primero en tomar un camino como este.
Capítulo 26: Eres tú, cariño.
Capítulo 27: ¿Cómo pude vivir antes?
Capítulo 28: ¿Tuviste suficiente amor?
Capítulo 29: ¿Puedes oír cuando te llamo?
Capítulo 30: No quiero perder la cordura.
Capítulo 31: Hasta que ya no hubo nada.
Capítulo 32: ¿Qué demonios se supone que debo hacer?
Capítulo 33: Está en el pasado esta noche.
Capítulo 34: No puedo salvarnos.
Capítulo 35: Por favor no me dejes.
Capítulo 36: Esta vez será para siempre.
Capítulo 37: Sigo siendo tu chico (FINAL).
Epílogo.
Extra: Demasiado drogada como para levantarme.
Extra: Te he amado.
Extra: Cantaría una canción solo nuestra, pero se las he cantado a otro corazón.

Capítulo 14: Estoy cayendo otra vez.

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By DianaL18V

Phoebe.

Voy a desmayarme si no me siento en cualquier momento.

Dios, toda mi vida he sido deportista, de una cosa o de otra, pero justo ahora parece que el último año me la pasé tendida en el sofá comiendo golosinas.

Me duele absolutamente todo el cuerpo. Lo positivo es que es el último entrenamiento de la semana.

Me inclino apoyándome de mis rodillas para tomar un poco de aire. Al exhalar, se forman un humo blanco, debido al frío.

Anne llega a mi lado igual de cansada que yo y también se esfuerza en respirar.

—Eso es todo por hoy chicas. Descansen, dúchense y nos vemos la próxima semana.—se despide la entrenadora Davis.

Al pasar me da un apretón en el hombro, es lo único que hace desde el entrenamiento pasado que me diferencia del resto, al menos ha cumplido su palabra.

Tomo mi botella de agua y bebo poco a poco. No voy a mentir al decir que no me parece un tanto desagradable el hecho de que Anne y yo somos las únicas que parece que morirán en cualquier momento. Las otras lucen cansadas, pero bastante tranquilas.

La costumbre, supongo.

—No sabía que tuvieras tu equipo personal de porristas.—comenta Anne, entre respiros y rio ante su comentario.

—Les pago lo suficiente.—respondo guiñándole un ojo.

Me acerco a las gradas y me dejó caer a lado de Maddie, para luego recostarme sobre sus piernas.

—Estás sudada.—dice con una mueca de desagrado.

—Wow Madison, y yo que creí que lo que escurría por su rostro era su lluvia personal.—comenta Holden, que está a mi otro lado, ganádose una mala mirada.

—Aprecio mucho que estén aquí, y tus porras Maddie... Pero, ¿por qué?

Nos despedimos en el salón de clases, llegaron a mitad de mi entrenamiento con una bolsa de papitas cada uno. Maddie me estuvo animando y Holden sonreía cada vez que volteaba a verlo.

Me incorporo y le robo a Holden su bolsa de papitas.

—Yo fui básicamente obligado.

—¿En serio? Porque yo no lo recuerdo así.

—¿Cómo lo recuerdas?—pregunto a Maddie con la boca llena.

—Me recuerdo a mí preguntándole a Holden si quería hacer algo hoy y a él preguntándome quien va a ir. Tras decirle que te invitaría a ti, estaba asintiendo.

Lo miro a él, esperando que lo niegue, pero solo le resta importancia encogiendo los hombros.

Creo que yo también le gusto.

Quizá porque aún no sabe todo.

En definitiva, él me gusta a mí.

Ahora la cosa es, ¿alguno hará algo al respecto?

—¿Saliste de tu escondite de aire acondicionado?

—Solo para verte, mi linda amiga.—asegura asintiendo.

Amiga. Sin poder evitarlo, una gran sonrisa me cubre el rostro.

¿Y qué he hecho para merecer esa amistad? Nada, nunca hago nada.

—O, porque el conserje nos corrió para poder limpiar el salón.

—Eres un aguafiestas, Holden. Pudimos haber ido a la biblioteca.

—Sí, ella solo viene a verme a mí.—aseguro haciendo ademán de abrazarla, más que por haber venido, por llamarme amiga. Se intenta apartar, pero la atrapo justo antes.

—Asquito, Phoebe. Estas toda mojada.

—Es la recompensa del esfuerzo —bromeo soltándola y volviendo a tomar papitas—. ¿Por qué quieres que hagamos algo? Creí que el sábado ya iríamos a patinar con Zack.

Debo darme prisa en ir a cambiarme, ya se me está pasado el cansancio del entrenamiento y comienza a darme frío.

