El Siberiano de Génova ©

By autumn-may

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Millennia Blassone es una joven que cultiva flores. Un día conoce a Amos Valentini sin saber que será su futu... More

Advertencia
Herbario de Millennia
🐺Epígrafe🐺
🐺Sinopsis🐺
Prólogo 🐺 El comienzo de una nueva generación
1 🐺 Tratos y Pactos
2 🐺 El Siberiano
3 🐺 El encuentro inesperado
4 🐺 Acechos
5 🐺 Una realidad difícil de aceptar
6 🐺 Sueño
7 🐺 Engaños
8 🐺 Cara a cara
9 🐺 Comprensión
10 🐺 Confesión
11 🐺 La verdad salió a la luz
12 🐺 Cambios
13 🐺 Millennia: La Poderosa
14 🐺 Convivencia difícil y frenesí
16 🐺 Una visita inesperada
17 🐺 Una drástica decisión
18 🐺 No es el enemigo
19 🐺 Nuevos aliados
20 🐺 Descubriendo a la verdadera enemiga: Adrienna
21 🐺 Tratos y Pactos de las nuevas generaciones
22 🐺 Al borde de la Destrucción
23 🐺 El collar del Lobo Azul
24 🐺 El poder del collar del Lobo Azul
Epílogo 🐺 El comienzo de todo
🐺 Playlist 🐺

15 🐺 Controlando el poder

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By autumn-may

Residencia de los Valentini-Blassone

Dormitorio principal

Amos se había metido dentro de la cama nuevamente y se abrazó a Millennia dándole besos en el cuello para que se despertara, era muy temprano aún, pero quería estar con ella, más sabiendo que acababa de despedir a su abuelo para que regresara al departamento de sus padres, puesto que Ambarino lo había querido así cuando se encontraron en la cocina, uno bebiendo un café y el otro recién levantado de la cama y yendo a beber agua.

—Mille... Despierta —puso la mano entre sus piernas y le besó la mejilla, y más tarde el cuello.

—¿Qué pasa? —cuestionó frunciendo el ceño—. Amos, está tu abuelo todavía.

—Hace un rato se fue, estamos solos —rio contra su piel.

—¿Lo echaste? —Terminó por abrir los ojos cuando escuchó la respuesta.

—No, claro que no, fui a beber agua y me lo encontré en la cocina tomando un café. Él quiso irse, le dije que se quedara, pero insistió en regresar con mis padres.

—De acuerdo, porque habría estado bastante mal que le dijeras que se fuera cuando todo este tiempo nos estuvo cuidando.

—Ya lo sé y sabes bien que no haría eso.

El Siberiano la giró hacia su lado y la besó en los labios.

—Ni siquiera tengo buen aspecto y ya me estás besando —dijo—, ni hablar del mal aliento que tengo.

—No me importa —admitió y sujetando su mandíbula con la mano, él enterró la lengua en la boca femenina.

Su beso era ardiente y ambos de a poco iban cediendo a la pasión que sentían el uno por el otro. En esa misma postura, hizo a un lado el tanga, la penetró por detrás y ella gimió al sentirlo en su interior.

—Ni preguntaré cómo es que ya estás desnudo —comentó y él la embistió con suavidad mientras le acariciaba el muslo que tenía más cerca.

—Entré desnudo a la cama —rio y mordisqueó el lóbulo de su oreja.

—Amos... —Sus manos se encogieron formando dos puños y apretando con fuerza la sábana al sentir oleadas de calor que se mezclaban con el placer que estaba sintiendo en cada embestida que él le daba.

—Te amo, Millennia —expresó con sinceridad, salió de su interior y volvió a entrar produciendo en ambos un intenso placer.

—Cada vez siento que se acerca un poco más el orgasmo —admitió ella abrazándolo por el cuello por delante.

Amos le besó los labios, ubicó un brazo por debajo del cuerpo femenino para abrazarla por la cintura y con la otra mano le acarició uno de sus pechos por debajo del camisón.

