Diario de una Campesina

By Chelitart

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Una mujer siempre ha querido tener un final feliz y casarse con su "Príncipe azul", y yo no soy la excepción... More

Prólogo
Fiesta Anual de la Risa
Antonio de Roma 1
Antonio de Roma 2
Noche en el bosque
Cumpleaños 1
Cumpleaños 2
El festival de las flores
Cena
Plática de hombres
Fiesta de las flores rojas
¿Qué es el amor?
Besos
Paseo
Mi cumpleaños
Huída
Camino y llegada
Organizando las cosas
Vida marital
La escuela
Feliz Primer Mes
La carpintería
Soldados
El médico
Regreso
Sótano
Hijos
Entrega
El Palacio
Savannah
Encuentro
Rávena
Inconsciente
Charla
Por los orígenes
Bendición
Familia
Regina
¿Aceptarías?
El juicio
Sorpresas
Muerte
Soledad
Caída
Epílogo I: Coronación
Epílogo II: Boda
Epílogo III: Siglo XXI

Llamado

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By Chelitart

-Me encantas- dije mientras planté un beso en sus hermoso pectorales, lo miré -también quiero tener más hijos contigo, pero ahorita no creo que sea el momento adecuado...- hablé mientras estábamos en la cama, mi padre seguía afuera de compras y mi hermano hablando con Regina.

-¿Por qué?- me preguntó extrañado.

-Recuerda que en cualquier momento tu padre te llamará a juicio, no sería bueno para mí ir y venir con un bebé en el vientre, tampoco no creo que sea conveniente para ti. Ya tenemos dos y uno más sería más preocupación para el Príncipe. Ahorita tienes que enfocarte en ganarle el juicio a tu padre para que seas el Rey que quieres ser...

-Por mí no te preocupes, amor, los cuidaré a todos y me preocuparé con gusto- besó mi cabeza -te ayudaré con todo cuando no puedas hacer nada, ahora sí estaré contigo- me miró con los mismos ojos de siempre, sin embargo, ahora tenían más brillo. Él quería apoyarme y ayudarme en todo lo que no pudo hacer hace meses, mi querido Francisco sufrió mucho estando en el calabozo, nunca le he querido preguntar sobre el tiempo que pasó ahí, siento que no podré soportarlo, lloraré. Ya no quería recordar esos tiempos.

-Amor...- fue todo lo que dije pero en tono triste. Él entendió todo lo que yo le quería decir con solo esa palabra. Me besó los labios.

-Así es, no estuve contigo cuando Francisco y Antonio nacieron, pero si llegáramos a tener otro hijo, estaré a tu lado desde el inicio hasta el final, como debe de ser...

-Fran, olvida eso- le dije -Tu estabas allá en el calabozo y yo en el sótano de esa casa, no podíamos estar juntos, es comprensible...

-Pero imperdonable- me seguía viendo, sus ojos mostraban una tristeza, no pude más y lo abracé con todas mis fuerzas para evitar pensar en ello.

-Fran, deja de pensar en eso, ya estamos juntos, estamos los cuatro en familia, como debe de ser. Es perdonable lo que pasó porque no fue intencional, estabas soportando los golpes y castigos que te daba tu padre. Si desistías, nuestros pequeños podían morir. Eso es valiente de tu parte, justifica todo el tiempo que estuviste ausente- sonreía mientras lo veía -¿sabes qué?, hay que hablar de otra cosa...- comencé a besar su cuello con suavidad, él se puso nervioso y rojo.

-¿De qué quieres hab... hablar?- tartamudeaba.

-No sé, de lo que sea menos de esos momentos, piensa...- contesté -... piensa antes de que vengan Milo y mi padre...- así es, había pasado como una hora desde que ambos habían salido, no sabía dónde estaban ni me interesaba, ese momento quería estar con mi esposo a solas.

-Savannah, me gustas mucho- sus manos empezaron a tocarme.

-Yo te amo demasiado- dije. Aceptaba todo lo que él hacía con sus manos, sus caricias eras perfectas, sus manos encajaban en mi cuerpo, no había problema alguno con la posición de sus manos, nunca me lastimaron. Sus labios entraron en acción, pero tocaron la puerta principal -Ya llegó...- suspiré.

-No sé de quién hablas- Francisco trató de hablar, también comenzaba a jadear.