—Mi papá dijo que, si no puedo salir ahorita, como es que voy a salir todo el fin de semana con Zack —responde rodando los ojos—. Mi hermano se preguntó lo mismo, así que les dije que no solo es con él, sino también con mis amigos. Por lo que si alguno quiere invitarme a su casa, me encantaría.

Rio y al ver que casi no quedan papas en la bolsa, se las entrego a Holden, para no darle solo la envoltura.

—Te dejé algunas.—digo cuando enarca una ceja en mi dirección.

—Pero que considerada —me responde sarcástico—. Vamos a mi departamento, si quieren. 

—Yo voy.—acepta Maddie.

—Yo también, solo me ducho antes.

Me pongo de pie y bajo las gradas directo a los vestidores. Afortunadamente, una de las duchas está desocupada, por lo que tomó mis cosas y me meto enseguida.

Las demás chicas están platicando, intento no ser chismosa, pero simplemente las conversaciones llegan a mí.

—No te lo creo.

—Te lo juro. Billy y Connor me dijeron que ellos mismos los vieron coger en la sala de descanso.—se escucha la voz de Liv.

—Pues que pervertidos al verlos coger, ¿no?

—No seas estúpida, Susan. Sabes de lo que hablo, además, ¿cómo es que en cada tarea de ese profesor, Maddie consigue sacar diez?

—Quizá, porque ella sí se dedica a estudiar y no a extender chismes.

Se hace un silencio ante el comentario de Anne y yo me siento bastante incómoda.

—¿Alguien te invitó a nuestra conversación?—le reprocha con voz contenida.

—Afortunadamente no.

Me enjuago rápidamente el cabello y durante el resto mi ducha y en lo que me cambio, no paran de hablar al respecto, haciendo comentarios sobre lo fácil que es Maddie en su opinión.

Me siento en el banquillo para atarme los botines. Anne se sienta a mi lado.

—Phoebe, ¿te puedo hacer una pregunta?—dice tras suspirar.

—Claro, ¿qué sucede?—respondo enderezándome y tomando mi mochila para salir rápido y no hacer esperar más a Holden y Maddie.

—Tú... Le hablas a los chicos del equipo de hockey, ¿cierto?

No definiría como hablar al haber estado gritándoles como loca durante todo un partido.

Aunque a Holden le hablo demasiado y Connor todavía me saluda por los pasillos.

Por lástima, supongo.

—No mucho que digamos, solo a un par. ¿Por qué?

—Holden Gates está entre ellos, ¿no?

Me tenso un poco en seguida, temiendo que se trate de otra versión de lo que pasó con Isa, porque he decidido esperar a escuchar la suya.

Sin embargo, al ver la cara de Anne, me doy cuenta de que tiene una sonrisa algo soñadora, como... Como si le gustara.

Joder, no.

¿Qué se supone que le responda si me dice que le gusta?, "¡Genial, a mí también! ¡Dame cinco!"

—Sí.—respondo seria y con cautela.

—¿Te puedo pedir un favor?

No, no puedes.

—Sí.

—¿Podrías preguntarle si... Su amigo está soltero?

Inevitablemente, suelto un suspiro de alivio.

—¿Cuál amigo?

—Justin Bonet. El que tiene el cabello hasta la barbilla, con esos pequeños ojos cafés... ¿Sabes de quién te hablo? Escuche que ellos dos vivían juntos, pero nunca te he visto con Justin, solo con Holden.

Hago una mueca, recordando lo me contó el día que nos quedamos hasta el amanecer platicando en su casa, que Justin en momentos era insoportable por no poder mantenerlo dentro de sus pantalones.

—Por lo que sé, no está muy soltero que digamos, Anne.—digo para que no se hago muchas ilusiones.

—Lo sé, es un poco conocido que tiene encuentros de una noche —desestima rodando los ojos—, pero quiero saber si en verdad no tiene nada serio con nadie.

—Tengo entendido que no, aunque si quieres le pregunto a Holden para confirmar.

—Te lo agradecería mucho. Y no te preocupes, solo quiero saber si en verdad no está emocionalmente con alguien para poder invitarlo a salir.

Con honestidad, le aplaudo que sea ella quien lo invita a salir. Yo siento que jamás lo haría y no porque piense que ellos lo deben hacer, sino porque soy muy cobarde.

Me despido de ella prometiéndole que le avisaré lo que me responda Holden.

Al salir no los veo a ninguno de los dos, por lo que saco mi celular y le envío un mensaje a él.

