El Siberiano de Génova ©

By autumn-may

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Millennia Blassone es una joven que cultiva flores. Un día conoce a Amos Valentini sin saber que será su futu... More

Advertencia
Herbario de Millennia
🐺Epígrafe🐺
🐺Sinopsis🐺
Prólogo 🐺 El comienzo de una nueva generación
1 🐺 Tratos y Pactos
2 🐺 El Siberiano
3 🐺 El encuentro inesperado
4 🐺 Acechos
5 🐺 Una realidad difícil de aceptar
6 🐺 Sueño
7 🐺 Engaños
8 🐺 Cara a cara
9 🐺 Comprensión
10 🐺 Confesión
11 🐺 La verdad salió a la luz
12 🐺 Cambios
13 🐺 Millennia: La Poderosa
14 🐺 Convivencia difícil y frenesí
15 🐺 Controlando el poder
16 🐺 Una visita inesperada
17 🐺 Una drástica decisión
18 🐺 No es el enemigo
19 🐺 Nuevos aliados
20 🐺 Descubriendo a la verdadera enemiga: Adrienna
21 🐺 Tratos y Pactos de las nuevas generaciones
23 🐺 El collar del Lobo Azul
24 🐺 El poder del collar del Lobo Azul
Epílogo 🐺 El comienzo de todo
🐺 Playlist 🐺

22 🐺 Al borde de la Destrucción

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By autumn-may

Colle di Creto

Una semana después...

Millennia fue la primera en salir del refugio subterráneo para ver cómo había quedado la zona y si había rastros de algún veneno que podría poner en peligro la vida de algún integrante de la manada. Amos la estaba vigilando desde abajo por las dudas porque no confiaba en que el territorio estuviera libre.

Mientras corroboraba todo, Adrienna apareció detrás de ella sorprendiéndola, la joven se dio vuelta por el ruido que había escuchado, pero no le dio tiempo a esquivar el cuchillo que tenía apuntándole a ella.

Las manos de la argentina atenazaron la muñeca de la mujer y comenzó a empujarla para que lo soltara y no continuara enterrando el cuchillo en su carne. Amos vio lo que estaba ocurriendo a través del monitor que Fabrizio tenía en el refugio y tuvo que intervenir para poner fin a la pelea.

—No vayas, ella se puede defender sola, mira —le señaló la pantalla para mostrarle la muñeca de Adrienna.

Arriba, ambas mujeres estaban en una disputa y la enemiga gritó cuando sintió la piel arder.

—¡¿Qué me has hecho?! —cuestionó mirando su muñeca y luego la miró a ella.

—Lo que te merecías —contestó con seriedad—. Deja de molestarnos, no tienes nada que hacer aquí. Te lo advierto que si sigues causándonos problemas te las verás conmigo y sabes bien que si quiero te destruyo.

Adrienna observó la piel que estaba con la misma tonalidad que la piel de Verita.

—La crema de mis manos tiene unas pocas gotas del veneno que les echaste a las armas blancas de Verita y Fabrizio, un poco más que ponga y tú te terminas envenenando. —Expresó con frialdad y sin emoción—. Vete de aquí y no te atrevas a volver, tampoco pongas un pie en el territorio de Amos —apretó los dientes y los labios e intentó quitarse el cuchillo.

Lo hizo y lo tiró al suelo.

—No creas que terminé contigo y con los de Fabrizio, y él.

—Si intentas algo, Amos no se quedará de brazos cruzados.

—Dañándote tengo el camino libre —respondió con sorna en su voz.

—Ni se te ocurra amenazarla, Adrienna —la voz del Siberiano se escuchó alta y clara detrás de ella.

La italiana se giró en sus talones para enfrentarlo.

—No tienes idea del poder que tiene, yo no me metería con ella.

—Escuché de eso, pero lo dudo —rio con burla.

