shots ❨ ykookgi ❩

By daeguyz

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By daeguyz

monstruo"
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Existe en la región un mito desagradable y aterrador sobre el príncipe mayor de la corona de Raenia.

Cuentan por los caminos, que su aspecto es tan espantoso que atormenta los sueños de los niños si le dirigen tan solo una mirada, que incluso los sirvientes del castillo se acercan a él con los ojos vendados para no caer horrorizados, que el solo acto de estar en su presencia hace que las entrañas de hasta el más duro se retuerzan y expulsen todo lo que hay dentro de su estómago.

Sin embargo, la desgraciada historia del joven príncipe primogénito siempre ha sido relegada por el resto de las hazañas de sus magníficos hermanos. Por supuesto, todo el mundo conocía al fuerte príncipe heredero de Raenia, el alfa Namjoon, tan apuesto y valiente que había conquistado todas las tierras por las que pasaba.

Otro de los príncipes menores era igual de agraciado y habilidoso que el príncipe primero, destacando en destreza ante cualquier deporte y el campo de batalla, conservando esa característica belleza de la familia real de Raenia. Un beta llamado Hoseok, que estaba destinado a ser el orgullo de su familia.

Finalmente, una bella princesa omega llamada Dahyun, que desde su nacimiento fue comprometida con la hija alfa del rey de Tharis, una de las naciones más poderosas de su continente, además de la suya misma.

La familia real Min parecía tenerlo todo: dos príncipes apuestos que representaban su orgullo y vitalidad, y una princesa omega tan bella como todos los campos de lirios que resguardaba su país.

Min Yoongi era la excepción a la regla. El hijo omega del mito que no había heredado ninguno de los rasgos de su familia, y que por el contrario, era considerado una especie de adefesio que condenaba a la familia real.

—Algunos incluso dicen, que es el fruto de un pacto que la reina hizo con un demonio o una clase de hechicero oscuro: su primer hijo convertido en un ser maligno a cambio de riquezas y éxito en las campañas militares. Y que por eso los reyes se empeñaron en tener más hijos, ya que la maldición solo afectaba a su primogénito.

La audiencia alrededor de un castaño de ojos vivaces y voz profunda, dejó salir un jadeo de sorpresa antes las palabras atrevidas del hombre. Todos le daban su completa atención, enganchados con los misterios de tierras lejanas que no habían visitado nunca en su vida. Taehyung era bueno contando historias, de hecho, Jeongguk estaba seguro de que si no fuera un excelente soldado, se hubiera podido dedicar a ser un orador en la corte; su voz y sus significativas expresiones faciales lo ayudaban a captar la atención de la gente con facilidad.

— ¿Y la gente de Raenia no exige una explicación? ¿Cómo es que tienen un príncipe hechizado y no hacen algo? — una de las damas que estaban escuchando habló en dirección a Taehyung. Los demás presentes concordaron con sus preguntas y entre murmullos, regresaron su mirada al soldado.

— ¿Qué puede hacer un pueblo feliz con tres herederos magníficos y grandes riquezas? El esplendor del reino opaca cualquier imperfección, a la gente no le interesa el príncipe hechizado. Incluso evitan hablar de él, de no ser por los viejos, el mito se perdería. Nadie nunca ha visto al príncipe Yoongi, pero la historia dice que está ahí resguardado.

— ¿Y si lo enviaron a otro lugar? Han pasado muchos años y ellos tienen las alianzas necesarias, quizá los reyes decidieron deshacerse de él.

La gente vociferaba y especulaba. Taehyung solo estaba tratando de hacer las cosas interesantes, pero Jeongguk sabía muy bien que le había puesto mucho de su toque para hacerlo, lo conocía muy bien siendo su mejor amigo. Además, él no creía en esos mitos. Había algo extraño en todo eso, parecía irreal aunque no tenía ninguna prueba que lo explicara.

—Deja de leer poesía tan oscura. — Jeongguk le dio una mirada dura a su amigo cuando logró salir del tumulto de gente que lo atiborró de preguntas. Cuando lo vieron, rápidamente retomaron la compostura y reverenciaron, para después dispersarse y dejar que Taehyung acompañara a su príncipe y amigo.

—No es solo poesía, alteza. Es un mito local, debe tener algo de verdad. — Taehyung caminó junto a Jeongguk por el pasto.