-¿Y si dejamos ésto para otro día?- dije mientras me levantaba -le podremos pedir a mi padre que cuide de los niños mientras nosotros salimos a "comprar"- dije pícara.

-¿Me lo prometes?- preguntó Francisco sin despegar la vista de mi desnudo cuerpo.

-Sí, su Magestad...- dije antes de tomarle la cara y besarlo. Me vestí rápidamente y abrí la puerta. Era Milo, estaba feliz. -¿Qué haces aquí?, ¿no estabas con Regina?- pregunté un poco molesta por interrumpirnos.

-Gracias Savannah, yo también me preocupé porque era de noche y tardé dos horas en regresar...- entró a mi casa. ¿Habían pasado dos horas?, yo creí que una -¿Por qué Francisco y Antonio están en mi cuarto?- preguntó, me puse roja.

-Francisco y yo estábamos arreglando unas cosas de nuestro cuarto, no queríamos despertarlos y los trajimos aquí...- mentí, claro que no le iba a decir a mi hermano menor que acabo de acostarme con mi marido.

-Ah- fue todo lo que dijo. Francisco salió de la habitación vestido con su cabello alborotado. Se veía guapísimo, mordí mis labios inconcientemente.

-¿Cómo te fue con Regina?- Francisco le preguntó a mi hermano mientras caminaba hacia mí, tomó mi cintura y me abrazó con esa misma mano.

-Bien...- se sonrojó - ... ella está esperándome afuera...

-Dile que pase, no quiero que se resfríe- le dije preocupada.

-No, ya nos vamos...- entró a su cuarto y salió rápido, tenía dos bolsas consigo.

-¿A dónde van?- pregunté.

-A Rávena, nos casaremos allá- fue hacia mí y me abrazó -gracias por todo, Savannah- se separó de mí y se despidió de Francisco.

-A ver, espera un segundo, ¿ya se van a casar?- todavía no me creía nada de lo que escuchaba y pasaba.

-Sí, su madre se gastó todo el dinero que le di, ahora busca prostituirla de nuevo, discutí con ella y saqué a Regina de su casa, nos vamos antes de que ella le avisé a alguien más y la ayude a alejarla de mí...- contestó serio -Si me caso con ella cuanto antes, su madre la dejará de molestarla...

-Milo...- me acerqué para abrazarlo. Él no era el mismo de hace un año.

-Después nos abrazamos, Savannah- fue a la puerta -tengo que casarme con Regina, despídeme de padre. Gracias por todo, a los dos- cerró la puerta y, unos segundos después, se escuchó un caballo que corría a toda velocidad. Se alejó.

-No creí que Milo lo hiciera- comentó Francisco.

-Ni yo, es otro. Si me dijeran que es el Milo que creció conmigo, no lo creería...- sentí las manos de Francisco por mi espalda -Fran...- me puse roja y nerviosa.

-Te dije que te necesito, te advertí unos días antes de nuestra boda que quería más de ti...

-Fran, estamos en la sala, no podemos...- me interrumpió.

-No es la primera vez que lo haremos en la sala...- empezó a besar mi cuello mientras desataba  mi vestido -... Sé que te gusta ésto...- su besos bajaban a mi espalda. Me volteé para abrazarlo y besarlo; la pasión llegó pero fue interrumpida por la puerta.

-Savannah, hija, ya llegué. Abre la puerta, tiene llave- Mi papá estaba tocando la puerta. Francisco me soltó rápidamente, me volteó y acomodó mi vestido. Me reí. Esta escena pareciera a que el novio y la novia quisieran tener relaciones antes de la boda cuando están solos en casa, pero llega los padres de la novia y todo vuelve a la normalidad aparentemente, pero el novio y la novia están nerviosos.

-Allá voy, padre- dije en voz alta mientras Francisco me acomodaba el vestido. Terminó de hacerlo y plantó un beso en mi cuello, fui a la puerta y la abrí -Hola, Padre- dije.

-Hola, hija...- entró con su silla de ruedas -... Espero haberles dado tiempo suficiente para hacer sus cosas- me puse roja, sabía a qué se refería.

-No sé de qué cosas hablas, padre...- mentí.

-Claro que sabes, un hombre y su esposa no pueden vivir sin...- hizo una pausa, era muchísimo mas obvio a lo que se refería -... casi un mes- me puse más roja ante lo que dijo, vi a Fran y él estaba igual, rojo -bueno, y a todo esto, ¿dónde está Milo?