¿Me dejaron? ¿Dónde están?

Granjerito: Nunca te dejaría.

Granjerito: Estamos esperándote en el estacionamiento.

Me dirijo a donde me indican y no tardo en encontrarlos, pues no hay muchos autos en el estacionamiento.

—Una de ustedes va a tener que ir en el asiento pequeño del medio... Al menos que quieras irte afuera, Madison.

Ella es la clara imagen de la indignación.

—¿Por qué sería yo la que se va afuera y no Phoebe?

—Derecho de antigüedad —bromeo yo—. Ya me he subido antes y tú no, así que me correspondería a mí el asiento.

—Pero yo soy su amiga desde antes que tú, tengo más antigüedad.—me sigue la broma.

Tiene razón, soy una entrometida.

—Yo digo que entonces enviemos a Holden a fuera y tú y yo adelante.

—Como si alguna de las dos supiera manejar —bufa él—. Solo era un decir, caben las dos perfectamente.

—Me pido la orilla.—dice Maddie dando la vuelta para subirse al asiento de copiloto.

Holden abre la puerta y me deja subir primero por su lado. No estamos tan ajustados, yo me siento bastante cómoda a decir verdad.

Durante el camino al departamento de Holden, vamos hablando sobre proyectos escolares y esas cosas. Yo soy una persona muy responsable y no soy tonta, pero Holden y Maddie son los promedios más altos de todo el curso, lo que me hace sentir un poco floja porque mientras ellos comentan sobre trabajos que ya acabaron, yo ni siquiera los he empezado.

Como siempre siendo buena, pero no lo suficiente.

—Aunque no creo que me vaya tan bien con la profesora Montgomery.—dice Maddie.

—¿Por qué no?

—¿Tienen una idea de lo difícil que es vigilar a dos personas que detestas sin parecer una acosadora?

—Creí que sería fácil, ellos están juntos todo el tiempo.

—Los he visto durante las clases, pero nada más. Son tan aburridos... ¿Cómo pudiste salir por un tiempo con Isa, Holden?

Lo volteo a ver y este aparta la mirada, encogiendo los hombros.

—¿Cuánto tiempo duraron?—no puedo evitar preguntar.

—Poco más de un año.—mustia.

Me siento francamente sorprendida ante su respuesta. Nadie dura tanto con una persona que no haya sido importante.

Se viven muchas cosas en un año.

¿Será normal sentirme algo celosa por ello? 

Es decir, sé que no están juntos ahora y que tal parece que no se toleran, pero esta sensación desagradable se instala en mi pecho al imaginármelos juntos, besándose, a él siendo dulce con ella... Ellos queriéndose.

Puedo ser algo dramática en ocasiones.

—Vaya...—susurra Maddie igual de sorprendida que yo.

—¿Por qué les asombra tanto?

—La verdad yo pensaba que había sido algo un tanto pasajero.

—Al principio lo era, se fue haciendo serio con los meses.

Yo solo me quedo en silencio, sin saber como participar en esta conversación. También sin querer hacerlo.

—¿La amabas?—pregunta ella y no sé si quiero escuchar la respuesta.

—No habríamos durado todo ese tiempo de no haberlo hecho.—confiesa estacionando el auto.

Me obligo a tragarme la bilis que me produce su respuesta. Es obvio que la amó, era su novia y es injusto que me sienta de esta manera cuando solo somos amigos y cuando sé que yo también amaba a Mark en su momento.

Bajamos de la camioneta de Holden y nos dirige a unas pequeñas escaleras. Subimos hasta el tercer piso, lo que después de un entrenamiento, no agradezco en lo más mínimo.

—¿Qué no funciona el ascensor?—jadea Maddie cuando hemos llegado mientras posa su mano a la altura de las costillas.

—No.

—Joder, voy a necesitar descansar por un mes después de esto.

Nos abre la puerta de su departamento y lo miro rápidamente. Hay dos puertas a mi lado derecho y un corto pasillo en el izquierdo. Al entrar está una cocina, dividida por una barra para dejar espacio a la sala.

Maddie se deja caer rendida en el sillón, respirando con problemas. Holden abre el refrigerador y me acerco a él.

—¿Y todavía lo haces?

—¿El que?—pregunta distraídamente.

—Amarla.

Que estúpida por preguntar eso.

Se incorpora con lentitud para verme con el ceño fruncido.

—Por supuesto que no —aclara—. En un inicio yo tenía un concepto diferente de ella y sí, no te voy a negar que me enamoré. Isabella es... extraña —dice con una mueca—. Es como si cada persona en su vida tuviera una versión diferente de ella, en un inicio me toco la buena, después la odiosa y al final una completa desconocida.

