The cold of your heart | Jels...

Per JelsatrueloveOk

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¿Qué harías si el Espíritu del Invierno llegara a tu puerta a decirte que fue asignado como tu Guardián? ¿Que... Més

El Principio
El primer día
El baile
Detrás del baile
El día después
El Sol siempre sale después de la tormenta
Ten Cuidado con lo que le deseas a la Luna
Una nueva oportunidad
A causa del destino
Cada vez más cerca
Un pequeño cambio
Sin invitación
Una larga noche
Hora de la fiesta
¿Tú me amas?
Un acto de amor verdadero
¿Se acabó?
La Oscuridad se aproxima
Recuerdos
Yo te cuidaré
La última cita
Oscuridad
Amor verdadero
Congelada en el tiempo
Si la Luna te lo ha dicho, debes creer.
Entonces me iré
Lo prometiste
Gritándole a la Luna
En el bosque
Aventura
Reunión
El lado Oscuro de la Luna
Equipo
Un día cualquiera
Gánate mi corazón
Tomando el control
Competencia
Game over
Sopa de cumpleaños y otras sorpresas
Por siempre
Hogar, visitas y un milagro
Tinieblas
Adiós
El Final
Epílogo

El segundo día

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Per JelsatrueloveOk

Capítulo 3. "El segundo día"

El alba ya tocaba las paredes congeladas, y Elsa se sentía una pizca animada y particularmente de buen humor. Sin lugar a dudas, aquel otro día había sido diferente, uno de los más locos de su vida. Y en buen sentido. Se lo debía a Jack. Se colocó la fina capa de hielo que se había quitado la noche anterior y armó su cama.

Algo le hizo extrañar su hogar. El hecho de vestir suaves camisones para dormir, una cama con un colchón real. Extrañaba sus cosas, su habitación, las ricas comidas, y sobre todo a su hermana. ¿Ella la extrañaría tanto como ella? Tenía a Kristoff a su lado ahora, por lo que al menos tenía un consuelo y alguien con quien distraerse. No la necesitaba tanto a su hermana. Y Elsa por el momento tenía su propia compañía, por más difícil de creer que fuese. Si bien no era lo mismo, ambas no estaban solas del todo.

Elsa miró a su Guardián en su respectiva cama, casi riéndose de lo absurdo que sonaba eso. Maldita sea, era guapo, tenía que admitir. De nada servía negarlo.

A Elsa se le prendió la lamparita de una idea. Como Jack seguía durmiendo, decidió vengarse por la forma en la que la había despertado el día anterior así que le arrojó una bola de nieve el doble de grande de la que él le había tirado.

—¡Hey! ¿Qué fue eso? —Jack despertó de golpe por el susto, con el ceño fruncido.

—Buenos días, Jack. ¿Cómo amaneciste? — rió ella pícaramente. La venganza es dulce—

—He estado mejor... — replicó a modo de queja. De repente, su semblante se relajó.

—Anda levántate que hoy será un largo día.

—Como tú digas. — A Jack se le fugó otra de sus características muecas. Era divertido que Elsa decidiera ponerse al mando; por dentro él carcajeaba. Se sentó sobre su cama y tomó algo del suelo, se lo enseñó a Elsa. —Toma, te hice unas zapatillas sin tacón para que estés más cómoda y sin duda para que camines más rápido.

Elsa se sorprendió; quedó con la boca abierta, atónita pero lo apartó de su mente rápidamente. Asimismo, estaba agradecida, por su gesto, pero no quería que él se diese cuenta. Por las dudas.

—Pues, no sé si agradecerte o arrojarlas en tu cabeza. — se mofó sin gloria ni pena. Jack rió.

—Eres chistosa. Te daré eso.

—... De acuerdo, las usaré. — resopló, sin sonar grosera. Para que las haya hecho él, eran... bellas. Generosamente apropiadas.

—Genial. — se iluminó. — Espero que puedas ir más rápido con eso puesto.

—¿Quieres apostar?

Jack la miró como si se hubiese vuelto loca y estuviera cantando una canción de mariachis. Elsa se encogió de hombros, era cierto que el comportamiento de Jack podía ser... contagioso. Ella misma se sorprendió, pero estando con él, podía atreverse a ser osada. Por lo menos él ya no pensaría que era tan aburrida.

