Diario de una Campesina

By Chelitart

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Una mujer siempre ha querido tener un final feliz y casarse con su "Príncipe azul", y yo no soy la excepción... More

Prólogo
Fiesta Anual de la Risa
Antonio de Roma 1
Antonio de Roma 2
Noche en el bosque
Cumpleaños 1
Cumpleaños 2
El festival de las flores
Cena
Plática de hombres
Fiesta de las flores rojas
¿Qué es el amor?
Besos
Paseo
Mi cumpleaños
Huída
Camino y llegada
Organizando las cosas
Vida marital
La escuela
Feliz Primer Mes
La carpintería
Soldados
El médico
Regreso
Hijos
Entrega
El Palacio
Savannah
Encuentro
Rávena
Inconsciente
Charla
Por los orígenes
Bendición
Familia
Regina
¿Aceptarías?
Llamado
El juicio
Sorpresas
Muerte
Soledad
Caída
Epílogo I: Coronación
Epílogo II: Boda
Epílogo III: Siglo XXI

Sótano

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By Chelitart

Pasaron unos minutos y se escuchó la voz de un hombre en la plaza, era Francisco que llegó con el caballo. Lo vi de lejos por las ventanas del sótano y guardé esa imagen de él, no quiero y no debo olvidarlo. Traía la misma ropa con la que me había dejado en éste lugar: una camisa y playera de tela marrón, unos zapatos negros y el cabello alborotado. Sus ojos azules reflejaban odio y enojo. La gente salió a ver su llegada, parecía que era una obra de teatro por el interés que reflejaban.

-¡Suéltalos!- Fran le ordenó desafiantemente al Rey mientras lo apuntaba con su espada. El Rey, quién estaba sentado en su trono a un lado de la plaza con varios soldados por detrás, se indignó ante la acción pero, al verlo vestido, se rió, su risa era detestable.

-De acuerdo, Francisco- dijo después de reírse con los soldados -solo por qué me hiciste reír con tus trapos- chasqueó sus dedos y el verdugo soltó su hacha, tomó a mi padre y a mi hermano, quienes estaban atados de pies a cabeza, y los aventó a un lado de la plaza, lo mismo hicieron con mi hermana -Agárrenlo- ordenó el Rey. En un instante, varios soldados le quitaron la espada a Francisco y tomaron sus brazos para evitar que se escapara, Francisco no puso resistencia alguna, él no quería más problemas para que nuestro hijo y yo no salgamos perjudicados -Antes de mandar a mi propio hijo al calabozo, quisiera saber dónde escondiste a la prostituta que te llevaste- Francisco se puso rojo de enojo y se soltó de los guardias, quería estar tranquilo pero, cuando me insultaban, nada ni nadie que no fuera yo lo detenía. De un momento a otro estaba frente del Rey con un cuchillo en su mano, la cual, estaba cerca del cuello de su Magestad. Los soldados sacaron rápidamente sus espadas ante cualquier movimiento de Francisco o alguna orden del Rey.

-No es ninguna prostituta, ¡es mi esposa!- gritó, todos lo escucharon -quiero que la respete como respeta a la esposa de su hijo, Aldric- el Rey se rió e hizo una señal con sus ojos, un soldado enterró un cuchillo en el brazo izquierdo de Francisco, lloré al ver su gesto de dolor. Otros soldados lo ataron con cuerdas, dejaron el cuchillo en su brazo. Lo tiraron al suelo y, sin querer, su cara quedó frente a la ventana donde lo veía, aunque estábamos a varios metros de distancia, me sonrió discretamente.

-¡Golpéenlo!, dejen que viva para que se case con la Princesa Aurora y que vea la decapitación de "su esposa", la prostituta- ordenó el Rey. Los soldados comenzaron a patearlo y a golpearlo con el mango de sus espadas, él daba gestos de dolor pero en ningún momento apartó su vista de mí. Por mi parte, lloraba sin parar, no podía verlo pero sus ojos me buscaban, tenía que estar ahí para él. Después de un rato, dejaron de golpearlo: su boca estaba llena de sangre, igual que su naríz, de la cabeza salía sangre, la cuál, manchaba su bello rostro hinchado. Sus brazos estaban llenos de moretones y, el que tenía el cuchillo, estaba sangrando a mares. Lo habían dejado peor que en Roma, aunque si tratamos de compararlo, Roma no fue nada, ni siquiera un rasguño. Podría afirmar que ahora sí le rompieron mínimo dos huesos.