- -Pero si algo puedo asegurarte, es que yo ya no tengo sentimientos por ella... Al menos no positivos.

Asiento un tanto aliviada sin saber qué decir. 

Joder, es por esto que ya no quería estar en una relación de nuevo, al menos no pronto. Sigo siendo muy inmadura para ello.

Y eso que Holden y yo ni siquiera estamos en una relación.

—¿Sigo soñando?—se escucha la voz de Justin en la sala.

Holden rueda los ojos y se dirige hacia donde están ellos conmigo siguiéndolo.

—No, al menos que seas sonámbulo —es la respuesta de Maddie—. Holden, ¿me das algo de beber? Moriré de una deshidratacion.

—¡Yo te lo traigo!—se ofrece Justin en seguida.

Maddie y yo lo observamos totalmente extrañadas, eso es raro. Tomo asiento en un sillón y Holden se deja caer a mi lado.

—¡Joder, hermano! Te acordaste de mi cumpleaños. Me trajiste mi regalo, este sí me gusta.—dice a Holden mientras le da la bebida y se sienta muy cerca de ella.

—En primera —inicia Holden—, hoy no es tu cumpleaños. En segunda, una chica no es algo que se regale, Justin. Ni siquiera es un algo. No seas estúpi...

—Espera... Espera... —interrumpe Maddie— ¿Te has creído que yo era un regalo?

Justin se ve realmente nervioso y no es para menos, la mirada de ella me intimida hasta a mí.

—N-no, no es lo que yo quería decir.

—Pero es lo que diste a entender.

—Lo lamento, solo quería bromear.—intenta defenderse lanzándole una mirada de súplica a Holden, quien levanta las manos en señal de rendición.

—Las bromas deben ser graciosas para ambas partes —dice ya más tranquila—. Si es misógina, machista o insulta a un grupo de personas, no es una broma Justin, es una ofensa disfrazada.

Se hace un leve y tenso silencio en el que Justin mira a Maddie intensamente, embobado diría yo. 

Inmediatamente, me siento mal por Anne. Tal parece que si está interesado en otra chica.

Le hago una seña a Holden para que me diga que le pasa a su amigo porque comienza a sonreír como si le hubieran dicho algo bueno. Él solo niega.

—Tienes bonitos ojos.—suelta Justin de repente.

—Gracias.—responde para luego beber de su bebida.

—Ni siquiera te pregunte, Abú. ¿Quieres algo?

—Estoy bien así, gracias —le sonrío—. En realidad quería pregu...

—También tienes un bonito cuerpo.—me interrumpe el comentario de Justin.

—Déjala tranquila.—defiende Holden lanzándole un cojín que le da en el pecho, pero Maddie se encoge de hombros sin darle mucha importancia.

—Lo sé. Lo mismo opina mi novio. En especial cuando estoy sobre él... o debajo. Da igual, de cualquier manera me hace disfrutar.

Me veo obligada a morderme los labios para no soltar una carcajada. Holden si la permite salir brevemente mientras Justin se ve algo indignado.

—Yo también puedo hacerte disfrutar.—intenta y Maddie lo mira de arriba a abajo con detenimiento y una mueca de asco.

—Mi consolador y yo hacemos un mejor trabajo, créeme.—escupe con desdén.

—Oh, ¡En definitiva te amo!—no puedo evitar decir con una sonrisa, porque a mí me gustaría poder responder de esa manera, pero siempre me cohíbo. 

—Yo a ti.—me sonríe guiñando un ojo.

—Pues no soy celoso.

—Pero yo sí soy fiel —dice con una fastidio—. Holden, ¿Puedo usar tu baño?

Él le indica donde queda y en cuanto cierra la puerta, le lanza otro cojín a Justin. A mí también me parecieron sumamente desagradables sus comentarios, por lo que yo le aviento el último que quedaba.

—Aunque no lo parezca, sí duelen, Holden y Phoebe.—reprocha cuando el mío le da en el rostro.

—Déjala tranquila, Justin. Tiene novio.

—Y aunque no lo tuviera —agrego yo—, estuvo bastante claro que no está interesada.

Estoy siendo una matiche. A mí ni me hablaron.

Es sumamente frustrante que en ocasiones solo te dejan de molestar cuando dices que tienes novio. Como si pensaran que solamente deben respetarte por ser "la mujer de otro", pero no por el simple hecho de ser mujer, de ser persona.

—Es que en verdad me gusta. Me porté como un idiota, lo sé. Estaba nervioso.