—Pues no esperemos porque tendremos más tiempo para estar juntos.

El hombre entrelazó la mano con la de Millennia y la aferró más a su cuerpo con el brazo que tenía libre para que ella quedara más cómoda y así poder culminar como querían.

El orgasmo les llegó a ambos al mismo tiempo con tanta intensidad que gimieron con fuerza contra la boca del otro.

La Edelweiss que Millennia tenía tatuada en la abertura de su mano entre el pulgar y el índice, terminó de teñirse de un blanco nieve.

—Qué intenso —confesó Amos, besándola.

—Fue demasiado intenso —habló ella y miró su mano—, la Edelweiss, está más blanca.

El Siberiano sujetó la mano y miró con atención el tatuaje.

—Se está coloreando a medida que tenemos relaciones.

—Creo que sí —dijo la chica—. Pensé que iba a quedarse solo con los delineados, pero definitivamente no.

—¿Quieres desayunar aquí?

—Me gusta la idea —contestó y lo tomó de las mejillas para besarlo de nuevo.

Él salió de la cama y se puso el bóxer, ella se acurrucó más dentro de la cama y suspiró de agrado sintiéndose contenta.

Amos pasó por el comedor y se percató de que algo había allí dentro y retrocedió para entrar y encender la luz principal del ambiente. Cuando miró lo que había, quedó asombrado. Las semillas y los brotes que Millennia había puesto la noche anterior habían crecido por completo y algunas ya estaban en el piso de lo largas que eran. Flores y plantas estaban listas para ser usadas o puestas en un terreno más fértil y extenso.

Apagó la luz y caminó hacia la cocina para preparar el desayuno y mientras esperaba por el café que se calentara, miró el jardín trasero.

Fue más sorprendente verlo con flores y plantas, todo era abundante y todavía estaba impresionado por el gran poder que su esposa tenía.

Millennia pensó cuánto tiempo le faltaría a Amos hacer el desayuno porque tenía hambre y este le contestó con el pensamiento también, que pronto iría al cuarto.

La chica se sentó en la cama de repente y algo asustada ante lo que había descubierto y escuchó los pasos del hombre acercarse al dormitorio y abrir la puerta.

Se acercó a la cama y con la bandeja echó a un lado la tela del dosel, los dos se miraron a los ojos.

—Te comunicaste mentalmente —confesó Amos.

Ella solo asintió con la cabeza.

—Es increíble —dijo el hombre—, esto y lo que hiciste con lo que sembraste. Los recipientes que están en la mesa del comedor y lo que se plantó en el jardín trasero ha crecido exponencialmente.

—¿En serio? —Abrió más los ojos sorprendiéndose.

—Mira por la ventana.

La joven bajó de la cama y se acercó a la ventana.

—Es impresionante.

El hombre se puso a su lado.

—Tienes un increíble don, Millennia, no solo haces crecer de manera vertiginosa las plantas, las flores y los frutos, sino que también lees la mente y te comunicas en silencio, y por si fuese poco tus estados de ánimos hacen que el clima cambie.

—Tengo miedo de terminar destrozando algo sin querer.

—Te ayudaré a controlar tu poder. Me pasó lo mismo cuando era joven e inexperto, mi familia me ayudó y yo te ayudaré a ti.

—Gracias —le dijo y volvió a mirar el exterior—, creo que más tarde prepararé algunas cosas con lo que hay en el jardín y pondré los cultivos de los frascos en tierra fértil.

—Te ayudaré si quieres.

—Me parece bien —se giró en sus talones y regresó a la cama.

Desayunaron con tranquilidad y Amos aprovechó que Millennia podía comunicarse mentalmente para ponerla a prueba.

—Cuando terminemos de comer te enseñaré cómo es un verdadero vínculo sexual.

La muchacha se ruborizó, pero también se rio por lo bajo y bebió su jugo de naranjas.

—¿Sí? ¿Y qué tendré que esperar? A veces hablas como un salvaje, no lo eres, pero a veces siento eso.

