Caos (2# Incandescente) #PGP2...

By zafir05

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"Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante". -Friedrich Nietzche S... More

Sinopsis
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Epílogo
Cosmos Ya Disponible!!!!
Concurso #PGP2016

Capítulo 1

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By zafir05

Capítulo  1


Saqué mi pierna derecha por la ventana de mi habitación mientras el húmedo olor a noche me embriagaba.

-Venga, vamos. –Me apremió Laila.

-Chicas, no creo que sea buena idea. –La temblorosa voz de Gabriel le hizo rodar los ojos a su hermana.

-No seas gallina. –Leila se cruzó de brazos con una intensa mirada hacia su hermano. Su pelo negro contrastaba con el rubio de Gabriel. El bien y el mal comenzaron otra de sus disputas. Mientras, yo medía la distancia de mi ventana a los arbustos del jardín, no era la primera vez que me escabullía de aquella forma, pero eso no significaba que hubiera salido bien la mayoría de las veces.

-Yo solo digo que como tus padres se enteren vamos a tener problemas, y tengo muy claro que... -No le dio tiempo a acabar, su hermana lo empujo por la espalda y Gabriel cayó por la ventana con un alarido. Nos miramos temerosas de que nos hubieran descubierto, sinceramente, la salud de Gabriel era algo secundario, era un elemento, sanaban rápido. Después de unos segundos en silencio suspiramos aliviadas.

Saqué mi otra pierna por la ventana y me dejé caer, mi cuerpo chocó contra algo blando.

-¡Jazz!-Gabriel se revolvía debajo de mí.

-Shh, vas a conseguir que nos pillen.

-No estaría mal.

-Nadie te obliga a venir. –Gabriel me miró con aquellos celestes ojos de cachorro degollado. Suspiré poniendo los ojos en blanco. –Solo digo que si no quieres venir no pasa nada. –Dije suavizando el tono. Leila cayó a unos centímetros de mí con una grácil flexión.

-Claro, como que dejaros a vosotras dos solas no sería apocalíptico. –Nos señaló con el dedo acusadoramente.

-Lo que sea. –Leila se abrió paso hacia delante con su mano en mi hombro. –Y ¿cómo dices que se llama ese bar?

-¿Qué más da? Lo importante es que hacen fiesta universitaria. –Lelila asintió de acuerdo mientras nos alejábamos de nuestra casa con Gabriel lloriqueando tras nuestros pasos.

Tenía dieciocho años, al igual que mis primos Gabi y Leila, solo que ellos dejaban de envejecer poco a poco mientras que yo seguía madurando como la mortal que era. Algo normal, pensaría la mayoría del mundo, pero para mí no lo era, ya que toda mi familia era inmortal, cuando eres la hija del fuego y el hielo, la mortalidad es algo asiduo, o eso creía, ya que era la única de mi especie.

Yo no era un elemento, me había auto definido como una semidiosa, no podía invocar ni fuego ni hielo, pero sí controlarlos a mi antojo.

Llegamos a la entrada del bar, se podía oír la fiesta desde fuera, mi esencia se exaltó emocionada, ahora mismo la sangre de mi madre corría por mis venas, mientras que mi herencia paterna se recluía hasta que la fiesta y todo el bullicio de gente sudorosa se extinguiera. Leila sonrió a mi lado percibiendo lo mismo que yo, empujé la puerta y entramos los tres, aunque  el semblante aterrorizado de Gabi era visible desde la lejanía, éste decidió acompañarnos entre el gentío. Había un pequeño escenario donde un grupo tocaba, los jóvenes disfrutaban de la música y se dejaban llevar. Gracias a la poca luz podía caminar entre el gentío sin mis habituales lentillas de color que me permitían disimular mi aspecto demasiado llamativo, ya que un ojo azul destellante del más puro frío en contraste con un ojo escarlata del que brotaba la más intensa pasión no era una mezcla que pasara desapercibida. Y algo que mis padres siempre me habían inculcado desde que tengo memoria es a pasar desapercibida, que nadie descubra lo que soy, aunque por más que intentaran disuadirlo, nadie sabía exactamente qué era yo.