Lo levantaron con fuerza y lo empujaban entre todos, eso siguió hasta que lo perdí de vista, ya que se lo llevaron al Palacio, específicamente al calabozo que construyeron por debajo. Quería gritar, llorar, matar. Quería salir de éste sótano, tomar el arco que tenía en la casa de mi padre y matar uno por uno, no quería que Francisco sufriera más. Lo único que pude hacer fue llorar a gritos, los cuáles, no eran muy fuertes como para que afuera se escucharan. Volví a ver la ventana para ver a mi padre y a mis hermanos, no veía a Amara, me asusté, ¿será que los soldados se la llevaron?, ¿estarán abusando de ella? Traté de tranquilizarme al pensar que el Rey le dijo a los soldados que los dejaran, ¿habrán hecho caso? Pensaba mucho en mi mente hasta que escuché la puerta, la querían abrir. Me escondí tan rápido como pude. La puerta se abrió acompañada de unas pisadas.

-¿Savannah?- escuché la voz de una mujer susurrar -si estas aquí, sal... Soy yo, Amara- me asomé. Era ella.

-Amara- dije caminando rápido hacia ella para abrazarla. Lloré de alegría -¡Amara, qué bueno que estás bien!- dije antes de que unas pequeñas lágrimas salieran.

-¿Estás embarazada?- es lo único que escuché de su parte -¿seré tía?, ¿cuánto tiempo tienes?, ¡cuéntame todo!- era la misma de siempre -¿cómo es que Antonio resultó ser el Príncipe Francisco?, ¿lo sabías?- tenía muchas preguntas en mente, lo supuse, todavía era muy joven. Terminé de abrazarla para mirarle con una media sonrisa y firmé, abrió los ojos -¿cómo es posible que el Príncipe que nadie conoce se enamoró de tí?, ¿es cierto que se casaron?- sonreí más mientras limpiaba mis lágrimas.

-Sí, Amara, todo es cierto- sostenía mi sonrisa -Francisco y yo nos conocemos desde que teníamos once años, sin querer coincidimos una vez en el bosque, hablamos y nos hicimos amigos. Todas las fiestas nos veíamos en el mismo lugar de siempre, cuando les decía que iba a ir a pasear, a vender, a la casa o demás mientras estaba alguna fiesta, era mentira, lo iba a ver a él. Me enamoré de él desde el primer momento en que lo vi, nunca lo supe hasta principios de éste año. Él también se había enamorado de mí... Pasó el tiempo, padre quería que me casara y le pedí a Francisco que fingiera ser mi pretendiente y...- me interrumpió.

-¿Tanta confianza tenían el uno por el otro para que le preguntaste si podía pretender ser tu novio?- se asombró.

-Sí- sonreía con los ojos llorosos +Éramos los mejores y únicos amigos del otro... ¿recuerdas cuándo Antonio, bueno, Francisco me besó frente a padre?- afirmó con la cabeza -Él dice que desde ahí supo que me amaba...- suspiré -...Amara, estoy muy enamorada- lloré, ella me miró y me volvió abrazó. Se me vino a mi mente algo, me separé de ella -oye, ¿cómo supiste que estaba aquí?, ¿de dónde sacaste la llave?- pregunté.

-Vi al Príncipe mirar para acá, era tan disimulado que no quería venir. Gracias a Dios que lo hice. La llave estaba debajo de una piedra, fue difícil encontrarla... Pero cuéntame, ¿cómo se casaron?, hubiera querido ir...

-Cuando nos fuimos de aquí, llegamos a Roma y allá fue la ceremonia. El Padre que nos casó supo la verdad de Francisco, pero no le importó y aún así nos casó. Luego pasó la noche de bodas, unas semanas más y pasó esto- tomé mi vientre.

-¿Entonces cuántos meses tienes de embarazo?

-Mi vientre comenzó a crecer desde hace dos...- hice cuentas mentales -tengo cinco meses.

-Pero eso no se ve de cinco meses, he ayudado a atender partos y el tuyo parece de siete- reí con ella. Era verdad, mi vientre era muy grande, tenía miedo que mi bebé tuviera alguna enfermedad pero, aún así, lo iba a amar con todo el corazón.

-Lo sé, yo también me espanté cuando pasó el primer mes- Amara y yo hablamos de varias cosas, hasta que ella se iba a ir a ver a mi padre y a mi hermano.

-Ya me voy a ir, más al rato traigo a toda la familia para que te vean- se levantó.

-No- dije al recordar la palabras de Francisco -No vengas mucho por aquí, los soldados vigilarán la casa y me encontrarán, el bebé y yo moriremos. Yo no quiero que Francisco cargue con dos muertes, y menos la de su hijo...