—Tengo ascendencia lobuna, sería anormal que no te hablara así a veces. Y con respecto a lo que me preguntaste, pronto lo sabrás.

En menos de media hora, estaban de nuevo amándose y desnudos por completo. Amos le mostró cómo en verdad se vinculaban con su compañera, de forma salvaje y pasional. Cuando finalizaron, Amos cayó encima de ella estando la joven boca abajo.

El Siberiano, satisfecho, le acariciaba la espalda y le daba besos en esta también.

—¿Sientes el aroma? —Se lo preguntó a su esposa en voz alta.

—Sí.

—Son el perfume de las flores del comedor y el jardín, parece que tienes otro don, las flores nos regalan su perfume cuando llegas al éxtasis —le besó el hombro y le acarició el brazo.

—Y el lobo del tatuaje se coloreó de azul —expresó observándolo con fijeza.

Amos lo miró también.

El hombre tapó a Mille y a él mismo, y permanecieron en aquella posición.

—Te amo, Amos Valentini —declaró ella en un susurró y se quedó dormida.

Su marido la miró dormir y trató de descansar también abrazado a su cuerpo, y oliendo su perfume, el de las flores silvestres de sus queridos Montes Apeninos, donde allí había nacido, hacía más de mil años atrás.


🐺🐺🐺


Durante la tarde, Millennia y Amos recolectaron gran parte de las flores y plantas, así como también los frutos de los árboles que tenía el jardín trasero y merendaron allí mismo con un mantel en el pasto.

—¿Te gusta la casa y los jardines?

—Es precioso todo —confesó, pero lo hizo con algo de nostalgia.

—Pero extrañas la finca.

—Lo siento, sé que no se puede volver, pero fue todo lo que conocí hasta que llegaste a mi vida.

—Lo entiendo, sé a lo que te refieres, pero tengo pensado construir una pequeña casa para que puedas estar cómoda haciendo tus cosas. Vas a estar más tranquila.

—Te lo agradezco de verdad.

Ella quiso cambiar de tema de conversación.

—Y cuéntame, ¿qué estás haciendo en verdad? Es decir, ¿trabajas remodelando propiedades o demoliéndolas y construyéndolas de nuevo?

—Así es. Pero como me casé y sigo de luna de miel, todavía no vuelvo al trabajo.

—¿Sigues con la idea de que esto es una luna de miel?

—Sí, aunque hayamos regresado, no pienso desperdiciar estas semanas que decidí tomarme.

—¿Cuántas a tu parecer?

—Un mes.

—Te la tomaste en serio.

—Muy en serio.

Ambos se rieron.

—No solo tenemos la obligación de quedarnos en la casa, podemos salir, pero siempre juntos, Millennia, por precaución.

—De acuerdo. Sé que tengo que adaptarme a esta vida, pero me gustaría tener en gran parte una vida normal si puede ser.

—Podría ser, siempre y cuando no haya amenazas a nuestro alrededor, y sabes bien a quien me refiero.

—Sí, lo comprendo.

—¿Qué te gustaría hacer?

—Ir a comer una hamburguesa, o ir al cine, o tomar un helado, pasear por las calles.

—Pues haremos esas cosas entonces, quizás dos de tus peticiones en el mismo día, ¿te parece bien?

—Demasiado bien —le sonrió muy contenta.

—Quiero tratar de darte una vida normal, pero tampoco quiero exponerte tanto, Fabrizio es sumamente peligroso.

—Si no me dices lo que en verdad es capaz de hacer o para qué me quiere, tampoco estaré segura porque tengo derecho a saberlo y porque podría protegerme mejor también.

—Millennia, lo que leí es fuerte.

—¿Cómo qué tan fuerte? —insistió la joven.

Amos se estaba enojando de nuevo y lo vio a plena luz del día.

—¿Así te pones cuando estás excitado?

—Sí, pero se me aclaran levemente más el color lila de los ojos.

—¿Me vas a contar o me pongo de pie y voy a leer el libro?