—No me importa. Ya dijo que no. Yo la invité aquí, la estas incomodando y es mi amiga, así que respétala.

Él suspira y se deja caer en el respaldo del sofá.

Recuerdo lo que me pidió Anne. Tiene un crush con Maddie, de acuerdo, pero ¿no tiene citas ni nada?

—Si te gusta Maddie... ¿Entonces no tendrías una cita o saldrías con otra chica?—pregunto y siento a Holden tensarse a mi lado.

—Phoebe —dice con cautela—, estás muy guapa y yo podré ser un estúpido, pero me gusta creer que soy un buen amigo.

—¿Y eso que quiere decir?—inquiero con confusión.

—Que por muy linda que estés, no podría salir contigo.

¿Quién lo haría?

Ya basta.

—¡No preguntaba por mí! —me apresuro a aclarar, avergonzada.

—¿El primo de un amigo?—masculla Holden, y creo notar un poco de decepción en su voz.

—No. Solo quería saber por qué... —me detengo para no mencionar a Anne— Tenía la duda sobre si es incorrecto tener una cita cuando estás interesado en otra persona, eso es todo.

—¿Para qué quieres saber eso?

Piensa, Phoebe.

Una buena mentira, vamos, puedo hacerlo.

Miento en tantas cosas que sería raro que no pudiera con una más.

—Lo estaba discutiendo con una de las chicas del equipo de atletismo, ella decía que sí, pero yo pensaba que no.—aclaro a Holden

Me muerdo la lengua para no seguir hablando. Creo que fui convincente, al menos eso espero porque Justin no me interesa en ese sentido en lo más mínimo. 

—Sí, se puede. Aún no hay compromiso de por medio.—dice Justin y Holden bufa.

—Sí hay un compromiso. Incluso si no es uno muy claro. Pero cuando alguien en verdad te gusta y no es solo un crush pasajero, ni siquiera puedes pensar en salir con alguien más.—dice viéndome a los ojos.

Puedo comenzar a sentir la sensación de las mariposas formándose en mí estómago, hasta que mi propia consciencia se hace cargo de calmarlas de golpe.

Porque, quizá le gusto, pero ¿quién querría a alguien como yo?, ¿A alguien tan inestable?

No hay razón alguna por la que alguien me querría románticamente en su vida, soy un desastre con muchos problemas sin resolver.

No pienses en eso, vamos, no lo hagas.

Un desastre con VIH.

Si Holden sigue en mi vida, quizá es porque aún no lo sabe.

En cuanto se entere, se irá. Como todos lo han hecho.  Y no podría culparlo.

O se terminará cansando de mí, como lo hizo Mark.

Porque yo no valgo la pena, ya no.

No después de lo que hice.

Puedo entender que alguien quiera estar conmigo en un sentido sexual, que alguien me pueda llegar a desear o gustar de mí, pero es imposible que alguien quiera estar conmigo solo por lo que soy.

—¿Estás bien? Te pusiste seria de repente.

Me obligo a sonreír y asentir con la cabeza, aun cuando no quiero hacerlo. 

Aun cuando no estoy bien.

No puedo dejar que esto me pase de nuevo.

—¿Y pollito?—pregunto para intentar callar la molesta voz en mi cabeza.

No sé desde cuando, pero al menos en las últimas semanas no he podido callarla. Siento que si lo digo de esta manera, parezco una loca, es que no encuentro una mejor manera de explicarlo.

Se siente como si todo el tiempo tuviera que estar concentrada en ver una pared, como si ese fuera mi único trabajo y he logrado hacerlo por un tiempo, tanto que incluso ya veo esa pared más grande y llena de colores. 

Suena algo fácil, pero también es como si una voz, la propia voz de mi conciencia, me estuviera susurrando cosas.

Cosas en las que soy mala, o todos los errores que he cometido.

Como que soy torpe.

Insuficiente.

Débil.

Inútil.

Innecesaria.

Un estorbo.

Reemplazable.

Cuando son susurros, es sencillo ignorarlos, aun cuando no se alejan de mi cara. Pero de un momento a otro, los susurros se vuelven gritos y siempre soy tan débil que volteo.

Volteo, permitiéndome tener esas ideas a mi cabeza. Permitiéndome creerlas.

Y una vez que entran, por mucho que vuelva a buscar la pared que debo observar, ya no se puede. Porque en su lugar hay un inmenso vacío.

Nunca es fácil reconstruir esa pared, porque lleva tiempo y mucho esfuerzo mental, pero es tan frágil que se destruye con una ráfaga de viento.