Millennia comenzó a irritarse mientras se sujetaba la herida y la irritación fue en aumento a medida que pasaba el tiempo. El clima cambió de tal manera que comenzó a llover y los pinos empezaron a moverse agitadamente. La Estrella de Plata se estaba enojando y si su estado de ánimo aumentaba iba a ser un caos.

—¿Te das cuenta del tiempo? —preguntó Amos mirando a su enemiga—, es ella —señaló a su esposa.

—Imposible —volvió a reírse.

La chica acrecentó su poder y el clima se puso peor. No solo llovía y había viento, sino que comenzó a caer granizo y Adrienna vio el cielo gris plomo, y cómo un pequeño remolino en las nubes iba bajando y se manifestaba en las montañas como un terrible tornado.

—Millennia, si no frenas, acabarás con todo —se acercó su marido para avisarle de lo que ella misma estaba produciendo.

—¡No me importa! Se merece esto —gritó enardecida mirando a Adrienna y moviendo las manos para que el tornado fuera directo hacia la mujer.

Amos detuvo el tiempo y se puso frente a ella.

—No me debilites —le respondió y la chica se dio cuenta de lo que él había hecho.

—No te interpongas, debe tener su merecido. Si continúa va a acabar con todos ustedes.

—¿Y tú qué? —Le formuló haciéndole ver la herida.

—No es profunda y estoy bien. Yo me las puedo arreglar con ella, a mí ese veneno no me hace nada, incluso lo tengo en las palmas de mis manos.

—Lo sé, Fabrizio me lo hizo ver —admitió y giró la cabeza para mirar la muñeca de la mujer—. Bajemos, Millennia, te lo suplico —la observó con atención.

—Sabes que si quiero ese tornado se la lleva y la dejo en el medio de la nada.

—Pero para eso habrá tiempo, Adrienna se merece un escarmiento, pero no así.

La joven apretó la boca y sacó de una pequeña bolsa que tenía atada a su cintura un ungüento para contrarrestar la crema con veneno que tenía en sus manos.

Los dos caminaron hacia el refugio y cuando salieron de la vista de su enemiga, todo se había calmado y el tornado había desaparecido.

Adrienna quedó desconcertada y moviéndose en su eje sin comprender del todo lo que había sucedido.

En el refugio, Amos cayó de rodillas al suelo intentando recomponerse de lo que había hecho y Millennia le dio de beber un té de rhodiola para que pudiera recuperar las fuerzas y su energía también.

—Debes revisar esa herida por más poco profunda que sea, Mille —le acarició la mejilla mirándola.

—Lo haré, no te preocupes, trata de descansar un poco.

Amos solo asintió con la cabeza y se puso de pie para ir a acostarse un rato.

Mientras tanto, la chica quedó con los demás, cuidando de Verita y viendo cómo poco a poco iba recuperándose, y de Onice, que le había preparado desde hacía días atrás un líquido natural a base de plantas y flores para contrarrestar lo que le había pasado, y poniéndole su don también para tratar de volverla a su forma humana, algo que esperaba fuera posible.


🐺🐺🐺


Durante la noche y con la transición de la luna, Onice comenzó a perder el pelaje quedándose por completo con el cuero lobuno y al amanecer recuperó su forma humana, era muy temprano cuando despertó del profundo sueño y se sorprendió de verse de aquella manera después de años de haber sido una loba. Volvía a tener piernas y brazos, sus manos fueron a su propio rostro para tocarlo, inspeccionándose al detalle incluyendo los dientes, las orejas y la nariz. Sonrió de felicidad y se puso de pie, pero tuvo que sostenerse del respaldo de los pies de la cama para no caerse, estaba poco entrenada para caminar en dos piernas otra vez. Tomó la manta que yacía a los pies del lecho para tapar su desnudez y salió con lentitud, pero con paso firme sosteniéndose de donde podía.

Aún no estaban despiertos, pero eso no le impidió acercarse al hombre que estaba durmiendo en un cuarto alejado de los demás en una cama individual.