—No creo en todas esas estupideces.

—Oh, vamos Jeongguk. — Taehyung salió de su formal papel una vez que estuvieron lo suficientemente alejados del gentío. —Por supuesto que tiene que haber algo raro con ese lugar, lo del pacto explicaría por qué son el reino más poderoso. Y si solo es un pobre hombre deformado, también podría significar algo extraño relacionado a los reyes. Todas esas cosas hacen que sea tan entretenido contar historias sobre él.

Jeongguk rodó los ojos pero no dijo más. Entendía el punto de su amigo, solo era que, tal vez le disgustaba que existieran tantas versiones de la realidad, y que él no tuviera la verdad. Siempre había sido curioso e indagador por naturaleza, es por eso, que no le gustaban los cuentos y los rumores, además de haber sido víctima de ellos en su vida, siendo un príncipe también en su propio reino.

Es por eso que no creía lo que oía con tanta facilidad. Siempre fue alguien muy pragmático, e incluso el mito del hijo hechizado de Raenia lo hacía dudar. Cuando era un niño, claro que lo había intrigado, imaginar que había un príncipe encerrado por ser más un monstruo es algo que llama la atención de cualquiera; pero lejos de darle miedo, le infundió un potente deseo de descubrir si era esa la verdad, y si podía existir un ser tan terrorífico como contaban las personas.

Al crecer dejó de pensar mucho en ello. La historia seguía contándose, pero él ya no tenía el mismo interés en repetirla o escucharla, porque no le traía nada nuevo ya. Solo un triste pensamiento final, en el que había un ser infeliz que entretenía a los demás.

—Como sea, justo hablando de eso... ¿Irás a la cena de compromiso de la princesa Dahyun?

—Por supuesto. Debemos estar ahí. — Jeongguk sonrió ante el cambio de tema. —Seokjin tiene toda esa mierda diplomática que hacer, soy parte del paquete.

—No suenas tan molesto por ello.

—Oye, sabes que amo las celebraciones sin importar el motivo. — Jeongguk sonrió socarrón. Sus ojos brillaron con la chispa de diversión que tanto lo caracteriza. —Mientras haya mucho alcohol y personas extravagantemente vestidas, yo estaré ahí.

— ¿Y acaso no tienes miedo del monstruo?... — Taehyung cortó el camino el Jeongguk, parándose frente a él con aire retador, deteniendo su paseo por el enorme patio principal del palacio.

—Te he dicho que no. Todos esos son rumores sin fundamentos. ¿Recuerdas lo que decían de mí cuando era niño? Que tenía la piel de color verde. Y solo porque era un niño muy enfermizo y no me dejaban salir del palacio.

—Claro, pero cuando creciste saliste a la luz y todos se dieron cuenta de cómo eres en realidad, rompiste el mito. ¿Pero Min Yoongi? Han pasado casi veinticuatro años y nadie ha podido desmentir lo que dicen de él. Incluso si hubiese sido un niño débil como tú, ¿no debería ya ser un príncipe sano y mostrarse a su pueblo? A menos, claro, que oculte algo...

Jeongguk chistó los dientes ante la explicación de Taehyung. Por supuesto que tenía lógica, pero no podía permitirse creer algo como eso. ¿Un monstruo? Sí, claro. Y probablemente después comenzarían a existir los dragones y las doncellas en peligro.

— ¿Un monstruo, Taehyung?, ¿un pacto con un demonio que lo hizo un deforme? Eso tiene que ser solo producto del colectivo imaginario de la gente.

Taehyung entrecerró los ojos, mirando al príncipe frente a él, una idea sembrandose en su aparatosa mente que lo hizo levantar sus labios en una sonrisa divertida.

— ¿Y si lo descubres tú mismo?

Jeongguk frunció el ceño en dirección a su mejor amigo. Se cruzó de brazos y bufó con cansancio. Sabe muy bien que es difícil sacarle cualquier cosa de la cabeza a Taehyung cuando la consigue, especialmente cuando tiene esa sonrisa charlatana en el rostro que empuja a seguir su instinto de desafío.

— ¿A qué te refieres?

—Busca a Min Yoongi. Comprueba si es o no el monstruo que todos creen.