—Hasta que preguntas por él, madre desobligada —bromea, o espero que sea una broma—. Está en mí recámara, vamos.

—¡Yo voy! Quiero ver su reacción cuando vea lo que hice yo.

—No. Tú te quedas, reflexionas tus actos y te disculpas.—ordena.

Lo sigo dejando a un muy confundido Justin. Siento que me perdí una parte de la conversación.

Holden me dirige por el pasillo hasta una puerta blanca. La abre y he de admitir que es justo como la imaginaba. Es una versión más pequeña de su otra habitación, solo que con una guitarra colgando en una de las paredes.

—¿Sabes tocarla?—pregunto señalándola.

—Un poco.—admite y me dirige de la mano hasta su escritorio.

Si supiera lo que tengo, ¿aún me tomaría de la mano?

 —Tenía algo de tiempo el otro día y Carina, mi jefa, siempre me regala cupones de descuento en cumpleaños y fiestas navideñas porque sabe que no tenía mascotas. Utilice todos ellos y le compré esto a nuestro pollito. Justin me debía un favor y como su papá es carpintero, nos ayudó... ¿Te gusta?

¿Qué si me gusta?

Me encanta, es asombroso.

Holden le ha construido en todo su escritorio, un corral que cubre a pollito. Dentro tiene comida, agua, algunas ramas y está un poco elevado, supongo que por el asunto de las eses. También tiene una placa con el nombre, aunque está chueca.

Él si es lo suficientemente capaz de mantener un pollito vivo por más de media hora, no como yo.

—Holden, esto es verdaderamente increíble —digo y me sonríe complacido—. ¿Qué fue lo que hizo Justin?

—La placa. Su padre y yo intentamos quitarla, pero nos reprochó por una hora y tuve que dejarla.

—Intentó ayudar —le aliento—. Yo solo le tengo una caja más grande lejos de Gus Gus.

—Es por ello que compré esto —menciona emocionando mientras se acerca a un costado de su cama—. Te lo puedes llevar en tu semana y lo usaremos cuando salgamos, claro, hasta que ya sea un gallo.

Me muestra una jaula para hámster de buen tamaño, adaptada con cosas y ramas para pollito.

Me mira a la expectativa, esperando una reacción de mi parte.

Yo nunca mereceré a un chico como Holden.

Siento que lloraré en cualquier momento, así que me acerco y le doy un abrazo que me responde torpemente por la jaula que aún tenía en las manos.

Porque lo necesito, en verdad lo necesito. 

Y supongo que ve que no tengo planes de alejarme pronto, porque deja la jaula en la cama para abrazarme con muchas fuerzas.

Porque no quiero hacerlo de nuevo.

No quiero perder otra vez.

Pero la pared ya no está.

—Abú, ¿Estás bien? ¿Quieres hablar?

—Estoy de maravilla, Holden. Solo quería abrazarte. Todo te quedo increíble.—respondo y una lágrima solitaria cae.

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Muchas veces estamos tristes. Una tristeza asfixiante y abrumadora que hace que solo queremos llorar sin que nadie nos diga nada, sin que nadie nos note siquiera. Pero, por alguna razón, no podemos expresarla de la manera correcta. Terminamos haciendo y diciendo cosas que no queremos hacer y decir. 

Entonces, las demás personas sienten que estás enojada o que eres agresiva.

Y quizá tienen razón.

—Deja de hacer caras porque esto no es mi culpa.—dice April con cansancio.

Volteo a ver la ventana del auto, voy extremadamente tarde y no creo que aun tenga mucho caso ir, a decir verdad.

—Es tu culpa. Pudiste avisarme antes que hoy tenía que irme a hacer estudios. También pudiste haberlos dejado para otro día.

Estaba casi lista para ir a patinar con Maddie, Holden, y Zack cuando April me dijo que ya era hora de ir a hacerme los estudios para confirmar que todo esté en orden. Que todavía soy indetectable. Sigo con medicamento, por lo que eso no va a cambiar. Pero la paranoica de mi madre necesita confirmarlo de vez en cuando.

Así que, voy casi una hora tarde porque había mucha gente en la clínica.

—Te avisé desde hace dos semanas. Además, eres una adulta. Puedes hacerte cargo tú de tus propias citas médicas.

—Tienes razón. No tuve madre los primeros quince años de mi vida, no la necesito ahora.

No quería decir eso. No siento eso.

¿Entonces porque lo dije?

April asiente y aparta la mirada, dolida. Me siento profundamente culpable, a pesar de que no dije nada que fuera mentira. 

—April...

