Diario de una Campesina

By Chelitart

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Una mujer siempre ha querido tener un final feliz y casarse con su "Príncipe azul", y yo no soy la excepción... More

Prólogo
Fiesta Anual de la Risa
Antonio de Roma 1
Antonio de Roma 2
Noche en el bosque
Cumpleaños 1
Cumpleaños 2
El festival de las flores
Cena
Plática de hombres
Fiesta de las flores rojas
¿Qué es el amor?
Besos
Paseo
Mi cumpleaños
Huída
Camino y llegada
Organizando las cosas
Vida marital
La escuela
Feliz Primer Mes
La carpintería
Soldados
El médico
Regreso
Sótano
Hijos
Entrega
El Palacio
Savannah
Encuentro
Rávena
Inconsciente
Charla
Por los orígenes
Bendición
Familia
Regina
¿Aceptarías?
Llamado
El juicio
Sorpresas
Soledad
Caída
Epílogo I: Coronación
Epílogo II: Boda
Epílogo III: Siglo XXI

Muerte

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By Chelitart

-¡Felicidades, hija!- comentó mi padre en la mañana siguente. Le dije que estaba embarazada. Francisco estaba a mi lado mientras cargaba a los dos bebés, yo lo abrazaba.

-Felicidades, hermana...- dijeron Milo y Amara mientras comían. Regina no habló porque tenía la boca llena, pero me felicitó cuando pudo.

-Si me permite, señor, llevaré a su bella hija a comer fuera por celebración...- habló Francisco pidiéndole permiso a mi padre. Aunque estábamos casado, vivíamos bajo el techo de mi padre y Francisco le mostraba respeto y gratitud por dejarnos estar ahí con ese gesto.

-Claro, ve con ella a donde quieras. No necesitas pedir mi permiso, muchacho, eres su esposo...- dijo mi padre con una sonrisa para empezar a desayunar. Fran y yo salimos con nuestros bebés en brazos. Estábamos vestidos para comer en un lugar refinado, como aquella vez hace un año en mi cumpleaños, sin embargo, ahora estábamos vestidos como la realeza, pues teníamos la ropa de Fran, la que él, Aurora y los reyes les compraron a nuestros hijos mientras estuvimos separados, y los vestidos que la Princesa Margaret me regaló. Llegamos a ese lugar, pedimos una mesa y nos la dieron. Pedimos nuestro platillo y nos lo trajeron. Nuestros hijos estaban sentados en nosotros, Francisco II conmigo y Antonio con Francisco

-Mi amor- me dijo Francisco, lo miré -¿Qué tal si hoy en la noche salimos de paseo a recordar viejos tiempos?- me preguntó.

-¿Y dónde dejaremos a los niños?- pregunté dudosa.

-Dormidos, por su puesto. Saldremos, estaremos en el bosque y luego a pasear por el pueblo por una o dos horas máximo y regresaremos- tomó mi mano y la acarició. Seguimos comiendo y, al terminar, salimos del restaurante para pasear, pasamos por el campo de flores donde me propuso matrimonio. Todas las personas se nos quedaban viendo porque perteneciamos a la Realeza y porque nuestros vestidos eran más caros que los de ellos, me sentía rara.

-¡Qué bellos recuerdos!- dije al caminar por el rosal, Fran y yo sosteníamos nuestras manos mientras que, con el otro brazo, teníamos a nuestros hijos.

-Ja, ja, ja, sí- comentó mientras se reía -recuerdo a la correcta Savannah que no quería casarse conmigo porque me iba a casar con Aurora... Ahora estoy casado contigo y con tres hijos- besó mi mano -eres la mujer más hermosa y bella que he conocido. Eres perfecta...- recargó su cabeza en mi hombro. De vez en cuando hacía eso. Me gustaba.

-Pero en ese tiempo no sabía lo que era mejor, pensaba que teníamos que cumplir responsabilidades dejando atrás nuestros sentimientos, ahora veo que el segundo es más valioso que el primero- besé su cabeza mientras continuamos nuestro paseo. Al llegar medio día regresamos caminando a mi casa. -Padre ya llegué- avisé al abrir la puerta con mi llave. No pude hablar, se me formó un nudo en la garganta -¡Padre!- grité mientras iba hacia él. El bebé que tenía en manos lo tomó Fran.

En mi casa habían tres soldados, uno alado de mi padre y otros dos en una esquina. Estaban muertos, pero mi padre estaba agonizando. Tenía un hueco enorme en el estómago, algunas viceras estaban fuera de él. Me vio y sacó lágrimas. -Hija, mi bella hija Savannah- extendió su mano, se la tomé mientras lloraba a gritos por lo que veía. Francisco, quien tenía a los dos bebés, quiso ir a ver a mi padre, pero primero dejó a los niños en nuestro cuarto.