—Esa es, sin duda, la idea más tonta que últimamente has tenido. — Jeongguk apartó la mirada del castaño y observó en dirección al lago que los acompañaba. Sin siquiera ser consciente de ello, la idea se instaló en su cabeza de igual forma, una voz en el fondo que deliberadamente sin su permiso preguntó: ¿por qué no?

—Vamos, Gguk. Eso suena como una solución perfecta para mí. Estarás en el castillo, todos estarán celebrando, no harás exactamente algo malo. Solo echarás un vistazo, es todo.

Jeongguk intentó crear una respuesta defensiva a esa propuesta, pero en realidad sonaba como un buen plan. No podía negar la evidente curiosidad que por el tema sentía, y saber que era de los pocos que tenía la posibilidad de descubrir la verdad, lo hizo sentir emocionado, como en medio de un desafío que no quería rechazar.

Además, recordó su infancia llena de rumores y cuentos densos. El sentimiento furioso de querer tener respuestas claras lo abrumó, tanto que tuvo que morderse el labio inferior para no devolver la sonrisa tonta a su amigo.

—Eso sería romper las reglas...

—Definitivamente.

—Si Seokjin se entera que me escabulliré en el palacio real mientras él es un embajador en el salón, yo probablemente estaré en problemas.

—Totalmente.

—Y si algún guardia o sirviente me descubre en el camino es probable que nuestras relaciones con Raenia se tensen. Y seré el responsable de ello.

—Claro, lo serás.

Jeongguk y Taehyung estallaron en risas. Ambos sabían incluso sin decirlo y conociendo todo lo que tenían en su contra, que la decisión ya estaba tomada. A Jeongguk no le sentaba bien rechazar desafíos y travesuras, a decir verdad, se había llevado todo el espíritu aventurero que le tocaba a la familia y le gustaba bromear al respecto, diciendo que era el único con sentido del humor y carisma dentro de ese castillo. Su hermano mayor, Seokjin, era bastante diferente a él en ese aspecto. Y mientras él se encargaría de dar una buena imagen de su país en medio de todos los invitados emblemáticos, él buscaría un poco de aventura y diversión tan solo a unos escalones arriba.

¿Qué podría salir mal?

♡°

El viaje había sido largo, y aunque solo tuvieron poco tiempo para descansar antes de estar listos para el banquete, él tenía toda su energía y ánimos reservados.

Lo primero que Jeongguk había hecho cuando bajaron del carruaje y caminaron hacia la entrada del castillo, fue revisar muy bien a su alrededor. Él no tenía ni la más remota idea de qué hacer, pero iba a confiar en sus instintos. No tenía un olor, no tenía ningún rastro o un indicio para intentar desvelar el misterio del príncipe oculto, solo la voluntad y una terrible curiosidad.

No podían culparlo, el instinto en su interior lo exigía. Si bien no era un tierno canario juguetón, sino una prominente águila real más bien, tenía un fuerte impulso de intuición. Y él estaba bastante convencido de que no iba a encontrarse con ningún monstruo. Incluso, había pensado en la triste posibilidad de que todo ese rumor fuese solo una cortina para cubrir la muerte del príncipe. Tal vez los reyes habían decidido tratar de una manera distinta la pérdida de un hijo; él no tenía idea de cómo funcionaba todo en ese lugar, pero estaba seguro de que solo la mitad de las cosas que se oían podían ser ciertas.

Su llegada había sido, por supuesto, un acontecimiento. Las miradas se habían puesto en ellos en cuánto habían hecho aparición, saludaron y convivieron. Jeongguk dejó que Seokjin se meneara feliz entre los invitados, como todo un pavo real en su elemento; a él le gustaba ser el centro de atención y mantener los hombros en alto para imponerse, un poco distinto a él por el contrario, que si bien era bueno encantando, prefería escabullirse y ser meticuloso entre las multitudes.

Había encontrado su camino hacia la princesa prometida de la noche. Dahyun era encantadora, tanto como una tigresa podía serlo. Jeongguk ya la había conocido antes, y podía decir que era alguien agradable de tratar, sin embargo, nunca se consideró lo suficientemente cercano a ella como para indagar acerca de sus misterios familiares.

La felicitó por su compromiso y logró hacer que la atención se dispersara a su alrededor. Seokjin fue de gran ayuda, invadiendo a la princesa en una plática amena que atrajo las miradas. Lo siguiente fue fácil. Los músicos sonando en la estancia, las conversaciones acompañadas con vino y la intimidad de las velas, le dieron el ambiente perfecto para esconderse entre las columnas del palacio. 