Fabrizio sospechó de que no estaba solo en aquel pequeño dormitorio y giró medio cuerpo para encender la luz de la lámpara que estaba sobre la mesa de noche, la vio perplejo del asombro y la reconoció en un segundo, no podía creer lo que estaba observando frente a sus ojos, se levantó de la cama poniéndose frente a la mujer que le llegaba a los hombros, aquellos ojos color ámbar y su pelo azabache eran inconfundibles para él, Onice. Su compañera, su amante, la mujer que había encontrado para que fuese su pareja de por vida estaba de pie frente a él como una humana de nuevo.

El hombre no pudo hablar, solo la abrazó y escondió la cara en su cuello volviendo a sentir otra vez el aroma natural de ella, ese que solo él podía oler entre miles y miles de personas.

—Fabri... —su voz sonó como una melodía y él lloró al escucharla después de tantos años.

—Onice —la sujetó de las mejillas y le dio un beso en los labios.

—Necesito una ducha —rio luego de separarse de su boca.

—La tendrás —sonrió y la llevó al baño que tenía la habitación para que pudiera bañarse con tranquilidad.

El hombre la dejó a solas y él salió del cuarto para calentarle un poco de té que había hecho la noche anterior Millennia.

A la joven la encontró leyendo una agenda personal y bebiendo una taza de té caliente.

—Buenos días, acabo de hacer té nuevo, el de anoche lo he tirado, es mejor renovarlo para que haga mejor su efecto, puedes dárselo.

Fabrizio frunció el ceño sin entender cómo lo sabía.

—Anoche le vertí un líquido dentro del recipiente donde estaba bebiendo agua. Dudaba que pudiera volver a su forma original, pero me equivoqué.

—Tienes bien puesto el título de poderosa y de Estrella de Plata, eres la legendaria de la nueva generación y no tienes idea lo feliz y emocionado que estoy, no tengo palabras para expresar lo que siento, solo te puedo agradecer y decirte que mi familia y yo estamos a tus órdenes —confesó con emoción en su voz y con lágrimas en los ojos.

—No tienes por qué estar a las órdenes mías, ni a las mías y ni tampoco a las de Amos, ni tú y tampoco tu familia. No hemos venido para obtener algo a cambio. Lo hice porque quise, nada más.

—Lo sé, pero yo quiero ofrecerles el apoyo de mi familia y mío. Has ayudado demasiado a los míos y a mí cuando estaba malherido a pesar de que a tu marido no le gustará ni un poco y eso para mí es suficiente.

—Entiendo, pero te aseguro que no tienes la obligación de hacer tal cosa.

—No será una obligación, te ofrezco el apoyo de toda mi familia y el mío, lo habíamos dejado claro antes de llegar aquí. —La miró con atención—, tú misma decidiste las reglas.

—De acuerdo, tienes razón —asintió con la cabeza también.

Millennia se puso de pie y habló de nuevo.

—Por nuestra parte ya hemos hecho lo que correspondía, es tiempo para que volvamos a la finca.

—De verdad, te lo agradezco —la tomó de las manos—, si necesitan ayuda o lo que sea, tan solo avísennos.

—Lo haremos, muchas gracias por el hospedaje a pesar de que no todos los miembros de tu familia nos hayan aceptado.

—No te preocupes por eso, ya se dieron cuenta que ninguno de ustedes dos eran un peligro, así que, está todo bien.

La chica solamente asintió con la cabeza dándole una sonrisa y se retiró de allí para avisarle a su marido que se irían de la cabaña, pero cuando abrió la puerta, él estaba por salir.

—Nos vamos, ya todo está arreglado aquí —sonrió y el hombre asintió con la cabeza.

—Te ayudaré a recoger tus cosas.

—Gracias.

Poco tiempo después y despidiéndose de los demás, sobre todo, de Verita y Onice quienes le agradecieron a Millennia todo lo que había hecho por ellas, la pareja se subió al coche y regresaron a la finca El Milenio Plateado.

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