-Entonces ¿cómo le harás con la comida?- preguntó -La que tienes ahí- señaló un balde que olía a carne. Francisco la había puesto ahí sin que me diera cuenta -no te durará para siempre- pensé en una solución.

-Empieza a vender comida- dije -pasa por esta zona y me traes una gran cantidad de ella dos veces por semana. Si quieres, quédate un rato pero no por mucho tiempo...- dije, ella asintió -... Y, si puedes, averigua que le pasó y que le pasará a Fran- me puse triste -con esos golpes puede contraer una enfermedad y morir- las lágrimas fluyeron inconscientemente, Amara tomó mis manos.

-Lo haré, iré a verlo al calabozo mañana. Le diré que te encontré y que te atenderé. Trataré de ir el mismo día que vengo contigo para mantenerlos informados a ambos- sonrió -tu tranquila, hermana, cuidaré de ti y de mi sobrino- se levantó -de vez en cuándo vendrá Milo a verte, también irá con el Príncipe. Yo tengo asuntos pendientes- sonrió y se sonrojó. Salió, cerró la puerta del sótano y de la casa son llave. Se marchó.

Pasaron tres días para volver a ver a mi hermana, la abracé y comí con ella. Le pregunté sobre mi amado -¿y Francisco?, ¿está bien?, ¿Aurora se le acerca?

-Está bien- contestó -el Príncipe me contó que el médico que le atendió dijo que necesita descanso y aplicación de varios ungüentos, también que se tome algunos remedios. Acerca de la Princesa, vi que ella se le acercó pero parecía enojada, hablaban en otro idioma. El Príncipe me dijo que ella lo insultaba y que él solo le decía "solo amo y amaré a mi esposa", "no me arrepiento de nada" o "ya estoy casado".

Pasaron las semanas y los meses, mi hermano y mi hermana se turnaban para venir a verme. En cuanto al Rey, éste sacaba a Francisco cada siete o diez días a que dijera dónde me tenía escondida, Francisco no decía nada y recibía más golpes. Lloraba cada vez que veía esa escena. Habían pasado cinco semanas desde que llegamos aquí, el Rey le preguntó a Francisco.

-Esta es la sexta vez que hacemos ésto, joven- ya no lo llamaba hijo como en las primeras ocasiones -¿dónde está la prostituta?- Francisco se levantó del suelo con un ojo morado, sus ropas rotas y sucias, y sus manos atadas con cuerdas gruesas, supongo que sus muñecas estaban rojas, se veía que las cuerdas le hacían mucha presión; fue gateando hasta donde el Rey y le escupió. Estaba desnutrido y maltratado, era un Francisco diferente a mi esposo.

-Es mi esposa, está esperando a su nieto y la respetará porque tiene a un bebé con su sangre dentro de ella- el Rey lo cacheteó. Era la primera vez que Fran mencionaba que estaba embarazada.

-¿Cómo estás seguro que ese engendro es tuyo?- volvió a darle otra cachetada, Francisco se puso rojo de ira.

-¿Cómo se atreve a tratarla así?- fue directo a el Rey con intención de ahorcarlo, los soldados que tenían agarrando a Francisco de pies con cadenas las jalaron para evitar que se tente contra la vida del Rey. Francisco cayó al suelo, se raspó las rodillas, había sangre en ellas.

-¡Porque es una mujerzuela, siempre lo será!- gritó el Rey -de seguro te sedujo y se acostó contigo por el poder y el dinero que le daría ser una "Princesa", pero yo no lo permitiré. Y ahora, que me dices que está embarazada, con mucha más razón la querré encontrar rápido, no permitiré que ese supuesto hijo tuyo nazca- lo volvió a mandar a golpear.

Volvieron a pasar los días y las semanas, ya llevaba más de seis meses de embarazo, el cumpleaños de Francisco ya había pasado. El Rey lo mandaba a golpear más seguido frente a la plaza, casi dos veces por semana. De vez en cuando Francisco y yo quedábamos cara a cara, pero no podía verlo, me daba tristeza y enojo. Sentía impotencia, estábamos tan cerca pero tan lejos a la vez. Sus golpes no podían sanar porque llegaban otros nuevos, su cuerpo estaba malherido, lleno de cicatrices grandes, eran tan gigantes que las podía ver estando desde el sótano. De vez en cuando, Amara o Milo estaban conmigo cuando golpeaban a Francisco, los abrazaba y lloraba en sus regazos. Me quería morir para no sufrir.

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