Elsa salió disparada de la habitación corriendo, su capa flotaba con el viento, para llegar antes que el Guardián a las escaleras. Jack la observó correr, estático, bastón en mano. Mordiéndose el labio salió tras ella, quien iba a la mitad del camino por el pasillo. Jack aceleró su vuelo y por una cabeza le ganó a Elsa.

—¡Hey, no es justo, tú volaste! — Elsa trataba de recuperar el aliento.

—De acuerdo, me pillaste. — lanzó una carcajada cálida, Elsa no le devolvió el gesto, por tramposo. — ¿Quieres intentar algo más divertido?

—Depende... — De hecho, sí quería. Ya había perdido cualquier dignidad que le quedaba al correr por los pasillos, y perder. Jack no se le rió para variar.

—Pues sube.

Jack sabía que no querría, y aún así la tomó de la cintura antes de que ella respondiera y la sentó en la barandilla de las escaleras para que se deslizaran juntos.

—¡No, Jack! ¿Qué haces? ¡Yo... no me deslizaré! — la voz le tembló, no muy convencida. No era para nada seguro y Elsa carecía eso que se llama equilibrio.

—Tranquila, no te pasará nada, yo te cuidaré. — Le miró directo a los ojos. Elsa los apartó. — Mira, es fácil. Yo me deslizaré primero y te mostraré como se hace. Tú haz lo que yo hago.

Jack se tiró sentado en la barandilla aullando. Lo hace parecer tan fácil, pensó la ella.

Elsa nunca había hecho algo como esto, su hermana sí. Pero ella era Elsa, la responsable, la heredera a la corona, la Reina, la hija mayor, la... aburrida. Estaba horripilada, siempre estuvo encerrada en su dormitorio y nunca hizo travesuras como esa, ni aunque comenzó a ser libre de sus miedos. Estos eran otra clase de miedos, sin embargo. Pero confiaba en Jack, un poco. Así que lo hizo, se precipitó desde lo alto por la barandilla de hielo, cerrando los ojos con fuerza.

No tardó un segundo en sentir un revuelco en el estómago, la adrenalina y la excitación que le hizo gritar eufórica y rogarle a Dios que saliera viva de ello.

Pero cuando llegó al final de la barandilla, salió volando sin poder frenarse, pero Jack estaba ahí, para sujetarla y evitar que se estrellara en el suelo.

—Te tengo.

—¡Ya veo por qué a Anna le fascina!... Digo... — se dio cuenta de que estaba muy exasperada. Ahora que lo había hecho, no parecía tan temible. Había sido una Reina del drama unos momentos antes. Se calmó y con un poco de vergüenza siguió hablando en voz baja. — Ya... Ya puedes bajarme.

—¿Tengo qué? — le sonrió. Sus ojos no se despegaban del otro, podían sentir esa extraña tensión.

Oh, cielos no... Elsa presentía que se estaba pasando de la raya. ¿No debía haber alguna reglamentación entre Guardián y protegido? Pues debería. Debería haber miles.

Fue la joven quién rompió la conexión. Elsa le tiró una pequeña ráfaga de viento en la cara que le hizo estornudar y temblar, y al fin soltarla. Elsa rió un poco. Por primera vez se salió con la suya, y se dejó sentir victoriosa. Él acabó con el regocijo suyo rápido, tenían cosas qué hacer. Tomó su mano y la llevó fuera del palacio.

A Elsa le pareció raro que la sujetara, pero tampoco quitó la mano. Podría quedar mal.

—Bueno, te enseñaré a deslizarte, pero no como hicimos ayer...— se imaginó un redoble de tambores. — ¡Sino por los aires!

—¡¿QUÉ DICES?! — retrocedió un paso. Estaba demente. Sí, había perdido la cordura. Él podía volar pero Elsa no, ¿no era eso obvio?

—Soy el instructor, así que debes hacerme caso. — respondió con voz chistosa, imitado a un capitán, para que se relajara. Elsa no rió. Estaba más blanca de lo normal y su cabeza emitía un pequeño tic de negación.

—No te preocupes es muy fácil solo hay que moverse antes de que el hielo se desintegre. Así.

Jack formó una fina capa de hielo sobre el aire, suficientemente grande como para pisar con un pie. Luego hacía lo mismo para dar otro paso. Y así sucesivamente. Era como correr en el viento sobre una pista de hielo que se desarmaba a cada paso que dejaba atrás. Jack corrió por encima de un acantilado, para mostrarle a Elsa que no podía caerse si lo hacía rápido y con confianza. ¿Por qué lo hacía si él podía flotar?, se preguntó mientras tanto la muchacha.