Sabía que había algunos guardias por ahí, pero había sido inteligente y utilizó una fragancia especial anuladora de aromas, por lo que con suerte y sigilo, podría engañar el desarrollado olfato de cualquier felino ahí y seguir con su aventura.

Mientras más se instalaba entre los pasillos, más lejano se escuchaba el bullicio de la multitud festejando y más rápido latía su corazón contra su pecho ante la adrenalina. Si no se relajaba quizá su emoción podría delatarlo. Pero no podía evitarlo, su instinto lo empuja a seguir en su búsqueda. No tenía ninguna pista, no la tuvo durante unos momentos. Y después, ahí. Sí. Había algo ahí.

Fue más como un destello de luz en sus sentidos, una chispa electrizante que lo hizo arrugar la nariz. Era un aroma fuerte, alejado, pero definitivamente fuerte. Quería conocerlo más, y eso lo guío a un piso más arriba, pasos cautelosos y lentos, sentía que las medallas y decoraciones de su traje lo delatarían en cualquier momento.

Perdió la noción de su ubicación por un momento, perdió también la cuenta de la cantidad de escalones que había subido, pero sentía que iba por la dirección correcta. Finalmente, una enorme puerta que resguardaba la habitación de dónde provenía y ese aroma peculiar. Jeongguk lo sabía, incluso si no se trataba de la travesura por la que en primer lugar estaba haciendo todo eso, sabía que había algo especial ahí.

Con el corazón acelerado se aseguró de mirar a los lados y correr por al pasillo hasta abrir esa puerta, entró en la habitación como alma en pena, dejando solo su rastro de polvo ante su rapidez. Se recargó contra la puerta cerrada y saboreó la adrenalina, agudizando sus sentidos para tratar de escuchar si alguien lo había atrapado. Nada. Una risita burlesca se escapó de entre sus dientes al darse cuenta de que se había salido con la suya. O eso creía, ni siquiera sabía en qué piso del palacio o dónde rayos estaba.

— ¿Quién eres?

El cerebro de Jeongguk volvió a trabajar cuando aquella temblorosa voz lo llamó. Rápidamente inspeccionó todo a su alrededor y se dió cuenta de la gran y elegante alcoba en la que había aterrizado. La luz de la luna brillaba fuerte allá afuera tras la ventana cerrada, él detalló en la esquina de la habitación un biombo de madera que separaba la estancia en ese rincón, en un refugio para quien estuviese escondido detrás de él. La luz de las velas hicieron que la silueta se reflejara a través de la fina tela que decoraba los arcos de madera.

Su corazón se contrajo contra su pecho cuando una ráfaga de aire le llevó a los sentidos la noticia. Esa era la misma chispa electrizante que lo había conducido en un principio hasta ese misterioso sitio, y el dueño parecía no querer presentarse.

Una luz encendida en su cabeza le sugirió la verdad. ¿Era posible que se tratara del monstruo? Jeongguk no podía creerlo. ¿Cómo podría ser? El aroma dulce se arremolinaba espeso en su nariz, ni siquiera tenía palabras para describir lo bien que se sentía.

— ¿Min Yoongi?...

— ¡Di quién eres y por qué estás aquí! — El hombre escondido detrás de la pieza de madera exclamó. Jeongguk no fue tonto, detectó el miedo en cada sílaba. — ¿Te han enviado los reyes? ¿Eres un intruso?

Jeongguk se mantuvo de pie y a distancia de la madera que los separaba. Ahora que estaba ahí, sin poder creer que lo había logrado, lo último que quería era asustar al monstruo.

"¿Monstruo? Dioses, él es un príncipe como yo". Jeongguk tragó saliva ante la contemplación de sus propios pensamientos. Él no debería estar ahí, en primer lugar, pero se debía saciar su sed de aventura. Ahora sin embargo, tenía que comportarse con un mínimo de decencia, ya que había llegado tan lejos.

—Soy el príncipe Jeongguk de Zalethia, del clan Jeon. — Su voz firme y a continuación un silencio prolongado, estuvo casi seguro de escuchar un jadeo ahogado, pero los nervios no lo dejaron asegurarse. — ¿Tu eres Yoongi de Raenia, príncipe del clan Min?...