-Padre, todo saldrá bien, es cosa que te llevemos cargando hasta el barbero para que te opere. Vivirás- mis ojos estaban llenos de lágrimas, me las tuve que quitar para ver bien. Llegó Francisco y se acercó a nosotros, se agachó y me abrazó.

-Hija, tengo casi quince minutos así. Estoy agonizando desde hace rato, mi corazón está acelerado por la sangre perdida. Milo salió muy herido, se fue con Regina y Amara porque lo obligué. Él es joven y tiene mucho por qué vivir, al igual que ellas. Y tú, hija, estás en perfectas manos...- miró a Francisco -Hijo- era la primera vez que mi padre usaba ese término para Francisco desde que supo que era Príncipe -cuídala mucho, y a tus hijos, estoy dando la vida por ustedes...- mi padre empezaba a cerrar los ojos pero los abría lo más que podía para vernos unos momentos más. Lloraba, Francisco quiso mantenerse fuerte, no lloró pero me abrazó con más fuerza.

-Señor, le prometo que si muere, no será en vano. El Rey sabrá de las consecuencias de sus actos.

-Solo te pido que la protejas, también a tus hijos...- mi padre me miró por última vez -... Savannah, mi pequeña y más fuerte hija...- tomó mi rostro mientras se le caía una lágrima -... me alegro que seas feliz, era todo lo que queríamos tu madre y yo, tu felicidad...- su mano se cayó y sus ojos se cerraron lentamente. Me quedé paralizada por unos segundos, en ese pequeño lapso de tiempo, Francisco me abrazó fuertemente y me hundió en su pecho. Grité, grité tan fuerte que me raspaba la garganta.

-¡Padre!- mi pecho y garganta ardía de tanto gritar -¡Papá, no te vayas, tú no!- tomaba a Francisco con mucha fuerza, creo que hasta le enterraba mis uñas -¡Papá!- susurré -¿por qué?, ¿por qué se lleva a mi familia?- hablé refiriéndome al autor intelectual del acto, o sea, el Rey, mi suegro.

-Savannah, te juro que vengarás su muerte muy pronto- me dijo Francisco mientras manifestaba enojo. Me abrazaba y estaba en mi dolor, pero algo planeaba.

-¡Quiero que muera, quiero que muera ya!- gritaba enojada, ya no soportaba la idea de que mi padre y mi madre murieron por causa del Rey, mi suegro que quiere matar a sus propios nietos,

-Yo también, aunque es mi padre, no soportaré más sus juegos- Después de llorar por una hora, llamé a unas personas para que limpiaran la casa, no podía estar ahí, me encerré en mi cuarto mientras Francisco le daba indicaciones a la gente de cómo iban a acomodar las cosas.

Me acosté en mi cama mientras abrazaba a mis hijos. Analizando la situación, concluí que mi padre murió porque no estábamos aquí, él nos defendió y sufrió mientras nosotros comíamos y paseábamos felices. Él literalmente dio su vida por la de mis hijos. Francisco entró a mi cuarto, de quedó en la puerta, no dio pasos de más.

-Mi hermosa Savannah, ya terminaron de limpiar. El cuerpo de tu padre lo metieron en un ataúd, quieren saber cuándo se enterrará- no respondí. No quería tomar está decisión sola, mis hermanos no habían llegado. Fran se acercó y se acostó alado mío, me abrazó. Me volteé hacia él y lo abracé mientras mis lágrimas caían -Preciosa, ¿sabes que eres más hermosa cuando ríes que cuando lloras?- me dijo, suspiró al no ver ningún tipo de repuesta en mí -Sé que no comprendo lo que sientes, si te dijera que "sufro en tu dolor", mentiría porque mis padres están vivos...- acariciaba mi cabeza -... ¿Pero sabes qué? Iremos al Palacio mañana para enjuiciar a mi padre de nuevo, en este caso, si es posible, que lo manden al calabozo de vida. No es justo que mate a las personas porque sí.

-Fran, quiero matarlo- lo miré. -Sé que es tu padre y que no me perdonarás por lo que digo, pero lo quiero ver muerto. Ya mató a mi madre y acaba de matar a mi padre al buscar a nuestros hijos. No se detendrá hasta que lo consiga. ¿Qué tal si ese día es mañana?, sufriré más que ahorita- dije entre llantos. Fran besó mi cabeza, no dijo nada. Se levantó y se fue con las personas a hablar. Era obvio que no iba a decir nada, deseaba la muerte de su padre: Aunque Francisco vea todo lo que el Rey hace, siempre, muy en el fondo, lo querrá porque es su padre.