—Fíjate que sean lo suficientemente gruesos para pisar, como si fuera un camino, pero que lo haces tú.

Pero ella no quería hacerlo. Siempre fue insegura y temía que sus poderes le fallaran por el miedo y se cayera al abismo, como se habían descontrolado tantas veces en el pasado. No, gracias, ¿quién necesita volar? ¿Yo? Para nada, mejor los pies en la tierra. Sí, tierra. Cuando Jack voló hacia ella luego de deslizarse sobre el aire, se fijó en su mirada de temor, consternado.

—Oye, si te caes te atrapo, una vez que lo tengas será imposible que lo hagas. Confía en mí. — la animó.

—¿Cómo es que esto me ayudará con la magia?

—Tú me pediste que te enseñe a deslizarte. — se encogió de hombros.

—¡Sí, pero no así!

—¿Tienes miedo? — Elsa le miró con desagrado, sobretodo porque sonreía.

—¿Por qué sonríes? ¿Te divierte? — aguijoneó ella.

—Me parece tierno. — reconoció lentamente. Elsa enrojeció como si le hubiesen dado una paliza. Odiaba que le pasara eso. — Vamos, no seas cobarde. Si yo puedo, tu puedes.

—No quiero hacerlo, Jack. Y no soy cobarde.

Jack empezó a hacer sonidos de gallina.

­—¡Jack! — se molestó Elsa.

Los cacareos aumentaron.

—¡Está bien! — sentenció. — Lo—lo intentaré. Pero si me mato, volveré de la muerte y te atormentaré.

Jack no había oído su amenaza, sino los aplausos imaginarios por su triunfo. Elsa primero se fijó la profundidad del precipicio. Era demasiado profundo. Tomó aire y empezó a deslizarse.

—¡Vas bien! .— le gritó Jack desde atrás. — Por ahora no te caíste ese es un buen comienzo

Ella se puso nerviosa de fallar frente a Jack, sería una humillación que no olvidaría con facilidad. Perdió el equilibrio y cayó. Jack se rió un poco, pero una risa distinta. Una sonrisa cálida, sin burla, que le brotaba ante aquella mujer reservada, insegura, delicada, y temerosa.

Y voló hacia el barranco para rescatarla. Elsa estiraba la mano hacia él mientras descendía. Jack tomó su mano mientras caía y antes de que tocara suelo, la levantó como si fuera un bebé una vez más aunque esta vez con más fuerza y apego. Ella temblaba.

Jack no se equivocaba, estaba comenzando sonreír más de lo común. No era tonto, había algo nuevo en su pecho. Sentimientos desencontrados que se abrían como una flor, y se reproducía hasta lucir como un jardín. Flores extrañas, pero reconfortantes, y que al olerlas, te cosquilleaba el corazón. Y cada flor parecía ser sembrada por la chica en sus brazos. La damisela que a veces estaba en aprietos.

Pero no estaba muy seguro de que ella sintiera lo mismo o si tenía un jardín para alguien más.

Jack se dio una cachetada en su mente. ¡¿Estaba hablando de jardines?! Desde cuando se había vuelto tan poco hombre... O desde cuando pensaba de esa manera.

Es tan difícil entender a una persona cuando es tan fría como ella, Jack pensó en otra cosa para olvidarse de las flores. Aún así, estaba decidido como si fuese una competencia contra sí mismo, una prueba, a que lograría derretir ese frío corazón.

Porque deseaba, necesitaba hacerlo para saber...

Mientras tanto Elsa gritaba y se reía, no entendía si de la alegría o de pánico. No sabía cómo explicarlo. Era una adrenalina distinta y descabellada, ¡casi moría, por todos los cielos! Y aún así era excitante, divertido. Aquellos relatos acerca de un espíritu de la diversión, quien se decía también era Jack Frost, eran ciertos como el día y la noche. Jack no era tan vanidoso, travieso e inmaduro. Bueno, esto último podría enjuiciarse. Pero no era solo eso. Elsa descubrió un lado un poco más... Agradable.

Pero Elsa, no podía quitarse la idea de que a nadie podría parecerle agradable un monstruo como ella, alguien que podría congelarlo todo, incluyendo a los que amaba. Así que lo mejor sería no contarle a Jack de su nuevo descubrimiento. Olvidarlo.