—Qué e-es... — Jeongguk no recibió una respuesta afirmativa inmediatamente, sino una agitada respiración y el claro sonido de un corazón acelerado. Quería saber quién estaba acurrucado detrás del biombo, fielmente resguardándose de su hambrienta mirada. — ¿Qué es lo que haces aquí?...

—Uhm, bueno... — Jeongguk pensó un momento en inventar una excusa, pero eso no ayudaría a la situación, él podía ser irreparablemente sincero algunas veces. — ¿Si digo que vine a conocerte, no te asustarás?

—Te ha enviado alguien, ¿cierto?... Pero, ¿un príncipe?... ¿Por qué haría eso? — Las preguntas confundidas y revueltas de Yoongi tras la madera lo hicieron fruncir el seño con intriga.

—Nadie sabe que estoy aquí. He venido por mi cuenta.

— ¿Para matarme? — El tono de la voz de Yoongi fue brusco, casi dolido. Jeongguk se sorprendió ante la repentina conclusión.

— ¡No! Jamás haría eso. — Jeongguk no quería detenerse a dar explicaciones de que esa idea nunca había pasado por su mente, porque pensaba que era obvio, aunque el príncipe se escuchaba sumamente desafiante al respecto.

—No entiendo qué es lo que haces aquí, yo soy...

—El príncipe Yoongi. Es quien eres.

La seguridad en la voz de Jeongguk hicieron que la sombra tras el biombo se encogiera, un corazón apretujado en contemplación ante la determinación con la que lo dijo.

—Un monstruo, ¿qué no conoces la historia? ¿No tienes miedo de mí?

—Es por eso que estoy aquí... — Jeongguk se aproximó unos pasos al centro de la habitación, aún lo suficientemente lejos del príncipe escondido. —No creo que lo seas, es una locura.

Yoongi se permitió abrazarse a sí mismo por las rodillas, escondió parte de su rostro entre éstas. Trató de protegerse en esa posición pero no sabía si resultaría efectivo, él no tenía idea de dónde más esconderse, nadie jamás había llegado hasta ahí, jamás alguien fuera de su familia se había acercado tanto a él, a descubrirlo.

—Tienes que irte, vete antes de que te descubran.

—Necesitaba saber la verdad sobre ti...

— ¡Soy un monstruo! ¿no lo has entendido?

Yoongi no quiso que su voz sonara alterada, pero estaba poniéndose cada vez más nervioso. Sabía que no había ningún guardia disponible a esas horas, debido a la ocasión especial que estaban celebrando. Él regularmente no tenía que ser vigilado, nunca saldría de su habitación por cuenta propia, pero tampoco imaginó jamás que alguien entraría de esa forma tan abrupta, sus aposentos siempre se mantenían asegurados y solo sus hermanos y padres asistían ocasionalmente.

—No creo que lo seas, todas esas historias... No pueden ser reales. — Jeongguk finalmente lo dijo.

Alguien tenía que hacerlo.

Quería que todos se callarán de una buena vez y dejaran de hablar sobre Yoongi como si tuvieran derecho de hacerlo. Incluso si era un monstruo, la gente no debería tener una ilusión tan desagradable de él. Esa era la razón por la que había aceptado todo eso, quería saber qué pasaba y qué podía hacer para solucionarlo.

—Lo son. Lo son y por el bien de tu país no deberías estar haciendo ésto. Ve a creer las historias sobre mí... — Yoongi casi rogó, quería que se fuera. Así no lo pondría en peligro. Él estaba cansado de que las personas a su alrededor estuvieran en peligro por su culpa.

Solo que, Jeongguk era el príncipe más valiente del que jamás haya escuchado.

Lo conocía. Claro, lo hacía muy bien. Él sabía muchas cosas del mundo tras las paredes de su alcoba, pero no podía asegurarlas. A sus oídos también llegaban historias de los otros reinos, de otros monarcas y de tierras lejanas, conocía todas ellas. Y Jeongguk... Bueno, él había captado su mirada fielmente desde la primera vez que detalló un retrato suyo.

Aún recordaba la vergonzosa sensación de nervios en la boca de su estómago, ante la estruendosa carcajada de Hoseok cuando miró su reacción. El beta dijo que sus mejillas se habían encendido como dos llamas vivas y que sus ojos se abrieron grandes y brillantes, incapaces de apartarse de la imagen del príncipe extranjero. Eso era, definitivamente algo de lo que sus hermanos se burlaron durante un tiempo.