Unos minutos después se escuchó un gritó desgarrador. -¡Padre!- el gritó era de Amara. Me levanté y salí a verla. Yo ya lloré, debía ser fuerte para mis hermanos, siempre debía serlo. La vi, Milo la abrazaba; Regina solo lloraba mientras sostenía la mano de mi hermano y con la otra sé tapaba el rostro. Fui a verla, me vio y se enojó -¡Padre y madre están muertos, los dos fallecieron por una constante presente, tú!- me gritó Amara mientras me señalaba, abrí los ojos, los cuáles, empezaban a humedecerse.

-Esto no fue mi culpa...- dije en voz baja.

-¡Claro que lo es!- se acercó a mí -mamá murió porque la persona que le había donado gran parte de la tela para tu vestido, era la misma mujer que la denunció!- me empujó, Francisco quiso intervenir.

-Amara, vamos, cálmate y relájate, después hablarán- Francisco trató de interponerse entre las dos, se paró frente a mí con los brazos extendidos, pero Amara lo ignoró y caminó alado de él, volvió a empujarme. Me pegó contra la pared.

-¡Ahora papá está muerto porque no seguiste las normas!- me cacheteó. No le decía nada, tiene razón al estar enojada. De mis ojos salían lágrimas, no me atrevía a mirarla, hasta cierto punto, yo era la culpable, aunque sea indirectamente. Muy en el fondo sabía que era consecuencia de cosas que hice en el pasado, pero no quería aceptarlo -¿Qué te costaba decir "no me casaré con usted, Príncipe" y cerrar las piernas! Eres egoísta, siempre lo haz sido- levantó su mano para cachetearme, esperé el golpe pero no llegó. Levanté la vista, vi a Francisco deteniendo su mano -¿Solo porque es el Príncipe y el futuro Rey cree que tiene autoridad en esta casa?- lo miró con rabia. Zafó su mano de la de Francisco, pero ahora Milo la detuvo de volverme a pegar -¿Tú también?

-No es momento de hacer esto, Amara- contestó mi hermano con voz gruesa y seria. Mi hermana, quién había calmado sus lágrimas, volvió a llorar. Mientras esto pasaba, Francisco se puso a mi lado, me abrazó y yo a él.

-¿Vas a perdonar así de fácil la muerte de nuestro padre?, no hubiéramos huído y pasado hambre en el bosque si no fuera por ella, mi padre no hubiera adquirido cicatrices y quemaduras, ¡él no hubiera muerto por ella!- Milo la cacheteó suavemente a manera de que se calmara, ella solo peló los ojos y abrió su boca, se veía más molesta.

-Amara, cállate, hay gente aquí que está limpiando. Nos pondrás en vergüenza, más de la que Savannah nos ha provocado- dijo Milo entre dientes. Me miró y caminó hacia mí, todavía tenía su mano agarrada con Regina -por obvias razones, entenderás que ya no podrás estar aquí, ni a ti ni al Príncipe. Pueden dormir hoy en la casa, pero mañana al amanecer, se van. No los quiero ver en mi casa hasta que sus asuntos se arreglen con el Rey- me habló seriamente.

-Milo, cariño, ¿no crees que estás siendo muy d...?- le habló Regina, pero él no dejó que terminara de hablar.

-¿Duro con mi hermana mayor? Sí. Ella se lo buscó. Hoy fue mi padre, mañana Amara o tú- hablaba mientras la miraba, además, tocó levemente su vientre. ¿Milo será padre? -No quiero más muerte. Ahora, por derecho a ser el único hombre de la familia, soy el dueño de ésta casa y digo quién se queda o quién se va- me miró. No le importó que Francisco estuviera ahí -agradece que, por el Príncipe, te doy la oportunidad de dormir aquí hoy, si no fuera por él, te hubiera corrido de una vez. No quiero que uses nada de ésta casa, solo el agua que puedas sacar del pozo- caminó a su cuarto con Regina, se encerró sin antes decirles a los que estaban limpiando la sangre y los cuerpos que enterraran a nuestro padre de inmediato. Segundos más tarde, salió de su cuarto y, con Regina y Amara, fueron al cementerio. "No quiero verte allá", me dijo antes de salir.

Cuando ellos salieron, al igual que las personas que hicieron la limpieza, me solté a llorar con la misma intensidad de hace una hora y media -Ya, mi amor, tú no eres la culpable de nada de lo que pasó...- Francisco me abrazó mientras me tiré al piso a llorar.

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