Jack dejó a Elsa nuevamente en tierra firme y antes de que él pudiera decir algo ella le interrumpió.

—¡Quiero hacerlo de nuevo! — a Jack lo tomó por sorpresa su entusiasmo. No pudo evitar conmoverse de agrado.

A continuación, Elsa salió disparada, como una flecha, corriendo por los aires, mientras Jack le seguía el paso. Se concentró en no fallar, dejar su magia fluir y mirar al horizonte infinito.

—¡Vas mejorando!

—¿Eso crees? — se alegró por su avance.

—¡Eres rápida, pero no creo que tan rápida como yo! — le dijo Jack burlonamente.

—¿A sí? — no dejaría las cosas así. — ¿Se te antoja una carrera?

—Adelante.

Parecían dos relámpagos veloces que corrían por distintas direcciones, haciendo zig zag y dando vueltas por los aires, aunque ese era Jack. Elsa optaba por lo seguro y funcional.

Se estaban divirtiendo en esa pequeña competencia, su público era el bosque. De vez en cuando, Jack le echaba miradas furtivas a la hermosa chica que resplandecía con el Sol en alto. Elsa escondía más sorpresas de lo que él había sospechado. No se puede negar que eso hacía su trabajo más interesante. Cuando la miraba, concentrada en construir su camino, su corazón se aceleraba. Sin darse cuenta que había un árbol alto en frente, Jack chocó y cayó al suelo. Elsa giró sin saber mucho como hacerlo. Logró hacer que su camino descendiera perpendicular y lo socorrió rápidamente en cuanto estuvo en lo bajo del árbol.

—¡Wow! — no pudo evitar retener la agitación. Las piernas le temblaban por la corrida, pero no le dio importancia. — ¿Quién podría pensar que estuve volando? Bueno casi, ¡pero es estupendo! Cuando Anna se entere de esto... — se giró a ver al chico tendido en el suelo nevado. — ¡Oh! ¿Estás bien? — Elsa se arrodilló a su lado y lo examinó. — ¿Cómo no viste ese árbol?

—Sí, estoy bien, el árbol se puso en mi camino y me atacó, nada grave. — bromeó, con el dolor marcado en su tono.

Elsa no pudo evitar sonreír por sus payasadas. La sonrisa desapareció un instante después.

—Jack, ¡estás herido! — le señaló. — Tienes sangre en la frente.

—¡Auch! — él también lo notó.

—No te muevas, te dolerá. Espera.

Se dirigió a un pequeño estanque con agua a medio congelarse, y con sus poderes descongeló el hielo superficial, arrancó un pedazo de tela de la falda de su vestido, lo mojó y se lo llevo a Jack para colocárselo en la herida.

—Te pondrás bien, es solo una herida. El agua fría calmará el dolor.

—Gracias, no sabía que por admirarte podría hacerme daño.

—Oh... — Elsa se sonrojó. A Jack, por otra parte, no le daba pudor ahorrarse comentarios como tal. No era divertido sino. Sabía que estaba metiendo el dedo en la yaga pero adoraba ver a Elsa batallarse en la confusión y vergüenza, y cuando se ponía roja... Era placentero.

—Tampoco sabía que eras enfermera.

Luego de un rato, Jack se levantó y siguieron su camino, esta vez a pie.

—Vaya, no sabía que supieras romper el hielo sobre el agua. Me impresionas. Una cosa menos que tendré que enseñarte porque por lo visto ya lo sabes.

—Te dije que sé usar mi magia. — respondió simplemente. Lo había hecho sobre el mismísimo mar congelado en aquellos fatídicos días para Arendelle y para ella.

Jack hizo un ruido con la boca. ¿Entonces qué estaba haciendo él allí? Los Guardianes le dijeron que habían interpretado que debía ayudar con su magia a la Reina de las Nieves. Pero no había casi nada que él pudiera enseñarle, más que tonterías como hacer caminos de hielo en el aire.

—¿En qué piensas? — Elsa lo quitó de sus pensamientos.

—Nada. Solo que hacemos una buena pareja.

—¿Pa...? — La sangre golpeó su rostro haciendo que sus mejillas ardieran. Se había atorado en sus palabras por el asombro.

Jack rió fuertemente.

—Me refiero a equipo. — dijo con dulzura. No la quería hundir más en la vergüenza.

Ella imitó su risa, suspirando de alivio. — Aunque si lo pones así...