No le importaba mucho que sus hermanos se burlaran de él por haber gustado del príncipe Jeongguk, de cualquier forma, creyó que nunca sería necesario explicarse, porque nunca tendría la oportunidad de conocerlo...

Es lo que pensó. Y estuvo muy equivocado.

— ¿Te digo en qué somos expertas las aves? En molestar, así es. Y en no dejar ir algo hasta obtenerlo. Yo especialmente. Así que nada de lo que digas me hará cambiar de opinión. — Yoongi escuchó el sonido de los pasos de Jeongguk, y aterrado por un momento, se imaginó siendo descubierto o atacado, pero solamente escuchó como si algo se tendiera en el suelo. —No tienes que mostrarte, no voy a obligarte. Solo... ¿Podemos hablar de esta forma?

Yoongi descubrió un poco su rostro de entre sus piernas. Limpió sus lágrimas y sintió que su corazón agitado se calmaba poco a poco ante la suavidad en las últimas palabras del águila. No sabía porqué, pero sentía que le estaba diciendo la verdad, y podía confiar en ello.

— ¿Así?...

—Sí, está bien así si te sientes más cómodo. No necesito verte para saber que no eres alguna clase de bestia.

Yoongi sintió una cálida sensación extendiéndose por su pecho. Más seguro porque no tendría que salir de su escondite, estiró sus piernas frente a él y miró hacia el frente. No podía ver a Jeongguk y solo estaba la tela fina del biombo. Pero podía vislumbrar tenuemente su sombra y eso lo hizo sentir una especie de adrenalina jamás conocida. No podía creerlo, alguien estaba ahí con él. Jeongguk lo estaba.

— ¿Cómo estás tan seguro de eso? — su reciente tranquilidad se reflejó en sus palabras, cada vez un poco más cómodo al pronunciarlas.

—Es lo que he estado tratando de decirte. Si lo fueras, ¿no me habrías atacado ya, en lugar de esconderte de mí?... — Yoongi no podía ver a Jeongguk, pero el tono de su voz casi le decía que estaba sonriendo y la noción fue casi magica. ¿Era posible escuchar una sonrisa? —Allá afuera hablan muy mal de ti, ¿sabes? Me gustaría ser el único que tiene la versión verdadera. — Jeongguk sonrió divertido, casi olvidando que el contrario no estaba viéndolo. Se había sentado en el suelo, a unos metros del biombo que servía como muro entre él y Yoongi.

—No puedo atacarte, eres un príncipe, ¿sabes los problemas en los que eso nos metería?... — Yoongi opinó, con un tono de obviedad, casi acostumbrado a la extraña situación.

—Por supuesto, sé mucho de meterme en problemas.

—No me sorprende nada... — Yoongi dibujó una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios, y seguido escuchó una risa de Jeongguk, una que hizo casi detener su corazón.

Quería tanto verlo. De verdad, quería darle vida y escencia al cuadro que se había dedicado a admirar durante sus días de aburrimiento, en los que solo le quedaba soñar, soñar y soñar destinos diferentes en los que él era el dueño de su vida, en los que era capaz de salir e impresionar al mundo. Jeongguk seguramente encajaba totalmente con esa imagen de sueños cumplidos; el sonido de su voz era suave y reconfortante, Yoongi podría arrullarse tan solo escuchando su mansa respiración. Y su aroma... Yoongi nunca había conocido a un cambiaformas perteneciente a otra especie, de otro país totalmente distinto a ellos, era peculiar, refrescante y varonil. Si la libertad tuviera un aroma, Yoongi sentía que sería como el de Jeongguk.

—Ahora... ¿Me dirás qué es lo que le pasa a todo el mundo sobre ti? — Jeongguk fue impaciente e incapaz de someter su curiosidad. Estaba seguro de que ahí en la habitación, no lo acompañaba un monstruo, sino un omega tan igual y real como cualquier otro, no entendía el problema.

—De verdad no lo crees, cierto... — Yoongi suelta un suspiro, impresionado por la tenacidad de un águila real.