-Recordar que debemos permanecer juntos. –A veces Gabi parecía un verdadero octogenario. Laila y yo rodamos los ojos acostumbradas a su amargado comportamiento. Le hice un gesto con la mano y nos fuimos a la barra a beber algo. En aquello nadie podía poner ninguna pega, el alcohol solo nos proporcionaba un leve cosquilleo.

Con nuestras copas en las manos Laila y yo comenzamos a bailar, no pude evitar fijarme en el guitarrista-cantante del grupo, era llamativamente atractivo, con el pelo negro y unos ojos verdes resplandecientes. El sudor hacía que mechones algo largos se le pegaran a la frente y a la nuca.

Como siempre, me había quedado ensimismada en mi mundo sin ser consciente del tiempo, me di la vuelta y vi a Laila bailando con un chico algo mayor pero atractivo, a su lado, Gabriel estaba realmente azorado intentando librarse de la atención de un grupo de chicas que no dejaban de atacarlo con gestos coquetos. Suspiré, realmente mi familia, en cuanto a belleza y a atractivo no podían quejarse. Me acabé la copa y seguí bailando hasta que noté un cuerpo pegado a mi espalda, me giré de forma insinuante y dejé que aquel castaño con ojos almendrados comenzara con su ritual de ligoteo. Parecía agradable, comenzó a hablarme amigablemente, pero no le presté atención, a diferencia de mi familia yo si tenía ciertas necesidades, unas imperiosas ganas de miccionar me hicieron disculparme del chico con una sonrisa y adentrarme en los oscuros pasillos de aquel bar.

Corrí por el pasillo como una perturbada sin poder aguantarme, no pude evitar una serie de maldiciones al encontrarme una extensa cola en la puerta de los servicios femeninos, sin pensarlo entré en el de hombres. Alguno se me quedó mirando pero no tenía tiempo de explicaciones, entré en un cubículo del baño y sin apoyar mis posaderas en el inodoro me desahogué. Me subí mis tejanos negros que contrastaban a la perfección con mi camiseta blanca de tirantes y mi chupa de medio brazo, era un conjunto de mi madre, su parte buena tenía que mi madre se mantuviera con un especto joven eternamente. Teníamos la misma talla, aunque yo era algo más enclenque, ella era más voluptuosa, tanto de pecho como de caderas. Tiré de la cadena que ¡sorpresa! no funcionaba, salí del baño tras algunos silbidos y sonrisas de los Ebrios universitarios y me interné en los oscuros pasillos de nuevo. Al pasar delante de una puerta no pude evitar pararme y aguzar mi sobrenatural oído.  Un grupo de varones hablaban sobre algo de un cargamento, no me daba buena espina, y como mujer temeraria sedienta de experiencias que era, me acerqué más a la puerta.

-Creo que te equivocas, los camerinos están por el otro pasillo. –Una voz grave pero suave a mi espalda me hizo dar un respingo. Con la reinante oscuridad apenas puede distinguir su rostro, era un chico unos centímetros más alto que yo, no era extremadamente corpulento, parecía tener una complexión atlética como las que a mí me gustaban. Un destello verde de sus ojos me hizo reconocerle, era el cantante, ¿ya había acabado el concierto? Me crucé de brazos ante su falta de modestia.

-¿De verdad crees que alguien como yo perdería su tiempo para ir a ver a un cantante del tres al cuarto? –Mis palabras, lejos de molestarle parecieron divertirle, me mantuve en las sombras, alejándome hasta quedar apoyada de espaldas a la puerta.