—¿Cuándo harás cita con tu psicóloga? No lo has hecho desde que llegamos aquí y creo que te vendría bien.—dice con amabilidad mientras estaciona, haciéndome irritar más.

—La haré cuando lo necesite.—espeto bajando del auto.

Si me siento tan triste, ¿por qué no puedo solo llorar y dejar de ser grosera?

Joder, esta no soy yo. Ni siquiera me siento así.

Suspiro y me adentro a la pista de hielo. Al llegar veo a Maddie y un chico delgado, poco más alto que ella y con cabello ondulado, patinando torpemente con grandes sonrisas.

Pero no veo a Holden en la pista.

—Vaya. Te dignaste a venir.—dice a mi lado, sobresaltándome. Se está colgando la mochila al hombro y ya tiene puestos sus tenis.

—Tuve un contratiempo. ¿Ya te vas?

—¿Tuviste un contratiempo? ¿Eso es todo lo que dirás?

No por favor, hoy no.

—Eso es todo lo que paso. Escucha, lamento haber llego tarde, prometo que hice lo posible por estar aquí a la hora indicada.

—Ignoraste todos mis mensajes, Phoebe. Solo los leías.

Porque estaba demasiado ocupada sacándome sangre para que April me dejara tranquila.

Pero no puedo decirle eso, no puedo dejar que se aparte de mí desde ahora.

Que egoísta soy.

A esto me refería cuando dije que, al menos yo, no sé expresar mi tristeza de la manera adecuada la mayor parte del tiempo. Cuando llega al punto al que llego hoy, cuando los gritos de mi conciencia amenazan con reventarme el tímpano, vuelvo a ser la Phoebe con quince años que se acaba de enterar de que tiene VIH, vuelvo a ser la versión de mí que más he odiado.

Porque aunque justo ahora que sé que yo soy la única culpable aquí, soy también la que más molesta se siente.

—Mira —suspira intentando calmarse—, está bien, no pasa nada. Solo necesito saber que fue lo que paso, estabas entusiasmada porque te enseñara a patinar. Además de que estás rara desde hace unos días.

—No quiero hablar sobre ello —digo pasando a su lado y sentándome en la banca para ponerme los patines—. Solo vamos a patinar, ¿quieres?

—Phoebe —dice dejándose caer junto a mí—, sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto?

—¿Cómo tú lo haces conmigo al confiarme lo que sea que haya pasado con Isa?—reprocho y se tensa.

—No hagas esto.

—¿El que? Pedir que me des respuestas cuando tu también las quieres no me suena tan descabellado.

Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos.

—No. El tratarme de esta manera cuando no he hecho nada para merecerlo. Sé que aunque seas la persona más positiva y feliz que he conocido, también tienes días malos, también puedes despertarte molesta un día. Pero yo no tengo por qué pagarla.

Suspiro y busco en sus ojos un poco de calma, un poco de paz. 

—Solo no quiero hablar sobre ello ahora, Holden.

Asiente con cautela.

—¿Puedo abrazarte?—inquiere tímidamente y acepto enseguida.

Me acerca de los hombros y por alguna razón, como siempre que he podido estar cerca de él, encajamos de alguna manera. Como si estuviéramos hechos para estar unidos.

O es lo que quiero creer.

Me aparto cuando ahora sí siento que lloraré en cualquier momento.

—Me debo ir, nos vemos el lunes.

—Espera... ¿No se supone que nos enseñarías a patinar?

—Hace una hora, Phoebe. Ahora tengo unas cosas que hacer y debo irme.—recalca.

—¿No puedes quedarte otro rato?

—En verdad que no...—niega—. Lo siento.

Si puede, pero no quiere.

Está comenzando a huir de mí.

Como todos los que tienen el tiempo para conocerme lo hacen.

Ya lo cansé.

—Pues vete. En realidad no querías pasar el rato con nosotras, al final de cuentas.—intente que sonara como una broma, pero ha sonado como reproche.

—¿Qué quieres decir con eso?—cuestiona con el ceño fruncido.

—Básicamente, viniste aquí obligado, Holden. Solo recuerda como fue el día que te invitamos. Aceptaste para que te dejáramos de abrazar.—respondo encogiendo lo hombros y deseando terminar esta conversación porque en cuanto más hablo, más lo mando todo a la mierda.

—Ustedes no me podrían obligar a hacer nada, Phoebe. Si yo vine fue porque... —se detiene a pensarlo—, porque quise hacerlo.

—Si, claro.

Niega y mira hacia arriba antes de simplemente ponerse de pie y alejarse de mí.