—Claro que no. Lo he estado pensando por un tiempo... — Jeongguk hizo una pausa, pensando un poco sus palabras. Yoongi lo esperó atento a cualquier cosa que saliera de su boca. —Incluso si tuvieras algún problema físico, o una enfermedad... ¿No deberían ser más justos contigo? Es una mierda si todos creen algo de ti tan desagradable y no te dan la oportunidad de cambiarlo, siquiera de escucharte...

Yoongi apretó sus manos juntas sobre su regazo, guardando las palabras de Jeongguk fielmente en su mente. El que no le tuviera miedo ya era en sí un hecho sorprendente. Pero que pensara de esa forma sobre él sin conocerlo, sin saber algo más, era simplemente más de lo que podía soportar.

—No es, una enfermedad, realmente... Yo no tengo ninguna deformidad, todo ha sido una invención... — Yoongi empezó diciendo, un poco inseguro. ¿De verdad estaba dispuesto a contar su más grande verdad a un príncipe desconocido? Si alguien de su familia se enteraba...

Oh, pero estaba tan cansado de eso.

Muchas veces soñó con tener la oportunidad de terminar con todo esto. Con salir fuera de su elegante prisión y enfrentar a quienes lo habían condenado. Muchas veces se imaginó teniendo una oportunidad. Ahora que la tenía, estaba asustado, pero sabía que tenía que aprovecharla, que tenía que tomarla finalmente.

—Lo sabía... Dioses, todos esos tontos que hablaron... — Jeongguk bufó, casi olvidándose de dónde se encontraba y festejando su pequeña victoria. Estaba satisfecho de estar comprobando su punto. —Incluso mi mejor amigo, él es el más tonto de todos...

Yoongi se permitió sonreír suave al escuchar sus palabras en el aire. Se escuchaba como un niño con la razón en las manos, listo para decírselo a todos. Oh, eso sería malo.

—No le digas a nadie, por favor... — De pronto recordó la razón por la que todo eso era una mala idea. Se sorprendió tanto por la facilidad con la que sus labios soltaron palabras en presencia de Jeongguk, en la presencia de su valor, que casi olvida que aún debe mantenerlo en secreto, incluso cuando alguien lo ha descubierto.

—Tranquilo, no lo haré. Solo seguiré firme en mi postura. De cualquier forma, ellos seguirán teniéndote miedo ¿no es así? — Jeongguk volvió su atención al biombo frente a él. Podía ver la silueta de Yoongi tras la tela, reflejada gracias a la luz tenue de las velas que iluminaban la alcoba.

La curiosidad lo estaba matando, ciertamente.

Por lo que alcanzaba a apreciar, podía estar seguro de que Yoongi no sería mucho más grande que él en cuanto a tamaño. Es más, incluso se atrevería a pensar que sería hasta más bajo de estatura que él, aunque alcanzaba a notar un par de hombros rectos y masculinos, seguramente su espalda sería igual. No había señal de algo espeluznante, como cuernos o garras afiladas, y lo más descompuesto ahí tendrían que ser solo sus mechones despeinados, que claramente podía ver tras la tela. Y el aroma. Como antes lo había sentido, fue la razón por la que pudo encontrarlo, aún cuando las historias decían que nadie se podía acercar a él de lo insoportable que era. Jeongguk ya no estaba seguro de qué tanto tomar en cuenta todos esos cuentos. Yoongi parecía totalmente diferente y ajeno a ellos.

—Sí, lo harán... Pero es lo correcto. — Fue lo único que atinó a suspirar.

—No es así. No entiendo las razones por las que tu familia haya hecho todo esto respecto a ti pero, sea lo que sea, debe haber otra forma de afrontarlo sin sacrificar tu felicidad. Ellos deberían estar esforzándose por conseguirla, sin embargo... Estás aquí.

Yoongi se sintió expuesto ante la brutal sinceridad Jeongguk. Ni siquiera sus hermanos se dirigían a él con tal energía, y aunque sabía que Jeongguk no tenía toda la información por saber, se sentía capaz de apreciar la buena intención detrás de sus actos y palabras. No logró sentirse ofendido o algo por el estilo ante sus declaraciones sobre su familia, en cambio no pudo evitar sonreír como bobo mirando al suelo.

—No creía que fueses tan tenaz como todos dicen.

— ¿Te han hablado de mi? — Jeongguk se permitió sentirse pasmado ante la ignorancia de lo que Yoongi hablaba.