-¿Un cantante del tres al cuarto? Vaya, perdone majestad-Rió escandalosamente mientras hacía una reverencia y se acercó un paso a mí, imploré por que la luz siguiera inexistente y no viera mis bicolores ojos. – ¿Y tú crees que me importa la burda crítica de una niña como tú que claramente no tiene ni idea de música? –Bufé poniendo los ojos en blanco.

-Creo que mi oído esta bastante más agudizado que el tuyo, si realmente piensas que lo de antes ha sido una buena actuación. -Entrecerró los ojos sin apartar su mirada de mí. Estiró un brazo dejando la palma de su mano en la puerta acorralándome. –Y no soy una niña, estúpido neardental involucionado.

-Ah ¿no? –Fingió sorpresa para a continuación, repasarme con la mirada de arriba abajo descaradamente. –Pues no veo ningún atributo que demuestre lo contrario.

-Ni falta que hace. –Mi sangre hirvió de pura indignación. Él iba a responder con algo cuando la puerta a mi espalda se abrió dejándome caer en el interior de aquella habitación, el estúpido comenzó a reír escandalosamente hasta que fijó su vista en la situación y cerró la boca, pude ser consciente de cómo su rostro pasaba a adoptar un pálido-fantasma. Me levanté rápidamente y mi corazón aleteó con fuerza al adivinar problemas. Un grupo de fornidos hombres estaban sentados en unos sillones con una gran suma de almacenadores de energía, la droga más popular y destructiva del momento.

-Vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí? –El que parecía el cabecilla se acercó pretenciosamente. Quien había abierto la puerta la cerró detrás nuestro empujando al estúpido conmigo, el estruendo de la puerta me despertó de mi parálisis poniéndome en guardia. Realmente no temía por mi vida, mis padres me habían enseñado a defenderme, y no era por fardar, pero dominaba a la perfección varios tipos de artes marciales, por no decir que podía controlar el fuego y el hielo a mi antojo. Solo debía encontrar uno de los dos... me fijé en el bolsillo del jefe, "¡bingo!" –Al muchacho habrá que matarlo, con la hermosura nos podremos divertir un poco primero. –Todos sonrieron mientras el gordo a nuestras espaldas soltaba una estrambótica risa que me revolvió las tripas. Noté por el rabillo del ojo cómo el estúpido se tensaba a mi lado.

-¿No vais a dejarme pedir un último deseo? –Ronroneé de forma coqueta, me acerqué al cabecilla y metí mi mano en su bolsillo de forma insinuadora, saqué su paquete de tabaco y dejé lentamente el filtro de un cigarro en mis carnosos y rojos labios. Vi cómo se relamía cual depredador, sus ojos se oscurecieron con lujuria.

-¿Qué quieres preciosa?

-Fuego. –Sonreí mientras mis ojos refulgían, me dieron lástima, pero el "click" del mechero que marcó su perdición hizo brotar una pequeña llama que aquel hombre me acercó al cigarro. Sin más dilación, extendí mi mano y el fuego se expandió como una ola por toda la estancia arrancando gritos de terror y sorpresa de los presentes. Agarré al estúpido del brazo, y con una patada de mi bota derribé la puerta, corrí arrastrándole por los pasillos hasta llegar al exterior, el fuego se expandió creando una histérica multitud de jóvenes borrachos que corrían hacia la salida, seguí tirando de él hasta girar una esquina de la calle. Paré y le solté, observé curiosa cómo se doblaba sobre sí mismo recuperando el aliento.

-¡¿Qué demonios ha sido eso?!-Me miró a los ojos, bajo la luz de la farola pude apreciar más sus finos rasgos, acostumbrada a convivir con los ojos de los elementos, pocos conseguían llamarme la atención, pero a pesar de no ser tan intensos como los verdes de Diana, tenían un carácter felino que poco podían envidiar. Su semblante se congeló durante un segundo y la histeria pareció desvanecerse, no supe a qué se debió ese cambio hasta que recordé que no llevaba las lentillas. Me alejé carraspeando, iba a despedirme cuando él rompió el silencio. -¡Siriáh! –Se llevó las manos a la cabeza en un gesto de desesperación. No pude evitar que el que hubiera venido a la fiesta con su seguramente novia me hiciera sentir un poco incómoda, el chico no estaba mal para pasar un rato.