—Ay Millennia —dijo con furia—, te quiebra el cuello o te obliga a obedecerlo y de ahí te drena. ¿Eso querías saber? ¿Estás conforme? —cuestionó enojado y serio.

—¿Me drena? —Quedó consternada.

—Sí, él ya supo de un principio quién eras, desde que te olió en la finca también, sabe bien que eres poderosa y por eso, debo mantenerte a salvo y segura.

Los ojos de Amos aún se mantenían lilas, pero el azul le estaba ganando.

Él reanudó la conversación para decirle un par de cosas más que tenía en secreto.

—No solo quiere drenarte para obtener más poder, si no que quiere una daga y un collar que pertenece a mi familia. La daga la tiene mi padre, es una daga que se pasa entre los hombres de nuestra manada, yo debería tenerla, pero le pedí a mi padre que la mantuviera por el momento con él, pero el collar se perdió en la batalla cuando fueron atacados, el mismo día en que nací.

—¿Tienen algún poder?

—La daga protege a la familia, es lo que nos da seguridad.

—¿Y el collar qué hacía?

—Mantiene a un ser humano común con vida al lado de su compañero. Por ejemplo, mi madre.

—Pero... —Millennia quedó confundida y luego se acordó.

—Tiene la marca —dijeron al unísono.

—Exacto —respondió Amos.

—Sabiendo lo que sé ahora, no creo que sea conveniente salir entonces.

—No debes permitir que el miedo te gane, Mille. Si sales, lo harás conmigo o con alguien de mi familia, pero no sola, por favor.

—No te preocupes, no lo haré.

La joven se acercó más a él y se abrazó a su brazo para recargar la cabeza en el hombro masculino.

—Terminemos de merendar y entremos a la casa porque está fresco.

El cielo se estaba cubriendo de un gris ante la preocupación que se le notaba a Millennia.

—Puede que caiga agua si no controlas tu estado.

—Si cae agua o está nublado, no me importa, me siento casi frustrada, porque no esperaba que ese tal Fabrizio quisiera hacerme eso y ya sabiendo eso, será un peligro constante cada vez que debamos salir de aquí.

Su estado de ánimo se dejó sentir cuando comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia y tuvieron que ponerse de pie, agarrar las cosas y caminar con ligereza al interior de la casa.

—Te dije que lo controlaras.

—No me importa —rio ante la molestia de Amos que la percibió a través de su voz.

—Muy graciosa tú.

Apenas dejaron las cosas sobre la mesa de la cocina, Amos la giró para que lo mirara y sujetándola de las mejillas, se inclinó para besarla con pasión.

La arrinconó contra una de las paredes, le bajó el pantalón de mezclilla y la tanga, quitándole ambas prendas, él hizo lo mismo con sus ropas y le levantó las piernas para enredarlas en su cintura cuando ella se dio cuenta de lo que estaba por hacer. Millennia se aferró al cuello masculino y sintió que había entrado en su interior de un solo movimiento.

Pasó sus brazos por debajo de las rodillas de ella y apoyó las palmas abiertas contra la pared para tener total acceso a su centro y así embestirla como quería.

—Amos —gimió su nombre sintiéndose expuesta y más caliente que nunca.

—Tu aroma es terriblemente adictivo y más ganas me dan de tenerte todo lo que dure este frenesí en la cama —rio con sutileza y mordió su barbilla.

El acto no duró mucho más porque los dos culminaron al mismo tiempo y con gritos incluidos. Millennia lo sujetó del cabello para echarle la cabeza hacia atrás y mirarlo directamente a los ojos y cómo estos cambiaban de color, entre la normalidad y el éxtasis que aún sentía.

Amos respiraba todavía de manera frenética con la boca entreabierta, dejando ver las pequeñas puntas de sus caninos.

—Me encantas —confesó la chica.

—Y tú a mí, Millennia.

Cuando volvieron a la normalidad, se acomodaron las ropas y con tranquilidad prepararon la cena mientras conversaba con ella de temas generales para no preocuparla más de lo que ya estaba la joven.

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