—Claro que no. Olvidémoslo.

—Lamento lo de tu vestido. — recalcó luego de unos segundos mudos.

—Oh, no es nada. — se miró los pies y el pedazo restante de su bonita prenda.

Elsa alzó su mano y unos pequeños copos de nieve rellenaron el espacio que faltaba de su vestido.

—Vaya. — Jack podía creerse lo de construir un castillo, volar por los cielos, pero nunca había visto crear ropa. Simplemente, wow.

—Uuhh... ¿no tienes frío? — Elsa castañeó sus dientes violentamente cuando una brisa la abofeteó con fuerza. Estaba abrazada a sí misma y empezaba a tener frío, eso era extraño porque a ella el frío no era algo que le molestara. Pero esa vez...

—Ten... — Jack se sacó su abrigo azul de siempre. Cada vez era más atento con ella, notó la muchacha. Actuaba como un verdadero Guardián, pero algo... distinto. Por vez primera, la hacía sentir casi especial, un caso aparte. Elsa dudaba que así actuara cada Guardián con sus elegidos.

Ella se puso nerviosa y se sofocó, un chico con el torso desnudo en un día de frío no era algo que se veía todos los días. Y menos una dama. Enfocó todas sus fuerzas para intentar no mirar la empalidecida piel descubierta de su cuerpo endurecido.

—Gr—Gracias, Jack... — agradeció y se lo colocó. Le quedaba horrible, se decía ella. Aunque Jack la miraba con otra perspectiva. — Creo que está anocheciendo, deberíamos volver. — acotó Elsa.

—¿Una carrea?

—Considérate perdedor. — esta vez, sonrió ella.

Volaron entre risas. Al final no importaba quién ganara la carrera hasta el castillo de Elsa.

Llegaron antes que la noche cayera y el cielo apagara el día. Encendieron otra fogata, comieron y hablaron por casi toda la noche.

—¿Conoces al Conejo de Pascuas? — se sorprendió Elsa al oír sus alocadas historias. — Pensaba que era, ya sabes, una leyenda.

—Nop, es bastante malhumorado para ser un esponjoso conejo parlante. Es casi de mi altura. A veces pienso que no le agrado del todo, que le resulto molesto.

—¿Cómo así? ¿Tú, molesto? — se burló Elsa, a lo que ambos rieron. Jack empezaba a acostumbrarse a que Elsa aportara de su humor.

—¡Lo sé! — Jack siguió su juego, los reflejos del fuego bailaban en su rostro adonis. — ¿Quién lo hubiese pensado? Tal vez es porque casi arruino las Pascuas una vez... Bueno, unas cuantas, a decir verdad.

—¿En serio? — se espantó.

—¿Recuerdas ese día de Pascua que se retrasó unas horas? Bueno, eso fue... casi toda mi culpa. Casi le arruino la infancia a muchos niños... — se ruborizaba en vergüenza mientras recordaba entre risas. Elsa rió a carcajadas aún más fuerte, la fogata mezclada con historias era embriagadora hasta para ella. Sentía que podía salirse de su caparazón de dureza, aunque sea hasta que se consumiera las llamas.

—¡No puedo creerlo! En principio pensaba que los huevos eran puestos por la gente del palacio. ¡Recuerdo lo triste que había estado Anna hasta que encontró un huevecillo colorido a medianoche!

—Entonces debes oír aquella vez que casi arruino la Navidad de 1814...

Las risas siguieron, al igual que las historias. La fogata estaba a punto de apagarse y a ellos les dolían los rostros. La Reina se aclaró la garganta luego de un rato, odiando tener que cortar el momento, pero el cansancio era más poderoso que ella.

—... Bueno creo que es hora de que vayamos a dormir, ¿no?

—Me parece bien.

—Oh, y te devuelvo tu abrigo, muchas gracias.

—¿Seguro que no lo necesitarás? Esta noche hará mucho frío.

—No te preocupes por mí.

—Pero eso es lo que hago.

Elsa le devolvió una sonrisa agradecida. Pero en verdad no tenía que preocuparse. Subieron a la habitación. Se dijeron las buenas noches, y se acostaron en sus camas. En medio de la noche, cuando ella ya estuvo dormida, Jack salió volando por el balcón. Regresó unas horas después. Elsa estaba sentada sobre su cama y abrazada a sus piernas. Jack tuvo razón, la noche era tan gélida que llegaba hasta los huesos. Elsa no podía dormir. Le miró sorprendida al llegar.