—Por supuesto que sí, eres como una clase de príncipe azul ¿no? — Jeongguk rió ante la comparación, y Yoongi encontró la comodidad para cruzar sus piernas y recargarse en la pared, con su cabeza elevada. Trató de imaginar la expresión de Jeongguk, guiándose por el reconfortante sonido de su risa.

—Bueno, no te lo negaré. Es así como soy.

Esta vez fue Yoongi el que rió.

—También dicen que eres el mejor en los eventos atléticos, y que siempre eres el alma de las fiestas... — Yoongi cerró sus ojos mientras hablaba, recordando las historias que sus hermanos le contaban sobre los otros reinos, sobre el príncipe Jeongguk. Trató de imaginarlo bailando y riendo en medio de un salón del palacio, rodeado de gente que se alegraba con solo oírlo, vestido impecablemente con un hermoso traje blanco con destellos dorados. La visión lo hizo suspirar encantado. Estaba tan cerca de él, y lo único que podía hacer era dibujarlo en su mente.

—Algunas veces las personas exageran un poco...

—Yo sí creo que seas de esa forma. — Yoongi confesó, cambiando justo a tiempo sus palabras sinceras, ya que estuvo a punto de decir que él creía ciegamente que era tan estelar como todos decían.

—No importa si es bueno o malo, siempre hay un poco de mentira en la versión que el mundo tiene de ti.

Yoongi estuvo de acuerdo.

—Es difícil hablar de la versión real... — agregó.

Jeongguk escuchó la profundidad en su voz. Sabía que lo entendía perfectamente, y aunque no quería hacerlo sentir presionado, quería dejarle claro que no importaba lo que dijeran allá afuera sobre ellos, solamente ellos tenían derecho sobre la verdad.

Yoongi abrió sus ojos repentinamente cuando un sonido lejano llegó a él. Él estaba sumamente acostumbrado a estar extra alerta de a su alrededor y no pasó desapercibido el sonido de los pasos por el pasillo. Sintió su estómago caer ante la posibilidad de que fueran sus padres o sus hermanos, y descubrieran a Jeongguk ahí.

—Jeongguk, alguien se acerca.

— ¿Qué?...

—Tienes que irte, vienen por el pasillo.

Jeongguk se puso de pie y agudizó su oído. Había estado tan concentrado en la conversación y cómodo en su compañía, que olvidó por completo la situación en la que se encontraba. Si alguien lo descubría...

—No puedo salir por el pasillo, mierda. — Jeongguk se acercó a la puerta y escuchó los pasos cada vez más fuertes.

—La ventana, sal por la ventana... — Yoongi murmuró rápidamente, recordando que era su única salida alternativa.

Jeongguk giró para ver el ventanal cerrado, maldijo internamente, porque al parecer no tenía otra opción más que cambiar de forma. Sin embargo, arruinaría su atuendo y tendría que darle explicaciones a Seokjin. Observó la silueta de Yoongi tras el biombo, parecía alerta al igual que él. Casi podía escuchar su corazón acelerado, igual que el suyo.

—Sé que esto no es nada caballeroso para un primer encuentro, pero, ¿podrías esconder mi ropa? — Jeongguk se apresuró a desvestirse mientras hablaba, arrojó sus zapatos y su ostentoso traje debajo de la imponente cama y se dirigió a abrir la ventana y correr las cortinas de seda.

— ¡Sí! solo apresúrate...

La brisa y la luz de la luna le acariciaron el rostro y tuvo que suspirar ante la agradable sensación y la adrenalina en sus venas. Dirigió una última mirada hacia el príncipe escondido.

—Yoongi, asegúrate de dejar le ventana abierta para mí durante las noches.

— ¿Qué? Jeongguk, eso no... — Yoongi sintió su corazón golpeando fuerte en su pecho ante el hecho de que Jeongguk planeaba encontrarse con él nuevamente. Su voz preocupada robó una carcajada discreta de Jeongguk.

—Vendré a visitarte siempre que pueda, espera por mi. Y guardaré tu secreto, lo prometo.

Yoongi no tuvo tiempo de responder algo más, sino que simplemente escuchó el revoloteo de un par de majestuosas alas emprendiendo vuelo por el balcón de su alcoba hacia la infinidad de la noche. Salió de su escondite y fue con rapidez hacia la ventana, mirando a la distancia, en medio del cielo y frente a la luna, al príncipe azul que había estado esperando por tanto tiempo.

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