-Creo que tu chica sabrá salir sola.

-No, no es una chica. –Mi miró con hastío, como si fuera algo obvio. -¡Es mi guitarra! Debo recuperarla.

-¿Estas majara? ¿Piensas entrar ahí dentro?

-Si. –Hizo un ademán de irse, pero antes me miró algo confuso. -¿Cómo te llamas?

-¿Y a ti qué te importa?

Salió corriendo mientras gritaba con una sonrisa.

– ¡Debo ponerle nombre a mi nueva musa!

Lo observé hasta que se perdió tras la esquina, si creía que iba a esperarlo estaba muy equivocado, giré sobre mis talones y emprendí el camino de vuelta a casa, a mi mansión, donde esperaba que nadie se hubiera percatado de mi ausencia. Seguramente Laila y Gabi ya estarían allí. Suspiré mientras intentaba descifrar el nuevo sentimiento que crecía en mí, aquel descubrimiento iba a poner patas arriba toda mi existencia; la libertad que sentí cuando me encontré en aquella aterradora situación, cuando mi herencia fría me hizo ser dueña de mis pasos en cada momento, esa sensación tan poderosa como placentera, sin ataduras, completamente libre... quería vivir así, aunque sabía que mis padres no me lo pondrían fácil.


-¡¿Por qué siempre tienes que estar metiéndote en líos?!

Estaba en el salón, sentada en el sillón al lado de mi prima, el bocazas de Gabi no había podido con sus remordimientos, y como consecuencia unos iracundos elementos estaban despotricando en mi presencia. Mi madre y mi padre me miraban desesperados, realmente parecían no saber qué hacer conmigo. Por otra parte Aqua estaba con los brazos cruzados mirando de forma reprobatoria a Laila, su hija adoptiva, pero claro, ¿quién iba a reprender al mal? Era su naturaleza, lo que se esperaba de ella, pero ¿qué se esperaba de mí?

-¿Por qué me lo preguntáis como si yo fuera la única inculpada? –Mi tono indignado pareció enfurecerles aún más. Mi madre irguió una ceja y mi padre se cruzó de brazos lentamente, como esperando que yo solita me delatara. –Es increíble, tengo al lado sentada a la reencarnación del mal, pero aquí la mala influencia soy yo.

-Te conocemos, y no me hace falta ni preguntar de quién fue la idea de la escapada, es más pondría la mano en el fuego.... –Espetó mi madre retándome, oí la risilla de Laila a mi lado. Suspiré abatida, la idea había sido mía, como muchas otras veces. Dirigí la mirada hacia la puerta del fondo, donde sabía que Gabriel estaba escuchando toda la bronca.

-¡Gabriel eres un maldito bocazas!

-¡Jazzelin! –Mi padre me dirigió una fría mirada.

-¡¿Qué?!

-Esa boca.

Grite exasperada, me levanté del sillón enfrentándome a ellos.

-¿Qué esperáis manteniéndome aquí encerrada de por vida? Por si no lo habéis notado, yo no soy inmortal, mi vida es un suspiro que se me escapaba de entre los dedos sin poder vivir. –Aquellas palabras parecieron afectarles, los impactantes ojos de mi madre parpadearon por un segundo. No esperé respuesta, me di la vuelta y corrí escaleras arriba, entré en mi cuarto y cerré de un portazo. Sabía que había sacado un tema tabú, todo lo que significara una diferencia entre ellos y yo estaba vetado bajo este techo. Me miré en el espejo suspirando, creía que no querían hablar del tema porque realmente nadie sabía qué era yo.