—¿Por qué viniste realmente, Holden?—inquiero subiendo la voz, lo que hace que los otros dos se detengan para vernos.

—¿En verdad no sabes por qué lo hice?—masculla viéndome a la cara.

—No.

—¡Lo hice por ti! —grita— ¡¿Te crees que me apetecía venir a patinar con esos dos mientras se besan?!... Sin ofender—lo último lo agrega en su dirección.

—¿Por mí? ¿Por qué harías algo por mi?—digo irritada poniéndome de pie.

Por qué por alguien como yo.

—¡Pues porque me...! —se corta a él mismo con una mueca y suspira otra vez—. Me emocionaba y entusiasmaba creer que tú también estabas interesada en las cosas que a mí me gustan, como yo lo estoy por aprender las tuyas.

Inmediatamente me siento culpable de nuevo y busco las palabras adecuadas para disulparme, pero la voz me corta otra vez.

Quizá esto es lo mejor.

Si se aleja ahora que solo me gusta, no tendré que decirle la verdad.

No perderé a más personas por culpa del VIH, sino solo por la mía.

—¿Sabes algo, Phoebe? Avísame cuando querias que sea tu soporte y no tu saco de boxeo.—dice, cuando solo encogo lo hombros con indiferencia, saliendo del lugar.

Me limpio la humedad que se ha formado debajo de mis ojos. Vuelvo a tomar mis cosas para yo también irme a casa.

—Phoebe... —dice Maddie acercándose a la orilla de la pista que está a mi lado— ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

—Estoy bien —aseguro con una sonrisa—. April no debe estar muy lejos, así que me voy. Un gusto conocerte, Zack.—me despido apresurándome a la salida.

—¡Si me necesitas, no dudes en llamarme!—grita Maddie.

Afuera está nevando un poco, me recargo de la pared esforzándome por no llorar para marcarle a April, pero su auto se estaciona justo enfrente de mí.

—¿Qué hacías aquí?—digo al subir.

—Sé cuando mi hija no está bien. No digo que te desahogues conmigo, solo quería estar cerca en caso de que me necesitaras.

No respondo, durante todo el camino voy en silencio, dejando que cada vez la culpa y los pensamientos intrusivos crezcan más.

En cuanto April apaga el auto, me bajo y voy directo a mi habitación para cambiar de zapatos. Tras ponerme mis tenis, ato a Gus Gus a su correa y salgo con solo mi celular y una botella de agua para mi perro. 

Ignoro la mirada preocupada que April me da al pasar a su lado, ni siquiera estiro por mucho tiempo antes de adentrarme por completo al bosque. Volteo varias veces hacia atrás, porque siento como si alguien me estuviera siguiendo, pero supongo que solo es por todo lo que está pasando.

Acelero el ritmo, y mi perro, ya acostumbrado a esto, me sigue sin problema.

Debo hacerlo, lo sé. No es nada malo, pero de alguna manera lo siento como un fracaso.

Porque se supone que ya estaba bien. Que ya solo debía llamar de vez en cuando, mínimo una vez cada dos meses.

Al cabo de un rato de estar corriendo a toda velocidad por el bosque, siento mi corazón latir fuertemente. Gus Gus va emocionado a mi lado y yo no me detengo. No sé francamente que busco o espero encontrar, solo necesito pensar con claridad.

Pensar como lo había logrado hacer por el último año.

Cuando mis piernas ya no pueden más, me detengo para recargarme de un árbol y dejo salir las lágrimas y sollozos con libertad.

Arruine todo.

Lo perdí todo otra vez.

Le doy el agua a Gus Gus y me dejo caer en una piedra cercana. 

Me recuerdo que debo permitirme llorar, que es algo positivo dejarlo ir.

Así que lo hago.

Lloro y grito fuertemente porque tengo la seguridad de que aquí nadie me escuchará. Gus Gus se acerca a mi lado y me lame el rostro buscando calmarme. Mi perro está entrenado para ayudarme en los momentos de ansiedad, después de todo.

Pero hoy no es un ataque de ansiedad.

Hoy ni siquiera sé que sea.

Cuando logro calmar los sollozos y mis ojos se sienten algo adoloridos por el llanto, saco mi celular para hacer lo que se supone que tenía que hacer al llegar aquí.

Buenas tardes, consultorio de la doctora Rose Hale, ¿En qué le puedo ayudar?—dice la voz que me responde la llamada.

—Buenas tardes, soy Phoebe Blanchard... Su paciente... —suspiro y cierro los ojos haciendo lo posible por animarme—. Necesito una cita lo mas pronto posible, por favor.

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