—¿Dónde fuiste? Desperté y te habías ido...

—Fui a dar un paseo. — no entró en más detalles.

—Oh. — Esla se abrazó más fuerte.

—¿Estás bien? — Jack caminó hacia ella lentamente, con cuidado de no espantarla. Pero con tanto contacto de esos últimos días, Elsa no sentía el mismo pavor.

—Estoy muerta de frío. — castañeó, sin mirar sus ojos.

—¿Quieres mi abrigo?

—N—no. Tendrás frío tú.

—No me molesta.

—Insisto. — hacía demasiado frío para pedírselo. Fuese su Guardián o quien fuese.

—Entonces... ¿Quieres acostarte con migo?— Jack lo dijo con total sinceridad. No estaba insinuando nada por lo que ignoró el espanto en el rostro de Elsa, pero no permitiría que pasara semejante congelamiento por la noche. Su única intención era mantenerla bien. — Y antes de que digas no, quiero que sepas que es por tu bien. No el mío. No creo que haya alguien más aquí en estas montañas para ayudarte...

Elsa cerró la boca. Tenía razón, por desgracia. Se levantó lentamente, odiando esa situación con cada paso. Jack le tendió la mano, pero ella fue directamente hacia la cama de Jack y se acostó primero. Jack la arropó hasta el cuello, y trajo las mantas de Elsa también. No eran demasiado cálidas.

—Gr... Gracias Jack. — no quería ser una desagradecida.

—No hay de qué. — con sigilo se acostó a su lado.

Elsa podía sentirlo con intensidad a su lado. Era estremecedor. Su cuerpo, que siempre estaba irradiaba una gélida energía, esa vez... estaba caliente y su corazón latía con rapidez.

—Pensé que sería más incómodo. — reconoció él. Elsa no pensaba mover ni un meñique. Pero sin su consentimiento, su cuerpo producía temblores. Él se dio cuenta y la atrajo más a él, rodéandola con sus brazos. Elsa se puso rígida.

—Lo hago por tu bien. — le recordó pacientemente y sintió como ella accedía. Elsa reposó su cabeza en el pecho de Jack y este se puso duro también. Tenía una convención en su interior, gritos eufóricos y emocionados. "Eres un triunfador, Jack", "excelente jugada, Jack", pero él no las escuchaba. Solo a ese corazón que latía cerca suyo.

Entre ambos latidos se podía componer una melodía sin armonía, pero hermosa.

—¿Oye, Elsa? — susurró.

—¿Mhm? — preguntó con los ojos cerrados con fuerza. Inspiró y por accidente se llevó un pedazo de su aroma fresco.

—Mañana hay un gran baile en un pueblo detrás de las montañas. Me preguntaba... si tú, huh ¿quieres que vayamos? Sé que no soy un príncipe ni nada, no estoy a la altura de una Reina como tú pero...

—¿Cómo sabes que hay un baile? — interrumpió su tartamudeo.

—Lo acabo de averiguar. — hizo una mueca. Rayos, lo pescó.

—Por eso saliste, ¿verdad? — Jack se atrevió a mirarla hacia abajo. Ella le sonreía como un gato a un ratón, solo que sin las ganas de asesinar.

—Bueno, sí. — no veía por qué escondérselo ya. — Está un poco lejos pero—

—Sí.

—¿Sí qué?

—¿De veras? — se alegró. Su corazón galopó con el doble de viveza.

—Ya he dicho que si... — rió.

Jack se permitió sonreír, ganador y alegre. Muy alegre

—Pero no tengo vestido. — añadió la muchacha.

—No hay problema, yo no tengo traje. Pero podemos fabricarlos, como tú hiciste.

—Claro que sí. Podría ser divertido.

—Estás hablando con Jack Frost. Por supuesto que lo será. — su sonrisa se dibujó más amplia.

—Descansa, Elsa.

—Hasta mañana, Jack.

—¿Puedo decir una locura? — Elsa esperó en silenció la respuesta. —Me agrada ser tu Guardián, Elsa.

Ella le sonrió y dejó calentar su cuerpo contra el suyo. Lentamente bordeó sus brazos en él, descubriendo lo bien que se sentía hacerlo. Estaba muy cansada y se durmió en poco tiempo.

Fin del Capítulo 3

Continua llegint

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