-¿Qué soy? –Miré mis ojos, uno de mi padre, pero el otro... no se parecía a los de mi madre, tan salvajes, vivos, sobrehumanos, de los cuales borbotaba tanto poder. Siempre me la imaginé como un elemento dos punto cero, con su tatuaje y ese aspecto tan imponente. Cogí mi guitarra eléctrica de color violeta y comencé a rasgar las cuerdas apoyada en el alfeizar de la ventana. Toda la casa me estaría oyendo, otra de las ventajas de que yo era la única que necesitaba dormir, era que no importaba que hiciera ruido a horas intempestivas.

Miré la luna sintiendo aquel abrasador sentimiento de que la vida se me escapaba encerrada en mi torre de marfil. Solo que yo no era ninguna de las princesas de los cuentos, más bien era el dragón, y mis problemas no podría solucionarlos ningún apuesto y estúpido caballero, que más que ayudar viene a demostrar su superioridad salvándome y así reafirmando su derecho de desposarme, como si fuera algún tipo de propiedad. No, yo no era ninguna princesa y no, no necesitaba ningún caballero.

Después de descargar mi frustración con la guitarra me tumbé en la cama sin siquiera desvestirme, los acontecimientos de aquella noche pasaron ante mis ojos rememorando cada detalle, y pese a la gravedad de lo ocurrido, determiné superficialmente que desde luego aquel estúpido tenía unos ojos realmente bonitos.

-¿Jazz? –La voz de mi primo sonó temerosa al otro lado de la puerta. Me di la vuelta en la cama dándole la espalda.

-¡Largo!

-Oh vamos, lo siento de verdad, sabes que no puedo evitarlo... -Su quebrada voz me hizo poner los ojos en blanco. –Sabes que no voy a poder dormir si no me perdonas. –Medité si debía castigarlo por su traición.

-Los dos sabemos que no necesitas dormir. –Oí cómo la puerta se abría lentamente con un crujido.

-Por favor, Jazz, lo siento de verdad...

-Está bien. –Suspiré, nadie puede enfadarse con el bien. Se acercó a mí y me sonrió en la oscuridad de mi cuarto, se inclinó en mi cama y me abrazó.

-Ahora largo, necesito dormir. –Despegué sus brazos de mí y le insté a que se fuera.

-Buenas noches.

-Buenas noches, bocazas. –Le sonreí mientras se iba. Realmente era hermoso, con aquellos rasgos tan angelicales, pero todo se arruinaba cuando conocías al verdadero Gabriel, al mea pilas de Gabriel.

Gabriel y Laila fueron adoptados por mis tíos Aqua y Will, cuando, según me explicaron, los antiguos elementos Edward y Luz murieron. Mi familia comenzó a revisar los partes de nacimiento de aquel día, un caso en particular les llamó la atención, unos mellizos, ambos completamente opuestos, que habían quedado huérfanos tras fallecer su madre en el parto. Es algo inmensamente cruel de lo que Laila nunca habla, pero es de conocimiento público que los elementos de la oscuridad siempre nacen huérfanos, aunque era muy curioso que la luz y la oscuridad nacieran como hermanos. A mis tíos les gusta pensar que es porque los antiguos elementos estaban muy unidos, aunque yo no creo que fuera por eso, simple coincidencia, azar. Solo faltaba un elemento, Electro, pero por ahora no había rastro de él, seguramente ya habría desarrollado su esencia por completo, y como los elementos se atraen como imanes, no tardaría en dejarse caer por aquí. Mis padres me contaron que el antiguo elemento Electro se dejó arrastrar por la energía, por ello me inculcaron lo horrible de aquello y el miedo de probarlo, así que cuando me encuentro ese tipo de tentaciones en alguna fiesta se me revuelven las tripas con asco.

Dejé que mis párpados fueran cayendo mientras fui vagamente consciente de cómo babeaba mi pobre almohada.

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Hola de nuevo!!!!! Cuanto tiempo :)

Aquí esta la segunda parte de lo que espero sea una triogía ;)

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