-Él se fue- contesté.

-¿Cómo que se fue?- mi padre estaba desconcertado.

-Sí, él y Regina escaparon de Roma- habló Francisco mientras se acercaba a nosotros -al parecer, la madre de Regina quería volver a prostituir a su hija para obtener más dinero, pero Milo se fue con ella para casarse en Rávena- Fran tomó mi mano con cariño, la acariciaba.

-¿Pero no se podían haber casado aquí?

-Tal vez, pero se fue de Roma para que su madre deje a Regina en paz. Uno no sabe cómo pueden actuar las personas, y más si venden a sus hijos...- terminó de hablar mi amado.

Esa noche, mi padre se quedó con los niños en su cuarto mientras que Francisco y yo platicamos y nos hacíamos cosquillas el uno al otro en el nuestro. Me gusta a estar así con él, solos.

Al despertarme alado de mi esposo, me giré para mirarlo y a contemplar su belleza física, era guapísimo, no entendía ni comprendía cómo pude vivir toda mi adolescencia e inicios de juventud sin saber lo que tenía como amigo. Me acerqué, vi sus alborotados cabellos ondulados oscuros, tomé uno y enredé mi dedo con de ellos, lo desenredé, él despertó al terminar de hacerlo. Me vio y sonrió.

-Buenos días, guapo- dije al sonreír y seguir jugando con sus cabellos. Se acercó, tomó mi mejilla y me besó.

-Buenos días, preciosa- dijo al terminar de besarme. Él me miraba fijamente mientras mantenía su sonrisa. Alcé una ceja.

-¿Qué pasa?- me puse boca abajo con la cabeza girada, la recargué sobre mis brazos doblados en la cama. Mi cabello alborotado se puso alado de mi cara. Francisco se limitó a reír. Insistí que me respondiera con mi mirada.

-Eres bellísima, la mujer más hermosa del mundo- me puse roja -inclusive sin maquillaje y sin arreglarte, como ahora; tu belleza me deslumbra- Con sus manos, quitó los mechones de cabello que tapaban mi cara y los puso detrás de mis orejas. -Gracias a Dios que hiciste "trabajos de hombres" y los hombres no se acercaban a ti, porque si lo hubieran hecho, me hubiera metido en problemas por golpear a cualquiera que quisiera propasarse contigo- volvió a besarme, está vez los dos estábamos rojos. Me puse encima de él, los besos comenzaron a ser apasionados. Íbamos a proceder a hacer lo que hacen las personas adultas cuando se aman mucho, pero el llanto de uno de nuestros bebés nos interrumpió

-¡Los niños!- dije para levantarme, él también se levantó y se vistió. Me vestí y salí al cuarto de mi padre, él no estaba, había dejado una nota. Sí, una nota, le había enseñado a escribir a mi padre en este pequeño tiempo que había estado aquí. Tomé la nota y a mis hijos, los llevé afuera.

-¿Tu padre no está?, ¿está durmiendo? preguntó Francisco al ver que mi padre no salía conmigo.

-No sé, dejó está nota- le dí la nota. Mientras esto pasaban me di de comer a mis hijos, a ambos al mismo tiempo -... ¿Qué dice?- pregunté mientras buscaba un lugar donde sentarme. Fui al sofá.

-"Hija, iré a comprar verduras y leche para ustedes, hice el desayuno, cuando te levantes puedes calentarlo y comerlo junto al Príncipe. No creo tardar mucho, estaré de regreso en una hora. Atentamente, tu padre"- dijo Francisco al leer la nota -calentaré la comida- fue a la cocina, buscó la comida y la tomó -está caliente, tu padre se fue al menos, hace diez minutos- dijo -te serviré un poco de verduras cocidas- mencionó lo que cocinó mi padre. Fran tomó dos platos y sirvió un poco de verduras en cada uno, tomó pan y lo puso en al otra mitad del plato, de tomar, me dió jugo de naranja. -Permíteme, amor...- no terminó de hablar, tomó a un bebé, al separarlo de mí, el pequeño comenzó a llorar.

-No ha terminado de comer- dije mientras extendía mi brazo para que me lo diera, él negó la petición -seguirá llorando, dámelo.

-No. Debes comer primero y tomar líquidos para que produzcas más leche- dijo. Tenía razón, ya no tenía leche, se acabó y nuestros hijos querían más, pero no los separaba de mi porque iban a llorar -te ayudo a acomodarte el vestido para que comas, luego te los vuelvo a dar- acomodó mi vestido y tomó a ambos bebés, ellos tenían hambre pero Fran los arrullaba, eso los calmaba.

Comí tan rápido como pude, mientras lo hacía, veía a Francisco con los bebés, ellos sabían y reconocían quién era su padre. Me gustaba verlo con los niños. -Nunca imaginé que fueras un gran padre...- dije al levantarme.

-No creo serlo, solo trato a nuestros hijos como me hubiera gustado ser tratado- sonrió al verlos -Son bellísimos, como su madre- me miró, yo estaba lavando los platos que usé, pero de la nada sonó una trompeta frente a la casa.

-¿Quién será?- pregunté al dejar los platos como estaban, fui por mis hijos que estaban en los brazos de su padre.

-No sé, iré a ver- me dio a ambos niños y empezó a susurrar -prepárate, si es algo de mi padre, trataré de distraerlos mientras huyes con los niños hacia el bosque, ten tu arco y flechas a la mano. ¿Entendido?- afirmé. Tenía un pie en la sala y otro en el patio, tenía ubicado mi arco con la vista. Francisco abrió la puerta, habían como siete soldados, uno con una trompeta, otro con un rollo de papel y los demás con armas. Francisco iba a hablar pero no lo dejaron. El que tenía el rollo de papel lo abrió y leyó.

-Por órdenes del Rey, el Gran Teodoro, venimos a informarle a usted, Príncipe Francisco, que se espera que, acompañado de su familia, si así lo desea, vaya a Rávena, a la Corte Real, el vigésimo quinto día de este mes. Se esperará su asistencia al medio día para poder discutir sobre el tema de que si es digno o no de tomar el puesto de futuro Rey. Si no asiste o es impuntual, se creerá que niega el puesto de inmediato y el cargo lo tomará el Príncipe Brad- terminó de leer el papel -el Rey está delicado de salud, sin embargo, se realizó la petición que usted hizo, se consiguió a un juez de otro Reino, uno imparcial a quien no se le decapitará si condena al Rey o no. Es todo de nuestra parte, buen día- ellos se fueron. Mi padre, quien venía por detrás y vio todo, entró corriendo a mi casa en su silla.

-Príncipe, Savannah, ¿qué pasa?- preguntó mi padre estando en la puerta, buscaba respuestas a una de sus múltiples preguntas.

-Tenemos que ir a Rávena ahora- dijo Francisco al cerrar la puerta detrás de mi padre -Amor- me llamó, lo vi -prepara la comida y a los niños. Yo alistaré al caballo, empacaré y ayudaré a tu padre. Nos vamos en la tarde- fue todo lo que dijo antes de ir al patio por el caballo.

Me encerré en mi cuarto mientras terminaba de darle de comer a mis hijos, al finalizar, salí a la sala de estar y los dejé jugando, mi padre los vigilaba. Fui a la cocina y preparé caldo de verduras, aparte asé carne. Eso nos debía alcanzar para los tres o cuatro días de camino. Tomé mucho pan y lo metí a un saco, al igual que el caldo y la carne. Para tomar, fui a comprar dos litros de leche, así como tres cantimploras, guardé agua en ellas. Al terminar con la comida, fui a mi cuarto y me puse ropa cómoda, la demás la estaba empacando mi esposo, él ya estaba vestido. Fui por mis niños y los vestí, los arropé lo más que pude, en las noches hacía mucho frío en el bosque, no quería que se de enfermaran.

Estaba anocheciendo, mis hijos, Francisco, mi padre y yo ya estábamos listos, al igual que el caballo con la carreta y equipaje, la carreta tenía unos ajustes porque la usábamos mucho para ir a comprar. Francisco y mi padre estaban acomodando el equipaje mientras que yo estaba sentada en la carreta con mis bebés, ellos estaban despiertos y jalándome el cabello, jugaban con él, los regañaba porque me lastimaban. Francisco ayudó a mi padre a subirse, luego se subió él y nos fuimos.

Durante el trayecto, el frío fue soportable, por lo que mis hijos y mi padre no tuvieron complicaciones.

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